En un responsum del rabí Natronai ben Hilai, gaón de Sura, correspondiente al año 853, se documenta que, aunque por aquellos años en Córdoba los árabes no permitían el crecimiento de la comunidad judía, la vecina Lucena era una ciudad de muchos judíos:

No hay un gentil entre vosotros.

De los comienzos del segundo tercio del siglo IX datan las más antiguas pruebas del intercambio de correspondencia entre los gaones de Babilonia y los rabinos judíos de Lucena y Barcelona.Es al final del siglo IX cuando desarrolla su labor en Lucena Eleazar ibn Samuel Hurga, uno de los sabios judíos españoles que más destacan del siglo IX. Desde Lucena mantenía abundante correspondencia con los gaones de Babilonia. Allí marchó para integrarse en el núcleo de intelectuales hebreos más importantes del momento y estableció por un tiempo su residencia en Sura, donde recibió los títulos de alluf de España y resh kalla, como reconocimiento a su ciencia y erudición.

El acceso al poder del califa Abd al-Rahman III (912) trajo consigo una etapa de auge y florecimiento para los judíos residentes en Córdoba y supuso tal vez una cierta dependencia o relegación de la comunidad judía lucentina respecto de la capital cordobesa, ya que en ésta brillaba en todo su esplendor el talento del Hasday ibn Saprut, fallecido probablemente en 976.

El supuesto papel secundario desempeñado por la comunidad hebrea lucentina respecto de la de Córdoba se modificó a consecuencia de la persecución de los bereberes mandados por Suleimán en el mes de abril del año 1013 y la consiguiente expulsión de los judíos de la capital cordobesa. Buena parte de estos expulsados buscaron refugio en Lucena. Por otra parte es muy probable que a Lucena llegaran entonces emigrantes castellanos, como parece testimoniar la lápida hebrea encontrada en la lucentina calle de Santiago en 1958 y que cubría la sepultura del rabí Amicos, apellido de clara naturaleza romance, si bien otros estudiosos fechan la mencionada lápida en el siglo IX.

A la caída del califato cordobés, Lucena se integró en los reinos de taifas, concretamente en el granadino del jefe bereber Zawi ibn Ziri. Lucena era una población hebrea en su práctica totalidad dirigida política, militar y administrativamente por un zaím. Los judíos lucentinos habían pactado con Habus ibn Maksan, sobrino de Zawi, por haberle correspondido las poblaciones del sur de Córdoba en el reparto que hizo con su tío de los territorios de la taifa.

En Granada, tras la muerte de Habus en 1038, su hijo y sucesor Badis ibn Habus designó al judío de origen emeritense Samuel ibn Nagrella como su principal consejero, el cual se encargó de la dirección económica y financiera de la taifa. Los judíos granadinos, sin embargo, se sintieron acosados por los impuestos y se creó un clima de animadversión hacia Nagrella; por otra parte el ala más fanática de los musulmanes experimentó también sentimientos de profunda antipatía para con el primer ministro judío.A la muerte de Samuel en 1056, su hijo Josef continuó la labor de su padre al frente de la administración de la taifa granadina.Josef, que por su conducta prepotente exaltó el antijudaismo, trató de derrocar a Badis, pero los musulmanes se levantaron contra él y sus correligionarios en 1066, causando la muerte a cerca de cuatro mil judíos, entre ellos al propio Josef, que fue crucificado. Gran número de casas judías fueron expoliadas y los supervivientes de la persecución huyeron de Granada y en gran parte se refugiaron en Lucena. Amador de los Ríos indica que la esposa de Josef y su hijo lograron salvar la vida entre los que huyeron y se acogieron a la ciudad de Lucena, emporio a la sazón del comercio hebreo. Es a partir de este momento, el de la destrucción de la aljama judía granadina, cuando en la ya de por sí importante comunidad judía de Lucena se integra lo más destacado de la intelectualidad hebrea de Granada, convirtiéndose en el centro del estudio del Talmud.

El bisnieto de Habus, el emir Abd Allah, último monarca zirí de Granada, dejó escrito en sus Memorias el levantamiento contra él, en los últimos tiempos de su emirato (1075-1090), de la población de Lucena, cuando Al-Mutamid de Sevilla desde Córdoba acosaba ya al reino granadino, texto que aporta bastante al conocimiento de la comunidad judía lucentina.

Esta comunidad judía lucentina de la segunda mitad del siglo XI pretende inteligentemente sacar provecho de su condición fronteriza entre las taifas de Granada y Córdoba, esta última anexionada por Al-Mutamid de Sevilla.

El miedo a que Al-Ándalus cayese en poder de los cristianos hizo que Al-Mutamid y otros gobernantes de las taifas discurriesen pedir ayuda al caudillo almorávide Yusuf ben Tasufin. La población veía con simpatía esa ayuda, ya que sufría penosas cargas impositivas y la inseguridad de los ataques cristianos; por otra parte, los intelectuales no veían bien la situación basada en la ilegalidad de la política de los reyes de taifas. A la postre, el aliado almorávide se convertiría en invasor y dominador. Los judíos lucentinos, en un alarde de inteligente previsión, ofrecieron su vasallaje al líder norteafricano antes de que ninguna otra población se entregase a los almorávides.

Lucena recibió la visita de Yusuf en el primer decenio del siglo XII. Él era conocedor de que Lucena constituía desde mucho tiempo atrás un centro relevante de población judía. A propósito de esta antigua relevancia, no está de más acudir a una cita de Julio Caro Baroja:

Mientras duró el califato de Occidente, e incluso los reinos de Taifas, su prosperidad [la de los judíos] fue tan grande que incluso había ciudades enteras, como Lucena, en la que la población judía formaba casi como una república independiente.

Con la dominación almorávide, Lucena consiguió la más alta prosperidad económica y el mayor desarrollo cultural y, como ya se ha apuntado, fue en este tiempo el lugar central del conocimiento e interpretación del Talmud.

En 1122 el caudillo norteafricano Tumart comenzó a rebelarse contra los almorávides, formando un grupo llamado al-mohade, esto es, el monoteísta. Su integrismo religioso fue el que le hizo atacar a los almorávides y otras confesiones religiosas. Abraham ibn Daud le atribuye la siguiente expresión en referencia a los judíos:

Los terminaremos y no se recordará el nombre de Israel nunca más.

A la muerte de Tumart en 1130 le sucede Abd al-Mumim quien comenzó la conquista de Al-Ándalus en 1146, tras proclamar el imperio almohade en Marruecos y aprovechándose de los conflictos internos en Ál-Andalus contra los almorávides. En 1148, ante la presencia almohade, los judíos lucentinos se encontraron en la difícil tesitura de elegir entre la islamización y la muerte, lo que condujo a la desaparición oficial del judaísmo lucentino, con la clausura de su prestigiosa Academia, la búsqueda de asilo entre los cristianos por parte de los huidos y la más que probable transformación de la sinagoga en mezquita en sitio del ocupado hoy por la iglesia de San Mateo, si bien todo apunta a que material constructivo procedente de esta sinagoga fuese integrado en la iglesia de Santiago (1503).

Familias de conversos, atraídas por la fama de Lucena en tiempos pretéritos y la añoranza de morar en la tierra de sus antepasados, durante el siglo XVI y en épocas anteriores se establecieron en Lucena, donde ya desde finales del Quinientos, principios del Seiscientos, ocupaban una buena parte de los puestos de importancia en la sociedad local, adquiriendo sus miembros cargos concejiles, escribanías, etc. Muchas familias de la élite lucentina de los siglos posteriores tienen su arranque en aquellos conversos. Vestigios de aquel poder son el edificio de la actual Biblioteca Pública Municipal, antiguo Palacio de los Condes de Hust, o el Centro de Interpretación de la Ciudad, antiguo Palacio de los Condes de Santa Ana.

La actividad económica fundamental llevada a cabo por los judíos lucentinos en la época de esplendor era la comercial. La salida principal del comercio lucentino se encontraba en el puerto de Pechina (Almería). Amador de los Ríos, al hablar de los judíos en la época almorávide, manifiesta cómo desde antiguo se había señalado Lucena:

No tanto por la riqueza de sus campos, colmados de granadas mieses y cuajados de pingües viñedos y olivares, como por la fecunda actividad de su industria y de su comercio.

Con la clausura de la Academia rabínica lucentina se puso punto final a un esplendor intelectual hebreo que había empezado a consolidarse como foco de primera magnitud con la ingente figura de Ishaq ibn Gayyat. El núcleo de intelectuales hebreos de Lucena gozó de un inmenso prestigio recibiendo consultas de las más diversas partes del mundo. La Academia rabínica de Eliossana, nombre hebreo de Lucena, recibió sustanciosas aportaciones de Córdoba y Granada para posteriormente influir o prolongarse, tras su desaparición, en Toledo (judíos lucentinos fueron el germen de la celebrada Escuela de Traductores) y Egipto.

Poetas lucentinos anteriores a ibn Gayyat (siglos X-XI) fueron Ishaq ibn Mar Saul e Ishaq ibn Chiquitilla (Chicatella), ambos también filólogos estudiosos de la Escritura. Saul fue un poeta innovador en la utilización de nuevas técnicas compositivas. Chiquitilla, con un gran conocimiento de la cultura árabe, es famoso por sus azharot, donde glosa los 613 preceptos judaicos.

A la muerte de ibn Gayyat sucedería a éste en la presidencia de la Academia lucentina Ishaq ibn Yacob al-Fasi, que había nacido en Argelia en 1013, viviendo años en Fez, de ahí su apellido. Al-Fasi puede considerarse como el más destacado talmudista después de Maimónides. Bajo su dirección, el foco intelectual hebraico lucentino se convirtió en lugar de máxima atracción para los estudiosos y eruditos. Al-Fasi gozó de gran fama como jurista, siendo autor de una síntesis del Talmud titulada Halakot (Leyes), que sería el punto de arranque de la obra de Maimónides. A los 90 años falleció y fue sepultado en Lucena en 1103. En su epitafio Mosé ibn Ezra escribio:

Aquí está enterrada la fuente de la sabiduría.

Entre los poetas relacionados con la Academia lucentina no se puede olvidar a Abraham ibn Ezra (1089-1164), tudelano, que tras la invasión almohade viajó por Europa y Oriente. Más que por la calidad de su obra, nos interesa por habernos dejado en su Ahad yarad el famoso canto elegíaco al ocaso del esplendor de la Lucena judía. También se sabe del paso por Lucena de Yehudá ha-Leví (circa 1070-1141), tudelano como el anterior ibn Ezra. Fue notable médico y gozó de merecida fama como poeta. Igualmente médico y poeta fue el cordobés Yoná ibn Yaná, nacido alrededor del 990, estudiante en Lucena y que se ocupó en la primera gramática sistemática de la Biblia en árabe.

Tras la muerte de Al-Fasi en 1103 ocupó la dirección de la Academia lucentina Yosef ha-Levi ibn Mair ibn Megas nacido probablemente en Sevilla en 1077. Era hijo de Mair ha-Levi ibn Megas, que a su vez lo era de Yosef ibn Megas quien huyó de Granada para refugiarse en Sevilla cuando Badis fue proclamado rey de la taifa ya que era partidario de Boluggin, hermano y contendiente de Badis.

A los doce años, en 1089, Yosef llegó a Lucena para estudiar con Al-Fasi, que acababa de acceder a la dirección de la Academia lucentina. A la muerte de al-Fasi en 1103, Yosef fue designado su sucesor, manteniéndose como rabino mayor de Lucena durante treinta y ocho años, hasta su fallecimiento en 1141. Su fama llegó hasta Egipto y Babilonia. Entre sus discípulos se encontraban su hijo Mair, su sobrino (hijo de un hermano) igualmente llamado Mair y Maimon, el padre del celebérrimo Maimónides; de este último se dice que asistió a los tres o cuatro años de edad a las clases de Yosef, el rabino de Lucena, dando a conocer su precoz inteligencia.

La descripción más utilizada de la Lucena judía es la que el geógrafo Xerif al-Idrisi (n. 1099) recoge de la época almorávide en su Geografía. En ella, además de señalar como tantos otros autores a Lucena como ciudad de los judíos, indica que en el arrabal, carente de cerca, vivían los musulmanes y algunos judíos, y en él se encontraba la mezquita mayor; en la ciudad moraban ricos judíos que no dejaban a los musulmanes penetrar en ella; la ciudad se rodeaba de buenas murallas y de un hondo foso al que iban a parar las aguas de las acequias.

El hallazgo material más importante que se ha llevado a cabo en la historia reciente de Lucena en relación con la cultura hebrea ha sido la necrópolis judía, de la que se documentaron 346 tumbas excavadas en la Ronda Sur y cuyo descubrimiento data de 2007. En 2011 aparecieron otras 50 tumbas en una zona colindante. En la primera excavación se halló una lápida con epitafio dedicado a rabí Lactosus, semejante a la de rabí Amicus, ya citada, encontrada en una tapia de la calle Santiago, 2, en 1958. A finales de 2011 se efectuó la reinhumación de restos en la necrópolis judía de Lucena por la federación Española de Comunidades Judías y el Ayuntamiento de Lucena.


Luis Fernando Palma Robles, cronista oficial de Lucena
Mesa Técnica Lucena Judía

Antigua Puerta Blanca o del Peso

Antigua Puerta Blanca o del Peso. Alejandro López Valle © Delegación de Turismo. Excmo. Ayuntamiento de Lucena

En línea con la céntrica calle las Torres, se levantaba la parte occidental de la muralla, hoy perdida, de defensa de la judería lucentina.

En esta calle se alzaban varios cubos defensivos, entre ellos las dos torres que flanqueaban la Puerta del Peso de la Harina, también llamada Blanca, que dio nombre a una de las calles principales de la ciudad.

Antigua Puerta de Granada

Calle Barahona de Soto, esquina Plaza del Coso, donde se encontraba la antigua Puerta de Granada. © Pablo Roldán

En la entrada de calle Barahona de Soto, esquina Plaza del Coso, la muralla se abría tras saltar la calle del Jardín, actual calle Barahona de Soto, entonces más estrecha y flanqueada por torres entre las cuales se encontraba la puerta de Granada.

Antigua Puerta de la Villa

Antigua Puerta de la Villa. Alejandro López Valle © Delegación de Turismo. Excmo. Ayuntamiento de Lucena

En el tramo central de la calle Plaza Alta y Baja, justo en la entrada de la calle Flores de Negrón, se levantaba antaño la antigua Puerta de la Villa, una de las más importantes del recinto amurallado.

La muralla oriental recorría la calle Plaza Alta y Baja y en ella se abría esta puerta denominada como Puerta de la Villa y, más tarde, como arco de San Jorge, por haberse construido junto a ella una pequeña ermita dedicada a este santo tan vinculado a la ciudad. Esta puerta daba acceso a la actual calle de las Flores de Negrón, y conectaba con uno de los barrios más antiguos de la ciudad, el barrio de Santiago, posible arrabal medieval muy cercano en el tiempo a la época del esplendor de la Lucena judía.

Antigua Torre de la Vela

Calle Las Torres. Alejandro López Valle © Delegación de Turismo. Excmo. Ayuntamiento de Lucena

La antigua torre medieval de la Vela estuvo en pie hasta la segunda mitad del siglo XX y se localizaba en la entrada de la actual calle Juan Valera esquina calle Julio Romero de Torres o de las Torres.

Formaba parte de la antigua muralla de la villa, en cuyo interior se ubicaba la judería lucentina. La muralla iba desde la calle Juan Valera y en ángulo continuaba por la calle de las Torres, llamada así por la existencia de varios torreones defensivos. La Torre de la Vela, acaso la más importante de la muralla, formaba parte del convento de clausura de Santa Clara.

Es de destacar la existencia en sus cercanías del Palacio de los Marqueses de Torreblanca, Círculo Lucentino, un palacio construido a mediados del siglo XIX. En su interior destacan un patio porticado decorado con azulejería tradicional y el Salón de los Espejos, en su planta superior, decorado con unos bellos espejos traídos desde Francia por el ilustre pintor cordobés Julio Romero de Torres.

Antigua judería

-Panorámica de Lucena con la Judería en el centro de la imagen. © Miguel A. Cabeza-Delegación de Turismo. Excmo. Ayuntamiento de Lucena

El viajero y geógrafo Al-Idrisí, en su célebre descripción de nuestra ciudad hace referencia a la situación de la villa de Lucena, explicando que en el interior de las murallas los judíos eran los únicos propietarios, y mantenían sus guardias para vigilar a sus enemigos, que no podían ser otros que los musulmanes, obligados a vivir en el arrabal. Dice así:

Entre el Sur y el Oeste (de Cabra) está Lucena, la ciudad de los judíos. El arrabal está habitado por musulmanes y por algunos judíos; en él se encuentra la mezquita, pero no está rodeado de murallas. La villa, por el contrario, está ceñida de buenas murallas, rodeada por todas partes por un foso profundo y por canales cuyos excedentes de agua vierten en este foso. Los judíos viven en el interior de la villa y no dejan penetrar en ella a los musulmanes. Son allí los judíos más ricos que en algún país sometido a la dominación musulmana y están muy sobre aviso de las empresas de sus rivales. De Lucena a Córdoba se cuentan 20 leguas.

En definitiva, la villa de Lucena estaba habitada por judíos y los arrabales por musulmanes. Las casas, sinagogas y escuela talmúdica se desarrollaban intramuros, delimitados por las actuales calles Plaza Alta y Baja, Calle Las Tiendas, Calle Canalejas, Calle Las Torres y atravesaba la manzana del antiguo convento de Santa Clara en dirección oeste-este para unir y cerrar la cerca defensiva, de nuevo con la Plaza Alta y Baja. Al-Idrisi, en el siglo XII d. C. en sus comentarios sobre las ciudades que visita alude a la existencia de arrabales externos de población musulmana, la cual tenía vedada la entrada al interior del recinto amurallado de la medina.

Abraham ibn Daud

Aunque superado por Maimónides, Abraham ibn Daud (1110-1180) es el verdadero padre del pensamiento judío racionalista. Filósofo e historiador, fue famoso por introducir el pensamiento aristotélico dentro del conocimiento del judaísmo, siendo el primer pensador judío partidario del racionalismo de Aristóteles, antes de Maimónides. Hasta entonces los judíos habían tendido al neoplatonismo, como es el caso de Ibn Gabirol.

De su vida sabemos que, al igual que muchos otros judíos —entre ellos Maimónides y su familia—, huyó de la ciudad tras la invasión de los intolerantes almohades en 1148 y se refugió en Toledo. Allí escribió en árabe en 1160 su obra filosófica Al-Akidah al-Rafiyah (La fe sublime), que posteriormente fue traducida al hebreo, y alrededor de 1161 su obra más famosa, Sefer ha-Cabalá (Libro de la tradición), una detallada lista de las generaciones de líderes espirituales judíos, desde Moisés a los rabinos coetáneos.

Murió en Toledo en 1180. En 2010 se celebró el noveno centenario de su nacimiento.

Antigua sinagoga. Parroquia de San Mateo

Parroquia de San Mateo. © Thyzzar-Delegación de Turismo-Excmo. Ayuntamiento de Lucena

En el solar de la iglesia de San Mateo se encontraba la antigua sinagoga y luego mezquita de la ciudad, hasta que en 1240, después de la conquista cristiana, se adaptó al nuevo culto. Dos siglos y medio más tarde encontramos constancia documental de la reutilización de los materiales del viejo templo, entre ellos posiblemente los restos de la sinagoga, para edificar la parroquia de Santiago, que claramente nos evoca las formas de las sinagogas de planta basilical toledana y segoviana.

Considerada como la Catedral de la Subbética, la iglesia actual de San Mateo responde a los cánones artísticos gótico-mudéjares y renacentistas. Fue iniciada en 1498, en la parte de la cabecera, junto con las portadas de la sacristía y la exterior de Nuestra Señora de la Umbría. La portada de San Miguel, realizada en 1544, es de transición del gótico-renacentista. El resto del edificio es renacentista, presenta tres naves con grandes pilares donde se apoyan arcos apuntados de inspiración mudéjar, así como una portada principal de claras influencias clásicas. En su interior destaca el retablo mayor, elaborado por Jerónimo Hernández y por Juan Bautista Vázquez el Viejo.

En el interior del templo de San Mateo sobresale la magnífica capilla del Sagrario, realizada entre 1740 y 1772 sobre trazas del arquitecto local Leonardo Antonio de Castro y considerada como una de las joyas del barroco cordobés y andaluz. Presenta una magistral portada realizada por el célebre maestro Juan del Pino Ascanio.

La Capilla tiene planta octogonal y en su alzado se levantan cuatro robustos machones, que a modo de pilastras sustentan cuatro pechinas. Los maestros Jerónimo y Acisclo Ramírez de Quero dirigieron las obras, mientras que el recargado plan decorativo del conjunto, repleto de símbolos eucarísticos, doctores de la Iglesia, santos relacionados con la devoción al Santísimo Sacramento, elementos ornamentales de carácter vegetal o geométrico, espejos, fue encomendado al escultor local Pedro de Mena y Gutiérrez, que también realizó la talla del grandioso tabernáculo que se alza en el centro de la capilla.

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

Busto de Al-Fasi

Busto de Al-Fasi. © Thyzzar-Excmo. Ayuntamiento de Lucena

En la sala judía del Museo Arqueológico de Lucena encontramos un busto con la figura de otro de los rabís más importantes que tomaron las riendas de la academia lucentina. Se trata de Isaac ben Yaacob Al Fasi que estuvo al frente de ella entre los años 1089 a 1103.

Isaac Al-Fasi, segundo gaón de Eliossana, mostraba dotes políticas y diplomáticas, y contribuyó de manera sobresaliente el estudio del Talmud en las tierras de Al-Andalus.

Isaac Al-Fasi

Isaac ben Jacob Al-Fasi (1013-1103) nació y pasó la mayor parte de su vida cerca de la ciudad de Fez, de ahí su sobrenombre. Por circunstancias tuvo que exiliarse a Córdoba en 1088 y al año siguiente lo encontramos en Lucena. Se convirtió en nasí de la comunidad judía en Lucena y fundó una reputada academia talmúdica, despertando un renacimiento de los estudios talmúdicos en España.

Su codificación del Talmud llamada Sefer Ha-halachot (Libro de las leyes), trata sobre la Halajá y está a la misma altura que las obras de Maimónides y Yosef Caro. Fue concluyente en el establecimiento de la supremacía del Talmud babilónico sobre el Talmud palestino.

Castillo del Moral. Museo Arqueológico

Castillo del Moral. © Alejandro López Valle-Delegación de Turismo. Excmo. Ayuntamiento de Lucena

En pleno centro de la ciudad se localiza el Castillo del Moral, una fortaleza medieval, declarada bien de interés cultural. Su parte central, la más antigua, fue probablemente realizada entre los siglos XI y XII, en la época de la Lucena judía pero la actual fortaleza fue muy transformada tras la conquista cristiana de la villa.

Su estructura inicial de planta cuadrada tiene torres en los ángulos, destacando la Torre del Moral, de planta octogonal y cubierta barroca, muestra al exterior un escudo que representa de forma esquemática una parra zarzamora que la da nombre a la fortaleza. También destaca la Torre del Homenaje, posible celda del último rey granadino Boabdil, el Chico, capturado en la batalla del Martín González, en 1483, a manos del regidor lucentino Martín Hurtado. Desde el siglo XVI el castillo es trasformado en palacio residencial de los señores de Lucena, los Marqueses de Comares para posteriormente pasar a ser Palacio y Castillo de los Medinaceli.

Actualmente alberga el Museo Arqueológico y Etnológico de la ciudad, con una serie de salas expositivas que tratan de la evolución de la vida en la tierra, la evolución cultural y física del ser humano, la cerámica, sala judía, el mundo ideológico, la topografía y la evolución hacia la modernidad de la ciudad de Lucena.

Escultura del rabí Yosef Ibn Meir Ha-Levi Ibn Megas

Busto de Ibn Megas. © Thyzzar-Delegación de Turismo. Excmo. Ayuntamiento de Lucena

En la plaza o llanete de Santiago se encuentra la escultura homenaje a uno de los rabí más importantes de la antigua Perla de Sefarad, la ciudad de los judíos, el busto de Joseph Ibn Meir Ha-Levi Ibn Megas.

Yosef Ibn Meir Ha-Levi Ibn Megas

Yosef Ibn Meir Ha-Levi Ibn Megas (1077-1141) nació en Sevilla (hay quien dice que en Granada) y se trasladó a Lucena a la edad de 12 años para estudiar bajo la dirección del renombrado talmudista Isaac Al-Fasi durante catorce años. La antigua escuela talmúdica de Eliossana estuvo a su cargo a principios del siglo XII, y entre los acontecimientos que le tocó vivir destaca el pago que tuvo que realizar como rescate de la comunidad hebraica ante la presión de los almorávides en el 1106. Es autor de unas doscientas Responsa, (She'elot uTeshuvot Ri Migash), originalmente en árabe, muchas de las cuales son citadas en la obra de Bezalel Ashkenazi Shittah Mekubetzet.

Sobre la personalidad se conocen escasos datos, pero se sabe que contó con discípulos, entre ellos el padre de Maimónides, Maymun. El propio Maimónides en uno de sus capítulos de sus Ketubot y en comentario en el tratado de erobin, habla de la gran sabiduría e inteligencia de Ibn Megas.

Su labor en la academia lucentina terminó 1141 y sus descendientes fueron testigos del final de la comunidad judía lucentina, ya que en el 1148 los almohades expulsaron a dicha comunidad.

Lápida del rabí Amicos

-Lápida del rabí Amicos. © Delegación de Patrimonio-Excmo. Ayuntamiento de Lucena

La lápida de Rabí Amicos es una evidencia de que la ciudad de Lucena fue refugio de judíos no sólo de Córdoba y más tarde Granada, sino también de otros lugares. La lápida apareció en 1958 en el número dos de la calle Santiago, en la remodelación del muro de una casa.

El profesor Cantera Burgos remonta su tipo de escritura al siglo XI, y afirma que la inscripción está dedicada a un maestro hebreo del norte de España emigrado a Lucena donde falleció. El profesor Jordi Casanovas basándose en la tipología de letra adelanta la cronología de la lápida a los siglos IX y X.

Actualmente se expone una reproducción en la sala judía del Museo Arqueológico en el Castillo del Moral.

La inscripción de una de sus caras aparece inacabada, mientras que en el anverso sí se lee una leyenda de temática funeraria, con la siguiente traducción:

Rabí Amicos
duerma en paz y descanse
en paz hasta que venga el consolador,
pregonero de paz en la puerta de
Salem, albriciador de paz,
y dígasele: sea su morada
Paz.

Lápida del rabí Lactosus

Lápida del rabí Lactosus. © Delegación de Patrimonio-Excmo. Ayuntamiento de Lucena

En el año 2007 apareció en la necrópolis judía de la ronda sur de Lucena una lápida con caracteres hebreos, la segunda aparecida en Lucena. Según las pruebas de carbono 14 realizadas en diversas tumbas de la necrópolis, han permitido una datación de la misma hacia el año 1050, coincidiendo con la época de esplendor de la Lucena judía. Según los estudios de profesor Jordi Casanovas basándose en criterios en paleográficos, onomásticos, fechan la pieza en la segunda mitad del siglo X o en la primera del XI.

La transcripción de la lápida es la siguiente:

Rabí Lactosus duerma
en paz. Descanse en paz
hasta que venga el Consolador
que anuncia la paz
en la puerta de la paz [---]
paz. Decidle:
descansa en paz.

Necrópolis Judía

Necrópolis Judía. © Delegación de Patrimonio-Excmo. Ayuntamiento de Lucena

En el 2006, la construcción de la ronda de circunvalación de la zona sur de Lucena pusieron al descubierto un cementerio de época medieval andalusí. Aparecieron unas 346 tumbas que se adaptaban a la topografía del terreno en las que el ritual de enterramiento utilizado fue la inhumación, en fosa simple o doble, a veces con nicho o covacha lateral tapada con lajas o tégulas romanas. Los restos óseos que determinaron un periodo altomedieval de entre los años 1000 y 1050 coincidían con las fechas de mayor esplendor de la Lucena judía.

Incluso se halló una lápida funeraria con caracteres hebreos, con una cronología de entre los siglos VIII y IX por el tipo de letra, analizada por el doctor en Filología Semítica Jordi Casanovas.

El cementerio

El cementerio se ubicaba extramuros, a cierta distancia del barrio judío. El terreno elegido:

  • Tenía que ser tierra virgen
  • Estar en pendiente
  • Estar orientado hacia Jerusalén

La judería debía tener un acceso directo al cementerio para evitar que los entierros tuviesen que discurrir por el interior de la ciudad.

Los reyes autorizaron después de 1492 (en Barcelona en 1391), que las piedras de los cementerios judíos pudieran ser reaprovechadas como material de construcción. Así, no es extraño encontrar fragmentos de inscripciones hebreas en varias construcciones posteriores.

A pesar del expolio que sufrieron desde finales del siglo XIV, la memoria de estos cementerios ha perdurado como nombre en determinados lugares, por ejemplo, Montjuïc en Barcelona o Girona. Sabemos de la existencia de más de veinte cementerios judíos medievales. Otros sólo se conocen o bien por la documentación o bien por las lápidas conservadas. El de Barcelona, en Montjuïc, fue excavado en el año 1945 y 2000, el de Sevilla en 2004, el de Toledo en 2009 y el de Ávila en 2012.

Palacio de los Condes de Santa Ana-Centro de Interpretación de la ciudad

Palacio de los Condes de Santa Ana. © Thyzzar. Delegación de Turismo. Excmo. Ayuntamiento de Lucena

El palacio barroco de los Condes de Santa Ana, es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura civil del siglo XVIII en nuestra ciudad. Su construcción fue promovida por la familia Mora-Saavedra, entre los años 1730 y 1750. Esta familia de posibles raíces judeo-conversas, fueron los que recibieron posteriormente el título de los Condes de Santa Ana.

En su arquitectura destacan, además de su magnífica fachada, sus dos patios, el segundo de ellos porticado, y su bella escalera, coronada con una bóveda, atribuida por su estilo a dos de los últimos maestros lucentinos, Francisco José Guerrero y Pedro de Mena Gutiérrez.

El palacio alberga en su interior el Centro de Interpretación de la Ciudad de Lucena y la Oficina Municipal de Información Turística, con una serie de salas temáticas y expositivas, así como la escultura del Eros de época romana, encontrada durante las obras ejecutadas para la rehabilitación del edificio.

El Centro de interpretación de la ciudad contiene una sala llamada Judíos en la que se muestran los diferentes tipos de enterramientos que se utilizaron en la necrópolis de Lucena y también los elementos destacados de la vida, literatura y organización social de la comunidad hebrea lucentina.

Parroquia y Barrio de Santiago

Parroquia de Santiago. © Manuel Roldán Fernández- Delegación de Turismo. Excmo. Ayuntamiento de Lucena

A través de la calle Flores de Negrón se accede a uno de los barrios más antiguos de la ciudad el barrio de Santiago, posible arrabal de la época del esplendor de la Lucena judía.

La parroquia tradicionalmente se ha considerado como antigua sinagoga judía, pero posiblemente en su construcción se reutilizaron los materiales del entonces recién demolido viejo templo de San Mateo, donde realmente pudo estar la antigua sinagoga y mezquita.

La parroquia de Santiago de estilo gótico-mudéjar, se inició en 1503, por disposición testamentaria de García Méndez de Sotomayor, el Comendador de la Orden de Santiago. La iglesia es de planta rectangular, presenta tres naves divididas por pilares octogonales que soportan arcos apuntados de ladrillo con alfiz. Las tres naves se cubren con artesonado reconstruido siguiendo el modelo del original. Hoy, decorada en armonía con el estilo mudéjar del resto del templo, se venera en ella el Cristo de la Columna, obra del insigne escultor sevillano Pedro Roldán, realizada en el siglo XVII, y Nuestra Señora de la Esperanza.

En la plaza o llanete de Santiago se encuentra la escultura homenaje a uno de los rabí más importantes de la antigua Perla de Sefarad, la ciudad de los judíos. El busto representa a Yosef Ibn Meir Ha-Levi Ibn Megas.

Pasada la parroquia de Santiago, nos adentramos en el Llano de la Tinajerías, lugar donde estaban concentradas la mayoría de las alfarerías y tinajerías de Lucena. Allí podemos visitar algunas alfarerías artesanas, cuya tradición se pierde en el tiempo.

La industria alfarera lucentina debió mantenerse viva y pujante durante la Edad Media, especialmente en la época judía –siglos IX al XII- cuando la constatada explotación de abundantes viñedos y olivares en torno a Lucena precisó no sólo de grandes recipientes para la conservación de los ricos mostos y los siempre apreciados aceites locales, sino de todo un conjunto de productos indispensables para la construcción y el uso doméstico.

Plaza del Aguilar. Antigua Puerta de Córdoba

Antigua Puerta de Córdoba. Plaza de Aguilar. Alejandro López Valle © Delegación de Turismo. Excmo. Ayuntamiento de Lucena

En la parte septentrional del lienzo amurallado, se situaba la antigua Puerta de Córdoba, otro espacio flanqueado por torres. El muro recorría parte de la actual calle Canalejas y tras abrirse, con la Puerta de Córdoba, seguía a las espaldas de las casas de la actual calle las Tiendas. Antaño se encontraba en este lugar una fuente del 1675 con escudos de la Casa Real y de Lucena.

Plaza del Coso-Plaza de España

Plaza del Coso. © Miguel A.Cabeza-Ayuntamiento de Lucena

Centro neurálgico de la ciudad, la Plaza del Coso es la más antigua de la ciudad y fue utilizada como lugar de mercado, fiestas, corridas, ejecuciones y paradas militares hasta la construcción en 1618 de la Plaza Nueva.

La Plaza del Coso se encontraba junto al cinturón amurallado que pertenecía a la antigua villa que formaba parte del Palacio y Castillo de Medinaceli.

En el ángulo meridional se conserva una escultura de bronce de un niño con una concha del último tercio del siglo XVIII, representando al dios Atis, originariamente adornaba algún rincón del jardín de antiguo Palacio ducal de Medinaceli. También en la plaza encontramos, en su suelo, la representación del escudo de la ciudad, realizado en torno al 1953.

Velón de Lucena

Velón de Lucena. © Thyzzar-Excmo. Ayuntamiento de Lucena

En la primera planta del Museo Arqueológico y Etnológico de Lucena podemos contemplar la imagen del típico velón lucentino original.

La tipología del velón lucentino puede remontarse en su esencia a la lucerna romana, e incluso como una posible reinterpretación de las formas de los candiles medievales usados en época andalusí en las casas de tantos lucentinos en la Edad Media.

Cuenta la historia que Miguel de Cervantes escribió una de las obras más importante de nuestra literatura, El Quijote, a luz de un velón de Lucena.

Aunque las noticias fehacientes sobre la existencia de velonerías sólo se remontan al último tercio del siglo XVIII, es indudable que este elemento fundamental del ajuar doméstico y se producía en Lucena con mucha anterioridad, exportándose, junto con otros utensilios de uso común, elaborados tanto en bronce como en latón o cobre, como capuchinas, almireces, braseros, chocolateras o alambiques para destilar aguardientes.

De toda esta tradicional industria, el velón constituye uno de los símbolos definidores de Lucena, formando parte esencial de los elementos que la identifican.

El siglo XIX conoció un notable incremento de la industria velonera cuyos productos se exportaban a Francia, Portugal y Marruecos, recordándose especialmente la popular figura trashumante del carguero de velones, que de pueblo en pueblo, ofrecía su mercancía. Durante el primer tercio del siglo XX, con la implantación de la luz eléctrica, el velón se transformó en un elemento decorativo, depurando su diseño tradicional, al que se imprimieron cualidades artísticas indudables, diferentes estilos, e incluso mejoras de orden práctico, como los brazos y las pantallas, en las cuales se hizo tradicional la inclusión del blasón de Lucena.

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