En un responsum del rabí Natronai ben Hilai, gaón de Sura, correspondiente al año 853, se documenta que, aunque por aquellos años en
Córdoba los árabes no permitían el crecimiento de la comunidad judía, la vecina Lucena era una ciudad de muchos judíos:
No hay un gentil entre vosotros.
De los comienzos del segundo tercio del siglo IX datan las más antiguas pruebas del
intercambio de correspondencia entre los gaones de Babilonia y los rabinos judíos
de Lucena y Barcelona.Es al final del siglo IX cuando desarrolla su labor en Lucena Eleazar ibn Samuel Hurga, uno de los sabios judíos españoles que más destacan del siglo IX. Desde Lucena mantenía
abundante correspondencia con los gaones de Babilonia. Allí marchó para integrarse
en el núcleo de intelectuales hebreos más importantes del momento y estableció por
un tiempo su residencia en Sura, donde recibió los títulos de alluf de España y resh kalla, como reconocimiento a su ciencia y erudición.
El acceso al poder del califa Abd al-Rahman III (912) trajo consigo una etapa de auge
y florecimiento para los judíos residentes en Córdoba y supuso tal vez una cierta
dependencia o relegación de la comunidad judía lucentina respecto de la capital cordobesa,
ya que en ésta brillaba en todo su esplendor el talento del Hasday ibn Saprut, fallecido
probablemente en 976.
El supuesto papel secundario desempeñado por la comunidad hebrea lucentina respecto
de la de Córdoba se modificó a consecuencia de la persecución de los bereberes mandados
por Suleimán en el mes de abril del año 1013 y la consiguiente expulsión de los judíos de la capital
cordobesa. Buena parte de estos expulsados buscaron refugio en Lucena. Por otra parte es muy probable que a Lucena llegaran entonces emigrantes castellanos,
como parece testimoniar la lápida hebrea encontrada en la lucentina calle de Santiago
en 1958 y que cubría la sepultura del rabí Amicos, apellido de clara naturaleza romance,
si bien otros estudiosos fechan la mencionada lápida en el siglo IX.
A la caída del califato cordobés, Lucena se integró en los reinos de taifas, concretamente
en el granadino del jefe bereber Zawi ibn Ziri. Lucena era una población hebrea en
su práctica totalidad dirigida política, militar y administrativamente por un zaím. Los judíos lucentinos habían pactado con Habus ibn Maksan, sobrino de Zawi, por
haberle correspondido las poblaciones del sur de Córdoba en el reparto que hizo con
su tío de los territorios de la taifa.
En Granada, tras la muerte de Habus en 1038, su hijo y sucesor Badis ibn Habus designó al judío de origen emeritense Samuel ibn Nagrella como su principal consejero, el cual se encargó de la dirección económica y financiera
de la taifa. Los judíos granadinos, sin embargo, se sintieron acosados por los impuestos
y se creó un clima de animadversión hacia Nagrella; por otra parte el ala más fanática
de los musulmanes experimentó también sentimientos de profunda antipatía para con
el primer ministro judío.A la muerte de Samuel en 1056, su hijo Josef continuó la labor de su padre al frente de la administración de la taifa granadina.Josef, que por su conducta prepotente exaltó el antijudaismo, trató de derrocar a Badis, pero los musulmanes se levantaron contra él y sus correligionarios en 1066, causando
la muerte a cerca de cuatro mil judíos, entre ellos al propio Josef, que fue crucificado. Gran número de casas judías fueron
expoliadas y los supervivientes de la persecución huyeron de Granada y en gran parte
se refugiaron en Lucena. Amador de los Ríos indica que la esposa de Josef y su hijo
lograron salvar la vida entre los que huyeron y se acogieron a la ciudad de Lucena,
emporio a la sazón del comercio hebreo. Es a partir de este momento, el de la destrucción de la aljama judía granadina, cuando en la ya de por sí importante comunidad judía de Lucena se
integra lo más destacado de la intelectualidad hebrea de Granada, convirtiéndose en
el centro del estudio del Talmud.
El bisnieto de Habus, el emir Abd Allah, último monarca zirí de Granada, dejó escrito en sus Memorias el levantamiento contra él, en los últimos tiempos de su emirato (1075-1090), de la población de Lucena,
cuando Al-Mutamid de Sevilla desde Córdoba acosaba ya al reino granadino, texto que aporta bastante
al conocimiento de la comunidad judía lucentina.
Esta comunidad judía lucentina de la segunda mitad del siglo XI pretende inteligentemente
sacar provecho de su condición fronteriza entre las taifas de Granada y Córdoba, esta
última anexionada por Al-Mutamid de Sevilla.
El miedo a que Al-Ándalus cayese en poder de los cristianos hizo que Al-Mutamid y
otros gobernantes de las taifas discurriesen pedir ayuda al caudillo almorávide Yusuf
ben Tasufin. La población veía con simpatía esa ayuda, ya que sufría penosas cargas
impositivas y la inseguridad de los ataques cristianos; por otra parte, los intelectuales
no veían bien la situación basada en la ilegalidad de la política de los reyes de
taifas. A la postre, el aliado almorávide se convertiría en invasor y dominador. Los
judíos lucentinos, en un alarde de inteligente previsión, ofrecieron su vasallaje
al líder norteafricano antes de que ninguna otra población se entregase a los almorávides.
Lucena recibió la visita de Yusuf en el primer decenio del siglo XII. Él era conocedor
de que Lucena constituía desde mucho tiempo atrás un centro relevante de población
judía. A propósito de esta antigua relevancia, no está de más acudir a una cita de
Julio Caro Baroja:
Mientras duró el califato de Occidente, e incluso los reinos de Taifas, su prosperidad
[la de los judíos] fue tan grande que incluso había ciudades enteras, como Lucena,
en la que la población judía formaba casi como una república independiente.
Con la dominación almorávide, Lucena consiguió la más alta prosperidad económica y el mayor desarrollo cultural y, como ya se ha apuntado, fue en este tiempo el lugar central del conocimiento e
interpretación del Talmud.
En 1122 el caudillo norteafricano Tumart comenzó a rebelarse contra los almorávides, formando un grupo llamado al-mohade, esto es, el monoteísta. Su integrismo religioso fue el que le hizo atacar a los almorávides y otras confesiones religiosas. Abraham ibn Daud le atribuye la siguiente expresión en referencia a los judíos:
Los terminaremos y no se recordará el nombre de Israel nunca más.
A la muerte de Tumart en 1130 le sucede Abd al-Mumim quien comenzó la conquista de Al-Ándalus en 1146, tras proclamar el imperio almohade en Marruecos y aprovechándose de los conflictos internos en Ál-Andalus contra los
almorávides. En 1148, ante la presencia almohade, los judíos lucentinos se encontraron en la difícil tesitura
de elegir entre la islamización y la muerte, lo que condujo a la desaparición oficial del judaísmo lucentino, con la clausura de su prestigiosa Academia, la búsqueda de asilo entre los cristianos por parte de los huidos y la más que probable
transformación de la sinagoga en mezquita en sitio del ocupado hoy por la iglesia de San Mateo, si bien todo apunta a que material
constructivo procedente de esta sinagoga fuese integrado en la iglesia de Santiago (1503).
Familias de conversos, atraídas por la fama de Lucena en tiempos pretéritos y la añoranza
de morar en la tierra de sus antepasados, durante el siglo XVI y en épocas anteriores
se establecieron en Lucena, donde ya desde finales del Quinientos, principios del
Seiscientos, ocupaban una buena parte de los puestos de importancia en la sociedad
local, adquiriendo sus miembros cargos concejiles, escribanías, etc. Muchas familias
de la élite lucentina de los siglos posteriores tienen su arranque en aquellos conversos.
Vestigios de aquel poder son el edificio de la actual Biblioteca Pública Municipal,
antiguo Palacio de los Condes de Hust, o el Centro de Interpretación de la Ciudad,
antiguo Palacio de los Condes de Santa Ana.
La actividad económica fundamental llevada a cabo por los judíos lucentinos en la
época de esplendor era la comercial. La salida principal del comercio lucentino se
encontraba en el puerto de Pechina (Almería). Amador de los Ríos, al hablar de los
judíos en la época almorávide, manifiesta cómo desde antiguo se había señalado Lucena:
No tanto por la riqueza de sus campos, colmados de granadas mieses y cuajados de pingües
viñedos y olivares, como por la fecunda actividad de su industria y de su comercio.
Con la clausura de la Academia rabínica lucentina se puso punto final a un esplendor
intelectual hebreo que había empezado a consolidarse como foco de primera magnitud
con la ingente figura de Ishaq ibn Gayyat. El núcleo de intelectuales hebreos de Lucena gozó de un inmenso prestigio recibiendo
consultas de las más diversas partes del mundo. La Academia rabínica de Eliossana, nombre hebreo de Lucena, recibió sustanciosas aportaciones de Córdoba y Granada
para posteriormente influir o prolongarse, tras su desaparición, en Toledo (judíos lucentinos fueron el germen de la celebrada Escuela de Traductores) y Egipto.
Poetas lucentinos anteriores a ibn Gayyat (siglos X-XI) fueron Ishaq ibn Mar Saul e Ishaq ibn Chiquitilla (Chicatella), ambos también filólogos estudiosos de la Escritura. Saul fue un poeta innovador
en la utilización de nuevas técnicas compositivas. Chiquitilla, con un gran conocimiento
de la cultura árabe, es famoso por sus azharot, donde glosa los 613 preceptos judaicos.
A la muerte de ibn Gayyat sucedería a éste en la presidencia de la Academia lucentina
Ishaq ibn Yacob al-Fasi, que había nacido en Argelia en 1013, viviendo años en Fez,
de ahí su apellido. Al-Fasi puede considerarse como el más destacado talmudista después de Maimónides. Bajo su
dirección, el foco intelectual hebraico lucentino se convirtió en lugar de máxima
atracción para los estudiosos y eruditos. Al-Fasi gozó de gran fama como jurista,
siendo autor de una síntesis del Talmud titulada Halakot (Leyes), que sería el punto de arranque de la obra de Maimónides. A los 90 años falleció y fue sepultado en Lucena en 1103. En su epitafio Mosé ibn
Ezra escribio:
Aquí está enterrada la fuente de la sabiduría.
Entre los poetas relacionados con la Academia lucentina no se puede olvidar a Abraham
ibn Ezra (1089-1164), tudelano, que tras la invasión almohade viajó por Europa y Oriente.
Más que por la calidad de su obra, nos interesa por habernos dejado en su Ahad yarad el famoso canto elegíaco al ocaso del esplendor de la Lucena judía. También se sabe
del paso por Lucena de Yehudá ha-Leví (circa 1070-1141), tudelano como el anterior
ibn Ezra. Fue notable médico y gozó de merecida fama como poeta. Igualmente médico
y poeta fue el cordobés Yoná ibn Yaná, nacido alrededor del 990, estudiante en Lucena
y que se ocupó en la primera gramática sistemática de la Biblia en árabe.
Tras la muerte de Al-Fasi en 1103 ocupó la dirección de la Academia lucentina Yosef ha-Levi ibn Mair ibn Megas nacido probablemente en Sevilla en 1077. Era hijo de Mair ha-Levi ibn Megas, que
a su vez lo era de Yosef ibn Megas quien huyó de Granada para refugiarse en Sevilla
cuando Badis fue proclamado rey de la taifa ya que era partidario de Boluggin, hermano
y contendiente de Badis.
A los doce años, en 1089, Yosef llegó a Lucena para estudiar con Al-Fasi, que acababa
de acceder a la dirección de la Academia lucentina. A la muerte de al-Fasi en 1103, Yosef fue designado su sucesor, manteniéndose como
rabino mayor de Lucena durante treinta y ocho años, hasta su fallecimiento en 1141. Su fama
llegó hasta Egipto y Babilonia. Entre sus discípulos se encontraban su hijo Mair,
su sobrino (hijo de un hermano) igualmente llamado Mair y Maimon, el padre del celebérrimo
Maimónides; de este último se dice que asistió a los tres o cuatro años de edad a
las clases de Yosef, el rabino de Lucena, dando a conocer su precoz inteligencia.
La descripción más utilizada de la Lucena judía es la que el geógrafo Xerif al-Idrisi (n. 1099) recoge de la época almorávide en su Geografía. En ella, además de señalar como tantos otros autores a Lucena como ciudad de los judíos, indica que en el arrabal, carente de cerca, vivían los musulmanes y algunos judíos,
y en él se encontraba la mezquita mayor; en la ciudad moraban ricos judíos que no
dejaban a los musulmanes penetrar en ella; la ciudad se rodeaba de buenas murallas
y de un hondo foso al que iban a parar las aguas de las acequias.
El hallazgo material más importante que se ha llevado a cabo en la historia reciente
de Lucena en relación con la cultura hebrea ha sido la necrópolis judía, de la que
se documentaron 346 tumbas excavadas en la Ronda Sur y cuyo descubrimiento data de
2007. En 2011 aparecieron otras 50 tumbas en una zona colindante. En la primera excavación
se halló una lápida con epitafio dedicado a rabí Lactosus, semejante a la de rabí
Amicus, ya citada, encontrada en una tapia de la calle Santiago, 2, en 1958. A finales de 2011 se efectuó la reinhumación de restos en la necrópolis judía de Lucena
por la federación Española de Comunidades Judías y el Ayuntamiento de Lucena.
Luis Fernando Palma Robles, cronista oficial de Lucena
Mesa Técnica
Lucena Judía