Instalada al sur de la vieja ciudad amurallada, la judería de León se identifica actualmente con una parte del célebre Barrio Húmedo, tan conocido
por sus calles estrechas de resonancia medieval como por sus vinos y sus delicias
gastronómicas, con lo que el recorrido por la misma constituye una oportunidad inmejorable
para adentrarse en una de las zonas con más encanto de la ciudad. Constituida a finales
del siglo XII, la aljama leonesa es la heredera del anterior poblado de Puente Castro, destruido durante la
guerra contra Castilla y Aragón, y actualmente, tras haberse integrado ya en el tejido
urbano de la ciudad, en proceso de recuperación arqueológica. Dos enclaves muy diferentes
para un solo tronco familiar, arraigado en estas tierras al menos desde el siglo X,
y del que por el momento sólo se puede visitar la parte que corresponde al casco histórico
de León.
Si la ciudad de León tiene como origen el campamento levantado por las legiones VI
victrix y VII gemina a orillas de los ríos Bernesga y Torío, el Castrum Iudeorum de Puente Castro, en la ladera sur del cerro de la Mota, estuvo ya ocupado antes
de la llegada de los romanos, constituyendo una sólida ciudadela reutilizada a lo
largo de los siglos por sus diferentes pobladores. Recientes excavaciones han identificado
aquí los restos de un castillo altomedieval, bajo cuya protección se debió de instalar
posiblemente ene el siglo X, un importante núcleo judío, que desarrolló su cultura
y su modo de vida basado en la tradición hebraica en los dos siglos siguientes. Muy
bien relacionados comercialmente con la vecina ciudad de León, los judíos de Puente
Castro impulsaron una próspera aljama de mercaderes y artesanos, célebres por sus trabajos con el cuero y con la plata,
a los que el Fuero de 1090 reconocía también su derecho a ser propietarios de huertas
y viñedos. El Museo de León, la catedral leonesa y el Museo Sefardí de Toledo se reparten
algunas de las valiosas lápidas encontradas en las excavaciones del Castro de los
Judíos.
En el Concilio de León de 1020, celebrado bajo la autoridad de Alfonso V, se reconocía
la igualdad entre judíos y cristianos, la facultad de comprar casas y tierras, sobre
todo tras el traslado de la corte a la ciudad por Ordoño II.El Fuero de León (1017-1020) estipulaba que si un hombre libre poseía una casa construida
en el solar de otro y deseaba venderla, el precio habían de fijarlo cuatro tasadores,
dos cristianos y dos judíos. En esa época, los judíos eran numerosos en Puente Castro,
como se deduce de las sumas que pagaban en distintos impuestos.
La etapa de esplendor de Puente Castro se vio truncada a finales del siglo XII con
el desarrollo de la guerra entre León y los reinos cristianos vecinos, cuando las
huestes de Pedro II de Aragón y Alfonso VIII de Castilla sitiaron el castro y lo atacaron. La batalla empezó el día 23 de julio de 1196, y los judíos combatieron valientemente
hasta el 25, día en que las tropas castellanas y aragonesas rompieron la fortificación,
entraron en la judería y la destruyeron. El 27 de julio los judíos que no habían huido o muerto fueron hechos esclavos. Los
supervivientes que consiguieron huir por el lado del río se instalaron en León, en el barrio intramuros de Santa Ana. Ya en la ciudad de León, los judíos prosperaron con la práctica del comercio, la
artesanía e incluso la agricultura, hasta finales del siglo XIII, pero su población
nunca llegó a ser tan numerosa ni importante. La destrucción de Puente Castro fue
tan contundente, que estuvo prácticamente deshabitado hasta el siglo XV.
Tras la destrucción de la judería de Puente Castro, muchos judíos se instalaron en el centro de la ciudad, junto al
mercado de Santa Ana. La mayor concentración de población judía estuvo agrupada junto
a la Parroquia de San Martín y el eje que arranca de la Puerta de Arco de Rege, Cal
de Moros, continuando por Cal Silvana hasta Santa Ana, donde se encontraba el Mercado
Mayor. La actual calle de Santa Ana, antes Calle Silvana, debía su nombre a la importante
familia judía Silván, poseedora de casas y huertas. En la calle Rodezneros poseyeron
también los judíos casas y terrenos en propiedad.
Hasta entrado el año 1293, en el reinado de Sancho IV, los judíos de León gozaron
de tranquilidad, salvo esporádicos brotes de violencia, fruto de algún exaltado, o promovidos por aquellos a los que convenía romper la
convivencia para dejar de pagar algún préstamo o alzarse con alguna ganancia. En 1293,
el rey prohibió a los judíos de León tener tierras de labranza: fue el inicio de una época de dificultades, porque dos décadas más tarde fueron obligados a llevar un distintivo amarillo que los señalara como judíos. En 1365, los judíos fueron obligados a pagar las mismas alcabalas e impuestos que los musulmanes.
A principios del siglo XV la Corona de Castilla dicta un ordenamiento, dirigido a
la ciudad de León y a todas las villas y lugares de su obispado, para encerrar a los
judíos en un lugar apartado de los cristianos. Tal orden no llegó a cumplirse en la
ciudad, ni se configuró como gueto o barrio cerrado. El único asalto que sufre la aljama leonesa se produce el 25 de mayo de 1449, impulsado por las familias de los Quiñones
y los Lorenzana. Más tarde, la inestabilidad y la inseguridad se apoderaron de la
judería con el apartamiento de los judíos de León en 1481, ordenado por los Reyes Católicos,
y la expulsión definitiva, once años más tarde.
En el último cuarto del siglo XV el núcleo judío urbano se encontraba agrupado entre las calles Cal de Rodezneros y Pequeñina. Esto lo conocemos
gracias a un acta del 20 de julio de 1481 recogida por el cabildo catedralicio: Sobre la mudanza de los judíos que fue presentada a requerimiento de los Reyes Católicos por motivo de Ruy López
de Ayala, pesquisidor y contador real de León. Lo que revela este documento es el
deseo de:
Apartar los judíos desta Ciudad e encerrarlos según lo mandan los dichos Reyes nuestros
señores en la comisión que sobre ello le dieron e se contiene; e porque el parecer
de algunos es el que los dichos judíos estén e moren en las calles de Cal de Moros
e la Revilla donde agora moran o están de atrás, e que los pasen a la calle de Rodezneros
a la Cal Pequennina dejen las dichas calles de Cal do Moros e la Revilla.
Sin embargo estas medidas no son bien recibidas por la comunidad judía. Según se deduce
de una carta fechada el 11 de abril de 1488 en la que los Reyes Católicos comunican
al corregidor en la ciudad de León. Alonso de Valderrábano:
Que el aljama e omnes buenos judíos de la dicha cibdad nos enbiaron faser relación disiendo que,
al tiempo quel apartamiento de la judería desa cibdad se fiso, ellos fueron apartados e que es tan estrecho el dicho apartamiento
de manera que en las casas ay dos o tres vecinos, e que muchos se vernían a biuir
a esa cibdad sy ouiese lugar donde podiesen estar [...] mandándoles alargar el dicho
sytio.
Parece ser que los judíos consiguen ampliar la zona de la Judería, según la disposición de los Reyes Católicos, tres años más tarde, en 1491. Mientras
tanto, la población judía había crecido alrededor de un 20 por ciento. Según los repartimientos fiscales, en 1488, 1489 y 1491, las cantidades que correspondió
pagar a los judíos fueron 37.262 maravedíes, 39.760 maravedíes y 44.870 maravedíes
respectivamente.
No les dio tiempo a crecer más. Un año más tarde, los judíos leoneses, al igual que
todos los judíos de los reinos de Castilla, León y Aragón, son requeridos para que
se conviertan al cristianismo. Aunque algunos judíos regresaron después de la expulsión
(los llamados tornadizos), a partir de 1499 sólo se admiten aquellos que fueron bautizados (los conversos).
Con el decreto de expulsión se cerró en León un período de convivencia de, al menos,
cinco siglos.
Cementerio judío de Puente Castro
Miniatura de la Hagadá de Sarajevo
En junio de 1983 se realiza una excavación de urgencia en la necrópolis judía de Puente Castro después de la destrucción de una parte del cementerio producido por las obras de
la carretera entre León y Valladolid que se construyó en la zona. La necrópolis, que
ya había sido excavada muy parcialmente en 1956, había quedado dividida en dos por
la carretera, dejando una parte de la necrópolis junto a las casas de Puente Castro
y la otra al lado opuesto de la carretera.
Estas excavaciones pusieron al descubierto varios enterramientos que ocupaban una parte de la ladera que desde la Mota desciende en dirección a la
antigua alcoholera de Puente del Castro. En la excavación se pusieron al descubierto
dos niveles de enterramientos:
-
Enterramientos infantiles, a 1,50 metros de profundidad, practicados en fosa simple excavada en la arcilla
(ya de sedimentación por arrastre) y un sólo caso en el que se había realizado una
sepultura de lajas, piedras sin desbastar, de tamaño medio, y entre ellas un molino
de mano circular, flanqueando y cubriendo la inhumación. El estado de los restos óseos
era pésimo, debido a la falta de protección y fragilidad de los mismos, correspondientes
a individuos de muy corta edad.
-
Enterramientos de adultos, a 2,10 metros, en fosas acondicionadas y endurecidas con «caleño» y abiertas en
niveles arcillosos. La forma de las fosas tiende al trapecio y al tipo «bañera», ligeramente
más ancho en la cabecera, que se presenta orientada hacia el este. La posición más
general observada es decúbito supino con los antebrazos cruzados sobre la pelvis.
Los enterramientos carecían de todo tipo de ajuar y en el interior de la fosa tan sólo aparecieron improntas y restos de madera, clavos
y anillas, pertenecientes al ataúd, en algunos enterramientos. En los rellenos de
algunas otras fosas aparecieron cuentas de collar, de cobre, y objetos de piedra y
hueso.
El nivel de enterramientos infantiles, posterior en el tiempo al encontrarse en un
nivel superior, seguramente se debió a una época de fuerte mortandad infantil. Los
enterramientos de este nivel son descuidados y parecen apresurados, sin planificación,
por lo que probablemente corresponden a los últimos momentos de ocupación del lugar.
De este cementerio proceden varias lápidas funerarias repartidas hoy entre el Museo
de León, el Museo Catedralicio Diocesano de León y la Sinagoga del Tránsito (Toledo).
El cementerio
El cementerio se ubicaba extramuros, a cierta distancia del barrio judío. El terreno elegido:
- Tenía que ser tierra virgen
- Estar en pendiente
- Estar orientado hacia Jerusalén
La judería debía tener un acceso directo al cementerio para evitar que los entierros tuviesen que discurrir por el interior de la ciudad.
Los reyes autorizaron después de 1492 (en Barcelona en 1391), que las piedras de los cementerios judíos pudieran ser reaprovechadas como material de construcción. Así, no es extraño encontrar fragmentos de inscripciones hebreas en varias construcciones
posteriores.
A pesar del expolio que sufrieron desde finales del siglo XIV, la memoria de estos
cementerios ha perdurado como nombre en determinados lugares, por ejemplo, Montjuïc en Barcelona o Girona. Sabemos de la existencia de más de veinte cementerios judíos medievales. Otros sólo se conocen o bien por la documentación o bien por las lápidas conservadas.
El de Barcelona, en Montjuïc, fue excavado en el año 1945 y 2000, el de Sevilla en
2004, el de Toledo en 2009 y el de Ávila en 2012.