Las profundas transformaciones urbanísticas sucedidas a lo largo de centurias en el caso histórico de Oviedo han propiciado que apenas queden en nuestros días huellas materiales de las casas o las calles de la antigua judería ovetense, pero no han podido impedir, sin embargo, que la memoria de los hebreos que aquí vivieron durante más de cinco siglos se mantenga viva en la ciudad nueva. A ello ha contribuido, sin duda, la abundancia de documentos que dan fe de cómo vivieron aquellos judíos ovetenses, pero también la voluntad de incorporar este registro a la historia común de una ciudad formada por la aportación sucesiva de diferentes culturas a lo largo de los siglos. Sobre la posibilidad de descubrir una buena parte de la monumentalidad amena y reposada de Oviedo a través de sus referencias judías, la capital asturiana aporta también la originalidad de combinar el recuerdo de los vecinos hebreos de la Edad Media con la actividad constante de una nueva sinagoga, la Casina, donde, en la actualidad, siguen el culto hebreo un centenar de personas. Pasado y presente, así, se entrelazan y se dan la mano en una de las ciudades españolas con más personalidad y con mayor proyección internacional, especialmente a través de sus mundialmente conocidos premios Príncipe de Asturias.

La presencia judía en Oviedo parece documentada ya en el siglo XI por una carta de donación a Legundia Gundemaris de una villa en Taranes propiedad de doña María, a la que en repetidas ocasiones se cita como María, conversa, por parte de Didago Osoriz, personero, vicario y ejecutor testamentario de su madre, el 18 de junio de 1046.A la presencia judía en la ciudad en el siglo XI también se refiere el Concilio de Coyanza de 1050, celebrado en Oviedo, en el que se ordena que:

Ningún cristiano viva en una misma casa con judíos, ni coma con ellos; y si alguno infringiere nuestra constitución, hará penitencia siete días; y si no quisiere hacerla, siendo persona noble, será privada de la comunión por un año íntegro, y si fuera persona inferior se le aplicarán cien azotes.

Antes de esta fecha, numerosos testigos que parecen judíos parecen en documentos de los siglos IX y X (Zabaiub iben Tebit, Sisebutus Iben Pepi, Theudericus Daneli, Aubaiub iben Thebiti, Abozehar, Abaiub, Hebregulfus, Theoda, Iosue, Salomon, Daniel, Iermias, Asur Falconis, entre otros). Los judíos se incorporaban así a una historia iniciada en el año 761, cuando un grupo de monjes estableció su comunidad en la colina de Oveto, dando origen a la ciudad que Alfonso II elegiría en el 808 como nueva capital del reino de Asturias. En el siglo XII, cuando la comunidad judía comienza a tomar cuerpo en Oviedo, la Corte ya se había trasladado a León, lo que no impidió que ésta siguiera siendo una ciudad próspera y de gran actividad comercial. A su incremento contribuyó, no poco, la construcción de la primera iglesia de San Salvador y su consolidación como uno de los hitos principales del Camino de Santiago.

Los historiadores sitúan en el siglo XIII, coincidiendo con la unificación de los reinos de Castilla y León bajo Fernando III el Santo, el inicio del período de máximo esplendor de la judería de Oviedo, en un momento en el que según parece, los hebreos vivían confundidos con los cristianos en diferentes emplazamientos de la ciudad (los judíos que se esparzían a morar por la villa, por que venía danno ala villa en muchas maneras que non queremos declarar).Entre los años 1216 y 1225, el judío Mari Xabe ocupó el cargo de merino de Oviedo, alto funcionario de la administración real con autoridad fiscal, judicial y militar, pero a finales de esta misma centuria las Ordenanzas del Concejo, de 1274, empezarían a establecer una serie de medidas restrictivas que cambiarían notablemente el estatus de los hebreos en la sociedad, iniciándose un camino que no terminaría hasta su expulsión en el siglo XV.

En Asturias también se siguieron las directrices antijudías que también se aplicaron en Castilla, aunque su efecto parece fue menor. En las Ordenanzas del Concejo se reguló el negocio del préstamo, prohibiendo realizarlo por la noche, salvo en casos en los cuales fuera de gran necesidad y el destinatario fuera un vecino bien conocido de la ciudad. Se limitó la práctica del empeño, prohibiendo hacerlo sobre objetos robados o sobre objetos procedentes de fuera de la ciudad si no era con dos testigos que dieran fe de la naturaleza y origen del objeto empeñado. Se prohibió el préstamo a las mujeres casadas si no era con el consentimiento de su marido:

Judíos y [...] judías non dían sobre pennos desque escurecier sinon for omme raygado que sea vecino de la villa, et si tomar pennos de ome de fora et non lamar dos omes ho maes que uean que pennos son [...] si saliren de furto respondan de ello. Et que non dían dineros a usura a muller casada de la villa, nen nengún corredor non le ujenda rem sen mandado de so marido.
En las ordenanzas también se estableció un barrio específico en el que debían habitar los judíos, el barrio de Socastiello:
Otrossí, porque los judíos se esparcían a morar por la uilla espassadamiente, porque venía gran danno a la uilla en muchas maneras que non queremos declarar, mandamos que de aquí adelantre que los judíos et judías que moren en Socastiello, desde la porta del castiello ata la porta nova de Socastiello aunadamientre, et de la puerta afuera si quisieren, et qualquier que contra esto for que peche C maravedís.

La nueva judería, pues, ocupaba desde la Puerta del Castillmaximoo hasta la Puerta Nueva de Socastiello. También podían habitar fuera de la muralla, si así lo deseaban. Hay que tener en cuanta que en aquella época las casas ya habían rebasado el ámbito amurallado, y es probable que algunos judíos se hubieran establecido extramuros, pues en el siglo XV existían en la zona Oeste aún existían heredades con el sobrenombre de los judíos.

Doce años más tarde, en 1286, Sancho IV dicta unas disposiciones dirigidas al Concejo de Oviedo en las que prohíbe a los judíos que tengan alcaldes apartados como hasta ahora tenían, y les somete a los mismos alcaldes que juzgaban los pleitos de los demás vecinos de la ciudad. Así se recuerda en una placa en la plaza de Juan XXIII:

Otrossí tengo por bien que los judíos non ayas alcaldes apartados conmo agora avíen.

Peor suerte correrían los judíos de León en 1293, ya que aquel año el rey les prohibió poseer tieras labrantías y se les impuso la obligación de coser al vestido en lugar visible el distintivo amarillo de su fe y raza, con lo que empezaron a verse señalados con el dedo.

En Oviedo, durante el obispado de Gutierre de Toledo, entre los años 1377 y 1389, las restricciones a la circulación y residencia de los judíos de Oviedo aumentaron, o se hizo cumplir con mayor rigor las existentes. Don Gutierre condena con la pena de excomunión a todo aquél que se oponga a que los judíos y musulmanes sean expulsados de las iglesias cuando se están celebrando los divinos oficios, a los que participen en sus bodas o enterramientos y a todos los cristianos que críen a judíos o musulmanes o que realicen negocios con ellos, e insta a que ningún miembro de estas dos minorías desempeñe oficio público. El obispo se declara enemigo de la convivencia entre individuos de distintas religiones, cuyos miembros gozaban de una relación de vecindad solidaria, compartiendo los momentos dulces y amargos de la vida: bodas, entierros, fiestas, alegrías. De todo este cúmulo de prohibiciones se deduce que la convivencia era alta y que las disposiciones no pretendían solucionar un momento de conflictividad social mediante el apartamiento de ambas comunidades.

De 1372, se conservan cinco cartas de pago otorgadas al noble Don Gonzalo Bernaldo de Quiros por el judío Don Abraham de Dios Ayuda, recaudador mayor en Asturias. Se hallan como testigos el judío Don Abraham de Palencia, Don Yaco, Don Yusaf, vecino en Oviedo, y otro testigo cuyo nombre no parece judío pero que en el documento se le designa como, Alvar García, castellano judío. Actuando como recaudador nos encontramos a Moshé Falcón y Adam Giraldiz que intervino con otros en las cartas de pago, avenencias y composturas hechas en Asturias en razón de las cuentas y pesquisas que Don Abraham El Barchilón arrendó de Sancho IV.

El 31 de Marzo de 1492, los reyes firman en Granada el edicto de expulsión: en el plazo de cuatro meses todos aquellos judíos que no optasen por tomar el bautismo tendrían que salir de sus reinos.En 1499, se difunde la Real Pragmática de los Reyes Fernando e Isabel, en la que:

Por virtud de haber expulsado a los judíos de estos reinos, con prohibición de regreso a él bajo pena de muerte, por cuanto algunos se atrevían a volver diciendo no ser de los expulsos sino de reinos extraños, y que después de presos manifestaban querer ser cristianos, se manda que a todos los que infrinjan se les dé muerte, sin embargo de afirmar que adoptan la religión cristiana, a no ser que antes de entrar en el reino enviaran a hacerlo saber así, y lo pusieran por obra ante escribanos y testigos en el primer lugar donde llegaran.

Hasta el año 1968 no se reconoció en España la derogación del edicto de expulsión de los Reyes Católicos.

Calle de Cimadevilla-calle de la Rúa

Calle de Cimadevilla

La calle Cimadevilla y de la Rúa forman uno de los ejes principales que atravesaban la ciudad amurallada y conducían desde su acceso principal hacia la judería. En la calle de la Rúa se encuentra la casa de Oviedo-Portal, que forma parte, junto con la colindante casa de Solís-Carvajal y con el palacio de Velarde, del Museo de Bellas Artes de Oviedo (actualmente en fase de ampliación y reforma), cuyo rico patrimonio, con más de ocho mil piezas catalogadas, le convierten en uno de los más importantes de España en su género; la casa se levantó en 1660 a partir del proyecto del arquitecto Melchor de Velasco, para servir de vivienda al regidor de la ciudad don Fernando de Oviedo-Portal.

Capilla de la Balesquida

Capilla de la Balesquida

La capilla de la Balesquida, en la esquina de la plaza con la calle de Eusebio González Abascal, remata la serie arquitectónica de la Rúa con una edificación barroca que guarda la imagen de la Virgen de la Esperanza, y que constituye un homenaje perpetuo, como indican las tijeras que cuelgan del balcón de la esquina, al gremio de los sastres o alfayates. La cofradía de la Balesquida fue, en el siglo XIII, la beneficiaria del testamento de una dama ovetense, Velasquita Giráldez, y la fiesta de esta entidad, el Martes de Campo, es fiesta local en Oviedo.

Carnicería judía. Plaza de Trascorrales

Plaza de Trascorrales

Nada más traspasar el umbral y entrar en la ciudad vieja, la calleja de los Huevos conduce hasta la plaza de Trascorrales, donde además del monumento a la Lechera asturiana se localiza el edificio de las antiguas Pescaderías, que algunos investigadores relacionan con los judíos y con unas cercanas carnicerías donde la comunidad hebrea se proveería de la necesaria carne cásher.

La carnicería

La carne que era consumida por los judíos tenía que haber sido sacrificada bajo un ritual religioso muy estricto. Éste se llevaba a cabo en el matadero y la carne se vendía en la carnicería.

El matadero, rastro o degolladero, era un espacio que adquiría un cierto carácter ritual por la liturgia ( shejitá ) que en él se desarrollaba durante el sacrificio de animales cuya carne iba destinada al consumo humano (comida cásher). Lo normal era que los mataderos estuvieran en una zona periférica de la judería, para evitar los malos olores en la ciudad.

La carne se vendía en la carnicería, en la que se levantaban puestos de venta que se solían arrendar. Con los ingresos obtenidos se hacía frente a determinadas necesidades de la aljama.

Catedral

La catedral

La extraordinaria presencia de la catedral de Oviedo define el perfil de la plaza de Alfonso II el Casto, la más céntrica de la ciudad, situada en el mismo corazón de la ciudad medieval. De estilo gótico flamígero, la catedral de San Salvador se empezó a levantar en el siglo XIV sobre la anterior iglesia del mismo nombre, bajo el impulso del obispo don Gutierre, un paladín en la lucha contra los judíos, aunque el conjunto no se terminó hasta el siglo XVI.

Además de por su arquitectura, la catedral de Oviedo destaca por las innumerables joyas que custodia en su interior, como la Cámara Santa, declarada por la Unesco en 1998 Patrimonio de la Humanidad, donde se guardan las reliquias donadas a la seo por Alfonso II el Casto; el Lignum Cricis, o la Cruz de la Victoria, símbolo del Principado de Asturias. Wamba, la campana que puede escucharse cada día en lo alto del campanario, pasa por se la más vieja de todas las campanas catedralicias de España.

A su condición como sede episcopal, la catedral ovetense suma también su función como panteón real de los reinos de Asturias y León. Entre los reyes de Asturias, están aquí enterrados Fruela I, Bermudo I el Diácono, Alfonso II el Casto, Ramiro I, Ordoño I y Alfonso III el Casto; entre los de la Corona de León figuran García I, Elvira (esposa de Ordoño II), Fruela II, Urraca de Navarra (esposa de Ramiro II) y Teresa, esposa de Sancho I el Gordo.

Las exhortaciones de Don Gutierre de Toledo

En el siglo XIV, en un siglo en la que se produce la incautación de varias sinagogas en la diócesis, el obispo ovetense don Gutierre de Toledo se caracterizó por la dureza de sus homilías y sermones contra musulmanes y judíos, en los que llegaba a amenazar con la excomunión a todos aquellos que mantuvieran cualquier tipo de relación, incluso comercial, con estos últimos, y solicitando la inhabilitación para el ejercicio de cualquier cargo público para los miembros de estas dos comunidades. De hecho, no hacía sino negar una práctica popular de convivencia absolutamente pacífica extendida por toda la sociedad ovetense.

Cementerio judío

La pensadora, de J. Luis Fernandez, junto al Teatro Campoamor, donde estuvo situado el cementerio judío

Según un documento de compraventa de 1412, el cementerio de la comunidad judía de Oviedo estaba situado en un solar cercano al convento de Santa Clara, extramuros de la ciudad, situado más o menos donde actualmente se levanta el Teatro Campoamor. La carta de compraventa de los terrenos, propiedad de Mencía Fernández, hija del médico Yuçaf, y su marido Pedro Fernández Carrio, afirma que este solar se denominaba la huerta de los judíos.

Vendemos [...] por nonbre et herencia de don Yuça, físico, mi padre [...] una losa de tierra cierrada de murio [...] en esta dicha cibdat de Ouiedo cerca del campo de los omes bonos, que disen la huerta de los judíos que yas en tales términos dela parte de la cima et de anbas las frentes caminos públicos del rey et de la otra parte, huertas de contra el monasterio de Santa Clara.

Un documento posterior, del año 1530, confirma que este solar de 1412 era el cementerio judío. Tras la expulsión decretada por los Reyes Católicos, el Concejo se incautó el cementerio, pero lo dejó en estado de abandono, lo que fue aprovechado por algunos vecinos para entrar en él y labrar la tierra, por lo que el Concejo reivindicó sus derechos. En el pleito, los vecinos declaraban que el solar había sido sepultura para los judíos y que habían visto allí muchos monumentos y sepulturas. Se mencionaba a uno de los testigos, Juan González de Lampajúa, que informó de una conversación con alguien llamado Salomón, judío, que le había dicho que aquella huerta era sepultura de los judíos que solían vivir en la ciudad y que allí yacían sepultados sus antecesores. Otro testigo, Juan de la Podada confirmaba haber oído decir que la huerta siempre había sido sepultura de judíos y que vió allí seis o siete monumentos, y Pedro Menéndez del Estanco afirmó lo mismo.

Entre el cementerio y la judería debió de haber, como mandan los cánones hebreos, una corriente de agua que separara el mundo de los vivios del de los muertos; hoy seguramente discurre de manera subterránea.

El cementerio

El cementerio se ubicaba extramuros, a cierta distancia del barrio judío. El terreno elegido:

  • Tenía que ser tierra virgen
  • Estar en pendiente
  • Estar orientado hacia Jerusalén

La judería debía tener un acceso directo al cementerio para evitar que los entierros tuviesen que discurrir por el interior de la ciudad.

Los reyes autorizaron después de 1492 (en Barcelona en 1391), que las piedras de los cementerios judíos pudieran ser reaprovechadas como material de construcción. Así, no es extraño encontrar fragmentos de inscripciones hebreas en varias construcciones posteriores.

A pesar del expolio que sufrieron desde finales del siglo XIV, la memoria de estos cementerios ha perdurado como nombre en determinados lugares, por ejemplo, Montjuïc en Barcelona o Girona. Sabemos de la existencia de más de veinte cementerios judíos medievales. Otros sólo se conocen o bien por la documentación o bien por las lápidas conservadas. El de Barcelona, en Montjuïc, fue excavado en el año 1945 y 2000, el de Sevilla en 2004, el de Toledo en 2009 y el de Ávila en 2012.

El Fontán

El Fontán

En un viaje a través del tiempo, desde los años de la Inquisición y de la persecución de judaizantes, que coinciden con la fundación universitaria ovetense, el recorrido hacia la calle Fontán, donde se ubica la actual sinagoga de La Casina, se inicia por la calle de Ramón y Cajal, cuyo primer tramo hasta la plaza de Riego coincide, a la izquierda, con el trazado del antiguo muro defensivo medieval.

Siempre extramuros, y tras dejar atrás en la plaza el bello palacio de Bernaldo Quirós, la calle de Los Pozos enlaza con la del Rosal, que se abre, también a la izquierda, a la calle Fontán. El arco de los Zapatos marca simbólicamente la entrada en el conjunto del Fontán, calle y plaza, mercado cerrado y mercadillo popular abierto todos los días; espacio para la arquitectura popular y para las alegres sidrerías que no dejan de salpicar el suelo con el zumo fermentado de la manzana... Las columnas de piedra marcan le carácter de ágora de este mercado perpetuo, donde no falta la referencia escultórica de las tradicionales vendedoras de cacharros de alfarería. Vamos al Fontán es la frase que define la afición de los ovetenses por este espacio lleno de color en el que se localiza, en el número 11 de la calle, la sinagoga contemporánea.

Estatua de Woody Allen

Estatua de bronce de Woody Allen

Tras las huellas, también, de uno de los judíos más universales de nuestro tiempo, por la calle 19 de julio se llega a la de Milicias Nacionales. Allí, frente al parque de San Francisco, un poco a resguardo del tráfico de la calle Uría, la estatua del cineasta Woody Allen, obra de Antarúa de 2003, camina distraída como si reflexionara sobre la larga historia de los judíos de Oviedo en el viejo barrio del que parecen provenir sus pasos... Un último homenaje contemporáneo a la memoria de un colectivo que formó parte de la historia de la ciudad durante una buena parte de la Edad Media.

La Foncalada

La Foncalada

La Judería de Oviedo

La Judería de Oviedo

Tras las Ordenanzas del Concejo en 1274, los judíos de Oviedo estaban obligados a habitar en el barrio de Socastiello, junto al Alcázar y las murallas de la ciudad. La Judería de Oviedo ocupaba la zona que iba desde la Puerta del Castillo hasta la Puerta Nueva de Socastiello. También podían habitar fuera de la muralla, si así lo deseaban. Hay que tener en cuanta que en aquella época las casas ya habían rebasado el ámbito amurallado, y es probable que algunos judíos se hubieran establecido extramuros, pues en el siglo XV existían en la zona Oeste aún existían heredades con el sobrenombre de los judíos.

El Castillo Real y el Alcázar ocupaban en el siglo XIII, más o menos el lugar en el que hoy se encuentra el edificio de Telefónica, junto a la Plaza de Porlier, la Puerta del Castillo quedaba a la izquierda de este, y la Puerta Nueva de Socastiello podría estar o bien al pie de la antigua calle de San Juan, o bien al final de la calle de Cimadevilla, pues ambas puertas aparecen denominadas como Puerta Nueva en documentos de la época. Los límites internos de la judería, dentro de la ciudad, son más difíciles de precisar.

De esta judería no se ha conservado ningún resto material. Tan sólo las mismas estrechas calles que compartieron cristianos y judíos en el antiguo Oviedo durante siglos y la documentación histórica que nos permite reconstruir e imaginar a los habitantes de aquella comunidad judía: Bartolomé Guion, notario; Beneito, cambiador; Adan Giraldiz, Pedro Giraldiz, cambiadores; Petro Giraldiz, texedor; Petro Michaeliz, pellitero; Aben Arsar, Asur Falconis, Bartolomé Alfageme, Don Symon, Annaias Tanoz y muchos más.

Monolito de homenaje a las víctimas de la Shoá

Monolito de homenaje a las víctimas de la Shoá

En 2005 el Ayuntamiento de Oviedo, a instancias de la Comunidad Israelita del Principado de Asturias, inauguró un monolito de homenaje a las víctimas del holocausto nazi. El monolito, situado en el Parque de Invierno, cerca de la panera, es un lugar de conmemoración de un hecho histórico que no debe ser jamás olvidado.

Palacio de Malleza o Toreno

Palacio de Malleza o Toreno

Palacio de Valdecarzana

Palacio de Valdecarzana

Palacio de la Rúa

Palacio de la Rúa

En la confluencia de la Rúa con la plaza de Alfonso II el Casto se localiza la casa o palacio de la Rúa, del siglo XV, también conocida como palacio del Marqués de Santa Cruz del Marcenado, y considerada el edificio civil más antiguo de la ciudad.

Su solidez contrasta con la Casa de los Llanes, que se levanta a su lado, y que está fechada en el año 1740 como residencia del caballero de la orden de Santiago Menendo de Llanes-Campomanes. Frente a ambas construcciones pasea su melancolía la estatua de La Regenta, obra de Mauro Álvarez, de 1997, una de las innumerables obras de arte que pueblan la ciudad donde la presencia de la escultura en la calle se ha convertido en una de sus más genuinas señas de identidad.

Palacio de los Marqueses de Camposagrado

Palacio de los Marqueses de Camposagrado

Placa en el teatro Campoamor

Placa en el teatro Campoamor, recordando la ubicación del cementerio judío

Por esta puerta de Socastiello, o por la otra del Castiello debían salir los judíos de Oviedo en la Edad Media para enterrar a sus muertos en el fossar o cementerio que existió en el lugar donde actualmente se levanta el teatro Campoamor. En una de las paredes del teatro que dan a la calle 19 de julio se reproduce en una placa parte del documento que recuerda la compraventa:

Vendemos [...] por nonbre et herencia de don Yuça, físico, mi padre [...] una losa de tierra cierrada de murio [...] en esta dicha cibdat de Ouiedo cerca del campo de los omes bonos, que disen la huerta de los judíos que yas en tales términos dela parte de la cima et de anbas las frentes caminos públicos del rey et de la otra parte, huertas de contra el monasterio de Santa Clara.

Placa en la plaza Juan XXIII

Placa en la plaza Juan XIII

En la plaza Juan XXIII, donde poco hace recordar el tradicional laberinto de los barrios judíos sefarditas, una placa, colocada en la pared de la farmacia, recuerda un fragmento de los capítulos del rey Sancho IV dirigidos al Consejo de Oviedo en el año 1286:

Otrossí tengo por bien que los judíos non ayas alcaldes apartados conmo agora avíen.

Plaza de Alfonso II el Casto

Palacio de Valdecarzana y plaza de Alfonso II el Casto

En la plaza de Alfonso II el Casto, tomando ya el camino por la calle de Eusebio González Abascal hacia la plaza de Porlier, es menester detenerse para admirar las proporciones de los dos bellos barrocos que se suceden a la derecha: primero el de Valdecarzana, después el de Camposagrado, dos joyas que contribuyen a ennoblecer aún más el conjunto monumental de la plaza.

Plaza de Porlier

Plaza de Porlier

En la misma plaza de Porlier, la escultura de Eduardo Úrculo El regreso de Williams Arrensberg (1993), que representa a tamaño natural a un viajero con sombrero y gabán, apoyado sobre sus maletas, se ha convertido en un verdadero símbolo de la ciudad de Oviedo.

En el lado noroeste de la plaza, un esclarecedor plano de los asentamientos judíos sitúa en esta plaza los principales hitos de referencia hebraica de Oviedo, al menos desde el período en el que los miembros de la aljama dejaron de poder elegir libremente su lugar de residencia en la ciudad para concentrarse en un lugar concreto, a partir de las Ordenanzas del Concejo de Oviedo de 1274.

El espacio que ocupa esta plaza, sumando la parte de la manzana que forma el edificio del lado norte y la de la actual plaza de Juan XXIII, constituye el ámbito esencial de la judería ovetense desde la puerta del Castillo hasta la puerta Nueva de Socastiello, y de la puerta para afuera, si quisieran. Los redactores de las Ordenanzas justifican estas limitaciones en que los judíos se esparzían a morar por la villa, por que venja danno ala villa, en muchas maneras que non queremos declarar, pero aprovechan de paso para establecer una serie de impedimentos a sus actividades. A partir de ese momento los hebreos de Oviedo no podrán hacer empeños sobre objetos robados, conceder préstamos a mujeres sin la autorización de su marido o realizar actividades financieras después de la caída de la noche.

Plaza de la Constitución

Plaza de la Constitución

Desde el Fontán, la calle Fierro, en la que se levanta la iglesia de San Isidoro, conduce hasta la plaza de la Constitución, un amplio espacio dominado por los soportales del ayuntamiento, cuyo arco central coincide con la vieja puerta de acceso a la ciudad amurallada.

La Torre del Reloj es una de las referencias de este edificio de buenas proporciones, fechado en el siglo XVII, que hace las funciones de túnel del tiempo para volver a saltar, una vez más, desde el Barroco hacia la Edad Media, en un entorno que se acerca un poco más al de la judería histórica de Oviedo.

Puerta de Castiello

La plaza de Porlier desde la Universidad, en el lugar donde estaba situada la Puerta de Castiello

El palacio del Conde de Torreno, en el lado contrario de la calle de Eusebio González Abascal, se asoma ya a la plaza de Porlier, en cuyo extremo occidental estaba antiguamente la puerta de Castiello, es decir, una de las puertas del castillo que aquí hubo y que servía de acceso a la ciudad intramuros y al barrio de los judíos.

Puerta de Socastiello

Plaza de Juan XXIII, donde estaba situada la puerta de Socastiello

Aneja a la de Porlier, la plaza de Juan XXIII marca otro de los límites de la judería. Aproximadamente, en el encuentro de la plaza con el arranque de la calle Jovellanos debió estar la puerta de Socastiello o puerta Nova, a la que hacen referencia las Ordenanzas de 1274.

Sinagoga de La Casina

La Casina

El Ayuntamiento de Oviedo cedió en 1999 el edificio conocido como «La Casina» en el número 11 de la calle del Fontán a la Comunidad Judía Principado de Asturias. Además de sinagoga, en este edificio se establece un centro cultural judío dedicado al estudio, difusión y promoción de la cultura judía, como la Feria del Libro Judío o actos con escolares para la memoria del holocausto. También colaboran con el grupo Zibia Lubetkin de educación para la memoria de la Shoá.

La Casina

Abierta en 1999, la sinagoga de Oviedo, más conocida como La Casina, da servicio actualmente a más de un centenar de personas, y además de funcionar como sala de oración, constituye un activo centro cultural, con actividades diversas a lo largo del año. Los rollos de la Torá, la menorá, una actualizada mezuzá o la silla del rabino dan una inequívoca pincelada hebrea en medio de un barrio dominado por el colorido y el bullicio y presidido por una espléndida plaza porticada, rehabilitada muy recientemente no sin cierta polémica entre los vecinos.

Teatro Campoamor

Teatro Campoamor

Tras pasar por la plaza del Carbayón, y haber admirado detenidamente en ella la gracia de las figuras del Monumento de la Concordia (1997), de la madrileña Esperanza d´Ors, encontramos el teatro Campoamor.

Edificio neoclásico del siglo XIX, el teatro Campoamor no es sólo un icono internacional al que se hace referencia cada año con al entrega de los premios Príncipe de Asturias, sino también un incesante motor cultural que mantiene activa a la capital asturiana durante todo el año.

Universidad de Oviedo

Patio de la Universidad y monumento a Fernando de Valdés

El gesto adusto del rostro de Fernando de Valdés Salas, en la estatua que le representa en el centro del claustro de la Universidad de Oviedo, encarna sin duda el carácter doctoral del fundador de esta institución, pero también si se quiere ver así, un cierto examen de conciencia tras su labor como inquisidor general entre 1547 y 1566, cuando protagonizó, entre otros casos, el célebre proceso contra Bartolomé de Carranza, autor de un nutrido Índice de libros prohibidos, pero también incansable promotor de empresas culturas y benéficas, quizás hoy don Fernando no se sorprendería al saber que, entre los volúmenes que se custodian en la biblioteca de la Universidad, existen dos magníficas ediciones de la Biblia de Ferrara de 1553, Biblia en lengua española traducida palabra por palabra de la verdad hebrayca por muy excelentes letrados, vista y examinada por el oficio de la Inquisición.

Diseñado en 1574 por Rodrigo Gil de Hontañón, el edificio, al que rodea la preceptiva pedrera universitaria, que establecía la jurisdicción superior del rector, albergó las facultades de Artes, Cánones, Leyes y Teología tras su solemne inauguración en 1608, a la que no pudo asistir Valdés, su promotor principal, por haber muerto unos años antes. El magnífico edificio que se puede ver hoy es el fruto de una profunda restauración tras los destrozos causados en el inmueble durante la Revolución de Octubre de 1934 y la posterior Guerra Civil.

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