Popularmente conocida como la Rúa, asentada al abrigo de la antigua Suda o fortaleza musulmana, hoy Palacio Episcopal, y a los mismo pies de las extraordinarias casas colgadas del barrio alto de la ciudad, la Judería Vieja de Tarazona constituye un espacio cerrado, ajeno a la modernidad y al tráfico, que discurre entre calles estrechas y escaleras empinadas que se adaptan como pueden a las condiciones del terreno. Un barrio judío de fuerte raigambre histórica que se desarrolla alrededor de los dos ejes que constituyen la Rúa Alta y la Rúa Baja, hoy dedicadas al poeta Gustavo Adolfo Bécquer, cuyas leyendas siguen vivas en esta tierra.

Ciudad bimilenaria, cuyo rico patrimonio de fuerte acento mudéjar la hace merecedora del título de Conjunto Histórico Artístico, Tarazona lleva la leyenda de su fundación a su mismo escudo municipal: Tubal Cain me aedificauit. Hercules me reaedificauit. Tubalcaín me edificó y Hércules me reedificó. Contó con pobladores celtíberos, que la llamaron Triasu o Driasu, romanos que la denominaron municipium Tvriaso, visigodos, musulmanes y judíos que la llamaron Tirasone, y cristianos que la designaron como Tirasona, del que deriva el nombre moderno de Tarazona. El trazado urbanístico de la ciudad todavía muestra las huellas del paso de estas tres últimas culturas en época medieval y moderna.

Plinio el Viejo en su Historia Natural nos informa que Tarazona fue ciudad de derecho romano y que forjaba herramientas de hierro de gran calidad. Aunque actualmente no se conoce todavía en profundidad el urbanismo romano de la ciudad, parece que a finales del siglo I a. C. el área urbana se ubicaba en la margen izquierda del río Queiles en torno a la calle Tudela hacia la Rúa Alta, de la calle Carmen hasta la Visconti y Marrodán, Quiñones y Cañuelo. Sin embargo, la ciudad también se extendió por la orilla derecha del Queiles tal y como lo atestiguan los hallazgos arqueológicos localizados en Pradiel, en el Palacio de Eguarás, en la Catedral, la Carrera Zaragoza, la calle Borja, la Faceda, la calle Cinco Villas y en el Polígono Industrial. Esta prolongación podría relacionarse con el trazado de la vía que iba de Caesaragusta (Zaragoza) hacia Asturica Augusta (Astorga).

A partir del siglo III la ciudad fue abandonada progresivamente debido a la inestabilidad política del Imperio Romano, atacado por los bárbaros y los bagaudas. Estos últimos aparecen documentados en Tarazona en el año 449, momento en el que el obispo León fue asesinado.

Es probable, de todos modos, que la presencia judía se remonte a época visigoda o, incluso, al Bajo Imperio, consolidándose bajo dominio musulmán, si bien las noticias se multiplican después de la capitulación de la ciudad ante Alfonso I el Batallador en 1119.Una vez integrada Tarazona en el aparato defensivo visigodo, se restauraron las condiciones mínimas de una ciudad episcopal, cuyo dinamismo se manifestó con la acuñación de moneda de oro en torno al siglo VII, durante el reinado de Recaredo (586-601).

En el año 713 Tarazona cayó ante los ejércitos musulmanes y el urbanismo de la ciudad se adaptó a las características islámicas. Sus habitantes se convierten al Islam, se crean baños públicos y cementerios, y se levanta la Zuda, palacio o fortaleza que sirvió como sede de los gobernantes militares consistente en una superficie rectangular excavada en una roca sedimentaria de gran altura sobre la terraza del Queiles que formaría parte de un recinto amurallado mayor, ubicada en el barrio del Cinto.

Precisamente, cuando Benjamín de Tudela emprende su viaje en 1165, la aljama de Tarazona está ya plenamente constituida tras la conquista de la ciudad por Alfonso I, rey de Aragón y Navarra en 1119.Después de la conquista, el rey donó al obispo los derechos tributarios y mercantiles de la aljama, lo que le permitía imponer tributos a los judíos de su diócesis. Este privilegio tenía una cierta importancia, dado que la judería de Tarazona era una de las más importantes de Aragón en la primera mitad del siglo XIII. La pujanza de su judería en esta época se manifiesta en los fuertes tributos que pagó a la Orden militar del Temple hasta 1312, cuando se disolvió. Hubo entre los miembros de su juderíaintelectuales y hombres de importancia como médicos y maestros de casas, como se denominaba antiguamente a los arquitectos. Hubo también, caso poco frecuente en el ámbito judío, artistas plásticos, como el pintor de retablos Juan Leví, de finales del siglo XIV, cuyas obras pueden verse en la catedral de Tarazona.

Desde los padrones fiscales de 1271, Tarazona figura entre las dieciséis comunidades de realengo de Aragón, con una tributación media del 3% del impuesto ordinario y del 2% en los subsidios extraordinarios, en una situación similar a la de Ejea de los Caballeros, mientras que la comunidad mudéjar local abonaba la mitad en dichos conceptos. En el fogaje realizado en 1386 y en el de 1404, se adjudicaba a la ciudad (excluidos nobles y eclesiásticos) un total de trescientas casas con judíos et moros. Gracias a un registro contable interno o pinqas conservado en la Biblioteca Nacional de Jerusalén, sabemos que la judería se componía en esa época de cincuenta y dos hogares con unas doscientas veinticinco personas, esto es, un 15% de la población total de la ciudad, que alcanzaba las 1.300 personas. A finales del siglo XV, la población hebrea había aumentado por encima de las setenta familias.

Tras la integración de la ciudad en la Corona de Aragón, Tarazona vivió su denominada Edad de Oro entre 1213 y 1283, décadas en las que los judíos de la ciudad se mostraron como un elemento clave contribuyendo al funcionamiento de la administración y las finanzas de la ciudad. Aquí nació Moshé de Portella, que gustaba firmar con el prenombre árabe Muça, dado el prestigio que tenía la lengua árabe como lengua de cultura. Moshé de Portella provenía de una familia con recursos que se había enriquecido con el tráfico de cereal, el préstamo y el arrendamiento de rentas reales. Era tal la posición de la familia Portella que ésta pagaba una quinta parte de los impuestos totales de la aljama desde 1267.A los Portella se debió, en buena medida, que Pedro III mostrara interés en organizar la aljama y ratificara en 1285 una normativa general que establecía los procedimientos de pago de impuestos sobre bienes muebles e inmuebles y que fijaba la naturaleza de las personas exentas de tales gravámenes. El declive de los Portella fue paralelo al de los judíos de Tarazona, abatidos por la peste negra de 1348, con rebrotes en 1362 y 1369, desgracias a las que se unió una racha de malas cosechas, a consecuencia de las cuales la comunidad judía, como también la cristiana, disminuyó en número. De hecho, la judería de Tarazona hubiera desaparecido si no hubiera sido por la inmigración procedente de Francia tras la expulsión de los judíos en ese país y los asaltos padecidos por las juderías navarras, circunstancias que trajeron nuevos habitantes a la judería.

En la guerra entre Pedro I el Cruel, rey de Castilla y Pedro IV, rey de Aragón, (cuyo objetivo era lograr la hegemonía comercial en el Mediterráneo entre la flota castellano-genovesa y la flota aragonesa), la ciudad fue saqueada por las tropas castellanas en varias ocasiones entre 1357 y 1360. El barrio judío no corrió mejor suerte, ya que los soldados entraron en la judería sin oposición al carecer de las murallas del Cinto, lugar bien fuerte y que se podía defender de qualquier ejército por grande que fuere.Al acabar la guerra en 1378 con Castilla, Pedro IV pensó en la conveniencia de desmantelar la judería, dado el nivel de destrucción sufrido durante el saqueo castellano, pero al rey le convenía repoblarla de nuevo. En la licencia de reedificación de la sinagoga otorgada en Tarazona por el obispo Pedro Pérez Calvillo, el 10 de mayo de 1370 se manifiesta el estado en el que había quedado el templo:

Fuisse et esse dirutam et destructam ex eo quod in occupacione dicte civitate Tirasone jacta per dominum Petrum, quondam, regem Castelle, castellani subditi dicti regnis ipsam sinagoga conbursserunt et destruxerunt.

Al renacimiento del barrio judío contribuyó la llegada del rabí tudelano Shem Tov ben Shaprut, médico y talmudista, buscando asilo después de la disputa de Pamplona con el Cardenal Pedro Martínez de Luna (1375). Aquí escribió su Eben bohan o Piedra de toque. Tanto él como rabí Jehudá Saladín eran consultados sobre temas jurídicos y se creó un modesto centro donde se traducían obras del árabe al latín y al hebreo.

La aljama de Tarazona promulga hordinamientos y secamas a proveyto et utilidad de los ditos jodios. El de 1285 prohibía, entre otros, que se utilizara ropa de tonos claros y el de 1378 prohibía que los niños estrenaran vestidos al ser circuncidados. Su autonomía queda plasmada en el acto de toma de posesión del baile, comprometido a lealment servar et guardar a la dita aljama segund ley de judios. La organización interna, creada en el siglo XIV, se asienta en la Asamblea de la aljama, el Consejo y los adelantados, así como en diversos funcionarios adscritos a tareas administrativas (el clavario, encargado de la percepción de impuestos y de la contabilidad), judiciales (albedín) y religiosos (rabino, shamashim, etcétera). Los documentos internos son expedidos por el sofer o notario.

Los asaltos a otras juderías en la Corona de Castilla, como las de 1391 apenas se dejan sentir en Tarazona, tanto por la protección del concejo como por el apoyo financiero que los judíos venían prestando en la reconstrucción de la urbe. Por ello, ese mismo año de 1391 se firmarán los capítulos de la guarda de la judería, donde se garantiza su defensa y la aplicación de los derechos forales, uniendo a esta guardia la enérgica protección de la Corona. Sin embargo, nada volverá a ser igual. Algunas familias pujantes en la vida mercantil pasan ahora a un segundo plano, como los Laquef, Abençahadía o los Abjoxar, y su presencia en el mercado del préstamo se reduce del 50% al 10%. Tras la Disputa de Tortosa (1413-1414), las conversiones al cristianismo no son masivas como en Daroca o Calatayud, pero quiebran la fortaleza de la judería. En 1430 la situación vuelve a calmarse y la comunicación entre judíos y conversos es buena.

Gracias a la política fiscal de Alfonso V y a la dotación de un marco institucional más participativo, la judería de Tarazona alcanza un cierto equilibrio social que se traducirá en una situación de cierta bonanza.En 1457 Alfonso V concedió, a petición de los judíos, exenciones que aliviaban la carga fiscal de la judería. El propósito del rey era dinamizar la vida comercial y la actividad económica de las ciudades de Aragón y consideraba que las juderías eran una parte importante de ese dinamismo. Juan II seguirá con esas políticas, creando la Judería Nueva. El grado de nueva vecindad queda reflejado en el obsequio realizado en la celebración de la Navidad al justicia, jurados, prohombres y cabildo catedralicio, consistente en unos sesenta pares de gallinas y capones.

La implantación del tribunal del Santo Oficio en 1484, con sede en el Palacio Episcopal, fue el final de la convivencia en la ciudad. Serán procesados durante el siglo XVI miembros de las familias de conversos Santa Fe, Santángel, Santa Cruz, pero también de otras familias de la diócesis como los Aibar, Andrés, Casado, Cortés, Cubero, Liñán, López, Pomar. Los conversos mantienen festividades y costumbres judías, creyendo en la bondad de ambas religiones, pues también se podía salvar el buen judío en su ley como el buen christiano en la suya. Decretada la expulsión, una parte emigra a Tudela o Cascante, mientras otros, desde los puertos de Tortosa y Barcelona, se dispersan por el Mediterráneo, con Italia como primera escala. Paralelamente, en torno al 40 o 50% restante, acepta ser bautizado y convertirse al cristianismo.

Antigua sinagoga

Fachada de la antigua sinagoga

Cerca del final de la Rúa, casi en el cruce con la calle de los Aires, se localiza un viejo edificio que los estudiosos relacionan con la sinagoga mayor, encuadrada en una manzana de la estructura muy diferente de la actual, y quizás con comunicación también con la actual plaza de los Arcedianos.

Pese a ser el inmueble más importante de la judería, la sinagogano despuntaba visiblemente de su entorno, pues esto podía ser interpretado como un desafío a las iglesias cristianas, que en todo momento querían dejar bien clara su supremacía. Sobre su tamaño se conservan dos referencias históricas acerca de las dos asambleas más numerosas de las que conocemos testimonios documentales: A la celebrada el 17 de agosto de 1391 asistieron cuarenta personas y a la que tuvo lugar en septiembre de 1491 sesenta y siete.

La sinagoga constaba de una sola nave, orientada hacia Jerusalén, cubierta con madera a doble vertiente, a la que se accedía a través de un patio o azara, uno de cuyos arcos todavía continúa cegado. Aún se conserva la loggia de ventanas, ahora cegadas, por donde se iluminaba. Disponía de una almosna para los indigentes, así como la sinagoga de las mujeres, con una cofradía propia, segregada mediante una tribuna en el piso superior. La construcción, que lindaba con la casa del rabino, fue objeto de diversas obras de acondicionamiento en el siglo XV. Nada se sabe del micvé .

La primera noticia de su existencia se remonta a 1367, cuando la desolación material de Tarazona, sumida en las guerras fronterizas con Castilla alcanza cotas alarmantes. La situación es tal que Pedro IV consulta a las cortes reunidas en Zaragoza en 1367 la posibilidad de su demolición ante la amenaza que supone el avance de las tropas castellanas. El rey cambia de opinión y el 20 de septiembre de 1368 se recibe la licencia para la reconstrucción de la sinagoga mayor y cinco días después de la sinagoga menor. Ya en el año 1371, el 8 de septiembre, Bayel Constantin, médico judío recibe el beneplácito episcopal para la apertura de un oratorio o midrash, al que podían acudir los que permitiese su propietario, al igual que a las antiguas sinagogas de la ciudad.

Las dos sinagogas de Tarazona

La judería de Tarazona contaba con dos sinagogas, al menos desde fines del siglo XIV, como explicita la visita pastoral realizada el día 11 de febrero del año 1410, en cuyo texto se alude a duas sinagogas ebreorum. Abundan las referencias en las que se califica a una de ellas como la mayor. Así sucede en la licencia para su reedificación en 1370 o en la aljama aljamante celebrada el 10 de mayo de 1412. Esta denominación perdura años después de la expulsión, como en la carta de censo perpetuo que entrega el 30 de septiembre de 1499 el cabildo de la catedral a Juan de Agreda, sobre casas en la judería o Barrio Nuevo, colindantes con las casas de Juan Royo y con la sinoga mayor.

Cabe preguntarse si la segunda sinagoga puede ser la llamada sinagoga de las mujeres, aunque esté en las mismas dependencias arquitectónicas que la mayor, si bien perfectamente delimitada y perfilada, o tal vez nos encontraríamos ante una yeshivá o un midrash.

Calle Judería

La calle Judería

Nada más traspasar simbólicamente la puerta de la Plaza de España, el primer vial que se abre a la derecha es la calle Judería. La cerrada estrechez del primer tramo, de trazado puramente medieval, nada hace presagiar sobre el espectáculo que aparece a continuación ante los ojos del viajero: la calle se abre enseguida a los pies de un talud en cuyo extremo superior, colgadas y asomadas sobre las casas de los judíos, estuvieron las casas de los hidalgos que poblaron el barrio alto o barrio del Cinto de Tarazona. Lo que en el plano es apenas una línea discontinua que separa la calle del Conde de la de Judería, sobre el terreno es un desnivel sobre el que estaba instalada la barbacana, y que marcaba de paso las diferencias entre los pobladores de un barrio y otro. La estructura de estas casas levantadas sobre la misma roca, con fachadas voladas y paredes sujetas por sólidos contrafuertes, constituye un verdadero catálogo arquitectónico, en el que vivieron los judíos más modestos, en su mayor parte artesanos. La calle de la Judería se dobla en un codo a la izquierda, formando un amplio espacio en el que es posible contemplar, a un lado, la fortaleza y la altura del Palacio Episcopal, asentado sobre la vieja Zuda musulmana, y al otro, la imponente presencia de las Casas Colgadas.

Carnicería judía

La Rúa Baja, donde estaba ubicada la carnicería sobre la acequia de Selcos

Según un documento de julio de 1492 la carnicería de los judíos se encontraba enfrente de la cofradía de la aljama, cuyas cambras lindan con la Plaza de la Judería Nueva (actual Placeta de Nuestra Señora). Su ubicación también estaba próxima a unas casas y huerto pertenecientes a la capellanía de García Ruiz, situados sobre la acequia de Selcos. De esta forma, el cauce del agua atravesaba las instalaciones de la carnicería, que incluirían junto a los desolladeros algún corral para guardar los animales.

En 1503 se suscita un pleito en torno a la propiedad de unas casas adjudicadas en el momento de la expulsión a la capellanía del canónigo García Ruiz y que posteriormente vendió indebidamente el baile Pedro de Talavera.

Si tomamos como hipótesis que este inmueble, colindante con la entrada de la sinagoga, es el mismo que el contemplado en el texto de 1492, la carnicería judía estaría en lo que hoy es Calle de la Rua Baja, en el tramo sobre Selcos cercano a la Plaza de los Arcedianos.

La carnicería

La carne que era consumida por los judíos tenía que haber sido sacrificada bajo un ritual religioso muy estricto. Éste se llevaba a cabo en el matadero y la carne se vendía en la carnicería.

El matadero, rastro o degolladero, era un espacio que adquiría un cierto carácter ritual por la liturgia ( shejitá ) que en él se desarrollaba durante el sacrificio de animales cuya carne iba destinada al consumo humano (comida cásher). Lo normal era que los mataderos estuvieran en una zona periférica de la judería, para evitar los malos olores en la ciudad.

La carne se vendía en la carnicería, en la que se levantaban puestos de venta que se solían arrendar. Con los ingresos obtenidos se hacía frente a determinadas necesidades de la aljama.

Casas colgadas de la Judería

Las Casas Colgadas desde la rúa de la Judería

El límite norte de la Judería Vieja está trazado por la barbacana que se alza en la calle del Conde, en cuya parte posterior se suceden una serie de edificaciones en saledizo, denominadas Casas Colgadas y ocupadas por la baja nobleza y linajes como los López de Gurrea, Señores de Torrellas, los Fayos, y Santa Cruz.

Catedral de Nuestra Señora de la Huerta

Panorámica de Tarazona con la catedral, del siglo XV, en el centro

La Catedral, dedicada a Nuestra Señora de la Huerta, reúne un conjunto de estilos diversos, desde el primer gótico del siglo XIII hasta sus últimas manifestaciones del siglo XV, para enlazar con el renacimiento del siglo XVI, aderezados con la tradición arquitectónica del mudéjar aragonés. Fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931.

La parte más antigua es la cabecera del segundo cuarto del siglo XIII, concebida según los modelos del gótico del Norte de Francia.

La bóveda de la capilla mayor está decorada con un ciclo de grisallas ejecutado por Alonso González en 1562-1565, siguiendo el ejemplo de la capilla Sixtina. El retablo mayor, de estilo romanista, se elevó entre 1608-1614.

El cimborrio, obrado por el arquitecto Juan Lucas Botero en 1543-1545, cuenta con decoración interior en yeso de Alonso González en 1546-1549.

El acceso principal al templo se sitúa en el brazo Norte del crucero. Está presidido por una portada, de cantería debida al escultor Bernal del Fuego (1578-1585), protegida por un amplio pórtico barroco construido entre 1733 y 1735 según diseño del arquitecto carmelita fray José Alberto Pina. El claustro se levanta en el flanco sur de la iglesia. Erigido entre 1500 y 1529, es una de las creaciones maestras de la arquitectura mudéjar aragonesa en su etapa final. Destaca como elemento más llamativo el complejo sistema de yeserías que recubren los ventanales, rehechas en buena medida en el siglo pasado.

Es de reseñar que sus archivos guardan una interesante colección de pergaminos hallados en las cubiertas de códices y manuscritos, en su mayoría bíblicos, sin olvidar una sección miscelánea (una página de Hagadá, versículos del Moed Katan del Talmud de Babilonia, un Midrash Rabbah anotado y un tratadito de medicina en árabe con caracteres hebreos).

Cementerio judío

La iglesia del convento del Carmen, donde estaba ubicado el antiguo cementerio judío

El cementerio judío estaba situado en el actual emplazamiento del Convento del Carmen y la fábrica de la antigua Fosforera Española, junto con algunas eras y pequeños huertos detrás de la Calle de las Hoyas. Es decir, se localizaba entre la calle de Caldenoguea y el camino de Mataperros, en un suave promontorio que limitaba con la Plaza de la Almehora, de cuya fuente existe constancia documental al menos desde la década de 1380, cerca de la Puerta de la Carrera de Cervera y de la Puerta de la Era, en la parroquia de la Losilla. Propiedad de la aljama y limitado por una cerca, se situaba en terrero virgen, en pendiente, y con los sepulcros orientados hacia Jerusalén.

El sepelio se realizaba en ataúdes trapezoidales, como los encontrados en Calatayud y Teruel, con una longitud aproximada de 2,3 metros, en los que se empleaban clavos de hierro con cabeza de pestaña y sección cuadrada para ensamblar el armazón. A veces bastaba con una piedra tallada en forma de prisma y sin inscripción, con el fin de indicar su emplazamiento.

En el momento de la expulsión se adjudica el cementerio, junto con huerto y eras próximos, propiedades valoradas en conjunto en 1.025 sueldos jaqueses, al baile Pedro Talavera. Al parecer, éste decide dividir en parcelas el espacio, ya que en 1494 el contrato de compra de un patio destinado a era explícita su emplazamiento en Montiver, termino de la ciudad, en el fosar que solía ser de jodios.

El cementerio

El cementerio se ubicaba extramuros, a cierta distancia del barrio judío. El terreno elegido:

  • Tenía que ser tierra virgen
  • Estar en pendiente
  • Estar orientado hacia Jerusalén

La judería debía tener un acceso directo al cementerio para evitar que los entierros tuviesen que discurrir por el interior de la ciudad.

Los reyes autorizaron después de 1492 (en Barcelona en 1391), que las piedras de los cementerios judíos pudieran ser reaprovechadas como material de construcción. Así, no es extraño encontrar fragmentos de inscripciones hebreas en varias construcciones posteriores.

A pesar del expolio que sufrieron desde finales del siglo XIV, la memoria de estos cementerios ha perdurado como nombre en determinados lugares, por ejemplo, Montjuïc en Barcelona o Girona. Sabemos de la existencia de más de veinte cementerios judíos medievales. Otros sólo se conocen o bien por la documentación o bien por las lápidas conservadas. El de Barcelona, en Montjuïc, fue excavado en el año 1945 y 2000, el de Sevilla en 2004, el de Toledo en 2009 y el de Ávila en 2012.

Centro de Interpretación Moshé de Portella

Puerta del Centro Moshé de Portella

En el número 9, un portal del siglo XVI marca el arranque de la Rúa Baja, en un entorno donde se ubica el Centro de Interpretación de la Cultura Judía de Tarazona Moshé de Portella, un espacio dedicado a los sefardíes turiasonenses que cuenta con audiovisuales, reconstrucciones de la judería en 3D, un memorial con los principales apellidos judíos de la localidad y paneles sobre los judíos y sus costumbres.

Moshé de Portella

Moshé de Portella fue, junto con su hermano Ismael de Portella, el paradigma del judío de la Corte, con carrera fulgurante y meteórica. De oficial o consejero privado del rey pasó a administrador de los ingresos de la Corona con Pedro III, que se le encargó la recaudación, mantenimiento y reparación de las fortificaciones con Castilla y Navarra. Antes, durante el reinado de Jaime I el Conquistador, ostenta el cargo de baiulus o baile de Tarazona en 1273, y a comienzos de 1276 lo es de Sagunto, Onda, Peníscola, Morella, Segorbe, Villareal y Vall d´Uxò, a las que poco después incorpora las ciudades de Malón, Santa Cruz, Borja, Luceni y Ejea de los Caballeros. En los últimos años del reinado de Jaime I, en el trienio 1279-1281, gobernará las merindades de Tarazona, Ejea de los Caballeros y Jaca, así como la bailía de Sariñena.

Su hermano Ismael de Portella también tuvo un papel principal en Aragón. Hasta 1289 fue, por disposición real, executor o administrador de la casa del Infante Don Pedro, hijo de Alfonso III. Jaime II le confió misiones diplomáticas y le concedió el privilegio de no pagar impuestos. Fue rab o Rabino Mayor de todas las juderías de Aragón.

A la muerte de Pedro III, en 1285, Moshé cayó en desgracia. Cuando las Cortes exigen su destitución en 1286, su influencia se extiende por todo Aragón, una posición de poder que no pasaba desapercibida en manos de un judío. Tras su muerte en extrañas circunstancias en 1293, su fortuna fue confiscada para contribuir a la conquista de Menorca, aunque se firmó un acuerdo posterior a cambio de que su familia abandonara Tarazona y de que se trasladaran a Borja. El declive de los Portella fue paralelo al de sus seguidores, abatidos por la peste negra de 1348 (con brotes en 1362 y 1389) y un cúmulo de malas cosechas, compensado, en parte, por los aportes de los judíos emigrados de Francia y los asaltos padecidos en Navarra.

Judería Nueva

La Cuesta de los Arcedianos por la noche

Las escaleras de la cuesta de los Arcedianos ponen en comunicación la Judería Vieja con la Judería Nueva, creada en los primeros decenios del siglo XV. Se trata de un callejón estrecho y empinado que salva una altura considerable para descender hasta el nivel del río, y que sigue guardando un cierto misterio en su recorrido. Una vez abajo, a la izquierda se abre el pasadizo que comunica con la calle Marrodán, y a la derecha surge la placeta de Nuestra Señora o de la Judería Nueva, alrededor de la cual se desarrolló un nuevo barrio judío. En la misma plaza, un estrecho pasadizo mantiene la servidumbre de paso de una antigua calle del barrio, pasando por debajo de un edificio contemporáneo, y un poco más adelante, entre los números 20 y 22 del paseo de los Fueros de Aragón, una verja corta el paso a un viejo callejón medieval, hoy fuera de uso; vestigio de lo que fue la última residencia de un colectivo asentado de manera secular en Tarazona.

La primera mención documental de la Judería Nueva se remonta al año 1440 y en su origen se conjugan factores demográficos y de higiene pública, pues ciertas actividades insalubres como las curtidurías, los mataderos, etcétera, sólo podían realizarse a una distancia mínima de cincuenta codos del barrio residencial.Mientras las carnicerías se habían emplazado en la parroquia de Santa Cruz, no existía el problema que se genera en 1417, cuando el rey exige que los judíos tengan su propio macellum. Sólo cabía en el extrarradio derivar un brazal del arroyo de Selcos y construir las instalaciones abocándolas a la placeta de Nuestra Señora.

De este modo, en un segunda fase, la ocupación urbana se prolongó a través de la Cuesta de los Arcedianos para articularse en torno a la plaza de Santa María o de Nuestra Señora, protegida en la parte más próxima al río Queiles por una barbacana. Su efectiva segregación se logró mediante una puerta radicada en el último tramo de la calle Marrodán, a través de un sistema de doble cierre de puerta y arco, conocido como el Arco de Santa Ana, que con anterioridad sólo servía de desagüe, siendo lícito pensar que coincidía con el callizo del forno. Una segunda puerta se abría en el extremo occidental de la plaza, en las cercanías del molino harinero del Cubo.

La plaza se convirtió en lugar de celebraciones (coronación, nacimiento, esponsales de los monarcas) y manifestaciones de dolor (muerte de Juan II). Como declara la mujer de Pedro Lamata ante los inquisidores contra la madre de Ximeno Cabrillas, cuando:

Hun judio hovo a preycar en la plaça de la juderia nueva, y ahí fueron muchos a oyr el sermón, vido como en un mirador con ella estava una judia, y quando el judio dezia ciertas palabras en ebrayco y alçava y baxava la cabeça.

Cuando recogieron la Torá repuso:

Mirat con que magnificencia hazen sus cosas y las mueven, que no lo fazen asi entre nosotros, que quando algun finado llevan, los nuestros tan presto como lo sacan de casa lo tienen en el cimenterio.

Judería vieja

La Rúa Alta a la altura de la Plaza de la Mata

El nombre de Judería Vieja se acuña en el siglo XV, en contraposición a la Nueva. Durante la Baja Edad Media, desde el fin de las guerras entre Castilla y Aragón (1357-1369) hasta el momento de la expulsión, la comunidad judía de Tarazona ocupa un área urbana próxima a la fortaleza de la Zuda, símbolo primero del poder musulmán y luego del cristiano. En las tres últimas décadas del siglo XIV el barrio se extiende entre el exterior de la barbacana de la ciudad, la acequia de Selcos y la Zuda. Este ámbito puede precisarse gracias a dos documentos: el contrato de compra que realiza en 1376 Fernando Pérez Calvillo de varias propiedades pertenecientes a Jordán Pérez de Urries, entre las que están incluidos veintiún censos sobre inmuebles de la judería, y a la donación que efectúa el referido eclesiástico y su hermano, el obispo Pedro, a favor de la ciudad de un número ligeramente superior. Ambos textos inscriben los límites de la judería entre la barbacana de la ciudad, la acequia de Selcos, la peña de la Zuda, el mercado y la puerta de la ciudad. Este espacio corresponde a las calles denominadas en la actualidad de la Judería, Rúa Alta, Aires, Rúa Baja y Plaza de los Arcedianos.

Al recinto de esta Judería Vieja, cerrado sobre la acequia de Selcos, dan acceso varias puertas. Están localizadas documentalmente las situadas en la Plaza Nueva (actual Plaza de España) en la intersección de las calles Judería y Aires con la plaza de España y la llamada Porticiella en la carrera que discurre entre la Zuda y la acequia de Selcos conocida como Rúa Baja, en el tramo inferior ocupado, hasta fechas recientes, por una torre de la muralla, que albergaba el llamado molino del Cubo. Debajo de la Zuda, en la Rúa Alta, frente al Centro de Estudios Turiasonenses, se localizaba una tercera puerta.

El límite norte está trazado por la barbacana que se alza en la calle del Conde, en cuya parte posterior se suceden una serie de edificaciones en saledizo (las Casas Colgadas), ocupadas por la baja nobleza y linajes como los López de Gurrea, Señores de Torrellas, los Fayos, y Santa Cruz. Asimismo, la linde sur sigue el cauce de la acequia de Selcos en cuya ribera izquierda se levantaba una pared de ladrillo o tapial coincidente con la parte trasera de la alineación de casas de la Rúa Baja. Se accedía desde aquí gracias a un ponticiello o puente de tablas, ya que la acequia no estaba cubierta. Los arcos cegados del edificio que tiene fachada tanto a la Rúa Baja como a la plaza de los Arcedianos demuestra que el nivel de la calle era notablemente inferior al actual.

Palacio Episcopal

Fachada del Palacio Episcopal

La complejidad y variedad del Palacio Episcopal, desarrollado a partir de programas arquitectónicos diferentes en cada uno de sus lados, obedece también a la suma de edificaciones que compartieron espacio tras la conquista cristiana, en el sitio de la antigua fortaleza musulmana. Sobre las defensas de la Zuda, en el punto más alto de la ciudad, se levantó la residencia de los reyes de Aragón, que fue sumando diferentes construcciones medievales y renacentistas con una importante ampliación en el siglo XVIII. Junto a la sólida fachada que surge de la confluencia de la calle de la Judería con la Rúa Alta, se abre una de las puertas del palacio, la que da acceso al Centro de Estudios Turiasonenses, Institución Fernando el Católico, dependiente de la Diputación de Zaragoza, calle arriba, las escaleras cruzan, a través de un pasadizo, hasta el mirador de la plaza de Palacio donde la puerta de la Zuda establecía otro de los límites de la judería, en su comunicación con el barrio alto. Desde la plaza donde confluyen el Palacio Episcopal, la iglesia de la Magdalena y el Arco de la Cadena, se disfruta de unas magníficas vistas sobre la Plaza de Toros Vieja y sobre la catedral de Tarazona.

Palacio de Santafé

Detalle de la fachada del palacio de Santafé

En la calle Barrio Verde, en la Judería Nueva, se encuentra la casona reformada por orden de Moser Santafe por el mudéjarMohamed Darocano en 1502. Los Santafé fueron la primera familia conversa de grandes mercaderes que alcanzó un estatus nobiliario. Actualmente llamada, palacio de Santafé, todavía conserva parte del escudo heráldico en su fachada.

Se trata de un edificio levantado justo dos años después de que casi todos los Santafé de Tarazona fueron penitenciados por la Inquisición (a excepción de los más cercanos al canónigo de la Catedral, que era nieto de Moser Esperandeu, llamado Ezequiel Azaimel antes de 1414). Hasta hace apenas cincuenta años estuvieron allí viviendo personas que aún llevaban este apellido.

Los conversos de Tarazona

En 1414 fue muy sonada en la ciudad la conversión de Ezmel Azamel, tras la celebración de la célebre Disputa de Tortosa, quien tomó el nombre de Esperandeu de Santa Fe como cristiano nuevo. La llegada en 1484 a Tarazona del tribunal de la Santa Inquisición, absorbido después por Zaragoza, marcó definitivamente el principio del fin de la convivencia, prolongando la agonía del colectivo judío hasta la entrada en vigor del decreto de expulsión en 1492, que provocó la conversión de la mitad de la población hebrea y el exilio de la otra mitad, en buena parte con destino a Navarra, donde la orden de los Reyes Católicos tardaría unos años en ser efectiva. Algunos de los que se marcharon a Tudela o Cascante, regresaron después, a partir de 1498, ya como conversos. La Judería Vieja pasó a denominarse entonces La Rúa y la Judería Nueva el Barrio Nuevo.

Plaza de España

La Casa Consistorial, del siglo XVI

En el acceso a la plaza de España por el estrecho pasaje del Comercio, que se abre desde la calle Bonifacio Doz a la altura de la Merced, el monumento al Cipotegato se recorta contra la espectacular fachada del ayuntamiento. La plaza, conocida también como plaza del Mercado, establece el límite de la judería, y representa un secular punto comercial y de encuentro entre las tres culturas que convivieron en Tarazona durante siglos. La fiesta de «El Cipotegato», declarada de Interés Turístico Nacional, se celebra el día 27 de agosto como inicio de las fiestas patronales en honor a San Atilano, y en ella este curioso personaje, vestido de bufón, recorre la ciudad bajo una lluvia de tomates lanzada por la multitud. En el edificio del Ayuntamiento, levantado sobre la antigua muralla en el siglo XVI para servir de lonja y granero público, destacan la galería de arcos, réplica del claustro alto del monasterio de Veruela, los escudos y personajes que adornan la fachada (entre ellos Hércules, Caco y Pierres) y, sobre todo, el impresionante friso que representa a Carlos V en Bolonia, una verdadera lección de historia esculpida en yeso. La cabalgata del emperador, basada en los grabados de Robert Péril y Nikolas Hogenberg de los Países Bajos, no sólo ofrece el testimonio de un completo programa de exaltación imperial con ejemplos en varios países de Europa, sino que da también fe de la importancia y la pujanza de Tarazona en el Renacimiento.

Plaza de San Francisco

La plaza de San Francisco, con el Convento del siglo XV

La plaza de San Francisco, donde se ubican la Oficina Municipal de Turismo y la iglesia de San Francisco, permite admirar el conjunto de Tarazona desde el otro lado del río Queiles, y situar el espacio que ocupa la judería a la derecha de la torre mudéjar de la iglesia de la Magdalena, que rompe en lo alto el perfil de la ciudad. La iglesia, que cuenta con un bello claustro y un convento del siglo XV, está ocupado actualmente por la Escuela Oficial de Idiomas. El ascenso hacia la judería comienza por la calle Visconti, que surge al otro lado del río, donde se levantan algunas casas de gran nobleza, como el edificio del hotel Condes de Visconti, cuidadosamente recuperado como alojamiento con encanto. La calle Visconti conecta con la de Bonifacio Doz, en la que se sitúa la iglesia de Nuestra Señora de La Merced, con un bello retablo barroco de madera sin policromar; en las dependencias del antiguo convento del mismo nombre está instalado actualmente el Conservatorio Profesional de Música. Fuera del recorrido, y con indicación especial para los amantes de la literatura, a unos cuantos metros de la iglesia de Nuestra Señora de La Merced, en la calle de Baltasar Gracián, se encuentra la iglesia del Hogar Doz, donde probablemente está enterrado el aragonés autor de El Criticón.

Plaza de los Arcedianos

Rótulo cerámico en la Plaza de los Arcedianos, señalizando la Judería

Un pequeño tramo de la calle de los Aires a la derecha, conduce hasta la plaza de los Arcedianos, un cruce de calles de fuerte impronta medieval. La plaza de los Arcedianos tenía una mayor amplitud que en la actualidad a causa de unos corrales posteriores. Allí se plantaban durante una semana las tiendas en la celebración del sucot o Fiesta de las Cabañuelas, como las que se levantaron en el desierto tras su salida de Egipto.

Sucot. La fiesta de las cabañuelas

Aunque con posterioridad se trasladaron a la Judería Nueva, en la plaza de los Arcedianos se celebró tradicionalmente la fiesta del sucot, también conocida como Fiesta de las Cabañuelas o de los Tabernáculos, con la que los judíos rememoraban la estacan de su pueblo en el desierto al salir de Egipto, construyéndose para ello una sucá presidida por los tres grandes patriarcas hebreos, Abraham, Jacob y Moisés, en la que se celebraban las comidas comunitarias. Durante las oraciones propias de esta festividad, que tenía lugar unos días después del Yom Kippur, se agitaban en la mano ramitas de etrog, lulav, hadás y aravá.

Rúa Alta

La Rúa Alta

Calle abajo, la Rúa Alta, conocida en otro tiempo como carrera de la Sinagoga, constituye el eje central de la judería, y entre sus viejas casas todavía es posible descubrir algún clausurado callejón fuera de servicio, que desvela una estructura medieval más compleja y laberíntica. Cerca del final de la Rúa, casi en el cruce con la calle de los Aires, se localiza un viejo edificio que los estudiosos relacionan con la sinagoga mayor, encuadrada en una manzana de la estructura muy diferente de la actual, y quizás con comunicación también con la actual plaza de los Arcedianos. Según se sabe por los documentos, la judería turiasonense tuvo sinagoga mayor y sinagoga menor, la primera de las cuales fue incendiada en el transcurso de la guerra de los Dos Pedros, y reconstruida después a partir de 1371. En esta zona, próxima a la plaza del Mercado, se localizaban las viviendas de los judíos más prósperos de la aljama.

Rúa Baja

Rúa Baja

De nuevo en dirección hacia la antigua Zuda, la Rúa Baja completa el recorrido por la Judería Vieja. En su camino, se detiene en la placeta de la Mata, o de los Corderos, sobre la que se levanta la trasera del Palacio Episcopal, para continuar en dirección hacia los Recodos, en cuya intersección debió estar la tercera de la puertas del barrio, la conocida como Porticella.

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