Considerada con justicia como una verdadera ciudad dentro de otra, la madinat al-Yahud, o ciudad de los judíos, consitituye un amplio espacio urbano que ocupa prácticamente el diez por ciento de la Toledo amurallada. Dividida a su vez en diferentes barrios, que se corresponden con las distintas etapas de su expansión, la judería toledana es un intrincado laberinto que requiere ser acotado para poder obtener una visión de conjunto de cómo fueron y cómo vivieron los judíos toledanos al menos durante once siglos.

Aunque los documentos escritos más antiguos datan su presencia en el siglo IV, en el contexto de la Toletum romana, la tradición sefardita va más allá y relaciona a los judíos con el mismo origen mítico de la ciudad, considerando probable que los primeros hebreos llegaran a la Península Ibérica coincidiendo con los destierros asirio y babilónico, en los siglos VIII-VI antes de Cristo.

En el plano histórico, la presencia judía está suficientemente probada a partir de la aprobación de medidas antijudías o la confirmación de las anteriores realizada en los diferentes concilios celebrados en la ciudad. Con la monarquía visigoda (siglos V-VIII), periodo en el que Toledo fue capital del reino, los judíos constituyeron una colonia numerosa, por lo que se puede postular la existencia de una judería al menos desde el siglo VI.

A partir del III Concilio de Toledo, (589) momento en que el rey Recaredo y sus súbditos godos abandonan el arrianismo para convertirse al catolicismo romano, comienzan los problemas de convivencia. Las persecuciones y los castigos que se iniciaron con la conversión de Recaredo provocaron que muchos judíos optaran por convertirse al cristianismo, marcharse o quedarse y aceptar con resignación la nueva situación.

Las hostiles disposiciones legales hacia los judíos toledanos, continuaron hasta la ocupación de la ciudad en el año 711 por las tropas musulmanas. La destrucción de la fuerza visigoda en la batalla de Guadalete de 711, el desconocimiento del modo de combatir árabe y la probable muerte de Rodrigo en la batalla dejó la puerta abierta al caudillo Táriq ibn Ziyad para apoderarse de Toledo en el año 711. Ante la situación de represión, los judíos acogieron a los invasores árabes como libertadores tras la caída del régimen visigodo. Lo cierto es que, la ciudad, desprotegida al llevarse consigo Rodrigo a su comitatus y a los espatarios de la guardia real, no opuso resistencia, por lo que no sería extraño suponer que la comunidad judía hubieran abierto las puertas de la muralla a las tropas musulmanas mientras los habitantes de Toledo asistían a misa. Leyenda o no, el hecho es que la dominación árabe de Toledo inició un largo período de prosperidad para la comunidad judía.

Los musulmanes, al considerarlos también como hombres del Libro, les dotaron de una amplia libertad. Los judíos asimilaron pronto los usos de los nuevos gobernantes, adoptaron su lengua como vehículo cultural y la utilizaron hasta el siglo XIII incluso en su documentación interna o de carácter religioso. Durante esta época, hasta finales del siglo XI, fueron muchos los sabios judíos que nacieron o fueron educados en Toledo, como Abraham ibn Ezrá o el propio Jehudá ha-Leví. Aquí nació y escribió su obra poética Abraham ibn al-Fakhar, muerto en 1231, Israel de Toledo y tantos otros que arrojaron la luz de su saber en la corte castellana.

Hacia el año 1000 la comunidad judía toledana era insignificante y con anterioridad a esta fecha los datos acerca de su presencia escasean. Se trata de familias que conviven con la población cristiana, comercian y trabajan en el campo. Su suerte corre pareja a la de la Reconquista, cuyos avances y retrocesos repercuten directamente en el estado de cosas. La España musulmana ofrecía grandes posibilidades y un alto nivel de vida. Los judíos de Al-Ándalus aprovechaban el clima tolerante del Califato e hicieron suyos los valores de aquella civilización refinada sin renunciar a sus creencias religiosas.

En 1085 Alfonso VI conquista Toledo y la judería inicia una época de prosperidad y crecimiento demográfico. Los judíos prestaron su ayuda al rey castellano para la conquista de la ciudad y el Alfonso VI les concedió los mismos derechos que a los cristianos. El auge de la comunidad judía se mantendrá con los reyes cristianos al acrecentar su representatividad social y política, convirtiéndose en el siglo XII en la comunidad judaica más importante de la corona de Castilla.El médico y nasí de Toledo Yosef ben Ferruziel, también conocido como Cidellus será el primer ministro del monarca y dará paso a una serie de judíos que tendrán cargos de importancia en la corte de Castilla.

A pesar de la protección real, Isaac ben Jacob na-Cohen, conocido como Al-Fasi, talmudista del siglo XI, habla de persecuciones en Toledo en 1090, cinco años después de la entrada de Alfonso VI en Toledo.En sus Responsa, Al-Fasi también menciona una matanza de judíos en 1108, año en el que murió Salomón ibn Farissol. Tampoco parece que la igualdad entre cristianos y judíos durara mucho. Un decreto de 1118 prohibía a los judíos jurisdicción alguna sobre un cristiano, de donde se deduce que con anterioridad eso era habitual.

En 1135, con la llegada de los almohades a Al-Ándalus, se produjo la huída precipitada de la población judía hacia Castilla y Aragón, lo que dejó a la España musulmana prácticamente libre de judíos. Los almohades, «los que reconocen la unidad de Dios», o Banu Abd al-Mumin, fue una dinastía musulmana de origen bereber que surgió en el actual Marruecos en el siglo XII como reacción a la relajación religiosa de los almorávides y dominaron el norte de África y el sur de la Península Ibérica desde 1147 a 1269. Ante la intransigencia almohade, las aljamas, como la de Toledo, aumentaron su población con judíos provenientes de la España mulsulmana. Muchos llegaron en 1147, siendo nasí de los judíos de Toledo Judá ben Yosef ibn Ezrá, pariente del poeta.

Las consecuencias de esta emigración masiva fueron decisivas. En Toledo se afincaron poetas, gramáticos, filósofos, científicos, médicos y otros sabios, haciendo de la ciudad su principal destino. El arzobispo de Toledo don Raimundo de Sauvetat, que llegó a ser Canciller de Castilla con Alfonso VII, quiso aprovechar la coyuntura que hacía convivir en armonía a cristianos, musulmanes y judíos auspiciando diferentes proyectos de traducción demandados por todas las cortes de la Europa cristiana. El prestigio de la Escuela de Traductores de Toledo fue tal que ni siquiera las disposiciones antijudías del Concilio de Letrán en 1215 pudieron dañar su florecimiento.

El favoritismo real hacia los judíos fue a menudo causa de tumultos, como la revuelta de 1178, en el que murió la amante judía del rey Alfonso VIII. En esta revuelta también murieron Judá y Samuel Alnaqua. O la revuelta de 1212, coincidiendo con la llegada de judíos que huían de la intolerancia francesa. La respuesta del arzobispo de Toledo fue cargar a la comunidad judía con nuevos impuestos: cada judío mayor de veinte años tendría que hacer frente a un gravamen anual, al tiempo que se les imponía una tasa adicional en concepto de lucro cesante en la compra de casas a propietarios cristianos.

El reinado de Alfonso X el Sabio, fue el de mayor prosperidad y esplendor de la comunidad judía de Toledo. De su situación nos da fe la cantidad en impuestos pagada por la aljama en 1284: un millón de maravedíes. Durante su reinado la judería de Toledo será conocida por su gran extensión, la suntuosidad y belleza de sus edificios públicos y la calidad intelectual de sus rabinos.

Tras la muerte del rey Sabio, los judíos caen de nuevo en desgracia. Durante el siglo XIV, la epidemia de peste negra en 1348 y la guerra entre Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara traen como consecuencia un profundo malestar social del que son manifestaciones los ataques a la judería en 1355 y 1391. A esto se unió el incendió del recinto del Alcaná, barrio comercial donde los judíos tenían sus tiendas, talleres y algunas viviendas. Hasta el 1222, año en el que comienza la ampliación de la catedral, la mezquita mayor, consagrada en diciembre de 1086 al culto cristiano, había sido poco modificada. A finales del siglo XIV, se proyecta la construcción del claustro, que comienza a construirse el 14 de agosto de 1389. Hay dudas sobre si el incendio fue provocado por el Cabildo de la catedral para permitir la construcción del claustro proyectado por el arzobispo Pedro Tenorio en la zona del Alcaná.

Las revueltas antijudías de 1391 también llegan a Toledo. El 18 de junio, la judería de Toledo fue atacada durante la noche de manera similar a otras ciudades del reino. Entre las víctimas de la matanza se encontraban destacados artesanos, poetas y hombres de letras. La mayor parte de las sinagogas de la ciudad fueron destruidas o seriamente dañadas.En febrero de 1398, el rey ordenó al alcalde Juan Alfonso y al tesorero mayor Juan Rodríguez de Villareal que hicieran averiguaciones sobre quiénes habían cometido los robos en la judería de Toledo, imponiéndoles a los culpables una multa de treinta mil doblas de oro.

Las desastrosas consecuencias económicas para la ciudad se dejaron sentir muy pronto; especialmente en los particulares, monasterios y otras instituciones religiosas que perdieron las rentas que tenían situadas sobre los tributos de las aljamas judaicas. Los más afectados fueron los capellanes cuyos beneficios eclesiásticos provenían de las rentas situadas en la judería.

En 1411 el dominico Vicente Ferrer llega a Toledo en su campaña de predicación de 1411-1412, y según Francisco de Pisa en su Descripción de la Imperial Ciudad de Toledo de 1605:

Viniendo a esta ciudad de Toledo, vista la obstinación incredulidad y perfidia de algunos, tomando consigo alguna gente de armas entró por el barrio de la Iudería [...] y en el antiguo templo que ahora llaman santa María la Blanca (que era su synagoga), y a pesar de todos los Iudios la bendixo, y él echando los fuera la hizo iglesia [...] y en ella celebró Missa.

Este testimonio de Francisco de Pisa ha sido puesto en duda posteriormente, porque parece que Vicente Ferrer ofreció su sermón extramuros (puesto que la Catedral no podía albergar a toda la gente que deseaba oírlo), pero es un indicador claro del estado de cosas existente respecto a la comunidad judía toledana.

La agresividad de los cristianos contra judíos y musulmanes, que se va acentuando progresivamente, se traduce en la promulgación de una serie de ordenanzas contra ellos en 1451, en las que se les impone una serie de medidas restrictivas como la prohibición de andar de noche por las calles, entrar en iglesias o monasterios sin autorización, salir de sus casas durante las festividades cristianas, así como la obligación de llevar señales distintivas cosidas en sus ropas. Los judíos de Toledo se quejaron ya que el rey, Juan II, en 1450 había dado una orden para que se revocasen y anulasen todas las ordenanzas antijudías que en el reino castellano se hubiesen establecido, pues habían sido muchos los lugares que lo habían hecho, y los judíos se marchaban de aquél.El rey mandó que el Ayuntamiento de Toledo cumpliese su orden y éste, reunido el 23 de febrero de 1452, revisó las ordenanzas, suprimiendo algunas, pero modificando y manteniendo otras.

Varios incendios acompañan los estados de desequilibrio social que se presentan aún en el siglo XV. Apoyados por la Liga de Nobles, que destronaron simbólicamente a Enrique IV en la llamada Farsa de Ávila el 5 de julio de 1465 y coronaron a su hermano Alfonso (hecho del que se acuerda Jorge Manrique en la Coplas por la muerte de su padre en 1476), los cristianos viejos comenzaron a limpiar las tierras de Castilla de todos aquellos que llevaban sangre judía, ya fueran judíos o conversos, y a los musulmanes convertidos al cristianismo. Éstos, sintiéndose amenazados, se sublevaron en Toledo el día de los fuegos de la Magdalena, el 22 de julio de 1467. Fuertemente armados, los conversos pusieron cerco a la catedral y mantuvieron a los cristianos asediados después de matar a dos canónigos y a algunos más. Un millar de cristianos y un refuerzo de ciento cincuenta hombres llegados de Ajofrín vinieron a socorrer a los asediados. Los conversos tomaron puertas y puentes de la ciudad y montaron cuatro barricadas. Los combates se iniciaron entonces en los alrededores de la catedral y prosiguieron en el barrio de la Magdalena. Los asediados pudieron salir, unos dicen que por la puerta que da sobre la calle de Ollas; otros, que por la del Reloj. La respuesta de los conversos fue prender fuego al barrio de la Magdalena. Todas las casas vecinas al Corral de Don Diego ardieron al instante. Fray Mesa, cronista de Castilla, dice que el fuego se extendió con la fuerza del viento a la Trinidad, pasó cerca de San Juan de la Leche, redujo a cenizas la calle Nueva y la de la Sal, llegando hasta el mercado de las especias y hasta la iglesia de Santa Justa. El incendio prosiguió, según el cronista, por la calle de los Tintes y quemó la casa de Diego García de Toledo. Mil seiscientas casas quedaron destruidas. Los cristianos viejos, después de largos días de lucha, pudieron finalmente controlar el fuego y reducir a los conversos. Su cabecilla, Fernando de la Torre, fue ajusticiado; muchos otros conversos correrían la misma suerte en días posteriores.

De poco sirvió el levantamiento a los sublevados, que se vieron obligados a huir de Castilla con sus bienes. Los que optaron por quedarse, privados de su derecho a llevar armas o a ocupar puestos en la Administración, finalmente tuvieron que convertirse y dar fe de su buena voluntad de ser cristianos ante el Tribunal de la Inquisición.

Tras el Edicto de expulsión de los Reyes Católicos, el 31 de marzo de 1492, la aljama de Toledo desaparece y los edificios públicos de los judíos, con alguna excepción, son repartidos por los Reyes Católicos entre nobles y ordenes religiosas para compensar la pérdida de rentas. Muchos habitantes de la judería decidieron convertirse, pero otros marcharon camino del exilio. Hay varios detalles que nos demuestran el apego que tenían por esta tierra, que también era la suya. Mantuvieron el judezmo allá donde fueron y segundo, y más importante, conservaron las llaves de sus casas pensando en regresar.

No lo hicieron nunca.

Adarve Abzaradiel

Estatua de Isabel de Castilla frente al Palacio de la Cava

Restos del antiguo cerco judío se conservan todavía bajo el torreón del actual Palacio de la Cava, restaurado en el siglo XIX, los cuales podrían corresponder, según diversos estudios, al adarve de Abzaradiel, que iría desde Santo Tomé hasta la Puerta de los Judíos. A este pasaje daban las puertas de arrabal más grande de los judíos (arrabal que quizás comprendería toda la judería a excepción del Alacava y San Román) y también el adarve de la Assuica. Podría constituir la primera cerca que limitaba la judería del resto de la ciudad antes de su extensión superior hacia el Alacava y San Román.

Adarve Ueld Elazri

La Bajada de Santa Ana

Un documento de 1270 menciona el adarve denominado Ueld Elazri en una calle que conectaba con la Assuica, extendiéndose hasta el adarve del Olivo y, a su vez, con:

la calle que era adarve [...] por su fondo comunica la dicha calle con la vía que se dirige de la puerta de nuestro castillo nuevo a la puerta del castillo viejo.
Los judíos vivían y poseían castillos en la España medieval. Algunos de estos castillos eran lo suficientemente grandes como para contener casas dentro sus muros, como en el caso del castillo judío de Toledo, como se puede comprobar por un documento datado en 1163.

En la actual Bajada de Santa Ana se pueden encontrar todavía parte de las murallas que cercaban la judería y el adarve, que llevaba hasta el Castillo Nuevo de los Judíos.

Antiguo zoco o mercado

La plaza de San Antonio, frente al convento del mismo nombre

En la plaza de San Antonio, junto a la iglesia de Santo Tomé, fue durante siglos mercado y punto de encuentro entre judíos y cristianos. En ella, al final de la Calle de Santo Tomé, se establecía el zoco, o mercado.

Arquillo del Judío

El arquillo del judío

Muy cerca de la confluencia de las calles Reyes Católicos y del Ángel, donde estuvo situada la sinagoga del Sofer (escriba), datada probablemente entre finales del siglo XII y de principios de XIII (aunque únicamente documentada a partir del siglo XIV), se localiza también el conocido como arquillo del Judío, pasaje que unía los barrios de la Assuica y del Alacava, o Al-aqaba con la judería mayor por la travesía del arquillo y que se dice fue testigo de la venta de las joyas de la reina Isabel la Católica para financiar la empresa americana de Colón.

El arquillo que vemos hoy no es original.

Arrabal superior de la juderia

Calle de San Román

Destruido en 1355 durante las luchas por el poder entre el rey Pedro I y su hermano por las tropas de Enrique II, el barrio del Alacava o arrabal superior de la judería constituía un núcleo separado de la Judería y delimitado por la actual calle de las Bulas, de trazado sinuoso, y por el callejón de Naranjos, antiguo adarve del Ciruelo.

En 1456 el adarve de Caños de Oro se cerraba con una puerta cuyo cobertizo, ya en ruinas, se cita en el siglo XVI. Incluso en la actualidad es visible su arranque en el muro de la primera casa a la entrada de la calle. La cuesta de Bisbís, llamada adarve de los laneros, ofrecía una entrada muy ancha, empedrada, como parece indicar el nombre de calzada que se le aplicaba. En ella se nota todavía un claro estrechamiento donde estaba la puerta de la calle, cuyo cobertizo se menciona en 1495.

En el siglo XIV es probable que la aljama de Toledo tuviese en el barrio del Alacava dos conjuntos compuestos cada uno por una sinagoga y una escuela rabínica o midrash, que estaría situados uno en el antiguo adarve de los Golondrinos y el otro en la manzana de Bisbís-Caños del oro.

El barrio podía defenderse de ataques del exterior gracias a estar provisto de puertas o postigos en la zona del barrio cristiano de San Román, y un postigo, que en un tiempo se llamó del Pepino, más al oeste. La existencia de estas puertas lleva a plantear la hipótesis de que este barrio estuviera cerrado por su lado norte por un muro o una muralla. El hecho de que ni este muro ni la puerta a la altura de la iglesia de San Román se mencionen después del siglo XII quizás se deba a su probable destrucción por las tropas de Enrique II en 1355 o por las revueltas de 1391. Al sur, en contacto con la calle del Ángel, las calles transversales del Alacava se cerraban con puertas a su vez protegidas con cobertizos.

Para entender mejor este complejo entramado, resulta necesario imaginar una judería compartimentada por diferentes muros o adarves levantados de acuerdo con la progresiva expansión de la población hebraica, que no terminaban de cerrar el conjunto completamente sino que establecían límites concretos entre territorios judíos y cristianos. Además, hasta el año 1480, es decir, durante prácticamente toda su historia, los judíos toledanos no estuvieron obligados de facto a residir en el interior de la judería, manteniendo negocios y viviendas en diferentes lugares de la ciudad.

Barrio de Baba Alfarach

Roca Tarpeya

Desde la plaza del Barrio Nuevo, y a través de la cuesta de Santa Ana se llega hasta el mirador de la Roca Tarpeya, un espacio mítico de Toledo desde donde, según se dice, los romanos arrojaban a los condenados a muerte, siguiendo una costumbre ancestral.

Alrededor de la Roca Tarpeya, donde hoy se levanta el Museo Victorio Macho, hubo también un pequeño núcleo judío, llamado Barrio de Bab Alfarach, donde se localizaba la puerta de Alfarach o de la Consolación, en un entorno con unas envidiables vistas sobre el Tajo y los cigarrales del otro lado del río.

Barrio de Caleros

La plaza de Valdecaleros

Tras recorrer, a través de las calles de San Clemente y San Pedro Mártir, el arrabal superior, el callejón del Gordo comunica con la plaza de Valdecaleros, que constituye un pequeño núcleo alrededor del cual se organizaba el barrio de Caleros, donde existió una de las famosas diez sinagogas de la ciudad que se mencionan en un conocido poema medieval. Tras recorrer las calles Aljibillo y Rojas, el itinerario se detiene en la plaza del Salvador, principal acceso a la judería por el este. Aquí la espléndida iglesia de El Salvador, construida sobre una antigua mezquita, ofrece una pequeña lección de historia, al conservar empotrados en su torre elementos romanos y visigodos y arcos de herradura musulmanes apoyados sobre capiteles godos en el interior.

Barrio de Hamanzeite

Paseo del Tránsito

Situado entre la calle del Horno (hoy San Juan de Dios), plaza del Conde, la cuesta de los Alamillos y el muro suroeste de la judería, el barrio de Hamanzeite contaba con casas de mayor porte que las del barrio próximo de Montichel o de la Assuica en las proximidades de la sinagoga del Tránsito.

Barrio de Montichel

Paseo de San Cristobal

El barrio de Montichel corresponde a la zona del paseo de San Cristóbal y calle de los Descalzos. La cerca de Montichel era el muro de la judería en esa parte.

Desde la plaza del Salvador, la calle del Taller del Moro dibuja los límites de la ciudad de los Judíos en el extremo sureste de la judería. En el encuentro de la bajada de los Descalzos con el paseo del Tránsito, confluyen también dos barrios judíos muy diferentes. Al sur, en torno a la calle de los Descalzos y al paseo de San Cristóbal, se desarrollaba el barrio de Montichel, de trazado intrincado y casas humildes. En el Tránsito, se extendía el barrio de Hamanzeite, con casas nobles y de mejor factura.

Barrio de Santo Tomé

Calle de Santo Tomé en 1853. Fotografía de Charles Clifford. © Victoria and Albert Museum, London

Comercial, bulliciosa, jalonada de monumentos y de referencias Históricos, pero también turísticas y gastronómicas, la calle de Santo Tomé no sólo constituye el centro del barrio de Santo Tomé, sino también uno de los ejes principales de la judería.

El barrio de Santo Tomé era un barrio de judíos más acomodados, donde también moraban cristianos. Comprendía buena parte de la calle de Santo Tomé, la actual plaza del Conde y la primera parte de las calles de Alamillos y San Juan de Dios. En documentos del siglo XV, es mencionada la puerta mayor de la judería en este barrio.

La iglesia de Santo Tomé, donde se expone el mítico cuadro de El GrecoEl entierro del Señor de Orgaz, o el convento de San Antonio, en cuya portería se pueden adquirir unos deliciosos dulces, son dos referencias monumentales de esta calle en la que desembocan algunos callejones, como el de la Campana o el de la Soledad, que dan una idea de la forma en que el dédalo judío se articulaba alrededor de las vías principales de la madinat al-Yahud.

Barrio de la Assuica

Arco de la calle del Ángel

El barrio de la Assuica (diminutivo de zoco, mercado, en árabe) se situaba en la zona de la calle del Ángel, que debe su nombre al ángel gótico de la casa donde desemboca la cuesta de Bisbis y fue la antigua calle mayor de la judería, conectando el barrio de la Assuica con los del Alacava y Santo Tomé.

El arco que une ambos lados de la calle es uno de los signos de distinción de este vial, rebosante de contenido histórico, que se funde con la calle de los Reyes Católicos formando a su alrededor un barrio, el de la Assuica, que reúne algunas de las grandes referencias de la judería, como la calle de la Judería, la plaza del Barrio Nuevo o la sinagoga de Santa María la Blanca.

Barrio del Alacava

Calle de las Bulas

Al-Aqaba o Alacava, el barrio anejo a la judería mayor o arrabal más grande de los judíos, muy habitado y popular. El barrio del Alacava se anexiona al arrabal más grande los judíos, después de que éste se extienda hacia Santo Tomé y que se desgaje progresivamente de la judería después de 1355, cuando fue saqueado por las tropas de Enrique de Trastamara .

En la plaza de San Antonio, que fue durante siglos mercado y punto de encuentro entre judíos y cristianos, surge en dirección noroeste la calle Hospedería de San Bernardo, que fue el eje mayor del barrio del Alacava o Al-Aqaba, en un momento de expansión de la judería fuera de sus límites tradicionales.

Calle de Samuel Leví

Calle Samuel ha-Leví

Entre la casa de Samuel Ha-Leví y la sinagoga del Tránsito surge la calle de Samuel Leví, donde una parte de las casas del titular de esta calle fue habilitada en 1909 para convertirse en museo de Doménico Theotocópuli, El Greco. Junto a la antigua puerta que cerraba esta calle, un azulejo recuerda la dolorosa leyenda de Samuel Ha-Leví, que forma parte de la mitología de Toledo.

Samuel Ha-Leví

Samuel ha-Leví Abulafia funcionario público, Oidor de la Audiencia y Tesorero Real con Pedro I de Castilla, fue miembro de una influyente familia que ejerció como administrador con plenos poderes del caballero portugués Juan Alfonso de Alburquerque, antes de entrar a las órdenes del rey Pedro I para reorganizar la hacienda de Castilla.

Hombre refinado, con conocimientos de astrología y adivinación, desempeñó diferentes cargos en la Corte, y jugó un papel decisivo en la implantación de Pedro I el Cruel frente a sus hermanos bastardos Trastámara.

La notable influencia y el rápido crecimiento de la riqueza hicieron que el tesorero obtuviera el permiso del rey para construir otra sinagoga a pesar de la prohibición papal.

Su mayor recompensa fue la devolución a los hebreos de los bienes que habían perdido tras el saqueo a la judería de 1355 por los partidarios de los Trastámara, y sobre todo la construcción de la soberbia sinagoga que llevó su nombre. Sin embargo, tan poderoso magnate apenas vivió tres años para disfrutar de sus logros, ya que, acusado de defraudar a la hacienda real, los tormentos a los que fue sometido acabaron con su vida en 1361.

Calle de San Juan de Dios

Calle de San Juan de Dios (antigua calle del Horno)

La calle de San Juan de Dios, antigua calle del Horno, es uno de los ejes principales del barrio de Hamanzeite, y su trazado se abre a varias calles sin salida antes de enlazar con la travesía de Santo Tomé. La casa del número 18 está relacionada, de nuevo, con la existencia de unos baños, y la del número 8, con su elegante dintel, es ejemplo para ilustrar la nobleza de un barrio donde vivieron judíos de buena posición.

El horno

Durante la Edad Media, los hornos de las ciudades tenían un carácter público y sólo se podían construir o utilizar bajo licencia real. Era corriente que en cada judería hubiera al menos un horno en el que se cocía el pan de consumo cotidiano.

Desde un punto de vista arquitectónico, el horno judío debía ser similar a los que se levantaban en otros lugares de la ciudad: La elaboración de pan no estaba sometida a ningún tipo de ritual específico y, por lo tanto, el horno no tenía por qué presentar ningún elemento diferente en su construcción. Ello también implica que un judío podía comprar pan a un cristiano o utilizar un horno cristiano para cocer pan sin transgredir ninguna regla.

Durante el Pésaj se cocía pan ácimo (matzá), sin levadura, en cuya masa se ponía un sello. Al ser un tipo de pan especial, en las juderías que no tenían horno se podían construir unos provisionales para cocerlo.

Calle o barrio de Arriaza

Panorámica de la zona de la Calle o barrio de la Arriaza con San Juan de los Reyes al fondo

El barrio de Arriaza debía existir desde bastante antes del último decenio del siglo XIII. La primera noticia documental del barrio es de 1292 cuando el monasterio de San Clemente compra tres casas –una almazría, un sótano y seis tiendas– situadas juntas en el Arrabal de los Judíos, en la calle del barrio Arriaza, en la ciudad de Toledo. Bajo la tercera casa, la que estaba más abajo, haciendo esquina, había seis tiendas. Tres daban a la plaza donde están las tiendas de los carniceros, y las otras tres hacían frente a las tiendas que se apoyaban contra el muro del castillo, en la calle que fue del alguacil almojarife Abuibrahim. Las tres casas seguirán siendo propiedad del monasterio hasta la segunda mitad del siglo XVIII.

Un siglo más tarde, tras la expulsión de judíos y musulmanes, el nombre de Arriaza ya no se utilizará y lo sustituirá el de Barrio Nuevo, que designa todo el conjunto de la judería al sur de Santo Tomé. Según Jean Passini, el barrio de Arriaza incluía al menos la calle del barrio de Arriaza; otra calle, de actividad comercial, perpendicular a ésta; y por detrás de las tres casas descritas más arriba, la plaza de los carniceros. El barrio se acababa en el Castillo Viejo, al que posiblemente rodeaba, pero no incluía.

Carnicería judía

Ubicación de la Carnicería judía, hoy Museo Victorio Macho

A fines del siglo XIII existía en el barrio de Arriaza, enfrente del Castillo Viejo, una plaza donde estaban las tiendas de los carniceros.

Desde un punto de vista urbano, la carnicería era un espacio cerrado, que tenía al menos una puerta principal.

En el inventario de los bienes de la aljama judía de 1494 vemos que la carnicería de los judíos comprendía, al menos, seis casas que estaban juntas, un corral, varios portales, un hospital, un solar entre dos torres y, además, una puerta principal. A pesar de estas informaciones, no disponemos de ningún documento anterior a 1492 que nos permita precisar el lugar en donde se levantaba la carnicería.

Tras el Decreto de Expulsión, algunos personajes importantes de la ciudad, privados de los tributos que recibían de las casas sujetas a censo, abandonadas por sus moradores judíos, piden una compensación a los reyes. Entre estas peticiones figura la del regidor Fernando Dávalos, su hermano Alonso y Fernán Suárez, a la que responden los Reyes Católicos en marzo de 1494, ordenando a su consejero y corregidor de Toledo que les conceda el derecho de venderla sinoga vieja que los judíos tenían en la dicha ciudad, cerca de las carnecerías de los judíos con todas las cosas a ella anexas e pertenescientes, como indemnización por las pérdidas sufridas.

La carnicería

La carne que era consumida por los judíos tenía que haber sido sacrificada bajo un ritual religioso muy estricto. Éste se llevaba a cabo en el matadero y la carne se vendía en la carnicería.

El matadero, rastro o degolladero, era un espacio que adquiría un cierto carácter ritual por la liturgia ( shejitá ) que en él se desarrollaba durante el sacrificio de animales cuya carne iba destinada al consumo humano (comida cásher). Lo normal era que los mataderos estuvieran en una zona periférica de la judería, para evitar los malos olores en la ciudad.

La carne se vendía en la carnicería, en la que se levantaban puestos de venta que se solían arrendar. Con los ingresos obtenidos se hacía frente a determinadas necesidades de la aljama.

Casa de Samuel Ha-Leví

Casa de Samuel ha-Leví, actualmente Museo de El Greco

La estatua de Samuel Ha-Leví Abulafia , en el paseo del Tránsito, rinde homenaje a este gran personaje toledano al que se debe la construcción de la sinagoga del Tránsito. Detrás de la estatua, frente a la sinagoga, se levanta el gran conjunto arquitectónico de la casa palacio de Samuel Ha-Leví. Una parte está destinada hoy en día a acoger el Museo del Greco.

Samuel Ha-Leví

Samuel ha-Leví Abulafia funcionario público, Oidor de la Audiencia y Tesorero Real con Pedro I de Castilla, fue miembro de una influyente familia que ejerció como administrador con plenos poderes del caballero portugués Juan Alfonso de Alburquerque, antes de entrar a las órdenes del rey Pedro I para reorganizar la hacienda de Castilla.

Hombre refinado, con conocimientos de astrología y adivinación, desempeñó diferentes cargos en la Corte, y jugó un papel decisivo en la implantación de Pedro I el Cruel frente a sus hermanos bastardos Trastámara.

La notable influencia y el rápido crecimiento de la riqueza hicieron que el tesorero obtuviera el permiso del rey para construir otra sinagoga a pesar de la prohibición papal.

Su mayor recompensa fue la devolución a los hebreos de los bienes que habían perdido tras el saqueo a la judería de 1355 por los partidarios de los Trastámara, y sobre todo la construcción de la soberbia sinagoga que llevó su nombre. Sin embargo, tan poderoso magnate apenas vivió tres años para disfrutar de sus logros, ya que, acusado de defraudar a la hacienda real, los tormentos a los que fue sometido acabaron con su vida en 1361.

Casa del Judío

Casa del Judío. Patio

En el número 4 de la Travesía de la Judería, se encuentra la conocida como casa del Judío. La leyenda dice que esta casa perteneció al judío Ishaq, quien prestó dinero a la reina Isabel la Católica a cambio de sus joyas para financiar el viaje de Colón a América.

Se trata de una vivienda cuyos orígenes se pueden datar en los siglos XIV-XV con reminiscencias mudéjares y posibles usos litúrgicos hebreos, acompañada con adaptaciones y transformaciones en los siglos posteriores El patio conserva multitud de yeserías con arcos de herradura y una rica lacería mudéjar. En el sótano se conserva un baño litúrgico judío o micvé, cuya función era la purificación espiritual y preparación para algún suceso importante en la vida de un judío. Durante su restauración se han descubierto en estancias adyacentes enfoscados hidráulicos a la almagra y un aljibe que ayudan a apoyar la teoría sobre su uso.

Otro elemento de gran relevancia para su estudio arqueológico es una pieza de madera utilizada como dintel de acceso al sótano, donde se puede observar el trabajo de tallado con motivos florales, a base de tímpanos y roleos, acompañando un repertorio epigráfico cuya trascripción dice:

Gracias te doy, porque me has respondido.

Texto relacionado con el versículo 21 y siguientes del Salmo 118:

Aquí está la puerta de Yahveh, por ella entran los justos. gracias te doy, porque me has respondido, y has sido para mí la salvación.

Este texto daba la bienvenida a todos aquellos fieles y puros al interior de la casa.

El miqvé, el baño de purificación judío

El micvé, el baño de purificación judío, es un edificio esencial en cualquier comunidad judía. Su funcionalidad es la purificación espiritual a través de la inmersión total del cuerpo en el agua y por eso acompaña a los actos más importantes de la vida de un judío. La mujer judía se purifica después de la menstruación, cuando ha de tener un hijo y cuando ya lo ha tenido y, tanto el novio como la novia, justo antes de la boda. Los conversos al judaísmo deben sumergirse en el baño y también las personas que hayan estado en contacto con impurezas o enfermedades contagiosas.

La persona ha de estar preparada para el acto de purificación. Previamente se ha de haber lavado y peinado para que el agua la impregne totalmente. La inmersión se realiza tres veces para asegurar este hecho. Los hombres suelen purificarse el viernes antes de la puesta del sol, ante la entrada al Shabat o día dedicado a Dios.

Castillo Nuevo de los judíos

Las fortifcaciones del Castillo Nuevo de los Judíos junto al puente de San Martín

El Castillo Nuevo fue una defensa complementaria del nuevo puente de San Martín, parte del muro exterior de la judería, en el actual paseo de Recaredo, que sube hacia la puerta del Cambrón, construida por el gobernador árabe toledano Muhachir ibn Al-Qatil en el año 820.

El castillo

En el interior de algunas juderías existía un denominado castillo e incluso dos, como en el caso de Toledo, aunque es posible que el Castillo Nuevo toledano se construyera al quedar el Viejo inservible.

El sentido de esta fortaleza en el interior de la judería es desconocido.

Puede tratarse de una construcción defensiva contra los ataques a la judería o bien una construcción que materializase la presencia del correspondiente poder al que la judería quedaba sujeta.

Castillo Viejo de los judíos

El área del castillo viejo de los judíos desde el Tajo

El castillo tenía como misión proteger los barrios vecinos y cobijar a los habitantes de la judería en caso de ataque, como pasó en 1355. Un pequeño número de documentos lo menciona antes del siglo XV. El «castillo de los judíos» figura en 1163 en la escritura de un préstamo concedido al judío Isaac ben Abuyusef, que pone como garantía la mitad de su casa en el castillo de los judíos, sobre el río Tajo. Un siglo después, se explicita la existencia de una calle que va de la puerta del Castillo Viejo de la judería a la del Castillo Nuevo. En 1492 se vuelve a mencionar en un documento de aceptación de tributo sobre una casa cercana al castillo que linda con ciertas casas y con la sinagoga de Santa María la Blanca y la «calle real».

El «Castillo Viejo» figura en la lista de los bienes de la aljama toledana de 1492: el castillo limitaba con la carnicería y con la cuesta que baja al Tajo; una de sus torres se alzaba junto a la puerta de la carnicería y las «calles públicas». En esta fecha ya no quedaba de él más que un solar y una torre. En 1496, viendo que todo ese espacio estaba todo fecho muladares e syn provecho, les parece a los funcionarios que lo inspeccionan por orden de los reyes que en fasello casas se farya barryo poblado, e quedava calle tan ancha y mas que ninguna de la dicha çibdad. De este modo, el solar que antaño ocupó el castillo se divide en parcelas y sobre estos lotes se hicieron casas en el primer cuarto del siglo XVI.

El castillo

En el interior de algunas juderías existía un denominado castillo e incluso dos, como en el caso de Toledo, aunque es posible que el Castillo Nuevo toledano se construyera al quedar el Viejo inservible.

El sentido de esta fortaleza en el interior de la judería es desconocido.

Puede tratarse de una construcción defensiva contra los ataques a la judería o bien una construcción que materializase la presencia del correspondiente poder al que la judería quedaba sujeta.

Catedral

El claustro de la catedral

Cementerio judío

Labores arqueológicas en el Cerro de la Horca en 2009

Situado en el Cerro de la Horca, su perímetro y algo más está ocupado hoy por un Instituto de Educación Secundaria.

Las fuentes mencionan dos lugares de enterramiento de la comunidad judía extramuros de la ciudad: El Pradillo de San Bartolomé (en torno al circo romano) y el Cerro de La Horca. De estas dos necrópolis se desconoce tanto su extensión como su ubicación exacta, aunque tenemos constancia material de su existencia por la colección de lápidas monolíticas con inscripciones, dispersas por toda la ciudad, bien en museos o formando parte de las cimentaciones de algunos monumentos góticos. Esto indica al menos dos zonas de enterramiento para la comunidad judía, que quizá pueda deberse al aumento de población que se da desde 1085 y, sobre todo, desde mediados del siglo XII y durante el siglo XIII con los judíos procedentes de Al-Andalus que huyen de la persecución Almohade.

Se realizaron excavaciones en 1887 y se extrajeron algunas sepulturas que hoy se reparten el Museo Sefardí y el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.En 1979 el contratista destruyó intencionalmente una parte de la necrópolis en la construcción del Instituto de Educación Secundaria.Durante los años 2008 y 2009 se realizaron nuevas excavaciones arqueológicas en un sector de la necrópolis que pusieron de manifiesto que los patrones de enterramiento del Cerro de La Horca no responde a nada conocido hasta la fecha en Toledo durante la Edad Media, lo que invita a pensar en que tal vez ésta sea efectivamente la localización de una de las necrópolis judías de Toledo.

El cementerio

El cementerio se ubicaba extramuros, a cierta distancia del barrio judío. El terreno elegido:

  • Tenía que ser tierra virgen
  • Estar en pendiente
  • Estar orientado hacia Jerusalén

La judería debía tener un acceso directo al cementerio para evitar que los entierros tuviesen que discurrir por el interior de la ciudad.

Los reyes autorizaron después de 1492 (en Barcelona en 1391), que las piedras de los cementerios judíos pudieran ser reaprovechadas como material de construcción. Así, no es extraño encontrar fragmentos de inscripciones hebreas en varias construcciones posteriores.

A pesar del expolio que sufrieron desde finales del siglo XIV, la memoria de estos cementerios ha perdurado como nombre en determinados lugares, por ejemplo, Montjuïc en Barcelona o Girona. Sabemos de la existencia de más de veinte cementerios judíos medievales. Otros sólo se conocen o bien por la documentación o bien por las lápidas conservadas. El de Barcelona, en Montjuïc, fue excavado en el año 1945 y 2000, el de Sevilla en 2004, el de Toledo en 2009 y el de Ávila en 2012.

Convento de Caballeros de Calatrava-Museo Sefardí

Museo Sefardí. Entrada

El Museo Sefardí, de la ciudad de Toledo, ocupa el local del Convento de Caballeros de Calatrava, anexo a la Sinagoga del Tránsito. Es el Museo Nacional de Arte Hispanojudío y Sefardí y alberga gran cantidad de vestigios de la cultura judía.

El Museo Sefardí se compone de cinco salas que muestran aspectos Desaparecidos, religiosos y costumbristas del pasado judío en España, así como de los sefardíes.

Las salas adyacentes a la sinagoga y el recuperado patio albergan hoy muestras de la ininterrumpida presencia judía en España desde los albores de la historia, así como elementos de la cultura sefardita, es decir, de los judíos españoles esparcidos por el mundo, después de su expulsión en 1492.

En el patio norte se exponen, a modo de necrópolis, algunas de las lápidas sepulcrales con inscripciones hebreas conservadas en el museo. Anteriormente se encontraban expuestas en el interior del edificio, pero en las últimas remodelaciones se procedió a su exposición exterior, conformando así un Jardín de la Memoria que se convierte igualmente en zona de descanso.

El material empleado en la realización de las lápidas varía según el lugar de procedencia. Las de mármol, menos numerosas, abundan en Castilla y León; las de caliza y arenisca, más fáciles de trabajar, son las más numerosas, y abundan sobre todo en las necrópolis de Gerona y Barcelona. En Toledo el material predominante es el granito, sin que falten por ello epitafios realizados en los materiales anteriores; el museo posee una lápida en barro cocido.

En el patio este, se encuentran expuestas una serie de esculturas en bronce de artistas contemporáneos (Martina Lasry y David Aronson), así como una lápida en pizarra de un caballero calatravo del siglo XVI. El patio sirve de enlace entre las salas bajas del museo y la Galería de Mujeres. Excavaciones realizadas bajo su suelo sacaron a la luz diversas estancias identificadas como depósitos para agua o aljibes.

La antigua Galería de mujeres está dedicada a los ciclos vital y festivo y otras manifestaciones de la cultura de los sefardíes.

El Alcaná

Placa recordando a Cervantes en Cuatro Calles

Famosa entre las calles comerciales fue el alcaná de Toledo, que reunía lo más granado del comercio y que, aun después de expulsados los judíos, siguió siendo lugar señalado. El alcaná toledana estaba en la judería menor de la Edad Media.

Durante el período islámico, las tiendas situadas alrededor de la mezquita mayor se agrupaban en unas calles que se cerraban por la noche. Este conjunto era designado con el nombre de alcaicería. El termino alcaicería se utiliza aún en el siglo XII en un documento de donación. A partir del siglo XII, las tiendas, en árabe, aljanat, se denominan con su nombre hispanizado: el Alcaná de Toledo era conocido en toda España.

El Alcaná figura en numerosos documentos de venta o de donación de casas a lo largo del siglo XIII. En 1218, por ejemplo, el arzobispo de Toledo dona a un familiar del Papa Honorio III todas las tiendas que poseía en el alcaná infra muros Toltane ciuitatis. Un documento de la catedral de 1234 menciona que el cabildo poseía allí veinticinco tiendas y un mesón. En 1283, leemos que se ha vendido una casa cerca del Alcaná e la calle que va cerca de la iglesia de la santa Trinidad.

El área que ocupaba a fines del siglo XII y en el transcurso del XIII es desconocida. En el siglo XIV, el término Alcaná designa el barrio comercial junto a la catedral de Toledo, en el que el arzobispo Pedro Tenorio se propone construir el claustro de la Catedral. A consecuencia de un incendio gran parte de las tiendas quedaron destruidas y sus ocupantes tuvieron que alojarse en las tiendas de la calle de los Atalares.

Este incendio facilitó la disponibilidad de los terrenos necesarios para la edificación del Claustro. Al proyecto del propio Pedro Tenorio añadió el de una capilla dedicada a San Blas y lo financió dotando a la capilla con las ochenta y cuatro tiendas del Rey y las tiendas de los escribanos dadas por don Lope y su esposa doña Fátima, criada mora de la reina Juana, mujer de Enrique III. Las tiendas del rey, situadas en las Cuatro Calles, adosadas unas a otras en la calle de los Atalares, se extendían entre la Herrería, al norte, la escuela de los escribanos y la iglesia de Santa Justa, al oeste. La plaza de Cuatro Calles, al sur, y por último, la Pellejería y la Lencería al este.

El Alcaná en El Quijote

La Alcaná toledana es mencionada por Miguel de Cervantes en un pasaje clave de El Quijote, en el capítulo IX de la primera parte, donde el autor nos transporta a este viejo espacio de Toledo:

Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado de esta mi natural inclinación tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía; vile con caracteres que conocí ser arábigos, y puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese; y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua le hallara. [...] luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de Don Quijote. con esta imaginación le di priesa que leyese el principio; y haciéndolo así, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo.

Escuela de Traductores de Toledo

El área del Seminario (a la derecha), donde estuvo ubicada la Escuela de Traductores de Toledo en tiempo de Alfonso X el Sabio

La Escuela de Traductores de Toledo recogía el grupo de estudiosos cristianos, judíos y musulmanes que desarrolló una importantísima labor científica y cultural en Toledo, especialmente en el reinado de Alfonso X el Sabio (1252-1284), en el que alcanza su mayor esplendor.

Sus trabajos permitieron que obras de la antigua cultura griega que cubrían los campos de la geografía, la astronomía, la cartografía, la filología, la filosofía, la teología, la medicina, la aritmética, la astrología o la botánica fueran rescatadas del olvido y transmitidas a la Europa medieval a través de la Península. Por ello, esta escuela fue el origen y la base del Renacimiento científico y filosófico de la cultura Occidental.

La Escuela se inicia en el siglo XII, época en la que se especializó principalmente en textos filosóficos y teológicos (Domingo Gundisalvo interpretaba y traducía al latín los comentarios de Aristóteles, escritos en árabe, que previamente Juan Hispano, judío converso, le había traducido al castellano). Ya en la primera mitad del siglo XIII, reinando Fernando III se compuso el Libro de los Doce Sabios (1237), resumen de sabiduría política y moral clásica pasada por manos «orientales».

Sus orígenes se encuentran en la emigración judía masiva desde Al-Ándalus a los reinos cristianos y el renacimiento cultural que trajo consigo. En Toledo se afincaron poetas, gramáticos, filósofos, científicos, médicos y otros sabios, haciendo de la ciudad su principal destino. El arzobispo de Toledo don Raimundo de Sauvetat , que llegó a ser Canciller de Castilla con Alfonso VII , quiso aprovechar la coyuntura que hacía convivir en armonía a cristianos, musulmanes y judíos auspiciando diferentes proyectos de traducción demandados por todas las cortes de la Europa cristiana. El prestigio de la Escuela de Traductores de Toledo fue tal que ni siquiera las disposiciones antijudías del Concilio de Letrán en 1215 pudieron dañar su florecimiento.

Alfonso X el Sabio y la Escuela de Traductores de Toledo

Con Alfonso X el Sabio, la Escuela incrementó su importancia gracias al apoyo real a la actividad traductora. Situó la Escuela en los sótanos del observatorio astronómico, localizado en la ubicación actual del Seminario, junto a la parroquia de San Andrés, y puso como colaborador de la Escuela a Zag ibn Sid, compilador de las Tablas Alfonsíes. Las Tablas contienen las observaciones efectuadas en el firmamento en Toledo desde el 1 de enero del año 1263 hasta 1272, y que consignan el movimiento de los respectivos cuerpos celestes sobre la eclíptica con posiciones precisas. También tradujo imporantes obras de astronomía del árabe al castellano Yehuda ibn Moshé Cohen, presunto traductor del libro de magia conocido como Picatrix, así como hombres de gran altura intelectual como Samuel ha-Leví Abulafia y Abraham Alfati, realizadores de lúcidas versiones del árabe o del hebreo a las lenguas romances y luego al latín por traductores cristianos.

Fragmento de Sefer Torá

Fragmento del Sefer Torá encontrado en la Calle de los Caños de Oro, nº 3

Unas obras en una casa de Toledo sacaron a la luz este fragmento de SeferTorá con el texto de Éxodo 14, 29 a 15, 14, oculto por emparedamiento a finales del siglo XV o en el siglo XVI. Tal ocultamiento se atribuye al miedo a la Inquisición, aunque no se descarta que refleje la práctica judía de enterrar el texto sagrado una vez que el documento es inservible.

El pergamino fue descubierto en 2006 por el arqueólogo A. Ruiz Taboada en el transcurso de unas excavaciones realizadas en unas obras del número 3 de la Travesía de los Caños de Oro. Estaba oculto en el interior de un nicho tras una de las mochetas de un arco de herradura tapiado de lo que debió ser una casa de la judería. Parece que la última reforma de este arco se efectuó a finales de la Edad Media, por lo que cabe suponer que pudo haber sido entonces cuando se depositó allí. la evidencia arqueológica indica, por lo tanto, que el ocultamiento se produjo entre los siglos XV y XVI.

La ocultación de este tipo de documentos, hecho relativamente frecuente, se suele poner en relación con los conversos, y se atribuye a su supuesto deseo de ocultar el documento por miedo a la Inquisición. Sin embargo, lo cierto es que se desconoce quiénes fueron sus poseedores, y se ignora cuál fue el motivo preciso por el que se enterró este fragmento en la pared. Es posible que dada la tradición judía de depositar documentos en genizot (aunque el lugar donde se encontró no fuera propiamente una genizá) el fragmento descrito fuese emparedado con el fin de no ser destruido y cumplir así con el «enterramiento» del texto bíblico. El fragmento se encuentra actualmente en los fondos del Museo de Santa Cruz de Toledo.

Iglesia de Santo Tomé

Torre mudéjar de la iglesia de Santo Tomé

Judería primitiva

Muralla de la Judería Primitiva, en la Calle de Recaredo

La zona alrededor de la bajada de San Martín fue la primitivaMadinat al-yahud (Ciudad de los Judíos) asignada a ellos por los Árabes, entre la puerta de los judíos (Puerta del Cambrón) y el puente de San Martín (barrio de San Martín). Posteriormente fue llamado Degolladero o Degolladera de los judíos, llegando a ser un barrio muy habitado, seguramente por la presencia del matadero en esta zona apartada.

Aproximadamente en el espacio donde se levanta el palacio de la Cava, el barrio de la Assuica toma el relevo de la judería primitiva, la verdadera madinat al-Yahud donde los musulmanes instalaron a los judíos antes de la conquista cristiana, entre la puerta de los Judíos o del Cambrón, y el puente de San Martín, con su vía principal en la actual bajada de San Martín. Poco queda de aquella vieja judería, como no sea la estructura de las calles, aferradas a los desniveles del terreno, y los restos de las defensas amuralladas, como el llamado Castillo Nuevo de los Judíos, o el muro exterior de la judería, ya que el actual paseo de Recaredo, que sube hacia la puerta del Cambrón, construido por el gobernador árabe toledano Muhachir ibn Al-Qatil en el año 820. Las escaleras del callejón de los Alamillos de San Martín descienden vertiginosamente hasta encontrarse con la bajada de San Martín, en cuyo extremo estuvo la puerta de Portiel, en un barrio que la memoria popular ha recordado secularmente como Degolladero o Matadero Judío.

La carnicería

La carne que era consumida por los judíos tenía que haber sido sacrificada bajo un ritual religioso muy estricto. Éste se llevaba a cabo en el matadero y la carne se vendía en la carnicería.

El matadero, rastro o degolladero, era un espacio que adquiría un cierto carácter ritual por la liturgia ( shejitá ) que en él se desarrollaba durante el sacrificio de animales cuya carne iba destinada al consumo humano (comida cásher). Lo normal era que los mataderos estuvieran en una zona periférica de la judería, para evitar los malos olores en la ciudad.

La carne se vendía en la carnicería, en la que se levantaban puestos de venta que se solían arrendar. Con los ingresos obtenidos se hacía frente a determinadas necesidades de la aljama.

La puerta del Cambrón

La puerta del Cambrón

La puerta del Cambrón o Bab al-Yahud (Puerta de los Judíos) de la primitiva judería, entrada y salida principal de la judería y de la ciudad por el oeste, es una puerta de origen musulmán, muy modificada. Su emplazamiento coincide con el límite sureste de la antigua judería toledana.

En su versión actual data de 1576, y se estructuró repitiendo el esquema de la de Bisagra, en planta cuadrada a base de un pequeño patio interior rodeado de cuatro torres cubiertas por chapiteles de pizarra. Posee fragmentos de relieves romanos semejantes a los de la puerta del Sol.

A ambos lados luce portadas renacentistas con blasones, el de la ciudad al exterior y el de Felipe II al interior. Debajo de ésta se observa una bella imagen de Santa Leocadia, patrona de Toledo. La puerta también conserva la inscripción que recuerda que los vecinos de los Montes de Toledo, adscritos entonces a la ciudad, quedaban exentos del portazgo. Su nombre está asociado a las cambroneras, plantas espinosas abundantes en la zona.

Lápida judía en la Calle de la Plata

Lápida judía en el dintel de la casa de la Calle de la Plata, 9

La calle de la Plata está formada por casas de noble construcción, con grandes puertas de entrada y detalles escultóricos. La casa del número 9 posee como dintel una lápida judía, con la inscripción casi borrada. El adorno de las bolas y el cordón es típico de la época de los Reyes Católicos.

En esta calle se concentraban los joyeros, principalmente judíos, muy buenos plateros, junto con otros artesanos de origen cristiano.

Midrash de las vigas

Travesía de los Caños de Oro

El inventario de 1495 de los bienes de la comunidad judía (la aljama), sobre los que numerosos nobles de Toledo percibían tributos, confirma la existencia, en la Edad Media, de una casa de estudio o midrash en el barrio judío del Alacava. En efecto, conocemos un documento que refiere que:

La aljama había poseído censos sobre […] unas casas que fueron midrás del aljama en el Alacava, que se llamaba Midrás de las Vigas [...].

No se consigna ningún dato que sirva para precisar su ubicación en el barrio. Un documento fechado en 1558, que dice que la casa llamada el Midraz de las vigas está en el adarvede Bernardo de los Pleytos, como se llamaba la cuesta de Bisbís en este momento del siglo XVI.

El midrash de las Vigas se describe en 1564 como una casa grande con patio, de tres o cuatro plantas, dos palacios en la planta baja, crujías a los cuatro lados en el primer piso y un sótano bajo uno de los palacios. Estaba en la manzana que se extendía entre la calle Caños de Oro y la cuesta de Bisbís, manzana en la que había también, una casa de oración perteneciente a la aljama. Que en la misma manzana se descubriera en 2006 un pergamino con un fragmento de la Torá, concretamente en un nicho en la casa número 3 de la calle Caños de Oro, confirma la importancia que esta manzana debió de tener en la vida religiosa de los judíos del barrio de Santo Tomé.

Plaza de Barrionuevo (plaza del mercado judío)

Plaza de Barrionuevo, lugar donde se ubicaba el mercado judío

Postigo o Portillo de Portiel

La muralla de la judería en la zona del postigo de Portiel

Puerta situada más arriba del puente de San Martín, de acceso a la judería primitiva por la Calle Grande (actual Bajada de San Martín). Desde un pequeño callejón sin salida junto a dicha puerta, partía un camino que ascendía hasta la sinagoga de Almaliquim. Este camino ascendía por la zona baja de los actuales Alamillos de San Martín, y seguía por la calle del mármol (antigua calle que probablemente discurría entre el monasterio y el jardín de San Juan de los Reyes) y el cobertizo del mármol, dejando a la derecha el camino y adarve de los castillos. Subía luego por la calle de santa Ana hasta la Sinagoga de Santa María La Blanca.

Puente de San Martín

Puente de San Martín desde el Tajo

Desde el otro lado del puente de San Martín, junto a las aguas del Tajo, la vista de la ciudad, allá en lo alto, ayuda a comprender mejor la compleja, difícil y al mismo tiempo fascinante historia de una judería como la de Toledo. Una judería donde las llaves de las casas de aquellos que se marcharon al exilio en 1492 se han convertido en el símbolo mayor de la nostalgia sefardita.

La barriada judía del Degolladero coincidía en gran parte con la actual calle de los Reyes Católicos y el río y el Puente San Martín. Se llamaba así porque en él estaba la carnicería hebraica donde se degollaban las aves y las reses. Una estatua de Isabel la Católica (1451-1504), reina de Castilla, se encuentra emplazada en la Calle de los Reyes Católicos, muy cerca del monasterio de San Juan de los Reyes. Mediante el edicto de expulsión de 1492, los Reyes Católicos enviaron al exilio a entre 170.000 y 180.000 sefardíes.

San Juan de los Reyes

San Juan de los Reyes desde el Puente de San Martín

El monasterio de San Juan de los Reyes comenzó a edificarse en 1477 por orden de la reina Isabel la Católica para conmemorar su victoria en la batalla de Toro en 1476. Su presencia monumental en plena judería, en el entorno tradicional en el que estuvo el mercado hebreo del barrio de la Assuica es altamente simbólica. Si los Reyes Católicos fueron en una primera etapa el único refugio de las comunidades judías antes las persecuciones que se produjeron a finales del siglo XV, ellos mismos firmaron el Decreto de Expulsión de 1492, poniendo definitivamente fin un largo período de convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos.

La austeridad del convento contrasta con la grandiosidad de la iglesia, adornada de amplios ventanales, arcos y pináculos góticos, en cuyas paredes cuelgan desde 1494 las cadenas de los presos cristianos que los Reyes Católicos rescataron tras la conquista de Granada.

La iglesia fue construida para albergar el panteón dinástico de la reina Isabel la Católica, dedicada a San Juan Evangelista, del que era devota. Finalmente los reyes cambiaron de idea tras la conquista de Granada y están enterrados en la Capilla Real de la Catedral de esa ciudad.

Otro espacio clave es el claustro cuadrado y de doble piso, una de las obras maestras del gótico final, dentro de la estética hispano flamenca, que combina elementos góticos y mudéjares. El claustro superior presenta un artesonado de madera con la típica lacería mudéjar.

El convento fue prácticamente destruido en la guerra de la Independencia y se reconstruyó sólo en parte, desapareciendo el segundo claustro, según los criterios historicistas del siglo XIX, sin dejar distinción entre lo antiguo y lo restaurado, siendo el mejor ejemplo de ello las gárgolas del claustro.

Sinagoga Vieja

Ubicación de la Sinagoga Vieja, hoy Museo Victorio Macho

La Sinagoga Vieja se encontraba apoyada en la carnicería de los judíos, entre ésta y la muralla que se cierne sobre el Tajo. La sinagoga fue intensamente dañada durante los tumultos del verano de 1391.

La synagoga vieja fue reemplazada en el siglo XVI por una casa que se conocía como «casa honda».

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

Sinagoga de Caleros

Ubicación de la Sinagoga de Caleros, calle Alfonso XII y Plaza de Marrón

La sinagoga de Caleros aparece citada por primera vez en un documento de 1355. Desaparecida muy pronto, la planta de la sinagoga se conserva en la plaza de Marrón, existente desde el siglo XV.

Es probable que, al igual que las demás sinagogas de Toledo, la de Caleros padeciera los efectos del movimiento antijudío de 1391. Abandonada a finales del siglo XIV o poco después, no se la vuelve a mencionar hasta 1418. En 1448 la sinagoga es una casa propiedad del arcediano de Niebla, que desde 1434 fue adquiriendo casas de este barrio para su patrimonio, una cuarta parte del cual compró Juan de Silva, conde de Cifuentes en 1460.

La casa principal del conde de Cifuentes, llamada «de los sennores Reyes» en la segunda mitad del siglo XV, en la que los reyes se solían alojar en la segunda mitad de ese siglo y aún durante el siglo siguiente, ocupaba una gran manzana a la altura del cobertizo de Caleros. Al otro lado del cobertizo se situaba, en la esquina de la calle de Caleros con el cobertizo de San Pedro Mártir, la casa «accesoria», resultante de la fusión de tres pequeñas casas. Delante de la puerta de la casa principal del conde de Cifuentes se abriría una plaza en el último cuarto del siglo XV, sobre el solar de la sinagoga, una vez que esta desapareció por ruina o por derribo intencionado.

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

Sinagoga de Santa María la Blanca

Interior. Santa María de Blanca

La Sinagoga de Yosef ben Shoshan, de principios del siglo XIII, fue propiciada por Alfonso VIII, monarca de abierta simpatía hacia los judíos. En 1411, tras las prédicas de Vicente Ferrer, se convirtió en templo cristiano, siendo desde entonces conocido como iglesia de Santa María la Blanca. En 1550, tras introducir algunas reformas, el cardenal Silíceo utilizó el templo para crear un beaterio de mujeres públicas arrepentidas. En el XVIII el edificio fue convertido en cuartel de la milicia, iniciándose a mediados del XIX su recuperación como monumento artístico.

Un portón que se abre sobre la calle Reyes Católicos y un jardín sencillo preceden la entrada a la sinagoga. Se levanta en un patio rodeado de cipreses, donde está la puerta principal con lacerías mudéjares estrelladas bajo un tejaroz. En el subsuelo existen bóvedas utilizadas como enterramientos desde el siglo XVI y otros restos arqueológicos.

De nuevo, el aspecto exterior humilde contrasta con la grandiosidad de su interior. Cinco naves separadas por arcos de herradura, columnas octogonales con capiteles ornados de piñas y volutas, se adaptan a un trazado asimétrico que recuerda más a una mezquita que a una sinagoga. Sobre estas arcadas se disponen unas cenefas decorativas con elementos geométricos y vegetales que siguen un ritmo perfectamente definido en las albanegas de los arcos. Unas arqueríaspolilobuladas sirven para elevar la nave central, dejando las cubiertas laterales a menos altura con sus correspondientes artesonados. Todo el conjunto es catalogado como una muestra del arte almohade puesto al servicio de la comunidad judía.

En el siglo XVI, Alonso de Covarrubias, a instancias del cardenal Silíceo, reformó las cabeceras, creándose tres capillas, la central cubierta con una bóveda de media naranja sobre trompas mientras que las laterales son de cuarto de esfera sobre pechinas. El retablo es de Nicolás Vergara, el Viejo, realizado en la segunda mitad del XVI.

La sinagoga, al igual que la del Tránsito, ha sufrido numerosos avatares a lo largo de su historia. Sin esperar al decreto de expulsión de los Reyes Católicos, se cuenta que las predicaciones de Vicente Ferrer desde el púlpito de Santiago del Arrabal propiciaron que los cristianos tomaran el templo en 1411 y expulsaran de él a los hebreos, convirtiéndolo en iglesia bajo la advocación de Santa María la Blanca. Una antigua leyenda dice que el templo se construyó con tierra traída de Jerusalén.

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

Sinagoga de las Golondrinas

Entrada a la casa donde estaba ubicada la antigua sinagoga de las Golondrinas

Las excavaciones arqueológicas de 2006 en la casa número 29 de la calle de las Bulas confirman la existencia de una antigua sinagoga junto a la casa que hacía esquina con la calle de las Bulas y la entrada del antiguo callejón de Golondrinos. Jean Passini se refiere a ella como sinagogade los Golondrinos.

En la segunda mitad del siglo XV se menciona una sinagoga utilizándola como punto de referencia en la descripción de dos casas en la parroquia de San Román. La primera de ellas, que pertenecía a don Abraham batidor, se levantaba en el adarve de Sancho Padilla (actual callejón de Esquivias). Lindaba con la casa del sedero Diego López y con a las espaldas, una sinagoga de judíos. La segunda casa pertenecía en 1488 a un judío converso, Lope de Acre. Se la describe entonces en el adarve de los Golondrinos, medianera con un corral que solía ser sinagoga de los judíos. El Libro de Capellanias fechado en 1577 informa que la casa estaba en la esquina calle de las Bulas-callejón de Golondrinos. Los títulos de propiedad del monasterio precisan, además, que tenía un sótano que está debajo de ella con su puerta a la calle de las Bulas, puerta que aún existía hasta 2009.

Junto con los restos de la sinagoga, se ha encontrado restos de un baño ritual o micvé, que podemos comparar con el de Besalú, un espacio cerrado, de sólidos muros, con arcos de piedra y canalización para el agua, que consistía en una sala pequeña con bóveda de cañón, accesible desde la calle por una puerta independiente. Una red subterránea, certificada por la existencia en las cercanías de un pozo llamado de Aizco, suministraba el agua corriente necesaria. Un corredor lateral interior facilitaba el paso de la sala abovedada a la sinagoga.

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

Sinagoga del Sofer

Plaza del Sofer, en el lugar donde se ubicaba la sinagoga

La Sinagoga del Sofer (escriba, en hebreo) fue construida probablemente a finales del siglo XII o principios del siglo XIII. Suleimán Jarada poseía en 1391 una casa conocida como de la Higuera, entre la casa de la Atahona y la sinagoga del Sofer. Por lo que parece, la sinagoga del Sofer, la casa de la Higuera y la casa de la Atahona formaban un conjunto arquitectónico entre la calle del Ángel y la de los Reyes Católicos. La sinagoga del Sofer dejó probablemente de ser utilizada como tal en 1391 tras los tumultos y asaltos de que fueron víctimas los judíos y que provocó la marcha de don Sulemán. No sabemos qué fue de ella, pues no se la vuelve a mencionar desde 1480. Conforme a una orden de los Reyes Católicos, no podía ser puesta en venta ni ocupada tras la expulsión de los judíos. El muro correspondiente de la sinagoga, que existía aún en el siglo XVI frente al segundo claustro de San Juan de los Reyes, como muestra el plano del Greco, desapareció en la segunda mitad del siglo XIX. Su huella se manifiesta como una plaza cuadrangular, en 1858, en el plano de Coello.

Excavada durante el año 2011, los restos arqueológicos existentes son actualmente visibles bajo la Plaza del Sofer, inaugurada en 2012.

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

Sinagoga del Tránsito

Sinagoga del Tránsito. La sala de oración

Construida entre 1355 y 1357, bajo los auspicios de rey Pedro I de Castilla por su tesorero, el poderoso Samuel ha-Leví, la sinagoga del Tránsito se levanta en el corazón del barrio judío de Hamanzeite, y muestra una fachada que ha sufrido numerosas modificaciones y que no se corresponde con la magnificencia que aguarda en el interior. La mano preciosista de los alarifes mudéjares es evidente en todo el conjunto, que se organiza a partir de una gran sala de oración flanqueada por una galería superior, desde donde asistían a la ceremonia las mujeres, y complementada con estancias dedicadas a la escuela rabínica (hoy salas del museo) y con un patio exterior, donde quedan restos de un posible micvé, con dos aljibes.

En la sala de oración, cuya cubierta es uno de los mejores ejemplos de carpintería medieval toledana, destacan las espléndidas yeserías de los muros, con textos en hebreo y en árabe y motivos geométricos y heráldicos de Castilla y León, acompañados de inscripciones con salmos de David. especialmente en el muro este, donde se abren tres esbeltos arcos lobulados en el que se guardaban los rollos de los textos sagrados o heijal, rodeados por un rico y delicado panel con bellas yeserías policromadas caldas.

En la parte superior, tras una moldura con mocárabes, se ofrece una sucesión de arqueríaspolilobuladas con columnas pareadas que se prolongan por los laterales, así como una friso en que se adivina motivos heráldicos.

En el suelo, ante el testero del fono, se conserva parte del pavimento que originalmente tuvo la sinagoga. La cubierta del salón se cierra con una armadura de par y nudillo de tradición mudéjar.

Con la expulsión de los judíos en 1492 los Reyes Católicos otorgaron a la Orden de Calatrava

la sinagoga mayor que los judíos tenían en Toledo, a cambio del Alcázar y Palacios de Galiana con su iglesia de Santa Fe, posesiones de esta orden.
En 1494 el edificio dejó de ser utilizado como sinagoga y pasa a formar parte del Priorato de San Benito, sirviendo de Hospital y asilo para los caballeros calatravos la zona que ocupaban la escuela rabínica y la galería de mujeres. La antigua gran sala de oración pasó a ser templo cristiano y lugar de enterramiento de algunos caballeros calatravos, apareciendo en la documentación como Iglesia de San Benito.

Con el paso del tiempo, ya en el siglo XVI, abandonó las anteriores funciones para convertirse exclusivamente en iglesia, construyéndose una puerta de entrada a la sacristía y un arcosolio utilizado para dar culto a una imagen de la Virgen. Se adosó también un retablo al cuerpo central del antiguo heijal y se colocó el altar principal sobre el primitivo suelo de la sinagoga.

En el siglo XVII la iglesia de San Benito pasó a ser conocida como iglesia de Nuestra Señora del Tránsito debido al encargo que un caballero calatravo realizó al pintor de la escuela toledana Juan Correa de Vivar de un cuadro del Tránsito de Nuestra Señora (hoy conservado en el Museo Nacional del Prado), que fue colocado en el arcosolio.

En el siglo XVIII la decadencia del poderío de las órdenes militares afectó también a la antes rica iglesia de Nuestra Señora del Tránsito, que aparece en la documentación simplemente como ermita. Durante las guerras napoleónicas fue utilizada como barracón militar, sufriendo un continuo deterioro a lo largo de casi todo el siglo XIX y continuando su uso como ermita hasta la Desamortización. El 1 de Mayo de 1877 fue declarada Monumento Nacional. Desde entonces se llevaron a cabo varias restauraciones para paliar el mal estado del edificio.

La sinagoga

La sinagoga (lugar de reunión, en griego) es el templo judío. Está orientada hacia Jerusalén, la Ciudad Santa, y en ella tienen lugar las ceremonias religiosas, la oración comunal, el estudio y el encuentro.

En las ceremonias se lee la Torá. El oficio está dirigido por los rabinos ayudados por el cohen o niño cantor. La sinagoga no es sólo casa de oración, sino también centro de instrucción, ya que en ellas suelen funcionar las escuelas talmúdicas.

Los hombres y las mujeres de época medieval, y también hoy en día, se sientan en zonas separadas.

En el interior de la sinagoga se encuentra:

  1. El Hejal, armario situado en el muro este, orientado hacia Jerusalén, en su interior se guarda el SeferTorá, los rollos de la Torá, la ley sagrada judía.
  2. El Ner Tamid, la llama perpetua siempre encendida ante el Hejal.
  3. La menorá, candelabro de siete brazos, signo habitual en el culto.
  4. La Bimá, lugar desde donde se lee la Torá.

Travesía de la Judería/Callejón de los Jacintos

Travesía de la Judería

Junto a la ya desaparecida Casa de Jacob, librería especializada en temática judía, en la calle del Ángel, surgen las escaleras que descienden hacia la esquina que forman el callejón de los Jacintos y la Travesía de la Judería, dos estrechos viales que rodean la parte trasera de la sinagoga de Santa María la Blanca. La segunda desemboca en la plaza del Barrio Nuevo, así llamada después de la expulsión de 1492, donde tradicionalmente estuvo el mercado judío del barrio de la Assuica.

Leyenda del Callejón de los Jacintos

En el callejón de los Jacintos, junto a los muros de Santa María la Blanca, sucede la leyenda de amor entre la judía Salomé y Don Diego de Sandoval, un caballero cristiano que, una vez más, acabó en tragedia.

Don Diego de Sandoval era apodado el Judío, con intenso desprecio por nobles y plebeyos debido a los amores que mantenía con Salomé, la judía, que se muestra esquiva y fría y le niega sus favores.

Una noche, Don Diego se acerca al callejón de los Jacintos, donde vive Salomé. La llama desde fuera, pero ella ni contesta ni abre el balcón de su alcoba. Airado, Don Diego quiere saber el porqué de tal afrenta. Hace un manojo de jacintos, y con el pomo de su puñal golpea el ventanal, pero Salomé no quiere abrir... Y de repente, un súbito estrépito y el duque de Sandoval cae en tierra malherido. Los jacintos blanquean el rojo charco de sangre que brota de su herida.

Cuenta la leyenda:

Cuando el día amaneció
todos preguntan quién
al duque anoche mató,
unos dicen que fue él,
otros: No, que el diablo fue,
y otros: castigo de Dios.

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