Instalada sobre la antigua ciudadela celtíbera y romana, que forma un círculo irregular en uno de los dos cerros sobre los que se asentó Calagurris, la Calahorra histórica, la judería calagurritana se define por sus inquietantes calles curvas, muchas de ellas sin salida, por sus casas bajas con patio posterior y por sus salidas repentinas a amplios miradores sobre los valles del Ebro y del Cidacos, rompiendo por sorpresa la clausura de un recinto casi críptico. En este barrio humilde, verdadera ciudad dentro de la ciudad, vivieron los judíos de Calahorra, durante al menos cinco siglos, aunque parece probado que tuvieron asentamiento aquí desde mucho antes.

circa 50
Torreón de El Sequeral

Base del potente torreón que cerraba por el sureste la antigua Calagurris Iulia. Era una gran torre angular de gruesos sillares, emplazada en el vértice que formaba la muralla al girar bruscamente su trayectoria hacia el oeste

El torreón de El Sequeral cerraba por el sureste la muralla romana altoimperial (siglo I d. C.). Es aconsejable descender unos metros hasta la misma base del torreón, y observar de cerca el complejo entramado de muros y defensas que existieron en este punto de la ciudad, donde la torre debía de producir un fuerte impacto visual para aquellos que llegaran a la antigua Calagurris Iulia a través de la calzada romana, desde Gracchurris (Alfaro) o desde Caesaraugusta (Zaragoza). Un hito donde confluyen la huella de los judíos calagurritanos con la de sus antepasados romanos, algunos de ellos tan ilustres como Marco Fabio Quintiliano o como el poeta Aurelio Prudencio.

212
Los judíos de Calahorra en el Edicto de Caracalla

La presencia judía en las tierras del Ebro medio se remonta, al menos, a los siglos II-III después de Cristo. En el Edicto de Caracalla, de 212, se considera a los judíos de Calagurris como ciudadanos sujetos a la Ley Romana.

914 - 968
Sancho Garcés I reconquista temporalmente Calahorra

Sancho Garcés I de Pamplona ocupó Calahorra hasta el 914, en 918, con ayuda de Ordoño II recuperó la ciudad, que los musulmanes retomaron en 968.

circa 1000
Presencia judía en Calahorra

Los primeros documentos que acreditan la presencia hebraica en la ciudad se remontan al siglo XI, y dan fe de una actividad de compraventa protagonizada por judíos, algo que fue constante durante todo el Medioevo, como se refleja en el importante corpus documental relacionado con Calahorra que se conserva en diferentes archivos.

1045
García III reconquista Calahorra

En el año 1045 Calahorra pasó definitivamente al dominio cristiano a manos del rey García III de Navarra.

1076
Alfonso VI ocupa Calahorra

Cuando en 1076 Calahorra y el conjunto de las tierras riojanas fueron ocupadas por el rey castellano Alfonso VI, sus pobladores recibieron la confirmación de sus antiguos fueros, usos y costumbres. Con la conquista castellana, Calahorra había pasado a ser también una plaza fuerte en la frontera con Navarra. Esta nueva condición movió a los reyes castellanos a fomentar el asentamiento de nuevos habitantes en la ciudad mediante la concesión de nuevos privilegios.

circa 1089 - 1167
Abraham ibn Ezrá

Abraham Ibn Ezrá (c. 1089-1167), vive durante su juventud en al-Andalus (en Córdoba, Sevilla y Lucena) donde se forma en la cultura judía en árabe.

Hacia 1140 decide abandonar Sefarad para viajar por el Norte de África, probablemente en compañía de Yehudá ha-Leví, y Europa. Se convierte así en un sabio errante, bien acogido por un saber que va transmitiendo a las comunidades que visita: las de Beziers y Narbona en Francia, Roma, Inglaterra, etc.

No sabemos si regresó a Sefarad o muere en algún país europeo. Pero su figura polifacética deja una profunda huella en toda la vida intelectual de los judíos de Europa. Sus comentarios bíblicos se cuentan entre los más apreciados en el mundo judío; sus gramáticas son una síntesis vulgarizadora del saber filológico del siglo XI andalusí al que hasta entonces no se había podido acceder por desconocimiento del árabe e introdujo en Occidente losconceptos matemáticos de las fracciones y los decimales.

Murió hacia 1167, según algunos historiadores en Calahorra. Tal fue su fama, que uno de los cráteres de la luna, de 42 kilómetros de diámetro, lleva actualmente su nombre: Abenezrá.

circa 1167
Muere Abraham ibn Ezrá en Calahorra

El florecimiento económico de los judíos de Calahorra explica que varios historiadores sitúen en Qal´at al Hajar, la Calahorra musulmana, la muerte del viajero y erudito tudelano Abraham ibn Ezrá alrededor del año 1167, después de haber recorrido media Europa.

1259 - 1340
Máximo esplendor de la comunidad judía de Calahorra

Como sucede en el reino de Castilla en general, entre mediados del siglo XI y mediados del siglo XIV, la comunidad judía de Calahorra conoció una época de crecimiento y esplendor, al calor del favor y la protección que recibieron de los reyes, conscientes del importante papel que los hebreos podían desarrollar en las tareas de repoblación y de organización social del territorio. Este largo período de prosperidad para las aljamas riojanas tiene su mejor expresión en la concesión de fueros específicos para los judíos. Simultáneamente, el papel de los judíos en la vida social de Calahorra fue haciéndose cada vez más importante, de forma que, en la segunda mitad del siglo XII, algunos judíos de Calahorra figuran desempeñando el oficio público de merino, que tenía como función principal la administración económica y la percepción de las rentas del concejo. Del mismo modo, en los siglos XII y XIII son bastantes los judíos de Calahorra que aparecen citados en la documentación como propietarios de tierras de labor, huertas y viñedos, lo que demuestra su buena posición socio-económica. Entre los documentos de compraventa de propiedades rústicas en los que intervienen judíos riojanos deben ser destacados por su carácter excepcional los seis documentos escritos en hebreo que se conservan en el Archivo Catedralicio de Calahorra, correspondientes a fechas comprendidas entre 1259 y 1340, que es, sin duda, el período de mayor esplendor de la aljama calagurritana.

circa 1290
La aljama de Calahorra es la más importante de La Rioja

Durante el siglo XIII, la aljama de Calahorra era la más importante y la más voluminosa de las comunidades hebreas riojanas, superando en importancia incluso a la aljama de Haro, que a finales de siglo era la principal. A finales de siglo, la población total judía de la ciudad era de 450 a 500 vecinos, un 15% de la población, lo que se trata de un porcentaje muy elevado y muestra la relevancia de la comunidad hebrea.

1320
Los judíos participan en la construcción de unos molinos

Al tiempo que prosperidad material, los judíos que residían en Calahorra también disfrutaban de una aceptable integración en el conjunto de la población, al menos durante los primeros decenios del siglo XIV. En 1320, los judíos participaron, conjuntamente con los hidalgos, los clérigos y el cabildo catedralicio y los hombres del común, en la construcción de unos molinos en el término de San Adrián, aprovechando las aguas del río Ebro. Los judíos contribuyeron con 750 maravedíes, un 7,5% del total de la cuantía recaudada, que ascendió a 10.000 maravedíes.

1324
Libro juratorio de Calahorra

se conserva en el Archivo Catedralicio de Calahorra un interesante libro juratorio, fechado en 1324, en el que se contiene la fórmula de juramento que habrían de pronunciar los judíos en los actos jurídicos en los que intervinieran, lo que es una prueba más de la creciente pujanza económica de la comunidad hebrea en Calahorra.

1336 - 1492
La judería de Calahorra

Casas en la judería

Los judíos de Calahorra ocupaban el sector más elevado de la localidad, el que se encontraba en las proximidades del castillo y de la iglesia del Salvador, hoy en día dedicada a San Francisco.

En el siglo XIV los judíos calagurritanos consolidaron su ubicación en este sector urbano, de forma que en el año 1336 adquirieron del cabildo catedralicio, mediante permuta, el espacio conocido como El Castellar o la Villanueva, la Torre de la Cantonera y la mitad de la Torre Mayor, todo ello situado en las proximidades del actual Rasillo de San Francisco, extendiéndose hacia el Portillo de las Eras de Abajo, al sur de la localidad.

La judería estaba totalmente rodeada por una muralla, en la que se abría al menos una puerta, como se afirma en diversos documentos del siglo XV, en los que se hace referencia a la llamada Puerta de la Judería que ponía en comunicación el barrio judío con las restantes colaciones de la ciudad. De este modo, en el documento de permuta de 1336, se autorizaba a los judíos a:

Alçar el adarve dentro de la iuderia quanto quisieren, porque sea más firme e fuerte la iuderia.

La judería de Calahorra constituía, así pues, una auténtica ciudadela dentro de la propia ciudad. Ocupaba el emplazamiento de la antigua acrópolis de la Calagurris romana, y se hallaba próxima al castillo medieval. Sin embargo, en la Baja Edad Media este espacio urbano había perdido ya su antiguo valor estratégico para la defensa de la ciudad, así como narra Pero López de Ayala en la Crónica de Pedro I: en el año 1366 Enrique de Trastámara se hizo fácilmente con Calahorra porque esta ciudad:

Non era fuerte, e los que en ella estaban no se atrevieron a la defender.

1360 - 1369
Guerra civil en Castilla: Enrique de Trástamara contra Pedro I

la relativa cordialidad en las relaciones cristiano-judías se vio truncado con ocasión de la guerra fraticida que enfrentó por el trono castellano al rey Pedro I y a su hermanastro Enrique de Trastámara. Algunas juderías de La Rioja fueron asaltadas entre 1360 y 1369 y, concluida la guerra, la población hebrea de Castilla sufrió las medidas antijudías decretadas en los primeros años del reinado de Enrique II, así como las consecuencias de la peste y las malas cosechas.

circa 1370
Judíos de Calahorra emigran a Navarra

algunos grupos de judíos castellanos, en buena parte procedentes de Calahorra emigraron en torno al año 1370 al reino de Navarra, donde fueron acogidos de forma favorable por la reina Juana, mujer de Carlos II el Malo, quien los tomó bajo su protección y les concedió diversos privilegios de índole fiscal.

1405
Ordenamiento de Valladolid

Bajo el reinado de Enrique III, el Ordenamiento de Valladolid, en la que los judíos fueron casi el único motivo de la reunión, presenta un endurecimiento de la política real en relación a los judíos, tal vez motivado por la enfermedad del rey y por la mala coyuntura económica. De todas formas su contenido no suponía ninguna novedad, ya que lo que hizo fue recoger las leyes ya aprobadas en el Ordenamiento de Valladolid de 1348, y las asumidas por Enrique II y Juan I. Se imponía a los judíos el uso de señales, de panno bermejo, la prohibición de la usura y, como contrapartida, el permiso para dedicarse a las tareas de agricultura, pero, sobre todo la revocación de todos los privilegios judiciales que todavía seguían disfrutando. Y renovando la orden de llevar como señal distintiva y característica una especie de rodela rojiza cuando se transitase por pueblos o ciudades.

1439
Se permite a Calahorra pagar menos impuestos a la corona

La recuperación de las comunidades judías castellanas de su lento declinar iniciado en la segunda mitad del siglo XIV tuvo lugar a partir del reinado efectivo de Juan II, en buena medida merced a la decidida acción del condestable don Álvaro de Luna, valido del rey y firme protector de los judíos. La recuperación, sin embargo, fue muy lenta, de forma que todavía en el año 1439 Calahorra obtuvo como privilegio real, un descuento del 24% en los pasó de pagar 5.202 maravedíes de moneda vieja a unos 4.000, cantidades que habían de pagar a la hacienda regia en concepto de cabeza de pecho porque, como se dice textualmente en la Escribanía mayor de rentas, eran pocos e pobres.

circa 1450
Séfer Torá de Calahorra

La Sefer Torá de Calahorra. Los dobleces del pergamino que fácilmente se aprecian son una prueba de su posterior utilización como forro de libros cristianos

Entre los escasos restos materiales que se han conservado del pasado judío de Calahorra, ocupa un lugar destacado los fragmentos de una Torá sinagogal que se guardan en el Archivo de la Catedral y que conservan fragmentos del libro del Éxodo, desde Éx- IV, 18 a XI, 10.

Los fragmentos de la Torá han llegado hasta nuestros días gracias a su utilización como cubierta para dos tomos de las Actas del Cabildo Catedralicio, en concreto, para los volúmenes correspondientes a los años 1451-1460 y 1470-1476.

Estos fragmentos pertenecían a un largo rollo que contenía el texto de la Torá compuesto de pliegos cosidos entre sí y que conformarían una tiras horizontalmente muy largas, que se enrollaban en cada uno de los extremos a sendas varas de madera. Para el cosido de unos y otros pliegos se utilizaba, normalmente, tendones (o giddim) procedentes de la pata trasera de un animal cásher o apto para el consumo por los judíos.

El texto escrito está dispuesto en columnas paralelas y, como puede observarse en los fragmentos calagurritanos, la caligrafía se cuida al máximo y la tinta es de gran calidad. La longitud del manuscrito completo sería de unos cuarenta metros.

Los fragmentos conservados del SeferTorá de Calahorra presentan una forma cuadrangular apaisada, y constituyen una pieza de piel de 1,49 metros de largo (81 centímetros uno de los fragmentos y 68 el otro) por 63-64 centímetros de ancho. El texto se distribuye en nueve columnas de escritura, correspondientes las cinco primeras al fragmento peor conservado (el que encuadernó las actas capitulares de 1470-1476), y las otras cuatro al que permite una lectura mejor (y cubrió las actas de 1451-1460). Cada columna de escritura está formada por cuarenta y tres líneas, como es habitual en los sefarim, y todas ellas igualmente espaciadas entres sí un centímetro. El pergamino que le sirve de base es de primera calidad y consiste en piel curtida, probablemente de cabra, escrita por su capa hialina (es decir, por su capa lisa), con escritura hebrea cuadrada muy elegante, que podría ser definida como escritura rabínica sefardita. Las letras están ligeramente espaciadas entre sí y los espacios son algo mayores entre palabras y entre frases. La tinta utilizada es de un negro muy intenso, de carbón, de negro de humo.

El pergamino de base tiene trazas de haber sido reutilizado, y todavía se pueden observar restos de una escritura anterior borrada para reaprovechar el material, lo que da al manuscrito un valor aún mayor.

1484
Catedral

Portada principal de la catedral de Calahorra

Al contrario de lo que es habitual en muchas ciudades españolas de raigambre, en Calahorra la madinat al-Yahud, o ciudad de los judíos, se encuentra en la misma acrópolis de la ciudad, junto al castillo y a la iglesia del Salvador, mientras que la catedral ocupa el territorio más bajo de la misma, junto a las orillas del río, subvirtiendo el orden clásico de la distribución geográfica del poder.

La razón no es otra que el indeleble vínculo que mantiene la seo calagurritana con el lugar donde se produjo el martirio de los santos Emeterio y Celedonio en el siglo IV, un episodio de gran repercusión religiosa que llegó incluso a definir el patronazgo de una ciudad tan lejana de esta como Santander donde, según la leyenda cristiana, llegaron las cabezas de los mártires que los soldados romanos arrojaron al río, furiosos porque éstas seguían hablando milagrosamente entre sí, a pesar de haber sido separadas de sus cuerpos... La magnífica catedral de Santa María, pues, se asienta en las orillas del río Cidacos, entre en Palacio Episcopal y el Paseo de las Bolas, mientras que la iglesia de Santiago, en lo alto de la ciudad, ejerce el tradicional papel preponderante de las grandes iglesias cristianas.

La catedral actual comienza a levantarse en el siglo XV, iniciándose a partir de ese momento un largo proceso que no terminará hasta el año 1904, en el que se colocó el retablo del altar mayor que sustituía al anterior, desaparecido a causa de un incendio. Tras su fachada con elementos barrocos neoclásicos, la puerta principal se abre sobre unas escaleras que descienden al nivel inferior en el que debieron de estar las anteriores iglesias sobre las que se levantó la seo. En ella, además del gran espacio consagrado a los mártires, destacan el retablo de los Reyes, del trascoro; la magnífica pila bautismal gótica, colocada en el lugar exacto donde, según la tradición, se produjo el martirio de Emeterio y Celedonio; la capilla de la Virgen del Pilar, con sus dos retablos y con la sepultura del célebre obispo don Pedro de Lepe, el que dio origen a la frase de sabes más que Lepe; el retablo plateresco de San Pedro, en alabastro; el pequeño Salón de los Espejos de la Sacristía, o los numerosos tesoros que se exhiben en el Museo Diocesano.

1491
Los Reyes Católicos obligan a los judíos de Calahorra a llevar señales distintivas

En los pleitos planteados entre el concejo y la aljama, la Justicia del rey siempre defendió el respeto por la legislación emanada de las Cortes, de forma que en diciembre de 1491, los Reyes Católicos ordenaban a Don Juan de Ribera, capitán general de la frontera de Navarra y corregidor de las ciudades de Calahorra y Logroño y de la villa de Alfaro que obligaran a los judíos a llevar sobre sus vestidos las señales distintivas. Esta carta se otorgaba a solicitud de unos vecinos de Calahorra que se habían quejado de que algunos judíos y judías incumplían estas leyes alegando que estaban exentos de ellas por su condición de recaudadores de alcabalas, diezmos, servicios y montazgos.

2 de Junio de 1492
Simuel Matron obtiene licencia para la venta de propiedades rústicas

Simuel Matron, judío vecino de Calahorra, obtenía el 2 de junio de 1492 licencia del deán y del cabildo de la Iglesia Catedral de Calahorra para la venta de unas propiedades rústicas (una huerta, un olivar y una tabla de viña) que tenía situadas en la Torrecilla, en el término municipal de Calahorra, con la única condición de que no las dividiera al venderlas y que les satisficiera los derechos estipulados de venta, consistentes en un maravedí por cada cincuenta que obtuviera.

2 de Junio de 1492
Los bienes de Abraham y de Çag Cohen son embargados por el cabildo

los bienes de Abraham y de Çag Cohen, vecinos también de Calahorra, son embargados por el cabildo hasta que pagaran todas las cantidades que adeudaban con ocasión del arrendamiento de las tercias de Arnedo, Quel, Autol, Miro y otras diversas localidades riojanas.

1492
Los Reyes Católicos ceden a vecinos de Calahorra las piedras del cementerio judío

Tras la expulsión en 1492, los Reyes Católicos cedieron a varios vecinos de Calahorra las lápidas y la piedra del cementerio hebreo de esta localidad. Muy poco tiempo después, y ante las quejas de las autoridades del concejo, el Consejo Real aclaró que la concesión que se había hecho a algunos vecinos de Calahorra se refería únicamente a la piedra del cementerio, pero en ningún caso al solar, que había quedado para aprovechamiento municipal. Asimismo se prohibía de forma terminante a los beneficiarios de la piedra que edificaran sobre el solar o que levantaran una cerca alrededor del mismo.

7 de Agosto de 1492
Los Reyes Católicos donan la sinagoga de Calahorra a la Catedral

Tras la salida de los judíos de Calahorra, los Reyes Católicos, en carta otorgada en la localidad de Ágreda el 7 de agosto de 1492, hicieron donación a la iglesia Catedral de Calahorra del edificio que hasta entonces había sido sinagoga de los judíos, a fin de que lo reacondicionaran como iglesia cristiana. El cabildo transformó este edificio, situado en las proximidades de la iglesia de San Salvador y del castillo, en una ermita dedicada a San Sebastián.

1495
Diego Martínez reclama sus tierras tras volver a Calahorra

El decreto de Expulsión de 1492 provocó grandes perjuicios a los judíos de Calahorra, como a los del resto de las juderías de Castilla y Aragón. Diego Martínez, judío converso que en septiembre de 1495 volvió a Calahorra tras la expulsión después de haberse convertido al cristianismo, reclamaba unas viñas y un huerto que había vendido al salir de Castilla, venta en la qual venta diz que fue agraviado en tres partes menos de la mitad del justo presçio.

1579
Se derriba la antigua sinagoga de Calahorra

en 1579, el cabildo catedralicio cedió la iglesia de San Salvador a los frailes franciscanos, quienes la reformaron y la ampliaron con un claustro. Desde ese momento cambió su advocación de San Salvador por la de San Francisco, que se mantiene en la actualidad. Con el fin de construir el claustro, el cabildo cedió también a los franciscanos la ermita de San Sebastián, es decir, el edificio de la antigua sinagoga, que fue derribada.

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