Rodeado de valles y montañas verdes, en medio de un entorno natural privilegiado en
el que confluyen las aguas del Avia y el Miño, el Conjunto Histórico-Artístico de
Ribadavia, reconocido como tal en el año 1947, encierra una judería de fuerte resonancia medieval, testimonio de la existencia de una comunidad donde
el rito hebraico pervivió mucho tiempo después de la expulsión de 1492, dando lugar
a uno de los procesos inquisitoriales más famosos del siglo XVII. Junto al a evocación
constante de su pasado judío, a través de la representación de su pasado judío, a
través de la representación de El malsín, o de la recreación de la boda hebrea, el itinerario por el barrio judío de Ribadavia
permite recorrer unas calles llenas de sabor y de historia, salpicadas por la presencia
de palacios e iglesias románicas y con parada obligatoria en los hornos y tahonas
donde se elaboran los dulces de acuerdo con las viejas recetas sefarditas.
En la Edad Media la villa de Ribadavia fue una ciudad rica, con peso político y económico
al que no fueron ajenos los comerciantes judíos, que apoyó su economía en el comercio
del vino de Ribeiro abasteciendo los reinos peninsulares y exportándolo a Italia,
Países Bajos, Alemania, Irlanda e Inglaterra en el marco de una judería próspera. De aquel célebre pasado perviven los prestigiosos vinos de Ribeiro y una
conciencia local de recuperar su pasado judío que se refleja en sus bodegas, tabernas
y tahonas de la villa y, de una manera muy especial, en la celebración anual de la
Festa da Istoria.
Con comprobados asentamientos anteriores celtas y romanos, el burgo in rippa Avie, es decir, Ribadavia, surge como núcleo relevante de población en el siglo XI, y
se construye entre 1065 y 1071, con el rey García I, en capital del reino de Galicia. La llegada de Don García produjo un efecto inmediato de expansión en Ribadavia,
que pasó a extenderse de manera importante en la margen derecha del río Avia, constituyendo
el núcleo de lo que hoy es la villa. El asentamiento real en la ciudad y su situación estratégica de Ribadavia seguramente
atrajo a buena cantidad de hebreos que habrían ido llegando, de manera aislada, al
reclamo de magníficas posibilidades para sus negocios. La importancia del reino de
Galicia fue grande en la época, con unas fronteras que se extendían más allá del río
Duero, e incluso con poder de vasallaje sobre el reino musulmán de Badajoz.
El despegue demográfico y económico de Ribadavia, sin embargo, no se produce hasta
el siglo XII, doblemente relacionado con la comercialización del vino de ribeiro por
el norte de España y con la fundación de los grandes monasterios de San Clodio Melón
y Oseira, y gracias al Foro Real de 1164 que le concede Fernando II a la villa. En 1375, por concesión de Enrique II de Trastámara, Pedro Ruiz Sarmiento inicia el señorío de Ribadavia, que se convierte en sede del Adelantado Mayor del Reino de Galicia, comenzando así una larga historia compartida entre la villa y la casa de los Sarmiento,
ascendida a Condado (y por lo tanto Ribadavia a villa condal) en 1476, como reconocimiento
de los Reyes Católicos a la labor de Bernardino Pérez Sarmiento en la empresa de la
Reconquista.
La primera aparición documental de la presencia judía en Ribadavia no llega hasta
1386 en la Crónica de Froissart, recopilada por el barón Kervyn de Lettenhove, donde se recoge el relato de la toma de Ribadavia, por parte de los ingleses del
duque de Lancaster. Es en este año de 1386 cuando Froissard narra que, tras su invasión a Galicia, las tropas del Duque de Lancaster apenas encontraron
resistencia, mientras apuntaba que en villas como Ribadavia, cristianos y judíos combatieron juntos. El cronista afirma que tras superar su resistencia y entrar en la villa ribadaviense,
los saqueadores cobraron un gran botín de oro y plata en las casas de los judíos en especial, y asegurando que en la villa había más de quinza cens judíos (es decir, 1.500 hebreos). Esta cifra ha sido muchas veces discutida por seguramente exagerada.
Tras su presencia en la Crónica, las noticias sobre la comunidad judía de Ribadavia desaparecen hasta el siglo XV,
cuando aumenta ligeramente la documentación conservada. Se sabe que en Ribadavia el número de familias giró en torno a las trece en 1464;
siete en 1472 y 1474; once en 1479 y cuatro en 1482. A estos resultados habría que sumar las personas no sujetas a tributación pero, a
pesar de ello, sólo se puede afirmar que, en el siglo XV, la de Ribadavia fue una
pequeña comunidad, similar a la mayoría de las que se ubicaron en Galicia.
La comunidad judía en Ribadavia se agrupó en una zona que ocupó parte de calles, plazas
y travesías, desde la parte Oeste de la muralla, alrededor de la Porta Nova. Pese
a la gran extensión de esta judería, aún había hebreos que convivían en buena vecindad en barrios cristianos, de la misma
manera que otros cristianos residían en la judería. Un alto porcentaje de los judíos
de Ribadavia vivió en una de las principales calles de la villa, la que parte desde
la Praza Mayor hasta la iglesia de la Magdalena, y que se denominó hasta el siglo
XVI rúa da Xudaría. Posteriormente cambió su nombre por el de calle de la Cruz. Sin
embargo en la documentación, hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se menciona la
calle de la Cruz siempre se cita, seguidamente el nombre antiguo, rúa da Xudaría,
lo que permite suponer que la calle sería más conocida por el segundo nombre que por
el primero. En la actualidad mantiene el mismo trazado y ha recuperado su nombre tradicional.
En este ámbito eminentemente urbano desarrollaron su vida los judíos de los que se
tiene noticia. Además de a las transacciones comerciales y a los oficios artesanales,
la presencia de los judíos aparece vinculada con asiduidad a las actividades del Señorío.
Con don Diego Pérez Sarmiento, señor de Ribadavia, conde de Santa María de Ortigueira
y Adelantado de Galicia, aparecen relacionados dos ilustres judíos de la época: un tal Salomó
físico, su médico personal, al que menciona en su testamento, y Abraham de León, recaudador
real de las alcabalas del vino en Ourense y Ribadavia. De Abraham de León sabemos que los primeros años de su vida profesional los pasó en Ourense pero, entre 1438 y 1444 se trasladó a Ribadavia, donde en 1453 obtuvo la categoría de vecino. Aquí ejerció como recaudador, encargado de recibir el dinero procedente de las rentas, y como mayordomo de don Diego Pérez Sarmiento, I conde de Santa Marta de Ortigueira y padre del futuro
conde de Ribadavia. En su calidad de mayordomo fue el encargado de todo lo relacionado
con los aspectos económicos y financieros de la casa.
Relacionado con Abrahán de León se registra en numerosas ocasiones la figura de un
Judá Pérez. Este nombre aparece desde el año 1423 hasta 1488 excepto en el intervalo
comprendido entre 1456 y 1476, lo que seguramente confirma la existencia de dos personas
diferentes con el mismo nombre. El primero desde el año 1423 hasta 1456 y el segundo
desde 1476 hasta 1488. Es necesario destacar que este último Judá reaparecerá de nuevo
en el año 1497 convertido al cristianismo.
Del primer Judá Pérez (1423-1456) se sabe que fue vecino de Astorga (León), que estuvo casado y que fue
padre de, al menos, dos hijos: Diego López, cuyo nombre cristiano es un claro indicativo
de su condición de converso, y Abraham Pérez. Así mismo, debió gozar de una buena situación económica, ya que contó con diferentes personas que desarrollaron para él actividades de carácter
administrativo y económico. Profesionalmente, simultaneó la recaudación de impuestos en Ourense con la de contador o encargado de controlar los ingresos y los gastos, organizar el cobro de las rentas
y de ordenar los pagos a realizar para don Diego Pérez Sarmiento.
De la vida privada del segundo Judá Pérez (1476-1488, 1497), el hecho más significativo es su conversión al cristianismo. Ésta puede deducirse de un documento fechado el 15 de diciembre
de 1497 en el que se menciona a un Luys Alonso que antes se llamaba Yuda Peres. Su vida profesional estuvo relacionada con la figura de don Bernardino Pérez Sarmiento, I conde de Ribadavia, para el que ejerció como recaudador y mayordomo. Esta última actividad se encuentra ampliamente documentada en el Libro de rentas del condado de Ribadavia correspondientes a los años 1477 y 1478 dadas por Judá Pérez, mayordomo de don Bernardino
Pérez Sarmiento, conde de Ribadavia, en el que se recogen los ingresos y los gastos
de la casa condal en los años 1477 y 1478, así como la responsabilidad de Judá Pérez
dentro de la casa, especialmente importante ante la ausencia generalizada del conde
de tierras gallegas. Antes del año 1488 abandonó esta actividad debido, quizá, a la
pena de excomunión que la Iglesia impuso a don Bernardino, a Judá Pérez y a otros
personajes, probablemente, por los daños económicos y territoriales que le habían
ocasionado. Aunque los tribunales judíos tenían autoridad para juzgar a los miembros
de la comunidad, las autoridades civiles y eclesiásticas cristianas podían ordenarles
imponer o hacer cumplir un herem cuando se trataba de asuntos monetarios.
Al abandonar la mayordomía de la casa condal de Ribadavia se hizo cargo de la misma
su hermano Moshé Pérez quien mantuvo unas difíciles relaciones con el conde. El enfrentamiento
entre ambos se produjo por el intento de don Bernardino de despojarle de parte de
sus posesiones y de sus fuentes de ingresos. Moshé pidió protección a la reina Isabel,
quien, como primera medida, ordenó que le restituyesen sus propiedades hasta que se
celebrase el juicio.
Tras la expulsión de 1492, muchos de los judíos que habitaban en Ribadavia se convirtieron
al cristianismo y así mantuvieron sus bienes, además de ser considerados conciudadanos
de pleno derecho. Algunos mantuvieron el culto judío en secreto, como muestra los
famosos hechos de malsín en el año 1606. Tanto cristianos como judíos contribuyeron
a la sólida pujanza económica de toda la comarca, que llegó a su cota más alta en
los siglos XV y XVII, siempre tomando como base la comercialización del vino, del
cual la aljama fue más propietaria que cultivadora directa. Además de comerciantes, los judíos ejercieron
oficios artesanos, siendo los más comunes los de zapatero, sastre, herrero, guarnicionero,
platero, etc. Los que no quisieron abjurar de su religión se asentaron provisionalmente
en la cercana Portugal, regresando a Ribadavia cuando las persecuciones se calmaron,
pero huyendo periódicamente a tierras lusas durante los periodos en que los representantes
de la inquisición realizaban sus inspecciones por la comarca del Ribeiro.
Biblia Kennicot
Iluminación de la Biblia Kennicot
En una de sus salas, el Centro de Información Judía de Galicia ha habilitado un sistema
digital para poder consultar, página a página, la célebre Biblia Kennicot, el manuscrito judío de tema religioso más importante de toda la Edad Media en Galicia,
y cuyo original se conserva en Oxford.
Fechada en La Coruña en 1476, consta de 922 páginas escritas en el primoroso hebreo
de Moshé ibn Zabarah, 238 de ellas bellamente iluminadas por Josef ibn Hayyim, y en
1771 fue adquirida en Inglaterra por Benjamin Kennicot, quien le dio su nombre.
La Torá (La Ley)
Es el objeto ceremonial más importante que relata la historia del pueblo judío. La
Torá difunde la Ley escrita en hebreo arcaico de los cinco primeros Libros de la Biblia
(el Pentateuco): Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
El rollo, formado de grandes trozos de pergamino cosidos juntos, puede llegar a una
altura de hasta 80 cm. Está montado en dos varas de madera para enrollarlo, levantarlo
y portarlo. En la costumbre askenasí las manillas de estas varas están cubiertas generalmente por coronas o remates de
algún metal fino. La Torá está atada con una faja, lisa o bordada, que se desata solamente cuando se lee en
público, y está protegida por una funda, por lo general bordada. Un pectoral, recuerdo
del que usaba el Sumo Sacerdote, cuelga desde las manillas sobre la funda. En las
comunidades sefardíes el rollo de la Torá se coloca en una caja cilíndrica, barnizada y decorada, y por lo general envuelta
con una faja. La mayoría de las cajas son de madera, pero existen también modelos
en plata y en oro. A su vez, esta caja se guarda dentro del Arca.
El rollo de la Torá es tratado con la máxima reverencia aunque, por supuesto, no es adorado. No debe
ser dejado caer, ni debe ser llevado a un lugar impuro. El pergamino del rollo de
la Torá no se toca excepto cuando es absolutamente necesario. El lector se ayuda de un puntero
de madera o de plata que tiene en su extremo una mano con el índice extendido.
Las sinagogas pueden tener rollos adicionales; los más comunes son El Cantar de los
Cantares, Rut, Eclesiastés y Ester, que se leen públicamente en las festividades del
Pésaj, Shavuot(Pentecostés), Sucot y Purim, respectivamente.
El rollo que más comúnmente se encuentra después de la Torá es el de Ester, que cuenta el relato de Purim. Dado que no menciona el nombre de Dios, es de menor santidad que los demás rollos
y se encuentra en muchos hogares. Se lo mantiene en una caja hecha de madera, plata
u otros materiales.