La convivencia, durante siglos, de judíos y cristianos de diferentes emplazamientos de la ciudad, con la única excepción de los apartamientos de 1412-1420 y 1480-1492, permite que seguir las huellas del colectivo hebreo placentino suponga también descubrir, de paso, una buena parte de la riqueza monumental de la ciudad amurallada, desde la plaza Mayor hasta las puertas de Trujillo y Berrozana, pasando por la catedral o el magnífico conjunto del convento de San Vicente Ferrer y el palacio del Marqués de Mirabel. El mapa de la Plasencia judía se superpone, así, a la tradicional segmentación de la ciudad entre el barrio de Los Caballeros, el de Los Clérigos y el de Los Mercaderes, permitiendo seguir un itinerario que combina la zona monumental tradicional con otros rincones inéditos o menos conocidos.

Fundada en el año 1186 por el rey castellano Alfonso VIII a orillas del río Jerte, bajo el lema de tu placeat Deo et hominibus (para que agrade a Dios y a los hombres), Plasencia contó desde el inicio de su historia con la presencia de una importante comunidad judía, como ya lo confirma en 1189 el fuero otorgado por el monarca a la ciudad. Aunque su primer emplazamiento tuvo lugar en la Mota, en la parte alta de la ciudad, al abrigo del alcázar y de la poderosa muralla placentina, a lo largo de los siglos XIII y XIV muchos de ellos se instalaron en otros lugares de la ciudad, fundamentalmente entre la plaza Mayor y las rúas Zapatería y Trujillo.

Tras el establecimiento de la sede episcopal, en 1189, los judíos se asientan en las villas de Béjar (Salamanca), Trujillo (Cáceres) Medellín (Badajoz) y Plasencia (Cáceres). Estas cuatro poblaciones estaban fortificadas y garantizaban la integridad física de sus habitantes judíos y cristianos ante los constantes peligros que suponía la infiltración almohade en los territorios fronterizos de la Alta Extremadura. Asimismo, estos ayuntamientos gozaban de una normativa jurídica especial concedida por los reyes y articulada en la estricta dependencia legal de los judíos a la corona, al margen de las instituciones del concejo urbano y de la diócesis de Plasencia.

De las cuatro aljamas de la diócesis a fines del siglo XIII, establecidas en Plasencia, Béjar, Medellín y Trujillo, la placentina es la más poderosa económicamente, sin alcanzar no obstante el desarrollo demográfico de las grandes aljamas urbanas de Castilla. Alfonso VIII de Castilla legisla una amplia batería jurídica que articula las condiciones de vida de los judíos y, con ello, la aljama de Plasencia gozará de autonomía jurídica para celebrar sus pleitos civiles y criminales entre judíos en el bet din o tribunal judío, administrando justicia según las leyes de la Torá. En cambio, los juicios mixtos se resolverán en un tribunal de arbitraje formado por un juez judío y otro cristiano que se reúnen en el atrio de la iglesia de San Nicolás. El fuero de Plasencia garantizará la repoblación judía, la práctica cultual mosaica y la igualdad ante la ley en los conflictos interreligiosos. El fuero también regulará las condiciones del préstamo de los judíos a interés, el sistema de contratación y la percepción de los intereses usurarios limitando los abusos de los prestamistas.

La protección dispensada por Alfonso VIII de Castilla a los judíos de Plasencia continuó bajo el reinado de Fernando III (1217-1252). Sin embargo, el soberano debió hacer frente a las ordenanzas discriminatorias que el Papa Honorio III prescribió el 27 de enero de 1217 tras el Concilio de Letrán (1215) como el uso obligatorio de un distintivo en la ropa de los judíos.Las disposiciones antijudías del Papa son contestadas por el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada y Honorio III deroga la orden el 7 de noviembre de 1217, situando a los judíos hispanos bajo protección apostólica. Más tarde, y a propuesta de Fernando III, el 13 de abril de 1219, el pontífice suspende las disposiciones antijudías del concilio de Letrán.

El reinado de Alfonso X (1252-1284) se caracteriza por un primer período favorable a los judíos que abarca hasta el año 1280. En agosto de 1262, el soberano concede el fuero real al concejo de la ciudad y tierra de Plasencia, fuero que confirmará Sancho IV (1284-1295) en 1290, añadiendo doce leyes al cuerpo jurídico. El repartimiento fiscal de Huete (1290-1291) confirma el funcionamiento de las cuatro aljamas judías que habitan en la jurisdicción diocesana de Plasencia, siendo la más poderosa económica y demográficamente la placentina, con una contribución de 16.244 maravedíes.

El reinado de Fernando IV (1295-1312) marca el inicio de una época de inestabilidad social y brotes de antijudaísmo en Castilla. Tras la ratificación del fuero de Plasencia por Fernando IV y la reina madre, María de Molina, en noviembre de 1297, las cortes de Medina del Campo de 1305 arremeten de nuevo contra la propiedad privada de los judíos, privándoles de participar en la subasta y recaudación de los impuestos reales. La normativa es transmitida a los conçeios de las çibdades e de las villas de Extremadura y, en especial, al municipio de Plasencia.Los procuradores de las cortes de Valladolid de 1307 solicitan la marginación de los judíos en el alquiler y recolección de las derramas fiscales, cuya legislación recibe la ciudad de Plasencia, pero las ordenanzas apenas tienen eco social.

En la primera década del reinado de Pedro I el Cruel (1350-1369), el soberano plantea una política proteccionista hacia los judíos, tras la que se encuentra la sombra de su valido Juan Alfonso de Alburquerque. Enrique II (1369-1379) continúa la política proteccionista hacia los judíos, pese a las presiones de la oligarquía cortesana. Su política a favor del pueblo judío está marcada por el interés de la corona por restablecer las diezmadas arcas de las aljamas, con las cuales poder alimentar las mermadas finanzas reales.

En este ambiente se desenvuelve la colaboración de los judíos de Castilla con el nuevo régimen político, en cuyo escenario actúan judíos de la ciudad de Plasencia. El 24 de abril de 1376, don Iguda Dalva, vecino de Plasencia, y don Çag Abenafla, natural de Plasencia, arriendan por trescientos maravedíes la parte de la renta del portazgo de Plasencia y su tierra, cuyo importe abonan a Gómez García, tesorero del reino de Toledo, y a don Çag Abengariel, recaudador mayor en el obispado de Plasencia.

En enero de 1412, en los entresijos de la crisis de sucesión de la corona de Aragón, se desarrolla la entrevista del fraile Vicente Ferrer y los regentes de la corona de Castilla en Ayllón (Segovia). A propuesta del fraile, se programan disposiciones contra los judíos. El ordenamiento antijudío de las cortes de Ayllón, promulgado el 2 de enero de 1412 por la reina Catalina, madre y tutora de Juan II, pretende estrangular los resortes de la vida económica de los judíos, suprimir los privilegios, la libertad política de las aljamas y frenar cualquier tipo de relación con los cristianos mediante el apartamiento, para conseguir con ello su conversión al cristianismo. Fray Vicente Ferrer llega a Plasencia y predica llamando a la conversión en la sinagoga hacia 1412. Con sus prédicas evangelizadoras fomentará las primeras conversiones al cristianismo.

En Plasencia, los esfuerzos políticos se encaminaron hacia el aislamiento de la comunidad en una judería apartada en la zona de la Mota hacia 1412, en el mismo lugar en que se encontraban la sinagoga y la judería de la ciudad desde los días de Alfonso VIII. En líneas generales, las ordenanzas de 1412 decretaron la segregación de judíos y musulmanes en áreas urbanas específicas separadas de los barrios cristianos, e que sean çercados de una çerca en derredor e tenga una puerta sola, confiscando los bienes a quienes no respetaran la normativa. Se les prohibió la venta o compra de bienes a cristianos, pero se les permitió la celebración de una plaza o mercado para la compra y venta de productos por judíos y para judíos dentro de la cerca de la judería.

Con el apartamiento, también se prohibió a los judíos realizar los oficios de especiero, boticario, cirujano, médico, sastre, tundidor, jubetero, carpintero, trapero y zapatero, actividades laborales desarrolladas por los judíos de Plasencia. También se prohibió a los judíos la venta de alimentos para su consumo compartido con cristianos. Asimismo, artesanos y médicos judíos tuvieron prohibido desarrollar sus actividades profesionales para los cristianos, y se les retiró la potestad de uso del título honorífico de "don".

Las leyes de Ayllón de 1412 impusieron severas medidas como la regulación del vestuario, la obligación de llevar una señal bermeja cosida en la ropa, el crecimiento de la barba y el cabello, la utilización de mantos grandes, las mujeres ataviadas con la cabeza cubierta, etcétera. Además, se vetó a los judíos en los arrendamientos fiscales y se les prohibió el trabajo en cargos públicos y en los organismos administrativos del Estado. Las leyes tampoco permitirán la emigración de los judíos a otras ciudades o villas bajo amenaza de quedar reducidos a la esclavitud y la confiscación de sus bienes. Finalmente, la normativa suprimirá la autonomía jurídica de la aljama en materia civil y criminal cuya función delega en jueces cristianos, respetando las ordenanzas judías en vigor, y acotará la administración de sus propios impuestos. En definitiva, las leyes de Ayllón de 1412 tuvieron como objetivo la asfixia económica y la exclusión social de los judíos para facilitar las conversiones al cristianismo.

En la judería de la Mota de 1412 vivían confinadas, entre otras, las familias Abençur, Abenhabibe, Aloya, Castaño, Daça, Haranón y Pardo. Es muy posible que la distribución de las casas de la judería se hiciese por afinidad familiar, o quizá por poder adquisitivo e influencia en la aljama. A este pequeño grupo debemos agregar otras familias judías vinculadas a la aljama, según se registra en documentos muy próximos a la fecha posterior del apartamiento de 1412, como los Albelia, Almale, Ancho, Arruestre, Caçes, Çerfaty, Escapa, Garco o Sarco, Haruso y Molho.

La ley de apartamiento de 1412, no obstante, no se cumple con severidad en la aljama placentina. En la documentación se desprende una cierta relajación política en las relaciones entre judíos y cristianos apenas cuatro años después de efectuarse la segregación. Ya en 1419 el apartamiento pierde su efectividad. En la escritura de posesión y apeo de los bienes de Tel Díaz de Vega, que recibe Alfonso Rodríguez de Paradiñas en nombre del conde Pedro de Zúñiga, en 1425, constamos que en la antigua casa de los Almaraz reside Olalla González, mujer de Alfonso de Salamanca. Pero el resto de las viviendas ocupadas por los judíos que residían en la Mota están deshabitadas.

En 1439, la aljama de los judíos de Plasencia debe retribuir a la hacienda real 10.200 maravedíes de la moneda vieja en el impuesto de la cabeza de pecho. Debido a la grave crisis que atraviesa la judería, el soberano fija el precio en 3.500 maravedíes. En esta precaria situación permanece la aljama judía de Plasencia hasta la toma de posesión del señorío de Béjar por la familia Zúñiga, en enero de 1442, bajo cuyo mando Plasencia experimenta un notorio auge económico, quizás a consecuencia del empuje demográfico.

En el obispado de Plasencia hallamos a don Samuel Toledano, vecino de Castronuevo, que traspasa a don Israel Saulí, vecino de Coria, las alcabalas y tercias del obispado de Plasencia, en 1459. Don Yuçaf Albelda o Albelia, yerno de don Israel Saulí, vecino de Coria, se alza con las rentas de Plasencia en 1452, y las de Trujillo en 1453, asimismo se hace con los arrendamientos fiscales de Plasencia en 1452 y 1455-1458, Ciudad Rodrigo en 1453 y 1454 y la mitad de las rentas de Guadalajara entre los años de 1453 a 1458.

En las cortes de Ocaña de 1469, los procuradores solicitan a Enrique IV la prohibición a los judíos de trabajar en los oficios de los arrendamientos, recaudación, almojarifazgo y mayordomía de la corona y de las casas de la nobleza, y la participación en el arrendamiento y recaudación de los diezmos y rentas eclesiásticas, pero la corona no se pronuncia al respecto, dejando el camino expedito a los judíos.

El final de la Judería de la Mota de Plasencia llega en 1477, cuando el conjunto de la sinagoga, las casas judías y cristianas, así como una parte de la cerca de aislamiento, fue confiscado por los condes de Plasencia para ampliar las dependencias de su palacio (hoy Palacio de Mirabel) y del convento de San Vicente Ferrer (hoy Parador Nacional de Turismo). En la construcción del convento se utilizarán lápidas procedentes del cementerio judío del Berrocal.La consecuencia de la confiscación de la Judería de la Mota, unido a un nuevo apartamiento judío decretado por las Cortes de Toledo de 1480, es la construcción de una segunda sinagoga y judería en la calle Trujillo. La nueva sinagoga se edificó en la actual Plaza de Ansano y estuvo en funcionamiento hasta la expulsión definitiva en 1492, momento en que pasó a ser la Iglesia de Santa Isabel, quemada en la guerra de los Comuneros, en 1521. Después de esa fecha, el solar fue ocupado por el Palacio de los Carvajal.

En 1490, dos años antes de la expulsión, estalló finalmente el conflicto latente desde comienzos del siglo XIII entre cristianos y judíos. Regidores, caballeros, escuderos y hombres buenos de Plasencia pretendían desplazar a los judíos de la calle Trujillo, alegando que su apartamiento no respetaba la ley de Toledo de 1480. El rey tiene que atajar la situación tomando a los judíos bajo su protección, acabando con ello con las vejaciones que el licenciado Segura cometió contra la comunidad hebrea.

En 1492, fecha de la expulsión de los reinos cristianos de la Península decretada por los Reyes Católicos, los judíos placentinos malvendieron sus propiedades exiliándose en Portugal. Para protegerlos de posibles saqueos, el capitán Francisco Hernández Floriano acompañó al grupo de judíos que salieron de Plasencia hasta la misma frontera portuguesa, pero los problemas que se encontraron en el país vecino obligaron a regresar a algunos de ellos como Simuel Alegre, Moshé Cohén, Don Mayr, etcétera, en 1493 y 1494, que tuvieron que bautizarse como cristianos para poder seguir en Castilla, tomando los apellidos Chamizo, González, Gutiérrez, López, de Paz, Pérez, Plasencia, Tapia, Vargas, etc. Algunos de éstos conversos judaizarán en secreto como el médico Tomás de Paz.

Antigua judería de la Mota

La zona de la judería de la Mota, actualmente ocupada por el palacio de Mirabel y el Convento de San Vicente Ferrer

La judería de La Mota es un amplio espacio del noroeste de la ciudad amurallada ocupado por los judíos desde el siglo XII, tras la fundación alfonsina, y convertido posteriormente en apartamiento en el siglo XV. De las cuatro aljamas pertenecientes a la diócesis (Plasencia, Béjar, Medellín y Trujillo), la placentina era la más pujante. Por los documentos se sabe que los hebreos superaban con frecuencia a los cristianos en las pujas por las rentas de las alcabalas de la familia Zúñiga en la segunda mitad del siglo XV, así como que algunos fueron propietarios de tierras y otros alquilaron viñedos al Cabildo.

Aunque en Plasencia no se registraron sucesos sangrientos en 1391, el clima de violencia antijudía generalizado en España en los últimos años del siglo XIV y los primeros del XV sí provocó que el concejo placentino, siguiendo las directrices de las leyes de Ayllón, estableciera en el año 1412 el apartamiento de la comunidad hebrea en un barrio cerrado, para lo que se levantó un muro desde la actual plaza de San Nicolás hasta la puerta de Coria, cerrando con una cerca los terrenos que ocupan actualmente el Parador, la iglesia de San Vicente Ferrer y el palacio de Mirabel, con excepción de la huerta.

La cerca, llamada nueva para diferenciarla de lienzo de la muralla vieja de la ciudad, iniciaba su trayectoria en la quebrada de la Mota questá a la parte de la yglesia de la Madalena, próxima a la Puerta de Coria y la muralla vieja. Seguía su trazado por las traseras de las casas de la calle Coria, cuyo tramo estaba ocupado por el muro del convento dominico. Proseguía la cerca nueva hasta la almena blanca y la casa del regidor Tel Díaz:

Çerca do se dize que está el pozo de las casas caydas que fueron de rebí Abrahén [de Aloya]
integrando en el área de la judería la actual calle Cañón de las Bóvedas del Marqués. Al pie de la escalinata de la Plaza de Vicente Ferrer se abría el único postigo de acceso a la judería, clausurado al caer en desuso el apartamiento.

La construcción de la cerca dejó sin servidumbre de paso a algunas de las calles dentro del apartamiento de la Mota y que acabaron absorbidas por la construcción del convento de los Dominicos. En 1451, en las inmediaciones de la Mota, la calle Esparrillas, una calleja que sube de la Puerta Berrozana y va a la escalera de la cerca encima de la dicha puerta, se corta con la construcción de la cerca nueva.El 23 de julio de 1541, el concejo dona a la orden de los dominicos una calle que atravesaba por el corral del convento a la calle de Coria con el objeto de que la casa hiciese más celdas para la comunidad. Podría tratarse del tramo final de la calle Esparrillas que comunicaría con la escalinata de la Plaza de San Vicente Ferrer y la calle Coria.

No toda la zona próxima a la Mota y al altozano se hallaba urbanizada en 1412. El conde de Plasencia concedió a Juan de Pineda un solar en el altozano de la calle Coria, cerca de San Nicolás, para hacerse una casa. Otro solar otorga a Rodrigo de Soria en la misma puerta de Coria. Y un tercero a Pedro Carpintero, en la puerta de Coria, para construir una vivienda en 1464.

El apartamiento de la Mota se mantendría hasta el año 1419, cuando las familias hebreas empezaron a abandonar el confinamiento de la Mota para establecerse en los alrededores de la plaza Mayor y la calle Zapatería. En la segunda mitad del siglo XV la duquesa de Arévalo, doña Leonor de Pimentel, esposa de don Álvaro de Zúñiga, conde de Plasencia, se decidió a construir en este lugar un convento dedicado a San Vicente Ferrer, como agradecimiento por la curación de su hijo (Juan de Zúñiga y Pimentel, el que posteriormente sería último gran maestre de la Orden de Alcántara), que había estado gravemente enfermo. Para ello, con la ayuda del rey Enrique IV y del Papa Sixto IV, expropió a los judíos propietarios y encargó la nueva obra a los placentinos Pedro González y su hijo Francisco.

Calle Trujillo

La calle Trujillo

Desde la plaza de Ansano, la calle Santa Isabel y la calle Blanca, donde se levanta la casa de las Dos Torres o palacio de Monroy, del siglo XIV, conducen de nuevo a la calle Trujillo, en cuyo último tramo hasta la plaza Mayor se encuentran el acceso trasero al convento de las Claras-Casa Municipal de Cultura y la plaza de Abastos.

En un bloque de casas de la calle Trujillo, desde las traseras del palacio de los Carvajal hasta la Imprenta Heras vivían desde 1482 a 1492, por este orden, rabí Moshé Caçes, Yuçé de Medellín, Yuçé Haruso el mozo, Abrahám Cohén, Yudá Caçes, Isay de Oropesa, Isay Pachen, Abrahám Lozano, Jacob Lozano, Leví Alegre, Yudá Alegre y Pedro Gutiérrez, que vivía en la casa de la Imprenta Heras.

Los judíos apartados en la calle Trujillo, que constituían, con unas cien familias, alrededor del diez por ciento de la población de Plasencia, tuvieron todavía que sufrir los intentos de una parte de sus vecinos, en 1490, por buscarles un nuevo emplazamiento, más lejos del centro de la ciudad, algo que no consiguieron, ante la negativa de los reyes, por lo que llegó a temerse un asalto a la sinagoga.

Calle Zapatería

Calle Zapatería

Desde la plaza Mayor la calle Zapatería recorre en línea recta el camino de los judíos por la puerta de Coria, por donde debieron de salir muchos de los hebreos que se negaron a convertirse tras el decreto de los Reyes Católicos de 1492.

Para protegerlos de posibles saqueos, el capitán Francisco Hernández Floriano acompañó al grupo de judíos que salieron de Plasencia hasta la misma frontera portuguesa, pero los problemas que se encontraron enseguida en el país vecino obligaron a regresar a algunos de ellos, que tuvieron que bautizarse como cristianos para poder seguir en España. Varios, como el médico Tomás de Paz, serían perseguidos después como judaizantes.

Catedral

Catedral nueva de Plasencia

La calle de Santa Clara desemboca en el amplio triángulo que forma la plaza de la Catedral, vinculada también al universo judío por la figura del obispo converso Gonzalo de Santa María y por las tallas de Rodrigo Alemán, quien dejó esculpidas en la sillería del coro de la catedral vieja imágenes cuando menos poco ortodoxas desde el punto de vista cristiano, entre ellas la de unos rabinos que dan instrucciones al Niño Jesús en la representación del Nacimiento de Cristo.

La catedral de Plasencia es, en realidad, la superposición interrumpida de dos templos: la falta de financiación dejó inconclusa en el siglo XVI la gran reforma iniciada un siglo antes, que pretendía reutilizar los materiales de la catedral vieja para construir una nueva mucho más monumental.

La catedral vieja, o catedral de Santa María, es un buen ejemplo de transición del románico (en sus fustes y capiteles) al gótico (en sus arcos y ventanales), y comenzó a construirse en el siglo XIII, bajo las órdenes de los maestros Remondo, Diego Días, Gil de Cislar y Juan Francés, para terminarse en el siglo XIV. De ella quedan las tres naves (el ábside se cedió a la nueva construcción), el claustro (cisterciense con arcos góticos), la portada románica de la fachada oeste y, sobre todo, la extraordinaria capilla de San Pablo, su antigua sala capitular, milagrosamente salvada de la absorción por parte de la nueva estructura. En el ala norte del claustro se puede apreciar perfectamente como en una imagen detenida en el tiempo, la inacabada fusión de las dos catedrales.

La catedral nueva es de los siglos XV y XVI, y tiene como propios la cabecera y los brazos de la cruz latina, pero le falta el desarrollo de las naves. Proyectada por iniciativa de don Gutierre Álvarez de Toledo, hijo de los primeros Duques de Alba, sus primeras trazas fueron de Juan de Álava, con intervenciones posteriores de Francisco de Colonia, Rodrigo Gil de Hontañón, Diego de Siloé o Alonso de Covarrubias. Fruto de este nuevo proyecto son las fachadas norte y sur, que permiten imaginar la espectacularidad del nuevo proyecto.

El conjunto monumental de la plaza de la Catedral se completa con los edificios del palacio Episcopal (del siglo XVIII), el complejo cultural Santa María (del XIV) y, en la confluencia con la calle Blanca, del conjunto que forman la casa del Deán (del XVII), hoy palacio de Justicia, y la magnifica casa del Doctor Trujillo (del XV), en la que destacan las bellas ventanas góticas y la galería alta, de arcos escarzanos.

Convento de las Claras

Convento de las Claras

Desde la Plaza Mayor, y tras pasar junto a la iglesia de San Esteban, del siglo XV, guardiana del magnífico Cristo de las Injurias (siglo XIV) y protagonista, en 1898, de la boda del poeta Gabriel y Galán, el itinerario comienza su andadura por la calle de Santa Clara, donde se ubica el convento de las Claras, hoy reconvertido en centro cultural. Las toscas cruces grabadas en las piedras de la bella fachada del antiguo convento recuerdan la costumbre de los cristianos nuevos de marcar sus casas con este signo, y también que el cenobio se levantó sobre dos anteriores casas judías.

Construido en el siglo XV, el convento estuvo ocupado por las clarisas hasta que en 1836, pasó a las ildefonsas, antes de ser desamortizado y empleado en los usos más diversos: en 1972-73 lo adquirió el Ayuntamiento.

La rehabilitación llevada a cabo en el siglo XXI ha permitido recuperar algunas partes de su estructura primitiva, como una serie de arcos, esgrafiados y artesonados o el áljibe. En la actualidad el convento, que funciona como Casa Municipal del Cultura (con entrada por la calle Trujillo), alberga también la Oficina Municipal de Turismo y el Centro de Estudios Hebraicos.

El cementerio del Berrocal

El cementerio del Berrocal

Desde los jardines del Parador se obtiene una magnífica vista del Berrocal, el promontorio donde estuvo el cementerio judío. Como apunta fray A. Fernández, el cementerio limita con los exidos e tierras concejiles desta cibdad sin llegar al río Jerte ni al puente de San Lázaro.

El Berrocal se localiza frente a la judería de Plasencia, con acceso directo a través de la Puerta de Berrozana, para evitar cruzar espacios ocupados por cristianos.

A partir de la fundación de Plasencia, las referencias a la judería y al cementerio judío son constantes, a menos, entre los siglos XII y XV. Sin embargo, la mayoría de los documentos referentes al Berrocal se fechan durante el proceso de expulsión de los judíos que culmina en 1492. Numerosas fuentes históricas aluden a la venta del cementerio por parte de la aljama placentina en la persona de Yuçé Caçes al deán de la Catedral, Don Diego de Jerez por 400 reales de plata el 21 de mayo de 1492. En la escritura se detalla la venta de:

Los honsarios de los judios de la dicha aljama asy viejos como nuevos que tenemos y la dicha aljama tiene en el Berrocal desta çibdad, con toda la piedra e canteria que en ellos esta e en cada vno dellos labrada y por labrar, asy sobre las sepolturas e enterramientos que esta en los dichos honsarios.

El mismo día 21 de mayo don Yuçé Castaño hace lectura pública del contrato de venta y donación ante los cuatro veedores de la aljama, además de don Mayr Cohen, maestre Moisés, Gabriel Moxudo, el escribano rabí Abrahan, Yuçé y Sento Haravon, Abrahan Caçes, rabí Yuçé Abenabibe y otros muchos judíos de la aljama, resaltando que el valor real de los osarios y materiales de piedra:

Son en mayor suma e cantidad que no es el valor de la tal demasya de los dichos quatroçientos reales [de plata] lo qual nos asy conosçemos, cuya propiedad incluye toda la piedra dellos e canteria labrada e por labrar e con su tierra e sitios deslindados.

En 1496 el deán Diego de Jerez vende el cementerio a la ciudad, a la cual, dice fray A. Fernández, valen sus réditos de pasto y labor buena suma de dineros. En 1510 el cementerio hebreo forma parte de los baldíos del Ayuntamiento.Una descripción del estado en que se encuentra el osario hebreo la encontramos en la pluma de A. Matías Gil en 1877:

Hoy mismo pueden verse unos veinte y tantos [sepulcros] abiertos y agrupados... presentando la forma del cuerpo humano envuelto en el sudario hebreo; son una caja abierta desde los pies á los hombros en la forma de ataud, y otra caja abierta en la misma piedra y unida á la anterior recibia la cabeza del cadaver, que luego se cerraba con una losa que cubria este deposito para lo que tenia sus rebajes en todo el borde.

Las lápidas que cubrían algunas tumbas fueron cedidas o compradas por particulares que las emplearon sobre todo en la construcción. Despejado el terreno y con el paso del tiempo, no quedó casi nada visible en superficie, sino el recuerdo de aquel lugar que había sido el osario o fosario de los judíos.

El cementerio, musealizado y abierto al público en septiembre de 2009, pone en valor este lugar histórico, único en la comunidad autónoma extremeña, donde se pueden ver algunas tumbas antropomorfas.

El cementerio

El cementerio se ubicaba extramuros, a cierta distancia del barrio judío. El terreno elegido:

  • Tenía que ser tierra virgen
  • Estar en pendiente
  • Estar orientado hacia Jerusalén

La judería debía tener un acceso directo al cementerio para evitar que los entierros tuviesen que discurrir por el interior de la ciudad.

Los reyes autorizaron después de 1492 (en Barcelona en 1391), que las piedras de los cementerios judíos pudieran ser reaprovechadas como material de construcción. Así, no es extraño encontrar fragmentos de inscripciones hebreas en varias construcciones posteriores.

A pesar del expolio que sufrieron desde finales del siglo XIV, la memoria de estos cementerios ha perdurado como nombre en determinados lugares, por ejemplo, Montjuïc en Barcelona o Girona. Sabemos de la existencia de más de veinte cementerios judíos medievales. Otros sólo se conocen o bien por la documentación o bien por las lápidas conservadas. El de Barcelona, en Montjuïc, fue excavado en el año 1945 y 2000, el de Sevilla en 2004, el de Toledo en 2009 y el de Ávila en 2012.

Iglesia de San Nicolás

La iglesia y la plaza de San Nicolás

Por la estrecha calle de Santo Domingo el Viejo y la de Caldereros se llega hasta la plaza de San Nicolás, un amplio espacio muy diferente hoy al que existió durante la Edad Media, cuando en el lugar que actualmente ocupan las escaleras y la fuente estuvieron algunas de las casas de la vieja judería de la Mota, entre los siglos XIII y XV.

La iglesia de San Nicolás fue célebre por desarrollarse a sus puertas los juicios mixtos entre cristianos y judíos en un tribunal de arbitraje formado por un juez judío y otro cristiano. De este modo, los judíos disfrutaban de cobertura jurídica contra los posibles embates de los cristianos. Esta situación judicial, no obstante, experimentó cambios de envergadura a finales del siglo XIII.

El templo, románico del XIII y seriamente reformado en el XV, es un edificio exento en el que destaca su torre civil, además de la capilla de los Loaisa o el magnífico sepulcro del obispo de Coria don Pedro Carvajal-Girón, del siglo XV, en el interior.

Judería nueva

Calle Esparrillas y el cañón de las Bóvedas del Marqués

El cañón de las Bóvedas del Marqués, que atraviesa por debajo el palacio de Mirabel, y la calle Esparrillas, que conforma el adarve de la muralla durante un trecho, conducen hasta la Judería nueva, establecida tras la ruptura del apartamiento en 1419, si bien más que de judería cabe hablar de asentamientos judíos en sectores donde, de nuevo, los hebreos van a compartir vecindad con los cristianos. Las calles Arenillas y Zapatería, junto a los alrededores de la plaza Mayor y de la plaza de Ansano, constituirán los núcleos de este nuevo barrio judío.

La angostura de la calle Esparrillas, entre las casas adosadas a la muralla y el paredón de los jardines del palacio, se prolonga hasta la puerta Berrozana, que daba acceso a la judería por el noroeste, y que conserva un noble escudo de los Reyes Católicos. La calle Arenillas es una de las de mayor encanto de toda la judería, con sus arcos que sostienen pasadizos que cruzan al otro lado desde los jardines del palacio del Marqués.

Palacio del Marqués de Mirabel

Palacio de Mirabel

Junto al convento y a la iglesia, el conjunto monumental lo completa el palacio del Marqués de Mirabel, del siglo XIV, casa fuerte que fue de los Almaraz y de los Zúñiga, transformada en residencia palaciega donde vivieron, además de don Álvaro y doña Leonor, otros miembros ilustres de la familia, como el citado Juan de Zúñiga y Pimentel, su hijo, o como don Luis de Ávila y Zúñiga, Marqués de Mirabel, quien acompañó al emperador Carlos I a su retiro en Yuste. El patio y la torre renacentistas o el curioso museo de Caza son algunos de los tesoros que posee el palacio.

Plaza Mayor

La Plaza Mayor y la Casa Consistorial

Núcleo principal de la ciudad, centro comercial y de comunicación entre los diferentes barrios de Plasencia (al norte, el de los Caballeros; al suroeste, el de los Clérigos, y al sureste, el de los Mercaderes), la Plaza Mayor tuvo, a lo largo de los siglos XIV y XV, diferentes inquilinos judíos, algunos de los cuales seguramente participaron en el secular mercado que, desde la Edad Media, se sigue celebrando en este emplazamiento, y que ha dado lugar a que el Martes Mayor (primer martes de agosto) sea declarado Fiesta de Interés Turístico Regional de Extremadura.

Los soportales, los bancos, las terrazas, el quiosco de periódicos y, sobre todo, la presencia singular del edificio del Ayuntamiento, confieren a la plaza un delicioso aire de mentidero o ágora popular, en el mismo corazón de la ciudad vieja. El actual edificio del Ayuntamiento es una reconstrucción historicista del arquitecto José Manuel González Valcárcel, de 1966, sobre el edificio renacentista proyectado por Juan de Álava en 1523, modificado por la exigencia de los alcaldes de que se hiciera con portales y corredores. Del antiguo edificio se conservan los machones laterales, en uno de los cuales lucen las armas imperiales de Carlos I. El abuelo Mayorga, el popular muñeco articulado que trepa por la torre del campanario, tiene su origen en 1743, aunque el original fue destruido por los franceses en 1811.

Puerta de Trujillo

La puerta de Trujillo

La calle del Obispo conduce hasta la de Trujillo, en cuyo extremo oeste se sitúa la puerta de Trujillo, una de las que tradicionalmente fueron usadas por los judíos para entrar y salir de la ciudad. La puerta, transformada al levantar sobre ella la capilla de la Virgen de la Salud, conserva el arco y el escudo de los Reyes Católicos, así como la célebre Lápida de la Libertad, que recuerda el juramento de Fernando el Católico ante las puertas de la catedral de defender la libertad y los fueron placentinos, tras los tumultos ocasionados por la concesión de la ciudad, en 1492, al Señorío de Zúñiga.

Restos de la judería primitiva

Restos arqueológicos de la judería primitiva

El primer emplazamiento de la judería de la Mota en el siglo XII tuvo lugar, sin embargo, en la zona en la que se construyó el convento de San Vicente Ferrer, actualmente reconvertido en un espléndido Parador de Turismo. En uno de los jardines y en el aparcamiento del Parador pueden apreciarse con claridad los restos de una calle y de diferentes edificaciones de aquella judería primitiva, que complementan la belleza del claustro, de la sala capitular o de la célebre Escalera del Aire, de Juan de Ezquerra y Juan Álvarez.

La aljama de Plasencia gozó de autonomía jurídica para celebrar sus pleitos civiles y criminales entre judíos en un tribunal exclusivamente judío (bet din). Dicho tribunal administraba la justicia conforme a las leyes de la Torá, y de acuerdo con las decisiones jurídicas de las autoridades rabínicas coetáneas y las ordenanzas de cada comunidad. El tribunal rabínico de Plasencia se reunía en las dependencias de la sinagoga de la Mota. Asimismo, la comunidad judía tenía su propia cárcel custodiada por el albedín.

Sinagoga nueva

Casa de los Carvajal-Girón, donde se ubicaba la sinagoga nueva

Al igual que ocurrió con la judería de la Mota, la Judería nueva se terminó convirtiendo también en un gueto, tras el apartamiento decretado por la Ley de las Cortes de 1480, que se prolongaría ya hasta la expulsión de 1492. La plaza de Ansano, junto con la calle de Santa Isabel, hasta el actual convento de Santa Clara y la calle Trujillo fueron los límites del nuevo espacio acotado para los judíos. Entre la plaza de Ansano y las casas 12-14 de la calle Trujillo se construyó la sinagoga nueva, que tenía entrada por ambas calles (los hombres accedían por la plaza y las mujeres por la calle Trujillo) y que funcionó hasta 1492, siendo cedida al Cabildo al año siguiente por la reina Católica, para que constituyera en su lugar la iglesia de Santa Isabel.

Incendiada la iglesia en 1520 en el transcurso de la guerra de las Comunidades, el edificio pasó a integrarse en la estructura de la casa de los Carvajal-Girón, un bello palacio cuyos sillares almohadillados siguen los preceptos del Renacimiento italiano.

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

Sinagoga vieja de la Mota

Convento de San Vicente Ferrer, construido sobre la sinagoga vieja de la Mota

La única sinagoga que funciona en la aljama de Plasencia desde la fundación de la ciudad por Alfonso VIII, hasta su devastación en 1477, se halla en el área de la Mota. En la sinagoga de la Mota, calificada por la comunidad judía en 1488 como la más mejor e más antigua que avya en toda Estremadura tiene su sede el tribunal rabínico de la aljama.

La iglesia de San Vicente Ferrer, a la que los placentinos llaman de Santo Domingo, por haber pertenecido a los dominicos, ocupa el lugar en el que estuvo anteriormente la sinagoga vieja de la Mota, confiscada en 1477 por los condes de Plasencia para ampliar las dependencias del palacio y del futuro convento. Su situación se va concretando en la documentación histórica. En 1455, la sinagoga de la Mota está próxima a las casas de la caballerisa que construye el conde Pedro de Zúñiga en las proximidades de la antigua vivienda de Tel Díaz.Un documento de 1477 refiere que la casa derruida de rabí Abraham de Aloya se halla cerca de la casa que se agora faze e fazía mi palaçio e casas del conde de Plasencia.

En las excavaciones arqueológicas realizadas por Cristina Sánchez Hernández y Pedro Matesanz Vera en la judería de la Mota y en el área del convento de San Vicente se encontraron restos materiales que han vinculado con el culto sinagogal, como una posible janukiyá y un puntero de bronce (en hebreo, yad, actualmente en el Museo de Cáceres). En la construcción de la iglesia de San Vicente Ferrer también se emplearían algunas lápidas del vecino cementerio hebreo del Berrocal.

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

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