Aunque a través de los documentos se conoce la llegada de un primer contingente de judíos a finales del siglo XI, como participantes en la empresa de la repoblación de la ciudad por parte del conde don Raimundo de Borgoña, después de un largo período como tierra de nadie en la frontera entre cristianos y musulmanes, no faltan las teorías que afirman que en Ávila ya hubo judíos mucho antes de este momento histórico, seguramente en tiempos de los romanos. A alimentar esta posibilidad contribuye la propia leyenda fundacional de Ávila como ciudad cristiana en el siglo IV, en la que un judío construye, en el mismo lugar en el que hoy se encuentra la primera iglesia martirial dedicada a los santos Vicente, Sabina y Cristeta, tras haberse milagrosamente salvado de la mordedura mortal de una serpiente, surgida de improviso mientras se reía del martirio de los hermanos a manos de los soldados de Roma. Así está contado con todo lujo de detalles en las expresivas viñetas que rodean el magnífico sepulcro de los mártires en la basílica de San Vicente, una de las grandes joyas del románico castellano.
Los hermanos Vicente, Sabina y Cristeta fueron capturados y martirizados en Ávila en el 306. Se habían negado, en tiempos de Diocleciano, gobernador de Hispania, a firmar un documento reconociendo haber ofrecido sacrificios a los dioses romanos. Un judío colaboraba en el martirio cuando una serpiente se le enroscó en el cuello. Prometió a Dios, si se libraba, convertirse al Cristianismo y dar sepultura a los hermanos mártires; en ese mismo lugar elevaría la primera iglesia donde, según la tradición, él mismo fue sepultado.