La primera noticia documental de la presencia hebrea en Ávila es de 1144: Alfonso VII cede a la Catedral el diezmo correspondiente a la renta anual de la comunidad judía. Ésta es la referencia tangible pero hay un gran número de versiones, más entroncadas con la mitología, que anteceden este origen hasta la propia fundación de la ciudad Algunas de ellas sostienen que, en Ávila, ya hubo judíos mucho antes, en época hispano-romana. A alimentar esta hipótesis contribuye la propia leyenda fundacional de la primitiva Basílica de San Vicente en el siglo IV, en la que un judío construye, en el mismo lugar en el que hoy se encuentra la actual, la primera iglesia martirial dedicada a los santos Vicente, Sabina y Cristeta.

En su Historia de las grandezas de la ciudad de Ávila, Fray Luis Ariz aseguraba en 1607 que, tras la toma de la ciudad a los musulmanes por el rey castellano Alfonso VI, los primeros contingentes de judíos llegaron alrededor del año 1085 para unirse a la repoblación, que dirigió su yerno, el conde don Raimundo de Borgoña. Así es como se incorpora el nombre del rabí Centén a las primeras crónicas de la ocupación de Ávila, después de varios siglos en los que fue considerada tierra de nadie, frontera entre los reinos cristianos y musulmanes.

Los judíos de Ávila orientaron su actividad profesional, principalmente, hacia los oficios artesanales, sobre todo ricos comerciantes de paños. En esta ciudad también escribió Nissim ben Abraham, más conocido como el profeta de Ávila, su Libro de las maravillas de la sabiduría, y aquí alcanzaron las cumbres de la mística cristiana Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, hijos de cristianos nuevos entroncados en viejas familias de origen judío.

La invasión almohade de 1147 tuvo importantes repercusiones para la expansión hebrea por la península. La amenaza de este pueblo supuso el éxodo de judíos y cristianos del sur peninsular hacia el centro y norte de España.

Con Alfonso VIII (1155-1214) la situación de los judíos no varía de forma sustancial. El monarca tendió a igualar jurídicamente a sus súbditos. Se experimentó un incremento de judíos en la Corte, lo que suscitó críticas, pero no era un favor gratuito: la colaboración judía era indispensable para la vida comercial y la administración. Además, la judería aportaba una cuantía en impuestos nada desdeñable que solía convertirse en objeto de cesión real: en 1176, el rey concedía a la Catedral y a su obispo Sancho un tercio de las rentas que recibía en concepto de portazgos y pechos de judíos, en un momento en el que la judería de Ávila era una de las más importantes de Castilla. En esta época, la comunidad judía era próspera y había conseguido un grado de armonía superior a las demás juderías castellanas.

Fernando III (1199-1252) no varió esta política. El Concilio de Valladolid, de 1228, supuso restricciones a los judíos en lo relativo a su movimiento libre por calles y el comercio en los mercados, pero el rey no aplicó las nuevas normas a los judíos de Ávila. Sancho IV el Bravo siguió la política de su padre y mostró predilección por la comunidad hebrea abulense. En 1285, Yuçaf de Ávila figura como recaudador de impuestos del obispado y poseía casas en la ciudad. En este año, la población judía había aumentado tanto en número e influencia que se negaron a pagar el diezmo de sus ingresos en rentas.

A inicios del siglo XIV, la población judía cohabitaba con la cristiana. Inicialmente, los judíos habitaron la zona de la calle del Lomo, hoy de Esteban Domingo. A lo largo de este siglo y durante el siglo XV, los judíos van trasladándose hacia la zona del Mercado Chico, un área muy comercial. Todo cambió con el decreto de 1480 de las Cortes de Toledo, que dictaminaba que vivieran retraídos e apartados. Así se instalaron en una zona delimitada por la calle Vallespín, (antes Rúa de Zapateros), la iglesia de Santo Domingo y el Palacio Polentinos, con la muralla como límite por el sur.

Y es que, a finales del siglo XIV, las relaciones entre cristianos y judíos se van deteriorando en Castilla. Pero Ávila sigue desmarcándose de la tónica general y su comunidad hebrea disfruta de una etapa de expansión y llegaba a la segunda mitad del siglo como un pueblo que había salvado la fe de sus mayores, la masoret. Las revueltas y contiendas motivadas por las luchas de poder de los Trastámara tuvieron en Ávila poca repercusión. Lo peor vendría en 1391. Por entonces, hacía casi medio siglo que había muerto Alfonso XI, cuya actitud hacia los judíos de Ávila fue positiva a pesar de algunos movimientos hostiles en sínodos y concilios. Pedro I tendió hacia el apaciguamiento de los ánimos más exaltados contra la comunidad judía en las Cortes de 1351 en Valladolid, lo que le valió el título de amigo de los judíos, apelativo que buscaba perjudicar al monarca que les permitía levantar nuevas sinagogas o ampliar las antiguas.Con Pedro I pero también después, con Enrique II, Ávila sufrió asaltos de algunos grupos que robaron y quemaron documentos mercantiles y cartas de obligación entre 1360 y 1366 debido a la moratoria de las deudas de los judíos, tiempo que aprovecharon algunas partidas de alborotadores para apropiarse de pagarés y garantías. El rey, sin embargo, intercedió en auxilio de los judíos. Pero el mismo rey permitió en 1375 que se presionara a la comunidad hebrea para que asistieran a los debates religiosos en las iglesias, uno de los cuales fue protagonizado por el converso Juan de Valladolid y Moshé ha-Cohen de Tordesillas. Escribía Moshé ha-Cohen:

En este año vinieron hombres perversos y duros, que habían renegado de nuestra santa ley y tomado una religión nueva; y en virtud de una carta real que les autorizaba a ello, recorrían nuestros pueblos y convocaban a los judíos donde y cuando querían para discutir con ellos sobre su religión [...]. Uno de ellos [...] nos reunió cuatro veces ante la multitud y la asamblea de los cristianos y los musulmanes. Se extendió en alegorías y comparaciones, pero yo le refutaba siempre cuanto decía con pruebas sacadas del Pentateuco y de los Evangelios.

El ambiente antijudío creciente en Castilla fue provocando la conversión de judíos y los inicios de la práctica del criptojudaismo. En estos momentos llegó Juan I al trono y, aunque se prohibió la prédica a Ferrand Martínez, el Arcediano de Écija, uno de los más importantes predicadores antisemitas, el problema del antijudaísmo creció. Ferrand Martínez se hizo enormemente popular por sus sermones y predicaciones en los que insistentemente alentaba el odio contra los judíos y, por medio de ellos, fue el mayor impulsor de la revuelta antijudía de 1391. Juan I tuvo un trato especial hacia la catedral de Ávila y en 1384 le asignó una renta de tres mil maravedís de los llamados pechos judíos, pagaderos en noviembre de cada año, un privilegio que se confirmó en 1391 por Enrique III.

Las matanzas antijudías del año 1391 no llegaron a Ávila, pero el clima de inquietud y desasosiego por la situación general empezó a ser notable. La Corona hacía lo posible para quitar hierro a la situación pero las predicaciones de Vicente Ferrer en 1411 en Valladolid provocaron que muchos judíos huyeran de la población. Ávila seguía siendo un oasis en esta atmósfera tensa y ni siquiera las prédicas de Alonso de Espina, mediado el siglo XV, hicieron mella. El apartamiento de los judíos que quería aplicar la Pragmática de 1412 fue superado porque al Cabildo, que alquilaba casas y locales a los judíos, no le interesaba una medida que hubiera supuesto la caída de sus ingresos. Los judíos siguieron viviendo en las calles aledañas a la Catedral o entre el Mercado Chico y el Grande, en la Rúa de los Zapateros, la Plaza de San Juan, el Arco de Montenegro y desde el Postigo de la Malaventura hasta el lienzo de la muralla del Puente del Adaja.

En 1442, fecha en que llegó a Ávila la bula Cantate Domino de Eugenio IV, Álvaro de Luna, valido del Rey y muy ligado a la ciudad, rechazó su acatamiento e influyó sobre Juan II para que en la Pragmática de Arévalo se favoreciera al pueblo judío. La bula, famosa por su tesis «No hay salvación fuera de la Iglesia», pedía la conversión de los judíos al cristianismo. Enrique IV, tras su ascenso al trono en 1454, adoptó las leyes previas y autorizó el comercio ilimitado, el libre mercado y la libertad económica, de la que se beneficiaron los judíos de Ávila. Quisieron algunos interrumpir esa línea de entendimiento a los diez años de su reinado con la sentencia de Medina del Campo que, entre otras medidas, contemplaba el apartamiento de judíos en guetos y la humillación de fijar en el atuendo un distintivo para los ciudadanos judíos, la prohibición de llevar jubones y ropajes de seda o desempeñar cargos palaciegos. Enrique IV evitó que la sentencia de Medina se aplicara, provocando con su actitud que fuera depuesto en la llamada farsa de Ávila, cuando la Liga de Nobles, liderada por Juan Pacheco y aliada con los elementos antijudíos de la ciudad, proclamó rey a Alfonso, hermano del monarca, y derogó todas las disposiciones que favorecían a los judíos.

El reinado de los Reyes Católicos parecía esperanzador. Muchos judíos, como Abraham Seneor, habían apoyado a los monarcas. No obstante, las Cortes de Madrigal de 1476 trajeron disposiciones como la retirada de la capacidad de las aljamas para juzgar los pleitos penales y la obligatoriedad de que los judíos lleven una roela bermeja. Las nuevas medidas crearon en Ávila situaciones conflictivas tanto en lo referido al atuendo como en lo relacionado con las restricciones a la usura. Los dirigentes de la judería desaconsejaron prestar dinero en aquellas condiciones, con lo cual peligraba la financiación de la ciudad. Ante esta situación, Isabel I buscó fórmulas para evitar el menoscabo causado a los judíos e impedir así que salieran de Ávila, amenaza que contemplaba con temor dada su importancia en la economía y el comercio. En 1478 y en Medina del Campo, los Reyes Católicos otorgan su Carta a favor de los judíos de Ávila, que constituye el primer caso de habeas corpus aplicado a una comunidad judía en toda la historia europea:

Cada que ante Vos [...] fuese dada querella de algund judío de esa dicha cibdad por qualquier persona [...] de algund delito que digan aver cometido, no dades contra ellos mandamiento para que los prendan syn primeramente traer información sobreello según e como el derecho lo quiere el manda.

Las Ordenanzas municipales de la ciudad de 1485 hacían hincapié en la larga trayectoria de tolerancia y buenas relaciones: desoyeron y desestimaron en su texto todo tipo de discriminación vejatoria o de normas ofensivas a los miembros de las minorías religiosas y otorgaron a todos los mismos derechos como ciudadanos:

Ordenamos [...] que estos derechos del suelo paguen los judíos [...] desta cibdad según e por la manera que lo han de pagar los cristianos e de suso se contiene. Quier salgan a la feria quier non [...] [ningún cristiano] se entremeta a prender a los judíos en sus juderías [...] aunque labren y fagan sus labores puertas abiertas en los días de Pascua e Domingos e Fiestas que son de guardar, ni en otras algunas aunque dentro de ellas anden sin señales, e quien lo contrario hiciere caya en la pena.

De esta forma, las Ordenanzas distaban de los criterios del Sínodo del año anterior y lo aconsejado por la Iglesia y se separaban de lo que era habitual en el conjunto de los concejos castellanos, siempre atentos a recortar sus derechos. El Concejo de Ávila vio apoyada su postura pro-judía por los Reyes Católicos que se encontraban en Murcia, un año después, en 1488, autorizando ciertos derechos a la comunidad no cristiana sobre todo en lo referente al comercio de comestibles.

En el último cuarto del siglo XV, el Concejo, que había defendido los derechos de los judíos, les niega el título de vecinos. Los hebreos abulenses, por la Ley de Encerramiento tuvieron que trasladarse al entorno de la puerta de la Malaventura, en una zona muy reducida dado el elevado de judíos existentes en la ciudad. Fue por poco tiempo. El 1 de mayo de 1492 llegó a Ávila el edicto de expulsión. Los judíos abulenses vendieron sus propiedades e inmuebles. Sus sinagogas y cementerios y todas las propiedades comunales pasaron a manos del Concejo. La vida local se resintió en todos sus aspectos y fue determinante para el declive de la ciudad que se vio sumida en una crisis socioeconómica que se alargó durante varios siglos. La expulsión de los judíos fue un mazazo que no pareció tener respaldo alguno por parte de la población.

Antigua Sinagoga de Belforad

Capilla de Nuestra Señora de las Nieves

La Capilla de Nuestra Señora de Las Nieves, en la calle Reyes Católicos, antes denominada de Cal de Andrín, fue erigida por la que fue virreina de Sicilia, doña María Dávila, sobre el solar que ocupó la sinagoga de Ávila llamada de Belforad. En la tradición popular se mantuvo el nombre de casa del rabino para la vivienda que se encontraba en el callejón de las Nieves (actual Hospedería La Sinagoga) y que estaba conectada con el templo. El interior de la capilla está presidido por un magnífico relieve de alabastro obra de Juan Rodríguez y Lucas Giraldo.

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

Antigua Sinagoga de Don Samuel

Sinagoga de Don Samuel o del Pocillo

En la calle del Pocillo, un vial quebrado, lleno de sabor, que se abre paso zigzagueando entre casas bajas, se levanta una casa con un sorprendente arco de ladrillo que recorre toda su fachada y que algunos estudiosos han relacionado con la sinagoga que fiso don Simuel. Este templo, mencionado en documentos de 1430 y 1460, era uno de los centros de culto hebreo existentes en el barrio judío de Santo Domingo y dataría del siglo XV.

El inmueble está transformado en casa particular pero sigue llamando la atención el enorme arco que domina su fachada y que no corresponde a un modelo de casa habitual.

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

Antigua Sinagoga del Lomo

Entrada a la sinagoga del Lomo

Frente a las teorías que afirman que la actual capilla de Mosé Rubí fue la antigua Sinagoga Mayor, otros estudiosos consideran que la sinagoga Mayor pudiera ser la del Lomo, que se localizaba en la actual calle de Esteban Domingo.

Las noticias sobre la sinagoga la sitúan a finales del siglo XV junto al primer convento de la Encarnación, ya convertida en iglesia bajo la advocación de Todos los Santos. Una Cédula Real expedida en Madrid el 6 de Diciembre de 1495 por los Reyes Católicos recoge que en 1482 el doctor Pedro Sánchez Frías, corregidor de la ciudad, tomó tras el apartamiento de la comunidad hebrea al Barrio de los Telares en cumplimiento del decreto de las Cortes de Toledo de 1480, ciertas sinagogas que los judíos tenían en Ávila. Y como la sinagoga del Lomo, situada junto al monasterio de Santa María de la Encarnación, se encontraba en ruinas y se utilizaba como corral, hicieron a este convento donación del templo a instancias de su priora, doña Catalina del Águila.

Barrio de Santo Domingo

Barrio de Santo Domingo. Calle Vallespín

La actual calle de Vallespín, recientemente rotulada también con su tradicional nombre de rúa de Zapateros, constituye un gran eje, entre el Mercado Chico y la puerta del Adaja, que marca con nitidez el límite de la judería de Ávila, la cual se situaba a su izquierda, en el conocido como barrio de Santo Domingo, articulado sobre los viales principales de las calles de Santo Domingo y Telares. Como en tantas otras ciudades con judería, la calle de los zapateros hace referencia a uno de los oficios principales de los judíos que poblaron Ávila, quienes dominaron además otros trabajos relacionados con el vestido y el calzado, así como diversas artesanías. En esta calle se localiza el palacio de Polentinos, del siglo XVI, actualmente Archivo Histórico Militar, que luce una extraordinaria portada plateresca.

El apartamiento de los judíos que quería aplicar la Pragmática de 1412 fue superado en Ávila porque al Cabildo, que alquilaba casas y locales a los judíos, no le interesaba una medida que hubiera supuesto la caída de sus ingresos. Los judíos siguieron viviendo en calles aledañas a la Catedral o entre el Mercado Chico y el Grande, en la Rúa Zapateros, Plaza de San Juan, Arco de Montenegro y Postigo de Malaventura hasta el lienzo de muralla del Puente Adaja.

En 1442, fecha en que llegó a la ciudad la Bula del Papa Eugenio IV, Álvaro de Luna rechazó su acatamiento e influyó sobre Juan II a favor del pueblo judío tan fiel. Enrique IV tras su acceso al trono en 1454 adoptó las medidas antiguas y autorizó el comercio ilimitado, el libre mercado y libertad económico, de lo que se beneficiaron los judíos de Ávila.

Barrio de los Telares

Casas actuales en el Barrio de Telares. Aquí estuvo la sinagoga que acogió las últimas lágrimas de los que partían hacia el destierro, cerca de la Puerta de la Malaventura

Desde finales del siglo XI, los judíos habitaban en diferentes zonas de la ciudad tanto intramuros como en los arrabales inmediatos. Sin embargo, en el último cuarto del siglo XV, se obligó a su segregación en un sector reducido alrededor de la puerta de la Malaventura y la calle Telares. Se producía así la pérdida de derechos básicos de la comunidad hebrea que, con anterioridad, habían sido garantizados por la monarquía y la nobleza. Por ejemplo, en 1442, antes de la formalización del gueto, don Álvaro de Luna había conseguido del rey Juan II que un pueblo tan fiel a la Corona como el judío quedara exento de lo establecido por la Bula del papa Eugenio IV y en 1454, Enrique IV había mejorado, incluso, las condiciones económicas y sociales de los hebreos, autorizando el comercio sin límites entre judíos y cristianos.

En la actualidad, la zona de la calle Telares es un espacio urbano de casas bajas (denominadas molineras) donde se localiza un jardín de plantas aromáticas cuyo nombre, Jardín de Moshé de León, homenajea a este insigne judío que habitó en la ciudad.

Basílica de San Vicente

La basílica de San Vicente desde la muralla

La Basílica de San Vicente data del siglo XII pero se edificó sobre otro templo previo de difícil definición. A pesar de ser un compendio de la arquitectura románica, como su construcción se extendió hasta el siglo XIII, también se aprecian en ella rasgos del románico tardío, precedente directo del arte gótico.

En el exterior, la utilización de la piedra caleña (anaranjada), la dota de un cromatismo espectacular que contrasta con el sobrio granito gris de su pórtico.

En el interior, se aprecia su planta de cruz latina, con tres naves que rematan en su correspondiente ábside. Su esbeltez hace que alcemos la mirada hacia las cubiertas, resueltas con bóvedas de crucería.

La inclusión de este monumento en el listado de patrimonio cultural abulense relacionado con los hebreos, se debe a los extraordinarios relieves que ornamentan el cenotafio (siglo XIII) o urna donde se conservaban los restos de los mártires. Estos santos eran los hermanos Vicente, Sabina y Cristeta y sufrieron martirio durante la persecución de Diocleciano (hacia el año 360) al negarse a afirmar que habían efectuado ritos paganos. Pues bien, según la tradición, sus cuerpos se dispusieron sobre una roca y sobre este lugar se edificó la primera basílica. El coste de su construcción lo sufragó un judío que se había jactado de su martirio: cuando se regodeaba con la tortura a la que estaban siendo sometidos, una serpiente se le fue enroscando al cuerpo y sintió que si no renegaba de su fe, ésta acabaría con él.

Ya convertido al cristianismo, el judío acometió la empresa de erigir el templo donde, él mismo, se hizo enterrar. Todos estos acontecimientos están representados en los citados relieves del cenotafio.

Actualmente, los restos de los mártires se encuentran en unas urnas dispuestas en el Altar Mayor y el cenotafio es admirado por sus excelentes tallas así como por el baldaquino que lo cubre, añadido más tardíamente, en 1469.

La Basílica de San Vicente fue declarada Monumento Nacional en 1882.

La leyenda del Judío

Aunque a través de los documentos se conoce la llegada de un primer contingente de judíos a finales del siglo XI, como participantes en la empresa de la repoblación de la ciudad por parte del conde don Raimundo de Borgoña, después de un largo período como tierra de nadie en la frontera entre cristianos y musulmanes, no faltan las teorías que afirman que en Ávila ya hubo judíos mucho antes de este momento histórico, seguramente en tiempos de los romanos. A alimentar esta posibilidad contribuye la propia leyenda fundacional de Ávila como ciudad cristiana en el siglo IV, en la que un judío construye, en el mismo lugar en el que hoy se encuentra la primera iglesia martirial dedicada a los santos Vicente, Sabina y Cristeta, tras haberse milagrosamente salvado de la mordedura mortal de una serpiente, surgida de improviso mientras se reía del martirio de los hermanos a manos de los soldados de Roma. Así está contado con todo lujo de detalles en las expresivas viñetas que rodean el magnífico sepulcro de los mártires en la basílica de San Vicente, una de las grandes joyas del románico castellano.

Los hermanos Vicente, Sabina y Cristeta fueron capturados y martirizados en Ávila en el 306. Se habían negado, en tiempos de Diocleciano, gobernador de Hispania, a firmar un documento reconociendo haber ofrecido sacrificios a los dioses romanos. Un judío colaboraba en el martirio cuando una serpiente se le enroscó en el cuello. Prometió a Dios, si se libraba, convertirse al Cristianismo y dar sepultura a los hermanos mártires; en ese mismo lugar elevaría la primera iglesia donde, según la tradición, él mismo fue sepultado.

Calle de Vallespín (antigua Rúa de Zapateros)

La Calle Vallespín, antigua Rúa de Zapateros, desde el Mercado Chico

La actual calle de Vallespín, recientemente rotulada también con su tradicional nombre de rúa de Zapateros, constituye un gran eje entre el Mercado Chico y la puerta del Adaja. Su trazado rectilíneo venía a marcar el límite de la judería de Ávila que se situaba a su izquierda, en el conocido como barrio de Santo Domingo, articulado por las calles de Santo Domingo y Telares que discurren paralelas al lienzo meridional de la muralla. Como en tantas otras ciudades con judería, el callejero de las vías hace referencia a los gremios profesionales que predominaban en ellas. Entre los oficios principales que desempeñaron los judíos que poblaron Ávila, dominaron todo lo relacionado con el vestido y el calzado, así como otras artesanías como el curtido de cueros.

En esta calle se localiza el palacio de Polentinos, del siglo XVI, actualmente Archivo Histórico Militar, que luce una extraordinaria portada plateresca.

Calle de los Reyes Católicos

Calle Reyes Católicos

Accediendo al interior de la muralla por la puerta del Alcázar y tras recorrer las calles de Don Gerónimo y Alemania, desembarcamos en la calle Reyes Católicos. En época medieval era conocida como la calle de Cal de Andrín y en ella se localizaba una de las sinagogas de la ciudad posiblemente ubicada en el mismo lugar donde hoy se levanta la ermita de Nuestra Señora de las Nieves. En esta calle se situaban la mayoría de los comercios y talleres de los judíos aunque, hoy en día, sus edificios son más propios del siglo XIX y principios del siglo XX.

Capilla de Mosén Rubí: ¿Sinagoga Mayor o Sinagoga de Moçon?

La Capilla de Mosén Rubí desde la calle de Bracamonte

El historiador sobre temas sefardíes, D. A. Halperin, postuló la hipótesis según la cual la actual capilla de Mosén Rubí fue «originariamente construida en 1462, como una gran Sinagoga» y que, posteriormente, ya convertida en iglesia, fue anexada el hospital edificado siguiendo lo recogido en su testamento por María Herrera del 2 de octubre de 1512. María era hija de Diego Martínez de Herrera, judío converso.

La fecha de construcción de una sinagoga en 1462 es muy plausible dado que la prohibición de construir sinagogas arranca de la ley promulgada el 16 de enero de 1465, en tiempos de Enrique IV, un año después de que se acabara de construir el templo. En este caso, tal vez sería la última edificada en España antes de la Expulsión.

Para justificar su teoría, D. A. Halperin afirma que el ejecutor del testamento de Doña María, su sobrino Diego de Bracamonte construyó un hospital de madera y los aposentos de los capellanes adyacentes a un templo ya existente. La capilla proyectada daría cabida a unas 25 personas y, la que nos ocupa, tiene una capacidad mucho mayor. Además, transcribe una misteriosa inscripción existente al interior del templo como la fecha de edificación en relación al calendario judío y anota la existencia de una estrella de David en el frente noroeste del edificio. Por último, la inexistencia de una gran sinagoga como las que existían en Toledo o Segovia, no se entiende en una de las ciudades con mayor población judía de la península.

Casa del Rabino (anexa a la Sinagoga de Belforad)

Callejón de las Nieves, donde se encuentra la Casa del Rabino

En el callejón que se abre a la derecha de la portada de la ermita de Nuestra Señora de las Nieves, se localiza un magnífico caserón que debió corresponderse con la casa del Rabino y que, en la actualidad, acoge la Hospedería La Sinagoga, un hotel con mucho encanto, lleno de referencias hebraicas. Destacan unos trazos pintados que algunos han interpretado como un fragmento de una estrella de David, en lo que fue la puerta que comunicaría la casa y la sinagoga. También se ha querido ver como otro símbolo, la cruz grabada en una de las jambas de la puerta, signo con el que los cristianos nuevos marcaban sus casas para evitar problemas en tiempos convulsos.

Catedral

La catedral desde la muralla

Volcado sobre la calle San Segundo, emerge el impresionante cimorro defensivo de la catedral de Ávila. Símbolo de la ciudad al aparecer representado en su escudo, materializa dos de los principales caracteres de Ávila al aunar la religiosidad, muy presente en sus calles, con sus sólidas defensas pétreas

Iniciada en el siglo XI en un estilo románico tardío, quedó rematada en el XVI con las trazas de la primera catedral gótica de España. En su arquitectura exterior predominan los detalles de una fortaleza por encima de lo religioso, mostrando el medieval matrimonio entre la cruz y la espada. En el interior, destacan el trascoro plateresco de Lucas Giraldo y Juan Rodríguez, la espectacular girola construida con la piedra sangrante de La Colilla, la escultura del sepulcro de El Tostado, obra de Vasco de la Zarza. Así mismo, resulta espléndida la serie de tablas del altar mayor, obra de Pedro Berruguete, Santa Cruz y Juan de Borgoña enmarcadas en una suntuosa moldura de Vasco de la Zarza y que forman uno de los más ricos conjuntos de la pintura española de los siglos XV y XVI. El Museo Catedralicio ha sido reformado y cuenta con piezas de gran valor artístico tales como una Custodia de Juan de Arfe.

La catedral de Ávila fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1914.

El Cabildo y los judíos

Las relaciones entre el colectivo hebreo y el Cabildo catedralicio forman una enjundiosa e interesante serie documental que nos permite saber cómo eran y cómo vivían los judíos de Ávila entre los siglos XI y XV. En 1176, el rey castellano Alfonso VIII concedía a la catedral y al obispo don Sancho un tercio de las rentas que recibía en concepto de portazgos y pechos de judíos, en un momento en el que la aljama abulense ya destacaba entre las cotizantes del reino. Los contratos entre el Cabildo, propietario de una buena parte de las fincas urbanas de la ciudad, y particulares judíos, son constantes en Ávila a lo largo de la Edad Media, tanto que la propia influencia del Cabildo impidió que en Ávila se aplicase la Pragmática de 1412, que obligaba al apartamiento de los hebreos, ya que si se ejecutaba la institución catedralicia corría el riesgo de perder una buena parte de sus ingresos.

Cementerio judío de la Encarnación

Cementerio judío

Tradicionalmente se ha considerado que el cementerio Judío de Ávila (o al menos uno de ellos) se situaba en los terrenos donde se construyó el convento de Nuestra Señora de la Encarnación. Las recientes investigaciones arqueológicas han sacado a la luz los enterramientos de la comunidad judía en esta zona. Esta fundación se produce en agosto de 1511 cuando doña Beatriz Guiera (o Yera) adquirió las casas del Pilón de la Mimbre para trasladar a éstas el primitivo convento que se encontraba hasta esa fecha junto a la puerta de San Vicente, junto a la sinagoga del Lomo. Doña Beatriz Guiera compró, literalmente, un Ossario de Judíos que estaba extramuros de la ciudad y allí edificó el convento.

El cementerio

El cementerio se ubicaba extramuros, a cierta distancia del barrio judío. El terreno elegido:

  • Tenía que ser tierra virgen
  • Estar en pendiente
  • Estar orientado hacia Jerusalén

La judería debía tener un acceso directo al cementerio para evitar que los entierros tuviesen que discurrir por el interior de la ciudad.

Los reyes autorizaron después de 1492 (en Barcelona en 1391), que las piedras de los cementerios judíos pudieran ser reaprovechadas como material de construcción. Así, no es extraño encontrar fragmentos de inscripciones hebreas en varias construcciones posteriores.

A pesar del expolio que sufrieron desde finales del siglo XIV, la memoria de estos cementerios ha perdurado como nombre en determinados lugares, por ejemplo, Montjuïc en Barcelona o Girona. Sabemos de la existencia de más de veinte cementerios judíos medievales. Otros sólo se conocen o bien por la documentación o bien por las lápidas conservadas. El de Barcelona, en Montjuïc, fue excavado en el año 1945 y 2000, el de Sevilla en 2004, el de Toledo en 2009 y el de Ávila en 2012.

Convento de Santa Teresa

Convento de Santa Teresa. Edificado en el siglo XVII sobre el solar que ocupaba la casa natal de Teresa de Jesús

A través de las calles de la Dama, donde perviven los restos del antiguo hospital de Santa Escolástica e Intendente Aizpuru, se accede a la plaza de la Santa (así, con mayúsculas, es como la conocen los abulenses), donde se localiza el convento de la Santa. Esta fundación monástica se levantó sobre la que fue casa natal de Teresa de Jesús, escritora cumbre de la literatura del Siglo de Oro español y de la mística cristiana. Y ello a pesar de su origen converso, ya que estaba emparentada con una familia de cristianos nuevos de Toledo.

Construido entre los años 1629 y 1636, el convento suma a la belleza de su iglesia, magnífico ejemplo del estilo carmelitano, un fascinante Museo de Santa Teresa, instalado en las criptas subterráneas y que contiene piezas todavía poco conocidas por el gran público y de un valor extraordinario.

Al otro lado de la puerta de la Santa, el Centro de Interpretación de la Mística se organiza en cuatro salas, que se corresponden con los tres elementos universales establecidos por santa Catalina de Siena (un espacio para estar con uno mismo, otro para estar con Dios y un tercero para estar con el mundo) más un cuarto identificado con la tradición.

El origen hebreo de Santa Teresa de Jesús o el de San Juan de la Cruz, supuso a ambos algunos problemas al inicio de sus ejercicios religiosos y demuestra como la conversión si fue una opción aceptada por parte de la comunidad hebrea.

Cristiano viejo vs. cristiano nuevo

El cristiano viejo era aquel que podía asegurar que sus cuatro generaciones precedentes, ya eran cristianas. Eso le proporcionaba una limpieza de sangre frente a los cristianos nuevos, en cuyo origen si habría sangre musulmana o hebrea pese a su conversión. Esta condición no fue excesivamente importante pero si sirvió para descalificar a algunos o evitar su ascenso social.

Decreto de expulsión

Decreto de Expulsión

No se conoce el original de esta disposición legal ya que sólo nos han llegado copias enviadas a ciudades concretas donde vivían judíos. El Decreto de expulsión que se encuentra en el Archivo Histórico Provincial de Ávila es la versión del decreto para el Reino de Castilla, firmado por Isabel y Fernando. Se conocen otras dos versiones del edicto:

  • Una, fechada el 20 de marzo de 1492 y enviada por el inquisidor general Torquemada al obispo de Gerona, diez días antes del edicto firmado por los Reyes Católicos.
  • Otra, firmada en Granada el 31 de marzo por Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, válida para la Corona de Castilla. El documento conservado en Ávila es la única copia que se conserva de esta versión.
  • Una tercera, también fechada en Granada el 31 de marzo de 1492 y firmada únicamente por Fernando de Aragón, válida para el Reino de Aragón.

El Decreto de Expulsión de 1492

La expulsión de los judíos de los reinos españoles no debe ser considerado un hecho aislado en el contexto europeo. La creciente intolerancia religiosa ya había motivado casos parecidos en Inglaterra, Francia y otros lugares. La decisión de los Reyes Católicos no supuso, pues, una novedad. Incluso se podría decir que la incorporación de España a este proceso generalizado de la cristiandad europea contra los judíos fue más bien tardía.

Antes de firmar el Decreto de Expulsión, los Reyes Católicos intentaron erradicar el proselitismo hebreo adoptando ciertas medidas. Entre ellas, que los judíos vivieran en lugares apartados, lo que al parecer no fue suficiente, dando lugar, en 1480, a la fundación del Tribunal de la Inquisición y, en 1483, a su expulsión de Andalucía. Como estas medidas no fueron suficientes para evitar los males que, en opinión de los Reyes, se hacía a la religión cristiana, tras muchas deliberaciones y con el consejo de sus asesores y de los prelados, acordaron dar un plazo hasta fin de mes de julio de 1492 para que todos los judíos abandonaran sus reinos para siempre, bajo pena de muerte y confiscación de sus bienes, a pesar de los problemas económicos que iba a originar la medida.

En consecuencia, se comunicó la orden de destierro a todos los prelados, nobles, maestres de Órdenes y priores de Castilla, encomendándoles que hicieran salir a los judíos de sus tierras sin que recibieran daño alguno ni en su persona ni en sus bienes. Hasta ese momento los reyes les dispensarían su protección, autorizándoles a cambiar o vender sus haciendas, en términos de equidad, y sacarlas fuera del Reino, siempre que no fueran oro, plata, monedas y otras cosas vedadas por las leyes. Sin embargo, los casos de explotación y fraude fueron numerosísimos y los judíos se vieron obligados a vender sus bienes a muy bajos precios o a abandonarlos en manos de sus representantes cristianos.

Estrella de David en Santo Tomás

Entrada Principal del Real Monasterio de Santo Tomás

El Real Monasterio de Santo Tomás, convento de dominicos y palacio de verano de los Reyes Católicos, se edificó en los terrenos donde se ubicaba la vivienda de Fernán González, un canónigo judaizante y constituye una de las grandes joyas patrimoniales de Ávila. Además de su iglesia, donde destaca el soberbio sepulcro del Príncipe Don Juan, el malogrado hijo de Isabel y Fernando y las tablas de Pedro Berruguete del altar mayor, también cuenta con tres magníficos claustros. Santo Tomás es habitualmente reconocido por la figura del que fue su prior, el implacable fray Tomás de Torquemada.

En este marco no deja de sorprender que, en una de las puertas del palacio, actualmente incluida en el recorrido del Museo Oriental, figure grabada con toda nitidez una estrella de David. ¿Recurso ornamental? ¿Firma del autor de las pinturas? Se trata de uno de los muchos misterios que guarda este sorprendente monumento.

Iglesia de San Pedro

Fachada Occidental de la Iglesia de San Pedro

La iglesia de San Pedro es, sin duda, uno de los templos románicos más significativos de Castilla y León apreciándose una evolución, incluso en sus orígenes románicos, tanto en el propio edificio como en su decoración fruto de la prolongación de su construcción en el tiempo. Hubo de comenzarse en el segundo cuarto del siglo XII pero, por motivos desconocidos, se paralizaron las obras hasta finales de ese mismo siglo.

En el exterior, la triple cabecera, un ábside por cada una de las naves, aglutina un estupendo repertorio escultórico con motivos vegetales, faunísticos y geométricos pero, también, con escenas religiosas como la historia de Caín y Abel o la Tentación de Adán. Todo ello sería de la primera fase constructiva.

En la segunda de estas fases se construyeron los muros del transepto y en la tercera, las naves laterales. Ya en el siglo XIII, se levantarían los pilares de la nave principal y se irían cubriendo las techumbres con bóvedas de cañón y crucería. El transcurrir del tiempo hacía que se fueran cambiando los criterios artísticos y los arcos comienzan a apuntarse como prolegómeno de las corrientes góticas que se terminarían por imponer. Por último, finalizando esta fase románica, se levantó el cimborio. El templo cuenta con planta de cruz latina, con nave central de mayores dimensiones que las laterales, separadas con amplios arcos de piedra.

La Iglesia de San Pedro fue declarada Monumento Nacional en 1914.

Una explanada se extiende por casi todo el perímetro del templo. Es el Atrio de San Pedro. Allí los monarcas castellanos juraban respetar los fueros de Castilla y la Inquisición levantó un estrado para celebrar juicios a los herejes. Todo ello denota la gran importancia de esta iglesia en el período de mayor importancia política de la ciudad de Ávila.

En el atrio de San Pedro se celebró el célebre juicio a los judíos implicados en el caso del Santo Niño de La Guardia, un suceso que conmocionó al reino en aquella época y que ilustra a la perfección el enrarecimiento de la convivencia entre judíos y cristianos a finales del siglo XV.

El caso del Santo Niño de La Guardia

El caso del Santo Niño de La Guardia es un ejemplo del antisemitismo reinante a finales del XV, para conseguir la unificación religiosa, y que, para algunos historiadores es el detonante de la firma del decreto de expulsión promulgado por los Reyes Católicos.

Benito García, un converso, de quien se sospechaba que robaba hostias consagradas, es detenido. Este confiesa que sigue practicando la religión judía junto a otro converso, Juan de Ocaña, y un judío, Franco de Tembleque. Benito García es trasladado a la cárcel de la Inquisición de Ávila, donde se encuentra preso Yucé Franco, un zapatero judío. En la cárcel, éste confiesa a Antonio de Ávila, un médico judío que se hacía pasar por rabino, que hacía unos años había participado en un crimen ritual en La Guardia (Toledo). Un Viernes Santo se había crucificado a un niño, luego se había mezclado su sangre y su corazón con una hostia consagrada con el fin de provocar mediante brujería una epidemia de rabia en toda la comarca.

Delatado por el rabino, que era un espía de la Inquisición, Yucé Franco se retracta y dice que la historia se la había contado un converso, un tal Alonso Franco. Sometido a tormento vuelve a confesar su participación en el crimen. La Inquisición decide detenerlos a todos y los traslada a la cárcel de Ávila.

El proceso se abrió el 17 de diciembre de 1490 y terminó un año más tarde. A pesar de que no había cadáver y de las continuas contradicciones que se desvelaron en el proceso, el 16 de noviembre de 1491, en un auto de fe celebrado en Ávila, los dos judíos y los tres conversos son condenados a muerte por la Inquisición. Dos de ellos admitieron su culpabilidad y su error en el último momento y fueron agarrotados antes de quemarlos. El resto fueron quemados vivos un poco más tarde.

Jardín de Moshé de León

Jardín de Moshé de León

El aroma de los grandes místicos abulenses, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz (por cierto, también con antecedentes familiares judeoconversos y toledanos), permanece intacto al llegar, a través de la calle Telares, al jardín de Moshé de León, donde se rinde homenaje al universal autor del Sefer ha-Zohar o Libro del Esplendor. En este caso la propia arquitectura de los jardines se corresponde con la estructura de un jardín místico, que evoca la profunda espiritualidad de este sabio judío. Fue en esta ciudad que se hospedó en la casa de Yuçaf de Ávila durante años y donde primero dio a conocer su complejísimo texto, basado en la tradición cabalística y que él mismo atribuyó a la interpretación esotérica de unos manuscritos de Simeón ben Yohai, del siglo II, encontrados en el interior de una cueva.

El jardín está situado frente a la puerta de la Malaventura, que daba acceso directo a la judería.

La escuela talmúdica de Ávila

En Ávila se asentó una de las academias talmúdicas más importantes de los siglos XIII-XIV, foco de tendencias hacia el mesianismo por haber sido más estricta la observancia de la Ley. Ávila acogió a Moshé bem Sem Tob de León (Moshé de León), rabino y sabio itinerante que tras vivir en Guadalajara escribió y retocó aquí su Sefer ha-Zohar o Libro del Esplendor que con el Talmud y la Biblia componen la trilogía de la mística cabalística. Desde Ávila se difundió el primer manuscrito del Zohar.

Contemporáneo de Moshé ben Sem Tob de León fue otro ilustre judío, Nissim ben Abraham, más conocido como El Profeta de Ávila, autor del Libro de las maravillas de la sabiduría y causante de una oleada de conversión al cristianismo cuando, en cumplimiento de una profecía anunciada por él sobre una aparición del Mesías, lo que finalmente se les apareció a los judíos abulenses fue la cruz de Cristo... Los textos más recientes nos presentan a Ávila como un cierto foco de vida intelectual y espiritual, donde floreció una importante escuela talmúdica y donde se registra, por ejemplo, en 1236, la vista del ilustre filósofo judío David Quimhí.

Los cuatro postes

Los cuatro postes

Si el itinerario se ha realizado por la tarde, y si se dispone naturalmente, de las ganas o de la intendencia para regresar al punto de partida en condiciones, sin duda merece la pena terminar la visita cruzando al otro lado del puente y siguiendo la carretera hasta el humilladero de los Cuatro Postes, buscando ese momento íntimo y mágico en el que la ciudad se va iluminando, con la muralla en primer plano, y el cielo de Ávila va virando desde azul hasta el negro, en una experiencia difícil de olvidar. Vista desde aquí, la estructura cabalística de Ávila, la Jerusalén de Castilla, como la bautizó el poeta Avner Pérez, o, si se prefiere, el castillo interior de Teresa de Cepeda y Ahumada, es algo tan evidente que apenas necesita explicación.

Monasterio de la Encarnación

El monasterio de la Encarnación

El Monasterio de la Encarnación fue fundado como Beaterio en 1478 en unas casas que junto a la Puerta de San Vicente tenía su fundadora Elvira González de Medina. En 1510, siendo priora Doña Beatriz de Guiera, la comunidad se traslada al lugar actual, antes ocupado por un cementerio judío y se convierten en religiosas con votos. En el XVIII se transformó el interior de la iglesia, renovándose los altares y los retablos dentro de una estética barroca.

Este Monasterio es uno de los lugares esenciales de la vida de Teresa de Ávila, donde permaneció casi ininterrumpidamente desde 1535 hasta 1574. Cuando Teresa de Cepeda, sin permiso paterno, ingresa en la Orden del Carmen, el monasterio era uno de los que contaban con más miembros de la ciudad. En La Encarnación recibe los consejos de Francisco de Borja, de Juan de la Cruz y de Pedro de Alcántara y desde aquí se prepara la Reforma del Carmelo.

El Convento alberga un museo teresiano. Una de las obras más sobresalientes es un dibujo realizado por Juan de la Cruz que representa a Cristo en la Cruz.

El Monasterio de la Encarnación fue declarado Monumento Nacional el día 23 de octubre de 1983.

Su inclusión en este elenco de lugares relacionados con los hebreos abulenses está relacionada con la existencia de algunas referencias documentales que aseguran que, en este lugar, se localizaba uno de las necrópolis de esta comunidad.

Plaza del Mercado Chico

Los judíos seguirán también viviendo entre el Mercado Chico y el Grande hasta la llegada del Edicto de Expulsión en 1492

La calle Reyes Católicos desemboca en la plaza del Mercado Chico, el corazón más íntimo de la ciudad amurallada, con sus soportales, su edificio del Ayuntamiento y su iglesia de San Juan. Precisamente en los archivos municipales se custodia uno de los escasos originales existentes del decreto de expulsión de los Reyes Católicos de 1492.

Como era habitual entre los judíos, dada su vocación comercial, se instalaron en el centro de la ciudad para dar mayor proyección a sus negocios. Su barrio por excelencia era la zona que se extendía entre la Basílica de San Vicente, el Mercado Grande y el barrio de San Millán. En los comercios allí existentes, los judíos se proveían de las materias primas para elaborar el hamin o caliente del shabat, que incluía las adafinas y olla con garbanzos, huevo y pie de cordero así como potaje de lentejas, capones y cecinas, truchas, etc.

El Decreto de Expulsión de 1492

La expulsión de los judíos de los reinos españoles no debe ser considerado un hecho aislado en el contexto europeo. La creciente intolerancia religiosa ya había motivado casos parecidos en Inglaterra, Francia y otros lugares. La decisión de los Reyes Católicos no supuso, pues, una novedad. Incluso se podría decir que la incorporación de España a este proceso generalizado de la cristiandad europea contra los judíos fue más bien tardía.

Antes de firmar el Decreto de Expulsión, los Reyes Católicos intentaron erradicar el proselitismo hebreo adoptando ciertas medidas. Entre ellas, que los judíos vivieran en lugares apartados, lo que al parecer no fue suficiente, dando lugar, en 1480, a la fundación del Tribunal de la Inquisición y, en 1483, a su expulsión de Andalucía. Como estas medidas no fueron suficientes para evitar los males que, en opinión de los Reyes, se hacía a la religión cristiana, tras muchas deliberaciones y con el consejo de sus asesores y de los prelados, acordaron dar un plazo hasta fin de mes de julio de 1492 para que todos los judíos abandonaran sus reinos para siempre, bajo pena de muerte y confiscación de sus bienes, a pesar de los problemas económicos que iba a originar la medida.

En consecuencia, se comunicó la orden de destierro a todos los prelados, nobles, maestres de Órdenes y priores de Castilla, encomendándoles que hicieran salir a los judíos de sus tierras sin que recibieran daño alguno ni en su persona ni en sus bienes. Hasta ese momento los reyes les dispensarían su protección, autorizándoles a cambiar o vender sus haciendas, en términos de equidad, y sacarlas fuera del Reino, siempre que no fueran oro, plata, monedas y otras cosas vedadas por las leyes. Sin embargo, los casos de explotación y fraude fueron numerosísimos y los judíos se vieron obligados a vender sus bienes a muy bajos precios o a abandonarlos en manos de sus representantes cristianos.

Posada de La Estrella

Patio de la Posada de la Estrella, donde se aprecian las columnas con roelas

Frente a las escaleras de San Juan se abren las puertas de un antiguo caserón, conocido como posada de la Estrella y que hoy alberga una academia de idiomas. En su patio se conserva todavía un capitel decorado con roelas (discos) tan características de la cultura judía, en un inmueble que tuvo propietarios hebreos en la Edad Media.

Puerta de la Malaventura

El Postigo de la Malaventura

Junto al jardín de Moshé de León se abre la puerta de la Malaventura (también denominada de la Mala Dicha o Arco de los Gitanos), sobre cuyo nombre existen diferentes hipótesis, una de las cuales lo relaciona directamente con la mala ventura de los judíos que salieron por esta puerta obligados por el decreto de expulsión de los Reyes Católicos, y que eligieron el exilio antes que la conversión al cristianismo. En el jardín, perfectamente alineado con la puerta, surge un pequeño monolito que recuerda los versos del Zohar, tan emparentados con la espiritualidad de Ávila:

Hay momentos en que las almas que están en el jardín suben y alcanzan la puerta del cielo...

Moshé de León

Moshé ben Sem Tob de León nació en 1240 y murió en 1305. Fue rabino y filósofo, autor del Libro del Esplendor, obra central en la Cábala.

Desde joven se interesó por la filosofía y ya con 24 años de edad, mientras seguía sus estudios religiosos, recibió una copia de la Guía de perplejos de Maimónides. A partir de entonces empezó a interesarse por la Cábala y dedicó varios años de su vida a contactar con cabalistas de toda la Corona de Castilla, llegando a entablar relación con un ya anciano Nahmánides, y a difundir la doctrina cabalista ante el aumento de la influencia racionalista del judaísmo.

Ya en Guadalajara, realiza alrededor de veinticuatro escritos sobre la Cábala y en 1286 ya tenía concluido gran parte del Zóhar, incluyendo una versión distinta del Midrash. Si bien, aunque para escribir el Zóhar afirmó basarse en antiguos manuscritos del místico Simeón Ben Yojai (siglo II) nunca pudo llegar a demostrarse, pues entonces era muy común entre los escritores judíos atribuir sus libros a autores clásicos.

Puerta del Adaja

Puerta del Adaja

Tras haber recorrido de arriba abajo la calle Telares y antes de salir del recinto amurallado por la puerta del Adaja, conviene realizar al menos un pequeño recorrido por la calle de Santo Domingo. Junto a la anterior, fue el eje central de la judería y mantiene, como todo el barrio, la fisonomía de casas bajas; viviendas humildes, muchas de ellas con patio, que hoy duermen en un remanso de paz. Sin embargo, no siempre fue así: durante el apartamiento del siglo XV llegaron a sobrepoblarse, provocando la protesta de la aljama abulense por la falta de salubridad y los malos olores. Por esta puerta del Adaja, que los musulmanes utilizaban para ir a sus huertas junto al río, los judíos salían también a sus propiedades en el campo.

Tenerías Medievales

Restos arqueológicos de las tenerías medievales. Entre las tinajas puede observar el empedrado de lo que podría ser una calle

Descubiertas en 2004 entre el puente sobre el río Adaja y la ermita de San Segundo, en un espacio actualmente integrado en el centro de interpretación de la naturaleza de la ciudad, las tenerías medievales nos recuerdan el pasado industrial de la ciudad y, concretamente, de la comunidad hebrea.

Las Antiguas Tenerías del Arrabal de San Segundo constituyen un singular y relevante ejemplo de complejo artesanal dedicado al curtido de las pieles que estuvo en funcionamiento entre el siglo XIV y finales del siglo XVII. Del conjunto de los restos conservados, destaca un considerable número de tinajas aún enteras, así como los noques (piletas en las que se sumergían los tejidos y pieles) e incluso el pavimento de las estancias.

Las tenerías se dedicaban al curtido de pieles y hasta la expulsión de los judíos de España en el siglo XV, estuvieron regentadas por éstos. Mantuvieron su actividad durante tres siglos, hasta mediados o finales del siglo XVII, coincidiendo con una época de crisis económica en España que afectó especialmente a la producción industrial.

Actualmente, estas tenerías (las más espectaculares de las conservadas en la península) permanecen ocultas, protegidas hasta que se ejecute una proyectada musealización y su correspondiente puesta en valor.

Glosario