Al abrigo de los castillos de Zalatambor y Belmecher, sepultada por un olvido de siglos como un tesoro arqueológico aún por descubrir, la judería de Estella estuvo fuertemente implicada en el gran período de esplendor comercial y cultural que vivió la ciudad desde su fundación, en el siglo XI, hasta finales del siglo XIII. Además de recorrer la histórica y populosa Rúa de las Tiendas, en pleno Camino de Santiago, el paseo, monte arriba, por los lugares históricos donde estuvo emplazada la vieja judería de Elgacena ofrece hoy la oportunidad de descubrir la ciudad desde sus mismas raíces como plaza fuerte de frontera, en un entorno lleno de belleza definido por las curvas del río Ega y por las alturas de Montejurra, Peñaguda, Santa Bárbara, Belástegui y la Cruz de los Castillos.

La que llegó a ser la tercera aljama más relevante de Navarra, después de Pamplona y Tudela, destacó por su esplendor comercial y dio al reino hombres ilustres y personas que gozaron de la confianza de los monarcas, lo que no le impidió vivir también episodios dolorosos que enturbiaron la convivencia pacífica entre cristianos y judíos. En Estella, hito estratégico entre la montaña y la ribera de Navarra, el recuerdo de sus pobladores judíos permanece como un complemento magnífico de la impronta de sus iglesias y sus palacios medievales.

Instalada sobre el antiguo poblado vascón de Lizarrara, y tras la conquista en 907-908 de la fortaleza musulmana de Monjardín por Sancho Garcés I, lo que pudo facilitar la creación de núcleos de población cristiana en la zona, la ciudad de Estella fue fundada por el rey navarro Sancho Ramírez en el año 1090 con el objeto de proteger a los peregrinos del Camino de Santiago y establecer en este lugar una frontera segura frente a la amenaza de los musulmanes. Habitada en un principio únicamente por francos con exclusión de nobles, clérigos y navarros campesinos, Estella se articuló a lo largo del estrecho corredor que deja el río Ega entre sus aguas y la montaña. La calle de San Nicolás en el camino de Logroño a su paso por la población constituye junto con la Rúa el eje principal de la Estella medieval, que enseguida se convirtió en una población estratégica para los intereses del reino de Navarra.

Desde el último tercio del siglo XI, queda atestiguada la presencia de pobladores judíos en la zona de Estella bajo la protección real. Muy temprano, a finales del siglo XI, es probable que la población judía se agrupara en el barrio de Elgacena, situado entre el naciente burgo de San Martín y la fortaleza o castillo de Zalatambor. Esta incipiente comunidad, germen de la futura judería, estuvo rodeada por las torres del conjunto de castillos y por el lienzo de la muralla.

Durante unas décadas, los judíos viven en el barrio de Elgacena, primera y más antigua judería del reino de Navarra, cuya gestación y ulterior crecimiento coincide con la época de la unión dinástica con Aragón (1076-1134). En los últimos años de esta dinastía, ya bajo el reinado de Alfonso I el Batallador, el desarrollo alcanzado por la comunidad judía hizo aconsejable su desplazamiento hacia el este, monte arriba, hasta quedar encuadrada entre la calle Elgacena, a espaldas de la iglesia del Santo Sepulcro, y la empinada ladera que vira hacia el Sur.

La participación de la minoría judía en la configuración de los burgos de francos fue decisiva. A mediados de 1188, por ejemplo, en un pleito de los habitantes de Lizarra, con los de Bearin, figura como testigo, junto al preboste, alcaide de la villa y diez hombres buenos, el rabino Elías, miembro destacado de la comunidad hebrea.Al poco de iniciarse la segunda mitad del siglo XIII, el número de moradores que integran la judería podría rondar los 150, lo que equivale a un diez por ciento del vecindario de Estella.Los miembros de la comunidad judía de Estella aumentaron con el tiempo hasta alcanzar su plenitud hacia 1290, con valores próximos a los 180 hogares. Aunque no se han conservado referencias documentales, es fácil imaginar que para semejante población podría existir más de una sinagoga, pero ningún vestigio de ello se nos ha conservado. En su fase expansiva, la judería rozó los límites tapiados del convento de Santo Domingo, erigido por Teobaldo II en 1258 y situado en la cuesta de la Roca de los Castillos. Poco después, el 29 de marzo de 1265, este mismo rey hizo donación, a dos hermanos frailes de la orden de Grandmont, de una viña junto al castillo y de algunas dependencias de la iglesia de Santa María de la judería, para que allí tuviesen su casa u oratorio.

Ese poder de la realeza siempre estuvo atento a otorgar su protección a estos singulares vasallos. Protección que también ejercieron los monarcas de la Casa de Champaña, al acceder al trono navarro en 1234, a la muerte, sin descendencia legítima, de Sancho VII el Fuerte, último representante del linaje de la dinastía Jimena. Pese a su procedencia –condes palatinos de Champaña y de Brie– y su proximidad a la corte de París, los nuevos «reyes-condes» mantuvieron una política prudente y de decidida contención de la creciente hostilidad cristiana contra sus judíos. En la medida que les fue posible contribuyeron al desarrollo de esta floreciente comunidad. A mediados de 1237, al poco de ceñir la corona, Teobaldo I hizo entrega al maestre Abraham Alfaquín de las casas y el trujal que fueron de Juce, hijo de Ezquerra por un censo anual de 50 sueldos sanchetes o de cualquier otra moneda que circulase en el reino.

Estas propiedades, situadas en el recinto de la judería, lindaban con las de Jussua Euenvilla, hermano de Salomón, y de la de Samuel Calabaza; cesiones (gravadas con un censo anual, de bienes raíces «judevencos» y ubicados en solares de la propia judería) obedecen a transmisiones de herencia, cuando el transmisor (ya fallecido) no cuenta con herederos legítimos en sus primeros grados y, en consecuencia, es el soberano el beneficiario. Esta es la causa, como se verá más adelante, de la percepción de censos por parte de fisco regio con los que se gravan algunas casas de la judería. En cualquier caso, estos ilustres nombres representan a familias avecindadas en la judería estellesa desde los primeros tiempos de la colonización, casi siglo y medio antes.

A comienzos del segundo tercio del siglo XIII, la organización interna de la comunidad ya funcionaba. Esa es la impresión que se tiene al analizar el libro de la tesorería del año 1266, el primero completo que se nos ha trasmitido. En ese año, la aljama estellesa contribuyó con mas de 1.600 libras, cifra nada desdeñable y que muestra una comunidad plenamente organizada, activa y próspera, capaz de conceder al rey préstamos y aportaciones extraordinarias. Este clima de entendimiento y colaboración fue refrendado en la crisis sucesoria que sigue a la muerte de Enrique I de Navarra. Su hija y heredera, la reina Juana –una niña de corta edad, nacida el 14 de enero de 1273 en Bar-sur Seine– estaba bajo la tutela del rey de Francia, Felipe III el Atrevido. Ante esta situación el alcalde y jurados de la aljama de los judíos de Estella, en nombre de toda la comunidad, prestaron juramento sobre la Torá y la ley de Moisés al representante de la reina, que ya para entonces (mayo de 1276) se había prometido en matrimonio con el heredero de la corona de Francia, el futuro Felipe IV el Hermoso. Después del asalto a la Navarrería de Pamplona, entre los años 1277 y 1289, el rey de Francia remitió al gobernador una serie de mandamientos referidos a la salvaguarda de las personas e intereses de las comunidades judías de Estella y su merindad.

Entre el siglo XIII y el XIV, familias como los Leví, Ezquerra y los Calahorra, entre otros, hicieron del mercado de Estella un activo centro de contratación de créditos. En el último cuarto del siglo XIII, sin embargo, disposiciones reales como la prórroga por ocho años de los intereses contraídos con los judíos por parte de los cristianos o la penalización de la usura, que en algunos casos llegaba a triplicar los intereses de los deudores, indican una ruptura del sistema mantenido hasta entonces. De hecho, la gran presión ejercida sobre la aljama de Estella por parte de los cristianos y de sus autoridades obligan a los judíos a reclamar la protección real de Pamplona a principios del siglo XIV, un siglo en el que la monarquía navarra se mostraría incapaz de defender los derechos de los judíos, a pesar de ser éstos considerados como una propiedad del rey.

Con la muerte de Carlos I El Calvo, en 1328, se produce en Navarra un vacío de poder que las masas populares aprovechan para asaltar la judería de Estella y destruir los documentos de créditos que comprometían el pago a numerosos cristianos. Contrariamente a los sucedido en otras partes, los judíos, auxiliados por hebreos foráneos que se encontraban en ese momento en la ciudad, se deciden a plantar cara a sus asaltantes, lo que provoca que éstos lanzaran a rebato las campanas de la ciudad para reclamar la ayuda de los campesinos de los alrededores. En su libro Zedah-laderek, el erudito e historiador Menahem ben-Zéraj¸hijo del rabino Abraham y superiviviente de la masacre, cuenta cómo degollaron a su padre, a su madre y a sus cuatro hermanos.

Tras el asalto de 1328, la judería ya no sería la misma. Muchas casas de la judería fueron saqueadas y resultaron muertos algunos de sus pobladores. En 1329 la reina Juana II establece una multa de 10.000 libras a la ciudad para castigar aquellos sucesos, decretando la pena de muerte para los principales cabecillas y el encarcelamiento de otros responsables, como el fraile Pedro de Ollogoyen, considerado culpable de enardecer a las masas con sus sermones antijudíos. A pesar de la buena voluntad real, estas medidas se quedaron en su mayor parte sin ejecutar.

Con todo, la eficaz acción de gobierno de los primeros Evreux restañó las heridas y la recuperación fue rápida. Los censos de las casas ya se cobraban en 1333 y la pecha de mil cien libras de antes del asalto fue rebajada a 300 y poco después, en 1336, se elevó a 500. Estas y otras actualizaciones fueron objeto de negociación con el tesorero y puestos en práctica por el baile y su lugarteniente, e incluso la aljama, ante la nueva situación, elaboró unas nuevas ordenanzas (taqqanot), lo cual supuso grandes costos para la «Señoría». Treinta años después del asalto, en torno a 1360, la población judía de Estella volvía a recuperar el nivel demográfico de antaño. Los nuevos habitantes de la judería serían judíos de Ultrapuertos (Francia, Inglaterra), porque los habitantes de Estella que habían huido a las juderías más occidentales del reino, pese a los requerimientos de la corona, no regresaron jamás.

A lo largo del siglo XIV, con Carlos II el Malo y Carlos III el Noble, los judíos siguieron estrechamente vinculados a la corona, a través de familias como los Leví o los Orabuena. León Orabuena, médico y rabino mayor de Estella, ejerció como médico de Carlos III, un rey tan célebre por sus viajes como por la ampulosidad de su corte, en la que brillaban los médicos y los astrólogos judíos.La existencia de judíos ilustres, como Sento Saprut, Abraham ben Isaac, David ben Samuel (autor del Kiryat Sefer) o Judá ben Yosef ibn Bulat, o la residencia en Estella del gran escritor tudelano Abraham ibn Ezrá, dan la pauta de que la judería de Estella, que en 1366 registraba 85 familias, fue una estrella que se extinguió lentamente a lo largo de todo el siglo, coincidiendo con el inicio de una decadencia general de la ciudad, que no tendría recuperación hasta el siglo XVIII.

La expulsión de los judíos españoles a partir del Decreto de los Reyes Católicos de 31 de marzo de 1492 no tuvo repercusión en Navarra. De hecho, fue aquí donde se refugiaron muchos de los judíos castellanos expulsados como consecuencia de dicho decreto, de acuerdo a la política desarrollada por los reyes navarros, Juan II de Albret y Catalina de Foix. Sin embargo, ante las constantes presiones ejercidas por los monarcas castellanos los monarcas navarros se vieron obligados a expulsar a los judíos navarros el año 1498. La mayor parte de los judíos navarros prefirió convertirse a la fe cristiana y permanecer en su casa al frente de sus negocios aunque algunos marcharon al exilio.

Antigua sinagoga

La iglesia de Santa María Jus del Castillo, edificada sobre la antigua sinagoga

La antigua sinagoga del barrio de Elgacena se encontraba donde hoy se levanta la iglesia de Santa María Jus del Castillo. Tras el abandono de la judería en 1135, el rey García Rámirez donó la sinagoga en 1145 al obispo de Pamplona Don Lope de Artajona para que construyese una iglesia, haciendo desaparecer la sinagoga.

Durante los trabajos de restauración de la iglesia de Santa María de Jus del Castillo, la intervención arqueológica ha proporcionado información valiosa sobre la antigua sinagoga. Gracias a estos trabajos, se han podido identificar tres de los cuatro muros de la antigua sinagoga en la base de la actual iglesia de Santa María Jus del Castillo, frente a lo que debió ser la puerta de Santa maría de la vieja muralla medieval. Sabemos que la sinagoga estaba construida con mampuestos de caliza apenas trabajados, cogidos y enlucidos con una capa de mortero en la que se ven huellas de encofrado. Tenía 18 metros de longitud y 10 metros de ancho aproximadamente. El hastial o fachada este fue derribado y sustituido por un ábside semicircular para su conversión en iglesia cristiana después de 1145.

Al Sur de la iglesia se recuperaron restos de varias viviendas, aunque no se pudo recuperar la planta completa de ninguna de ellas. Estaban levantadas con adobes de forma irregular sobre un zócalo de piedra, y posteriormente revestidas de mortero de cal pintado con almagra o con mortero de cal mediante la técnica del encofrado y se techaban con tejas curvas de cerámica.

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

Antiguo convento de Santo Domingo

El Convento de Santo Domingo

Detrás de la iglesia de Santa María Jus del Castillo se encuentra el convento de Santo Domingo, fundado por Teobaldo II en 1259, un edificio cargado de referencias históricas (en él se llegaron a celebrar Cortes) y muy relacionado con el poder real, que fue cenobio dominico hasta 1839 y que actualmente acoge una residencia de ancianos. Además de la iglesia, gótica también de una sola nave, se conserva, después de una restauración en profundidad, buena parte del monasterio, aunque no está abierto al público.

Algo más de un siglo después de que la sinagoga de Estella se convirtiese en iglesia de Todos los Santos, el rey Teobaldo II la cedió en 1265 a dos monjes hermanos, Pero Miguel y Fortunio, junto con una viña, para que se convirtiese en un pequeño convento adscrito a la orden de Grandmont, dotándola con la propiedad de algunas reliquias martiriales, y convirtiéndose en lugar de peregrinación para los caminantes hacia Santiago. La orden de Grandmont, fundada en el siglo XII a partir de las enseñanzas del eremita Esteban de Thiers, en Limoges, se basaba en la observancia de una pobreza estricta, y en el alejamiento de todo contacto con el mundo.

Barrio de Elgacena

Vista aérea de la zona del Barrio de Elgacena, con el Convento de Santo Domingo en primer plano

La calle de Elgacena recuerda el nombre que tuvo el primitivo barrio judío de Estella. Aunque el primer documento que habla de la judería de Olgacena es de 1135, el Fuero de 1090, inspirado en el de Jaca y otorgado por Sancho V, se refiere ya a los musulmanes y judíos asentados en la localidad. Por entonces, la judería únicamente estaba vinculada al núcleo de San Pedro y a las defensas de los castillos, puesto que los barrios del otro lado del río no se fundieron con éste en un único municipio hasta el año 1266.

Aquel primer poblamiento de judíos se vio incrementado en la segunda mitad del siglo XII con la llegada a Estella de nuevos vecinos dedicados fundamentalmente al comercio y al servicio de acogida a los peregrinos que venían de Francia hacia Santiago, propiciando un crecimiento de la ciudad en el que el colectivo hebreo empezó a cobrar enseguida protagonismo. Y así hasta el siglo XIII, considerado como el de la máxima prosperidad tanto de Estella como de su judería.

La documentación histórica nos informa que en el año 1135 la juderíaestaba ya abandonada, y el espacio que antes ocupaba fue donado a los barones de Estella por el rey de Navarra García Ramírez el Restaurador y en el año 1145 la corona donaba al obispo de Pamplona la antigua sinagoga para que construyese una iglesia dedicada a Santa María y a Todos los Santos (hoy de Jus del Castillo).

Castillo de Zalatambor

Estella desde los restos del castillo de Zalatambor

Un camino de tierra comunica la iglesia de Santa María de Jus con el castillo de Zalatambor, uno de los dos que tuvo Estella en la Edad Media, unidos entre sí y con la torre de la Atalaya por murallas y formando un gran sistema defensivo.

Actualmente en proceso de excavación arqueológica, el castillo de Zalatambor se levantó a finales del siglo XII en la llamada Peña Mayor, complementando la fortaleza del vecino castillo de Lizarrara, instalado en la Peña Menor, sobre el que el gobernador navarro Eustaquio de Beaumarchais levantó después, en el último cuarto del siglo XIII, el castillo de Belmecher. El conjunto fortificado sufrió varios asedios entre los siglos XIII y XV por parte de las tropas de Castilla y Aragón, aunque todos terminaron fracasando.

Además de como castillo, Zalatambor funcionó también como residencia real, en la que se alojaron, durante sus estancias en Estella, Teobaldo II, Carlos II el Malo o Carlos III el Noble. Cuando el castillo pasa a manos de Fernando el Católico, en 1512, el rey ordena su demolición, a la vez que el desmochamiento de las torres de San Pedro y San Miguel. La fortaleza no se demolió, sin embargo, hasta una nueva orden de Felipe II, cuando el rey decidió cambiar la tradicional posición defensiva de Estella frente a Castilla y Aragón por una nueva posición más adelantada en Pamplona, ante la amenaza de Francia entre 1572 y 1576.

En la actualidad, la subida al castillo a través de la escarpada senda constituye la oportunidad de situarse en un privilegiado mirador sobre la ciudad de Estella y su entorno, imaginando a sus pies el caserío donde vivieron los judíos durante tres siglos.

Estela funeraria del rabí Noé

Imagen de 1912 de la estela, publicada por Fidel Fita en el Boletín de la Real Academia de la Historia

Una información interesante sobre los judíos la aporta una inscripción funeraria, seguramente procedente del cementerio judío, hallada en 1912, junto a las ruinas del castillo de Belmecher. El hallazgo fue debido a Mateo Morante, que desempeñaba el cargo de Comandante militar de Estella, como Jefe de la guarnición.

La estela, inscrita en una piedra de grano duro y amarillenta, tiene unas dimensiones de 35 cm de ancha por 30 cm. de alta. Por el tipo de escritura, la estela fue datada en el siglo XII, tras una comparación con otras laudas funerarias similares encontradas en León y Monzón.

El texto de la estela estaba dedicado al rabí Noé, hijo de Naamá, hijo de Noé, natural de Novar. Fidel Fita dató su muerte entre octubre y noviembre de 1127.

Enterrado fue en este sepulcro el rabí Noé, hijo de Naamán, hijo de Noé [natural] de Novar. Falleció en el mes de marheshván, año 4888 de la Creación.

Iglesia del Santo Sepulcro

Vista aérea de la iglesia del Santo Sepulcro

El primer documento en el que se habla de la judería de Olgacena, fechado en 1135, se refiere precisamente a la donación a los barones de Estella, por parte del rey García Ramírez, de un solar situado sobre el lugar en el que se levanta hoy la iglesia del Santo Sepulcro, al final de la calle de Curtidores, lo que podría indicar que en ese momento la judería de Elgacena ya estaba despoblada, y que el colectivo hebreo vivía en una nueva judería, situada más al sur, que fue la que estuvo habitada hasta 1498. Integrada ya en la verde pradera del parque fluvial que se extiende junto a la orilla del Ega, la iglesia comenzó a construirse a finales del siglo XII, y no se terminó hasta el XIV, constituyéndose inmediatamente en uno de los hitos del Camino de Santiago, que discurre frente a sus puertas.

Judería Nueva de Estella

Panorámica de la zona de la Judería Nueva desde el Parque de Bomberos

Los judíos abandonaron la vieja judería de Elgacena en la primera mitad del siglo XII y se instalaron en la ladera Norte de una terraza del río Ega situada al Sur de la ciudad, sobre uno de los meandros del río y bajo la colina donde en el último cuarto del siglo XIII se construiría el castillo de Belmecher.

La Judería Nueva ocupaba una extensión aproximada de unos 35.000 m2. Se hallaba delimitada por una muralla en sus lados Este, Sur y Oeste, donde se encontraba con los muros del castillo de Belmecher. Por el lado Norte, la judería era vecina de las huertas del convento de Santo Domingo, de la que fue separada en 1307 mediante la edificación de una tapia por orden del rey Luis Hutin.

La judería incluía, además de las viviendas de la población, las instalaciones comunales comunes de todas las juderías: el horno, la carnicería, los baños, el molino, una tintorería y un trujal. Como cualquier otra comunidad judía, debería contar asimismo con una sinagoga y sus instalaciones anejas. Ninguno de estos edificios ha sido localizado en la actualidad.

Hoy día los edificios que conformaron la judería nueva estellesa ya no son visibles y lo que puede quedar de ellos está oculto bajo el terreno y los cultivos. La única parte visible de la judería es la muralla que la delimitaba y la defendía. Se trata de un lienzo de unos 300 m. de longitud, construido con piedra caliza de color blanco. Conserva restos de una torre, dotada de dos aspilleras defensivas, junto a la que se abre un puerta para acceder a la judería.

Las excavaciones arqueológicas en curso llevadas a cabo recientemente en el interior de este barrio han permitido recuperar testimonios constructivos y de cultura material de dicha aljama. De ellos parece deducirse que su trazado urbano se hallaba adaptado a la ladera, con las viviendas situadas en líneas paralelas y sobre terrazas.

Judíos en la portada de la iglesia del Santo Sepulcro

Ménsula izquierda con la imagen de un judío

La iglesia del Santo Sepulcro luce una bella portada gótica con una rica iconografía de la Crucifixión, la Resurrección y la Última Cena, en algunos casos interpretada como imposición final de la fe cristiana en un entorno tradicionalmente judío.

En las ménsulas de la puerta, sin embargo, dos profetas que simbolizan el Antiguo Testamento, como base sobre la que se sostiene el Nuevo Testamento de Jesús, se representan con rasgos claramente judíos.

Muralla de la Judería Nueva

Lienzo de muralla de la judería en la zona este

La muralla es el único resto visible existente de la Judería Nueva de Estella. Excavadas arqueológicamente en 2009, el lienzo de muralla que delimitaba la Judería Nueva de Estella se inicia a la altura de la cabecera de la iglesia del Santo Sepulcro y continúa hacia el Sur hasta envolver la larga loma donde se asentaba la judería y, tras girar hacia el Norte, culminaba en la fortaleza de Belmecher.

La muralla de la aljama, y la propia aljama, se insertan en un espacio más amplio que encierra una serie de elementos de interés histórico que son parte fundamental de la historia de la ciudad, hecho que ha motivado su declaración como Bien de Interés Cultural con la categoría de «Sitio Histórico».

La conservación de estas murallas hacen a Estella la única entre las grandes villas medievales navarras, puesto que en muy pocos casos se han conservado sus murallas, y nos permiten completar una visión de cómo fue su sistema defensivo.

Palacio de los Reyes de Navarra

El Palacio de los Reyes de Navarra

El Palacio de los Reyes de Navarra, en la plaza de San Martín, es un edificio de la segunda mitad del siglo XII con una bella fachada porticada con el añadido de las torres y la galería de ladrillo del siglo XVII.

Además de la gracia de sus ventadas geminadas, destaca la curiosidad de sus capiteles: En la columna de la izquierda, la lucha de Roldán contra el gigante musulmán Ferragut, en la de la derecha, las representaciones de la soberbia, la avaricia y la lujuria, con su burro arpista, sus avaros y su mujer lasciva, condenados a las llamas del infierno.

Hoy en día alberga el Museo Gustavo de Maeztu.

Plaza de San Martín

La plaza de San Martín

La fuente de los Chorros, del siglo XVI, una de las pocas renacentistas que se conservan en Navarra, centra el espacio de la plaza de San Martín, alrededor de la cual se levantan el antiguo ayuntamiento (actualmente ocupado por los Juzgados de Estella y ubicado en el solar donde anteriormente estuvo la iglesia de San Martín), con una bella fachada barroca del XVIII en el que destacan los balcones y dos grandes escudos de la ciudad, y a su lado, un singular edificio que muestra un bello conjunto de puerta y ventana de arco apuntado, procedentes de un antiguo convento y reutilizados en el siglo XX.

Puente de la Cárcel

Panorámica de Estella con el puente de la Cárcel en primer término

El puente de la Cárcel, a la izquierda, cruza el río Ega y comunica la judería con el barrio de San Miguel; el puente actual sustituyó en 1973 al primitivo románico, que hicieron saltar por los aires los liberales durante el bloqueo de la ciudad durante la III Guerra Carlista.

Rúa de las Tiendas

La Rúa de las Tiendas

La Rúa, popularmente conocida como Rúa de las Tiendas, se levanta en torno al Camino de Santiago, y junto a la de San Nicolás constituyen el núcleo originario de la ciudad. El propio apodo comercial de este vial, donde se localizaban las curtidurías y diferentes negocios de los hebreos, recuerda una de las actividades principales de este colectivo en Estella: el comercio.

En el arranque de la Rúa, muy cerca de la plaza, se encuentra la Casa de Cultura Fray Diego de Estella, palacio plateresco del siglo XVI construido por la familia de este ilustre franciscano, autor de este ilustre franciscano, autor de tratados sobre ascética y mística, identificado por algunos autores como descendiente de conversos. Documentada junto a otras viviendas de cristianos, en este calle estuvo también la casa de un judío llamado Juan Lucas, platero y vinatero.

Hacia el final de la calle, además del actual albergue de peregrinos, que sigue reivindicando hoy con fuerza la condición de Estella como parada y fonda en el Camino de Santiago a su paso por Navarra, se encuentra el palacio de los Echávarri, del siglo XVII, también conocido como palacio del Gobernador, que esconde en su interior un bello patio renacentista y que se prepara para convertirse en Museo de la Historia del Carlismo. Los escudos de la portada se acompañan de la fecha de construcción de la fachada, de sillar y ladrillo, al estilo de las construcciones del Madrid de los Austrias: 1613.

San Pedro de la Rúa

Iglesia de San Pedro de la Rúa

En la iglesia de San Pedro de la Rúa se guarda el relicario de San Andrés, patrón de la ciudad. Su imponente escalinata conduce hacia la puerta principal, del siglo XIII, que presenta un interesante programa iconográfico que reproduce los grifos, sagitarios y sirenas del románico. Dos alas de su espléndido claustro fueron destruidas en 1572 a causa de la demolición del castillo de Zalatambor, que se encuentra situado en la montaña, sobre el conjunto, y que cayó sobre él.

Santa María Jus del Castillo

La iglesia de Santa María Jus del Castillo

La calle de Santa María de Jus del Castillo arranca de la confluencia de la Rúa con la calle Curtidores e inicia la ascensión hacia el castillo de Zalatambor pasando por debajo de la calle Fortunato Aguirre, que forma parte de la variante de Estella. Como si se tratara de un túnel del tiempo, la subida hacia la fortaleza es también una incursión en la zona de la primera población judía de Estella, en un barrio donde la mayor parte de las casas permanecen ocultas bajo tierra, después de haber sufrido siglos de abandono.

La actual iglesia de Santa María de Jus del Castillo es románica, de una sola nave y con ábside en forma de tambor, aunque su fachada y su torre son barrocas. Junto a la iglesia se pueden apreciar con claridad restos de las murallas que fortificaban el castillo de la ciudad.

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