En ninguna ciudad española el legado judío ha conseguido mantenerse tan íntimamente
unido a la vida cotidiana de sus habitantes a través de los siglos como en Palma.
La pervivencia hasta nuestros días de la comunidad de los chuetas o xuetes, herederos directos de los últimos hebreos que se convirtieron forzosamente al cristianismo
a finales del siglo XIV y principios del XV se manifiesta gráficamente en las abigarradas
calles comerciales de su antiguo call menor, donde las joyerías y los comercios artesanales mantienen hoy viva y pujante
una actividad que ejercieron los judíos de entonces. Un bullicio que se complementa
con la magnífica impronta medieval del call mayor, donde se conservan el trazado de las calles principales de aquella judería y un buen número de casas señoriales de la época.
En la resistencia de los descendientes de los judíos mallorquines a marcharse de Palma
mucho a tenido que ver la propia idiosincrasia de la ciudad como una capital abierta,
comercial y definida por el cruce de culturas que representa el Mediterráneo. Tanto
como la propia antigüedad del colectivo hebreo en la zona, con noticias documentales
que se remontan al menos al siglo V, cuando los judíos mallorquines convivían ya con los cristianos anteriores a la dominación
musulmana, según se desprende de una conocida carta del obispo Severo del año 417, en la que se puede comprobar cómo en el siglo V la comunidad judía de
Palma tenía un notable poder político y económico en Mallorca. Tres incripciones hebras encontradas en Ses Fontanelles de Son Torrella (Santa María
del Camí) y datadas en el siglo IV o V, dan prueba de esta presencia desde muy antiguo.
Es probable que el asentamiento judío de Palma fuera destruido cuando el general bizantino
Belisario expulsó a los vándalos en el año 534. Después de esta fecha, no hay más noticias sobre la presencia judía en Mallorca hasta
la expedición a Mallorca de Ramón Berenguer III en el año 1114 y el asalto a la capital
de la isla. Tras la ocupación del alcázar romano de la Almudaina, el rey recibió en rendición a todos los judíos. Sabemos que durante el siglo XII la economía y finanzas de la isla estaban casi totalmente
en manos de la comunidad judía, que se habían hecho dueños del mercado y de las casas
de cambio. Lo cierto es que en 1228, cuando Jaime I acomete la conquista de Mallorca, seguía
habiendo pobladores hebreos en la isla.
Cuando Mallorca es conquistada entre 1229 y 1234, la comunidad judía debía ser ya importante, como correspondía a un puerto comercial del Mediterráneo como era Madina Mayurqa. Tras la conquista, es comúnmente aceptado que los judíos recibieron ciertas compensaciones
por su ayuda durante la conquista, tal y como aparece en el Llibre del Repartiment. Que estos judíos fueran autóctonos de la isla o hubieran venido de la península
con los conquistadores es algo que no se conoce. Actualmente se cree que la conquista atrajo un gran número de judíos a Mallorca, de los cuales un número importante procedía de Tortosa, de Vilafranca, o de Tárrega, y también de Narbona y de Marsella. Se tiene noticia de judíos emigrados incluso desde Alejandría. La repoblación de la isla, tras la formación de un gobierno y el establecimiento
de la Iglesia, fue una de las propiedades de la Corona de Aragón, por lo que el rey
ofreció a los judíos toda clase de facilidades para su asentamiento. El fomento a la inmigración de nuevos judíos está documentada por una disposición
real de fecha 11 de junio de 1247.
Jaime I concedió a los judíos plena libertad y privilegios de importancia: eximió a las sinagogas del pago de tributos y gabelas, les ofreció
un marco de protección y ordenó que en los pleitos contra los judíos, la acusación
no pudiera basarse en testimonios únicamente cristianos. Muy poco después de la conquista,
la aljama de Palma pagaba 300 sueldos malgoreses en tributos según un documento de 1247. La
aljama se convirtió en un recurso del monarca en momentos de carestía de las arcas
reales, solicitándoles ayuda y donativos. Así, en el año 1263, por acuerdo con el colectivo de los judíos se pagó la suma anual de
ochenta y dos libras de Valencia.
Al confirmar los privilegios de los mallorquines el 5 de enero de 1285, Alfonso III
les declaró exentos de determinadas tasas, con lo que obtuvo un donativo de 500 libras,
seguido de otras 1.000 al año siguiente, más una contribución de 1.500 libras al otro
año.Tras la marcha del gobernador del depuesto rey Jaime II, rey de Mallorca, Pons Saguardia,
que se había refugiado con su familia en la Almudayna de Gomera y casas del Temple,
los judíos pidieron autorización al rey para ocupar parte del recinto desalojado,
junto al Call mayor. Para ello pagaron 600 libras en 1290.
Cuando Jaime II recobró la corona, tras la súbita muerte de Alfonso III, los judíos
se hallaban instalados en las calles pertenecientes a la Orden del Temple y de Calatrava,
hasta el Convento de Santa Clara. Jaime II, el 18 de marzo de 1299 afianzaba para siempre la permanencia de aquel call y de la sinagoga cuyas obras habían dado principio en el lugar designado por el obispo Pons de Jardi, en su propia demarcación con la facultad de agregar las casas contiguas al Temple
si fuera necesario, a fin de garantizarles que en el futuro no serían forzados a dejar
el call para constituir otro en un lugar diferente.Aunque en principio la habitación en el call era voluntaria, el rey la hizo obligatoria el 23 de mayo de 1303, aunque les seguía permitiendo regentar sus negocios fuera del barrio, siempre con la obligación estricta de comer y dormir en sus casas del call.
En el documento en el que Jaime II confirmaba la obligación de residencia de los judíos
en el call, el 18 de marzo de 1299, se declara que se había comenzado a edificar la sinagoga correspondiente. El uso de la sinagoga, no obstante, duró hasta la confiscación general
dictada por el rey Sancho de Mallorca antes del 19 de septiembre de 1315. Cuando los
judíos recuperan sus bienes particulares, a cambio del pago a plazos de 95.000 libras,
la sinagoga ya no retornó a los judíos, sino que el rey Sancho la convirtió en la
capilla cristiana de la Santa Fe. Esta conversión trajo algunos problemas urbanísticos:
hubo que tapiar las puertas y ventanas de acceso directo a la capilla desde las casas
contiguas, improvisar un callejón que comunicase las calles exteriores al call con la capilla, instalada en el centro del barrio judío, e, incluso, expropiar algunas
casas de judíos, que pasaron a ser residencia de cristianos.
Con la muerte del rey Sancho en 1327, una comisión nombrada por la aljama se trasladó a Perpiñán para tratar con el infante Felipe acerca de la instalación
de una fábrica de moneda en el solar de la capilla de la Santa Fe, donde se ubicó la primera sinagoga. El Consejo real, a cambio de un préstamo de 5.000 libras, concede la instalación y permite la
venta de las casas aledañas a la antigua capilla. La Monedería se instaló allí en 1328 y se sabe que en 1381 se hallaba aún en ese lugar.
Desde principios del siglo XIV, el call judío había sufrido breves épocas de violencia y ataques continuados, frente a los
que sólo podían oponer la protección del monarca, que en 1306 ofreció el refugio de
la isla a algunos judíos expulsados de Francia a quienes en 1311 el nuevo rey Sancho
confirmaba su amparo. En 1305 se habían producido algunos episodios anti-judíos; en 1309 los judíos incurrieron en condenación a causa de las habituales calumnias
de prácticas infames, se produjo el primer episodio cruento y en Inca parece ser que
hubo incluso algunos muertos.En 1314 se produjeron de nuevo otras inquisiciones basadas en oscuras acusaciones
que llevaron a la confiscación y cierre de la sinagoga. Durante el medio siglo siguiente la persecución del clero cristiano parece ser constante,
pero atenuada o neutralizada por el poder real.
La población judía en Mallorca fue aumentando en el siglo XIV. Al finalizar el siglo
XIII, se contabilizaban de cuatro a cinco mil judíos en Mallorca y las dos juderías
de Palma debían albergar entre trescientas cincuenta y cuatrocientas casas.En 1339 se contabilizaban 259 cabezas de familia en la aljama de Mallorca en un documento en el que se los condenaba a pagar una multa impuesta
por el rey, pero la lista no era exhaustiva, dado que algunos miembros fueron exonerados
del pago.En 1343, a juzgar por los datos del morabatí, la población judía llegaba a 1.700 habitantes, y en 1350, tras la peste negra, había 2.600 judíos en Palma. La peste produjo un fenómeno
de inmigración de las villas de la isla a la capital. El 15 de julio de 1350, Pedro IV ordenó a Gilabert de Centelles que anulara la provisión
del 25 de agosto de 1346 en la que se disponía la construcción de un call en Inca, donde habitaba la comunidad judía foránea más populosa. Los judíos de Inca
que lograron sobrevivir a la peste, debieron trasladar su residencia a la ciudad,
en buena parte. La decisión real, de todos modos, fue reconsiderada, ya que en 1353
se iniciaba la constitución del call de Inca.
En 1370 corren nuevos rumores sobre posibles asaltos al call. Ese mismo año, algunos judíos son robados, heridos y encarcelados por los oficiales
reales.El hambre que asola Mallorca en 1374, provoca nuevos ataques contra la judería y se pide que se expulse a los judíos de la ciudad. La aljama intenta paliar la situación con la generosa oferta de pagar más de lo que le corresponde
para fletar naves que debían traer víveres desde Cataluña, adelantando además el dinero para fletar otras naves que tenían que salir de Mallorca
para buscar más alimentos. El rey, agradecido, confirmaba a los judíos como són tresor e cosa nostra propia.
El 2 de agosto de 1391, dentro de la ola de asaltos a las juderías peninsulares, un
grupo de campesinos de la isla que habían acampado a las afueras de la ciudad y que
se negaron a disolverse, atacando incluso al propio Gobernador, asaltan el call. La matanza se cobra entre 180 y 300 vidas de judíos, según algunas fuentes. Los
atacantes reivindican la abolición de todos los impuestos y de las deudas, así como
la conversión de los judíos, a los que juzgaban corresponsables de la ruina de la población por su actuación
en la ámbito de la deuda privada y el crédito. Por dos días estuvo la ciudad sin gobierno
y en manos de los insurgentes, acaudillados por el batlle de la ciudad, Lluis de Belviure, que aparece a la cabeza de la rebelión popular frente a las instituciones. El call de Palma es saqueado reiteradamente, tal vez usado como despensa por los amotinados.
El día 14 de agosto, y cediendo a la presión de los sublevados, los jurados mandan pregonar la abolición de los impuesto y el retorno de ayudas. Los judíos que
no habían podido abandonar la isla se refugiaron en el Castillo de Bellver, protegidos
por el Gobernador y diez ballesteros armados.
Tras la extinción de la rebelión, los judíos vuelven al call y el Gobernador ordena la restitución de sus bienes y el retorno de las puertas del
call, arrancadas en la revuelta.El 21 de octubre de 1391 numerosas familias ya habían sido bautizadas en el cristianismo,
tomando nombres y apellidos cristianos.Las conquistas fiscales y económicas de los amotinados son derogadas el 22 de noviembre
por el rey desde Vilafranca del Penedés.
A pesar de la brutalidad de los hechos de 1391, las conversiones no fueron tan masivas
como se ha dicho en más de una ocasión. El call no quedó deshabitado tras la matanza de 1391, sino que volvió a repoblarse, al menos
parcialmente, con una parte de los judíos mallorquines que sobrevivieron al asalto.
El call, aguantando grandes calamidades y vejaciones, pudo subsistir cerca de cuarenta años
más. Sin duda, ayudó a su supervivencia la llegada de unos ciento cincuenta inmigrantes
judíos portugueses. Fue ese colectivo el que compró la sinagoga de Aaron Maní y la volvió a rehabilitar. Su ubicación se encontraba en la actual
calle Pelleteria, a la altura del Forn d’en Miquel.
En 1413 la aljama sufre un fuerte recorte de sus derechos, y en 1435 Alfonso V, el Magnánimo, termina prohibiendo el ejercicio del judaísmo en
Mallorca, coincidiendo con una nueva etapa financiera de la Corona, que ya no necesitaba
la colaboración de los judíos para pagar las campañas.La petición de clemencia para cuatro hebreos condenados a muerte por el Gobernador
(entre ellos el rabino y Astruc Xibilí, propietario de la sinagoga) fue el último detonante de la conversión generalizada que se produjo en 1435, y
que se explicó al pueblo como el triunfo definitivo de la fe católica. Algunos pudieron
huir, mientras que para otros comenzó otro calvario que se mantendría durante siglos.
La conversión oficial a la fe católica de 1435 fue más ficticia que real. El hecho
que estas conversiones no respondieran a un convencimiento religioso, propició que
en la clandestinidad, estos nuevos conversos continuasen con las prácticas de la religión
judía. En 1678 la Inquisición apresó todavía a un grupo de más de doscientas personas acusadas
de seguir practicando el judaísmo y en el año 1778 doscientos doce xuetes fueron sorprendidos de judaizar en un huerto extramuros propiedad de uno de ellos. Esta pervivencia de las prácticas judaizantes o al menos la fidelidad a una serie
de ritos y tradiciones de origen judío, promovió no sólo que se hiciera pública la
famosa lista de los 15 apellidos de xuetes colocando sus sambenitos en el convento de Santo Domingo, sino también que desde
entonces y hasta hace muy poco, los individuos de la calle, como también eran conocidos
los chuetas, formaran un grupo permanentemente perseguido.