Con su catedral cristiana de corazón judío y musulmán, con su ciudad vieja encajada entre una morería y dos juderías, con sus grandes personajes andalusíes y hebreos de fama y renombre mundial, Tudela es una singular ciudad de las tres culturas afincada en pleno corazón del Reino de Navarra. La Judería Vieja y la Judería Nueva, con un camino intermedio salpicado de constantes evocaciones del tiempo en que los hebreos poblaron la ciudad, constituyen hoy un itinerario sorprendente que permite conocer una buena parte de la ciudad histórica a través de sus judíos.

Fundada por los árabes en 797, en Tudela no se habla de presencia judía hasta la reconquista de la ciudad en 1119 pero es comúnmente aceptado que los primeros pobladores hebreos llegaron a Tudela alrededor del año 802, casi con la misma fundación musulmana de la ciudad como plaza fuerte en la Marca del Ebro, en un punto equidistante entre Zaragoza, Logroño, Pamplona y Soria. El muladí oscense Amrus ibn Yusuf, lugarteniente del emir Al Hakán I, fue el encargado de construir el puente sobre el Ebro y establecer el primer núcleo poblacional, que con el discurrir de los años se convirtió en una ciudad próspera rodeada de un entorno fértil y ameno, como cuenta en su Crónica del moro Rasis del año 919, el geógrafo árabe Al Razí.

Durante más de tres siglos, la Tudela musulmana constituyó un importante núcleo comercial y cultural en el norte de España, condición que se intensificó aún más tras la caída del Califato de Córdoba y la vinculación de la ciudad a la taifa de Zaragoza, con los Banud Hud. De este tiempo son las famosas 23 biografías de personajes célebres del mundo musulmán de Tudela, y en ese caldo de cultivo viven también los grandes nombres judíos cuya fama ha trascendido hasta nuestros días.

En torno al año mil, con la ruina y extinción del califato cordobés, los régulos Tuybíes de la gran taifa de Zaragoza se convirtieron en los señores de Tudela al extinguirse el califato Omeya de Córdoba. Los tres primeros régulos tuvieron como lugarteniente o caíd de Tudela y Lérida a Sulayman ibn Hud, de la estirpe yemení, quien a los veinte años les arrebató el poder (1038). Uno de sus hijos, Mundir ibn Sulayman «al-Zafir» (el Triunfador), gobernó con autonomía suficiente hasta para acuñar moneda en el pequeño reino taifa de Tudela (1046- 1051) hasta que fue suplantado por su hermano, el brillante Abu Chafar Ahmad al-Muqtadir (1046-1081), constructor del palacio zaragozano de la Aljafería y mecenas de hombres sabios y letrados. Al amparo del ambiente ilustrado de la corte Hudí de Zaragoza, florecieron las grandes personalidades de todos conocidas: el excelente poeta Yehuda-ha-Leví (circa 1070-1141), el polígrafo Abraham ibn Ezrá (1089-1164) y el ilustre viajero Benjamín de Tudela (circa 1130-1175). A los ojos de sus contemporáneos, Tudela era un centro prestigioso de cultura judeo-árabe.

La taifa se derrumbó tras la derrota y la muerte en Valtierra de Ahmad Al-Mustain, nieto de Al Muqtadir, a manos de los caballeros pamploneses de Alfonso I el Batallador. La capitulación de Zaragoza en 1118 arrastró la de sus ciudades satélites, como Tudela. Tras la toma de la ciudad el 22 de febrero de 1119, Alfonso I procedió a la reordenación del espacio y de sus grupos humanos. Pese a la parquedad de las noticias, todo parece indicar que el conjunto de esta población experimentó un notable crecimiento a lo largo del siglo IX y los primeros decenios del siguiente. Así, este inicial núcleo urbano, nacido entre la alcazaba y el barranco del Mediavilla, se desdobló hasta llegar al río Queiles. Su trama aparece surcada de callejas sinuosas y quebradas en ángulo recto (muchas de ellas sin salida, otras cerradas con puertas o adarves), formando un auténtico dédalo, algo laberíntico, muy propio del urbanismo islámico. En el centro de la ciudad estaba la Medina, con la Mezquita Mayor, alrededor de ella se agrupan otros elementos: la alcaicería, la alhóndiga o mercado de mercancía foráneas, baños, zocos, etc. La ciudad, con dos puertas, una hacia el puente del Ebro, en dirección a Zaragoza, otra en el sur, hacia el «zoco» o mercado viejo, albergaba una población plural: cristianos (mozárabes), en el barrio noroccidental, con su iglesia de Santa María Magdalena; la judería en el sector nororiental hasta el Queiles y en el resto, la morería.

En la capitulación suscrita el 15 de marzo de 1119, el rey ofreció a los musulmanes que no habían sucumbido o huido (illos bonos moros) respetar sus bienes, formas de vida y estatuto jurídico. No obstante, un año más tarde se les exigió instalarse fuera de la muralla en el suburbio en dirección a Velilla. A los judíos, fugitivos en un primer momento, se les hizo regresar sin violencia, atraídos sin dudas por la concesión del Fuero tradicional de Nájera; a ellos, al contrario de los musulmanes, se les permitió permanecer en sus antiguas casas y solares de la que más tarde se llamaría la JuderíaVetula.En 1170, Sancho VI el Sabio permitió a los judíos vender sus casas e instalarse junto al Castillo, en la Judería Nueva, que sustituía a la Judería Vétula o antigua. Está claro que la ocupación simultánea de los dos barrios, aunque fuera temporalmente, evidencia la plenitud demográfica de esta comunidad, coincidiendo quizá la con presencia casi permanente del rey y su corte en la capital de la Ribera.

La Judería Nueva se consolidó en tiempos de Sancho VII el Fuerte, monarca que al igual que su padre quiso tenerlos como siervos y posesión regia, encargándoles la conservación y custodia de los recintos y murallas. Por aquel entonces, como refleja el Fuero de Nájera, los judíos tuledanos tenían libertad de residencia, gozaban de seguridad jurídica en igualdad con los cristianos y libertad para ejercer cargos y oficios relacionados con el comercio de telas y víveres, actividades rentables durante la Cuaresma, ya que la importación de pescado del Cantábrico se presentaba como un negocio seguro dada la prohibición de comer carne por parte de los cristianos.

Con la llegada de los nuevos monarcas de la Casa condal de Champaña, tras la muerte sin descendencia de Sancho VII en 1234, la monarquía navarra entra en una relación más distante con los judíos. Teobaldo I (1234-1253) mantuvo un enfrentamiento con el concejo de Tudela, entre otras razones por los abusos contra la comunidad judía allí instalada. Se han formulado diversas hipótesis para explicar las causas y motivos de este alarmante brote anti-judío, entre otros, la posible inclinación de la población de Tudela hacia el rey de Aragón Jaime I. Fue preciso llegar a una tregua, negociada entre el Senescal y los veinte jurados del concejo; una vez concluida la misma en apenas seis meses, se alcanzó un acuerdo o remembranza, recogido en el famoso texto del mes de junio de 1237, en el que se percibe el clima de recelo y hostilidad mutuos. El documento incluye una relación circunstanciada de los agravios y faltas cometidas entre los contendientes y se fijan algunas normas para restablecer el clima de concordia. Por este y otros testimonios sabemos que había dos cercos de muralla: uno de piedra y otro de adobe, que daría protección a la morería. En el interior del castillo, los judíos también contaban con una segunda cerrazón, posiblemente también del mismo material.

Teobaldo I juró los fueros en mayo de 1234 e inició la redacción del nuevo Fuero General en el que limitó las libertades y derechos de los judíos. Los obligó a vestir de modo que pudieran ser identificables como tales y les impuso la servidumbre de tener que entregar los ejemplares del Talmud a los franciscanos para su revisión. A mediados del siglo XIII las cargas fiscales también se cebaron en la comunidad judía y se les prohibió prestar dinero a interés. En cuanto a los judíos que habitaban el castillo, pudieron seguir allí, pero se les quitó el privilegio antiquísimo de su custodia. A pesar de estas progresivas restricciones, durante el siglo XIII la judería de Tudela fue la más importante del Reino de Navarra, con mayor presencia judía incluso que la de Pamplona. Su favorable situación geográfica atrajo a muchos judíos que huían de la intolerancia y la hostilidad.

Teobaldo murió en 1253 dejando a su viuda como regente, dada la corta edad del heredero. La situación del reino se vio además agravada por la actitud de Alfonso X del Sabio, rey de Castilla, que amenazaba con invadir Navarra, mientras Jaime I el Conquistador, rey de Aragón, se oponía, con la consiguiente tensión e inestabilidad que esto generaba. La muerte de Teobaldo II en 1270 puso a su hermano Enrique II el Gordo en el trono, pero, a pesar de su moderación, la relación de los judíos con la Corona en Navarra no cambió.

En 1274 muere Enrique I, dejando el trono a su hija Juana I de Navarra, de un año de edad, mientras su viuda, Blanca de Artois queda como regente del reino. El reinado de Juana II trajo consigo la revuelta de los pastorelos franceses que, tras atravesar Somport, atacaron a las juderías de Estella y Tudela en 1321.Durante los asaltos que asolaron las comunidades hebreas de Navarra en 1328, los regentes del reino pudieron impedir el asalto de la judería pero no la muerte de algunos judíos. La defensa de las juderías tudelanas no era gratuito: Téngase en cuenta que la judería pagaba en concepto de pecha más que ninguna otra población navarra, incluida la capital.

Apenas habían pasado siete años desde la matanza de 1328, cuando el franciscano Fray Pedro Olligoyen soliviantó a la población durante la Semana Santa, y, reuniendo en los alrededores de la judería a una muchedumbre, intentó asaltar las juderías para matar a sus habitantes.En 1358, durante el Pésaj ya en tiempos de Carlos II el Malo, la sinagoga fue atacada. Los judíos sabían que esta brutal manía procedía de los predicadores y de la indiferencia o acaso connivencia de la autoridad civil que pretendiendo salvar a la cada vez más empobrecida población judía conseguía aislarla cada vez más.

La familia era la unidad fundamental sobre la que descansaba la organización social hebrea. Unida por intereses económicos, jurídicos y religiosos, era una entidad patriarcal. No obstante, la mujer representa un destacado papel en la conservación de la tradición religiosa y, en determinadas actividades económicas y mercantiles, gozaba de capacidad jurídica plena. En 1366, Mira ben Menir, esposa de Nathan del Gabay, judía de Tudela, figura como titular de varias cartas de compraventa. En los padrones de préstamos, la relación de mujeres acreedoras es del 8,4%. La vida religiosa era un elemento esencial de cohesión para la familia judía. La unidad familiar adoptaba un delicado trato hacia los huérfanos, a los que otorga amparo y tutela con el conocimiento y beneplácito de la comunidad. La ley informaba los más pequeños detalles de la vida cotidiana. Sinagogas, cementerios, baños, carnicerías, etc., constituyen elementos esenciales de la vida y topografía de las juderías. La legislación y la política de los reyes de Navarra establecieron una estrecha dependencia con sus judíos, a los que confirieron un reconocimiento oficial para la práctica religiosa. Su marco legal presentaba una dualidad: las obligaciones morales de la ley mosaica y los preceptos del Fuero General y sus Amejoramientos. En este marco social, religioso y legal, se redactaron entre 1279 y 1305 las taqqanot, u ordenanzas de la aljama, para organizar la vida en común de una sociedad formada por comerciantes, artesanos, físicos y diplomáticos, con una actividad reseñable también en torno a la agricultura y a la producción y comercialización del vino.

La crisis del siglo XIV y el advenimiento del nuevo rey en la persona de Carlos II (1349-1387), fue la ocasión elegida por los representantes de las aljamas del reino para solicitar la rebaja de sus contribuciones y poner freno así a los constantes aumentos de los tesoreros. El rey atendió tales peticiones y Tudela pasó a pagar 1.142 libras de pecha. Ante las crecientes necesidades del monarca, las negociaciones con las aljamas de los judíos fueron en ocasiones tensas; a la magnanimidad inicial siguió una creciente exigencia fiscal. En 1366 se acordó el pago de una pecha global de las cinco aljamas y los llamados judíos franceses, adscritos a la de Tudela: su importe quedó establecido en 4.000 libras. Teniendo en cuenta que, en el censo de 1366, la población judía censada en Tudela era de doscientas setenta familias, la pecha por familia judía era de casi 3 libras anuales o aproximadamente 1.800 maravedíes de Navarra. Lo mismo hizo Carlos III el Noble cuando accedió al trono en 1390. No sólo trató de consolidar la política pro judía de su padre sino que puso en manos de un judío sus rentas reales. El rey dio orden de que les fuera devuelto cuanto se les debía en concepto de préstamo, lo que supuso un principio de tímida recuperación de la judería.

Aunque la convivencia marcó, la mayor parte del tiempo, la convivencia entre musulmanes, judíos y cristianos, a partir de 1348 con motivo de la peste negra que asoló Tudela los derechos de los hebreos fueron sufriendo progresivas limitaciones. El físico (médico), jurista y moralista tudelano Sem Tob ibn Shaprut (circa 1340-1410) fue una de las figuras de la famosa Disputa de Pamplona de 1375, ciudad que, como Barcelona o Tortosa, protagonizó un intenso debate teológico entre judíos y cristianos sobre la llegada del Mesías, en este caso bajo la presidencia de don Pedro de Luna, el futuro papa Benedicto XIII. Tras la disputa, Ibn Shaprut, que había estudiado medicina en Montpellier, publicó su obra Eben bohan, Piedra de Toque, que refleja con gran detalle, el ambiente de aquella época.

Durante el reinado de Juana II y Felipe III de Evreux (1328-1349) se detecta una corriente migratoria procedente de los dominios de la Casa de Evreux. Dicha circunstancia tiene un reflejo contable en los registros del Tesorero, bajo la rúbrica: Pecha de los judíos de Ultrapuertos. Gracias a estas relaciones se ha podido trazar una geografía de los desplazamientos de los judíos franceses hacia Navarra. Hay familias que portan antropónimos de París, Chartres, Pont-Audemer, lo que evidencia claramente su origen. Otros, procedentes de Provins y Troyes, llevaron a cabo un largo éxodo con destino a las villas de Olite y Estella. De las tierras del condado de Angouleme y su periferia proceden otros contingentes de emigrados: Bona de Saint Maixent y los Niort de Sangüesa, son los ejemplos más conocidos. Pequeñas aldeas del Poitou, Périgord, Berry y la Auvernia son los lugares de procedencia de otras tantas familias. Topónimos como Saint Pourçain-sur-Sioule, Neufbourg, Orthez y Tonneis, van unidos a los prenombres de estirpes judías de Navarra. No falta tampoco la presencia de judíos provenzales, originarios de Beaucaire y Perpiñán.

Estella y Tudela reúnen las preferencias de los exiliados, pues en ellas se concentró casi el 65% de la población originaria de Ultrapuertos. La llegada de artesanos y capitales nuevos sirvió para reactivar los contactos económicos, sociales y culturales entre las comunidades de uno y otro lado del Pirineo. Guerras y persecuciones propiciaron trasvases de población hebrea de la Corona de Castilla hacia el reino de Navarra.

Este papel receptor de las juderías navarras se quebró en la segunda mitad del siglo XV. Durante las luchas civiles, la aljama de Tudela vio disminuir de forma alarmante su población. En 1490, la aljama de Tudela fue tasada en ciento una casas, la cota demográfica más baja de su historia. Con todo, y pese al incremento de las medidas restrictivas, la judería tudelana mantuvo su vitalidad y atractivo. Después del decreto de expulsión de los Reyes Católicos, en 1492, importantes contingentes de judíos llegaron a Tudela. Las alcabalas de los judíos foráneos representó un saneado ingreso para la hacienda municipal: doscientas libras anuales, en el período de seis años que media entre los decretos de destierro de uno y otro reino.

El decreto de expulsión en Navarra debió de suscitar bastantes conversiones de judíos en 1498, cuyos descendientes verían sus nombres expuestos a partir de 1610 en la «Manta» o lienzo colgado en la catedral. En cambio, con la expulsión de los mudéjares (1516) quedaron vacías 200 casas de la Morería, cuya mezquita mayor sirvió para erigir la parroquia de San Juan Bautista. Allí se edificó el convento de Dominicos (1517). Años atrás se habían instalado los Antonianos junto al puente (1480). Había ya signos claros de renovación y crecimiento urbano cuando la población capituló el 9 de septiembre de 1512 ante el ejército de Fernando el Católico y juró el 4 octubre «los fueros y privilegios usados y por usar, exenciones, gracias y mercedes» de su ciudad de Tudela y su Morería.

Los judíos de Tudela fueron los últimos en abandonar España.

Calle de Benjamín de Tudela

Calle de Benjamín de Tudela. Las casas podían aprovechar los mismos arcos de las calles para crecer en altura, dada la escasez de terreno ampliable

La actual calle de Benjamín de Tudela se sitúa en el límite noroeste de la Judería Vétula, y rinde culto a uno de los hijos de esta ciudad con más proyección universal a través de los tiempos. El Libro de viajes (Séfer Masaot), de Benjamín de Tudela, editado por primera vez en Constantinopla en 1543, sigue siendo una pieza maestra para conocer de primera mano la vida cotidiana de los judíos en el siglo XII. Atravesando un arco, la calle de Benjamín de Tudela conecta con la plaza de la Vida, a la cual se asoman las ventanas de la catedral, y a través de la plaza se llega a la calle del Portal, que deja a la izquierda el bello arco de la Virgen para continuar, a la derecha, en ruta hacia la Judería Nueva.

Benjamín de Tudela

Benjamín de Tudela (c. 1130-1175) es el más famoso de los viajeros medievales y, junto a Abraham ibn Ezrá y Yehudá ha-Leví, uno de los judíos más célebres.

Fue hombre culto y sagaz; políglota (dominaba el hebreo y el arameo y entendía el árabe y tal vez el griego y el latín) versado en la Torá y en la Halajá, conocía la historia clásica y medieval. Fue experto en negocios y oficios que pudieron haber sido la causa de sus viajes.

Su viaje se inicia en Tudela en 1160 y concluye con su regreso a París. Los puntos clave del itinerario son Roma, Constantinopla, Jerusalén, Bagdad y el Cairo. En su Libro de Viajes (Séfer Masaot) hay noticias precisas sobre la situación de la comunidad judía de cada lugar, su economía y panorama político y religioso. Su riqueza de detalle es una fuente principal sobre el mundo mediterráneo en la segunda mitad del siglo XII; las distancias, el número de habitantes de cada ciudad, clima, etc. Destacan sus notas sobre sectas islámicas y las descripciones sobre las ruinas de la antigua Babilonia y las antigüedades de Roma, Constantinopla y Alejandría.

Su viaje debió durar entre cinco y catorce años. La primera edición del Libro de viajes (Séfer Masaot) de Benjamín de Tudela apareció en 1543 en Constantinopla. Desde entonces han continuado sus ediciones en muy diversas lenguas.

Candiles de Janucá

Janukiyá encontrados en el Cerro de Santa Bárbara

Piezas indispensables en todos los hogares judíos son los candiles denominados janukiyá, que se encendían en la festividad de Janucá En Tudela se han encontrado varios fragmentos de estos candiles fechados entre los siglos XIII y XIV en el Cerro de Santa Bárbara, en las laderas del Castillo.

La mayor parte de estos candiles estarían fabricados en Tudela. Tienen forma de tableta de cerámica con un frontal apuntado formado por los diferentes picos de las cazoletas de aceite, quedando todavía en una de las piezas marcas del fuego. Las cazoletas y la parte superior de toda la pieza presentan un tratamiento de la superficie con vedrío en color miel y verde y llevan unapequeña decoración incisa sobre un pequeño cordón que rodea toda la pieza y la punta de las cazoletas.

Casa medieval de la calle Dombriz

Casa judía de la calle Dombriz

Entre la Judería Vieja y la Nueva es necesario hacer un alto en el camino para descubrir, en el número 16 de la calle sin salida de Dombriz, una casa medieval alta y estrecha, que pasa ser un modelo que debieron de seguir en la época numerosas casas judías: anchos aleros en los tejados, que cobijan una estructura de ladrillo con entramados de madera.

Ésta casa, fechada en el siglo XV por sus pisos superiores sobresaliendo algo más de medio metro con respeto a la fachada de la puerta, podría haber pertenecido a una familia judía por cronología si la Judería Vieja hubiera existido en este lugar además de en las laderas del castillo.

Catedral

Entre las abigarradas y sinuosas callejas des casco medieval, se levanta majestuosa la catedral de Tudela

A través de la calle Roso se llega a la Oficina de Turismo, punto de encuentro estratégicamente ubicado junto a una de las puertas de la catedral. Antes de entrar en el museo de Tudela, donde se realiza la visita conjunta a la catedral y el Claustro románico, las arquivoltas de la puerta del Juicio ofrecen ya una pincelada de la controvertida relaciones entre judíos y cristianos a través de los siglos: con paciencia y buena vista no es difícil encontrar, entre los personajes que sufren condena tras el Juicio Final, hay una pareja de hebreos que venden sus paños sobre un arca, representando simbólicamente a todos los de su estirpe.

La catedral de Tudela fue hasta 1783 colegiata de Santa María la Blanca, levantada ésta a su vez en 1119 sobre la mezquita mayor de los musulmanes, del siglo IX. Además de la puerta del Juicio, en su exterior destacan la de Santa María, al norte, y la de la Virgen al sur, de estilo románico. En su interior, el coro está considerado como una de las obras mayores del gótico hispano flamígero navarro, y el retablo mayor, de estilo flamenco, es obra de Pedro Díaz de Oviedo.

Cementerio judío de El Palenque

Entierro judío. Hagadá de Sarajevo

Nada se sabe de la necrópolis correspondiente a la Judería Vétula, anterior al siglo XII, pero se postula la hipótesis de que estaría situada bajo la parte nueva de la ciudad, al otro lado del río Queiles. La necrópolis de la Judería Nueva, por el contrario, estaría situada en El Palenque y estaría datada desde los siglos XII al XV.

En 1984 se excavaron tres tumbas en una intervención de urgencia que estimó que las sucesivas obras en la zona, habían destruido entre el 60% y el 80% de la necrópolis, quedando el resto en zonas dispersas con diversos grados de integridad. En 1998, coincidiendo con el quinto centenario de la Expulsión de los judíos del Reino de Navarra, se procedió a realizar una excavación más extensa que descubrió veintisiete enterramientos en una superficie intacta de 30 metros cuadrados.

Las tumbas en la necrópolis, muy cercanas entre sí, con gran aprovechamiento de la superficie del cementerio, están orientadas en dirección Oeste-Este, con los cuerpos en posición de decúbito supino, con los brazos paralelos al cuerpo. La inhumación se realizaba con o sin caja de madera que descansaba generalmente sobre la fosa o, en algunos casos, en una cista de lajas con cubierta con losas.

Los enterramientos descubiertos en la necrópolis no presentan ajuares y son de una gran austeridad. Aunque los enterramientos judíos no suelen ser muy ricos, se conocen casos de hallazgos importantes, como en el caso de la necrópolis de Sevilla. Esta pobreza ha sido, en parte, la que ha salvaguardado el cementerio del saqueo que han sufrido otros lugares.

El cementerio

El cementerio se ubicaba extramuros, a cierta distancia del barrio judío. El terreno elegido:

  • Tenía que ser tierra virgen
  • Estar en pendiente
  • Estar orientado hacia Jerusalén

La judería debía tener un acceso directo al cementerio para evitar que los entierros tuviesen que discurrir por el interior de la ciudad.

Los reyes autorizaron después de 1492 (en Barcelona en 1391), que las piedras de los cementerios judíos pudieran ser reaprovechadas como material de construcción. Así, no es extraño encontrar fragmentos de inscripciones hebreas en varias construcciones posteriores.

A pesar del expolio que sufrieron desde finales del siglo XIV, la memoria de estos cementerios ha perdurado como nombre en determinados lugares, por ejemplo, Montjuïc en Barcelona o Girona. Sabemos de la existencia de más de veinte cementerios judíos medievales. Otros sólo se conocen o bien por la documentación o bien por las lápidas conservadas. El de Barcelona, en Montjuïc, fue excavado en el año 1945 y 2000, el de Sevilla en 2004, el de Toledo en 2009 y el de Ávila en 2012.

Judería Nueva-Barrio de San Miguel

Calle de Guerreros. Con el tiempo, los primeros límites de la Judería Nueva se desbordan para alcanzar las calles que descienden perpendicularmente desde el actual Paseo del Castillo

La creación de la Judería Nueva de Tudela está vinculada al nombre de Sancho VI el Sabio, quien promovió el desarrollo de este nuevo barrio, que convivió durante un tiempo con el anterior, a partir de 1170, al abrigo del castillo que dominaba la ciudad desde el cerro de Santa Bárbara. La orografía marca la peculiar estructura del barrio, desarrollado a partir de los dos ejes paralelos que forman la calle de San Miguel y el paseo del Castillo. Por la calle Caldereros y la calle Guerreros el itinerario penetra en la Judería Nueva, a través de escaleras y viales estrechos que mantienen el trazado del barrio medieval. La calle Sotarraño conecta con la calle de San Miguel, en un barrio popular donde se desarrolló el último tramo de la vida de los judíos tudelanos hasta su expulsión en 1498, seis años después de la firma del decreto de los Reyes Católicos.

Sancho VI el Sabio permitió a los judíos en 1170 vender sus casas e instalarse junto al Castillo, en la Judería Nueva, que sustituía a la Judería Vétula o antigua. Es muy posible que dicho traslado se realizase con cierta lentitud y que durante años, hasta tanto no se acondicionasen los solares del nuevo emplazamiento, coexistiesen ambos recintos. A mediados de 1177 se hace mención a la sinagoga de los judíos en su antiguo solar al indicar las lindes en una compraventa (aliam albolelcan que se tenet cun illa sinagoga iudeorum que fuit de Jacob Suabi medico). Al parecer, en los primeros años del siglo XIII se debió de efectuar el traslado a la judería nueva en el interior de la alcazaba; ya para entonces éste era el único espacio de la topografía tudelana que alude a donde habitan, como comunidad organizada, los judíos. Pronto este nuevo barrio desbordó el cerco de la muralla y se extendió por las faldas del montículo hasta llegar casi a las puertas de la parroquia de San Salvador, al sur, y por el este hasta los muros de la morería, en dirección a la Planilla.

Algunas ilustres familias, como los Abenpasat obtuvieron el privilegio de permanecer en su solar primitivo de la judería vieja, ahora reducido a las inmediaciones del Huerto del Rey. Está claro que la ocupación simultánea de los dos barrios evidencia la plenitud demográfica de esta comunidad, coincidiendo quizá la con presencia casi permanente del rey y su corte en la capital de la Ribera.

Con el paso del tiempo y en situaciones más permisivas, como pudieron ser los reinados de los últimos Evreux (1350-1425), la judería, como espacio habitado, se fue desplegando progresivamente hacia los solares de cristianos, situados a las afueras del castillo, como podría ser el barrio de la Aljuneyna –cerca de la iglesia de San Miguel– y hasta los aledaños de la parroquia de San Pedro, donde se registran casas de judíos desde los primeros años del siglo XIV. Las menciones, en el siglo XV, a los portales de la judería podían referirse a las ya existentes en el interior del castillo o a nuevas aperturas en el nuevo cerco, extramuros de la fortaleza. En todo caso los límites del barrio judiego eran bastantes difusos e imprecisos. La pérdida paulatina de efectivos fue dejando vacíos amplios espacios que antes les habían pertenecido y muchos de ellos vivían entre los cristianos.

Judería Vétula

En el límite Sur de la Judería Vieja, la puerta de la Catedral conocida como la del Portal o de los Peones. Fue construida a inicios del siglo XII y es de estilo románico

Desde la plaza de San Jaime, vecina a la catedral, parte la calle de la Merced, que conduce hasta la Judería Vieja o Judería Vétula. El barrio judío ocupaba el sector sur-oriental del recinto amurallado, es decir el espacio comprendido entre el solar que más tarde ocuparía la catedral y el río Queiles, con la salida hacia el sur por la Puerta de Zaragoza. Su planta aparecería surcada por la rúa Mayor, de la que partían diversas callejas sinuosas y quebradas. José Luis Lacave la identificó en 1992 con la actual calle de San Julián; y las calles circundantes serían: Verjas, Tornamiras, Horno de la Higuera, Merced, Hortelanos, Arbollones y Fuente del Obispo. Estudios recientes trasladan la judería Vetula al entorno de la actual Plaza de la Judería, en las calles Miguel Servet, huerto del Rey y Magallón.

Un original edificio, con platos de cerámica incorporados a la fachada enjalbegada, marca en el cruce con la calle Tornamiras el arranque del barrio hebreo, que ya existía en tiempos de la dominación musulmana y cuyos límites se fijaron con mayor nitidez tras la conquista de la ciudad en 1119 por Alfonso I el Batallador. El rey aragonés, que entró en Tudela de manera pactada, firmó con los musulmanes el Fuero de Sobrarbe, y con los judíos el de Nájera, reconociendo sus derechos y propiedades y estableciendo los límites de los barrios. El cuidado y el sentido didáctico de la rotulación de las calles, con una bella azulejería que ilustra el significado de cada nombre, permite seguir el recorrido por un sector de marcado carácter medieval, jalonado de mesones y restaurantes y con cierto aire bohemio. En la calle de la Merced, el Palacio Ezquerra, fechado en 1690, presenta un magnífico escudo en su fachada, rematado a los pies con la concha del Camino de Santiago.

Estudios recientes trasladan la judería Vetula al entorno de la actual Plaza de la Judería, en las calles Miguel Servet, huerto del Rey y Magallón.

Ketubot en el Archivo Histórico Municipal

Ketubá que establece el matrimonio de Selomó, hijo de Yom-Tob Alparga (o Alfarga) y Soli, hija de Hayim ben Kelaf

El primer contrato matrimonial, redactado en hebreo, establece el matrimonio de Selomó, hijo de Yom-Tob Alparga (o Alfarga) y Soli, hija de Hayim ben Kelaf, firmado el jueves, a 2 días del mes deeluldel año 5060 de la Creación del mundo (18 de agosto de 1300). En el documento se plasma la fórmula habitual por la que el novio le dice a su prometida:

Sé mi esposa según la Ley de Moisés e Israel, y yo te serviré, honraré mantendré y sustentaré a la manera de los varones judíos que sirven, honran, mantienen y sostienen a sus mujeres fielmente...
Es la ketubámás antigua que conservamos. El texto está enmarcado con una banda coloreada en tinta roja y, a cada lado, presenta la figura de una pequeña ave, siendo la única ketubá que conserva su ornamentación zoomórfica. La forma de decorar este manuscrito se puede poner en relación con lo que defendía Rabí Simeón ben Zerah Durán de Mallorca (1361-1444), quien recomendaba decorar todos los espacios libres que hubiera en un escrito, para evitar con ello que se manipulasen las cláusulas y así alterar el matrimonio.

El segundo contrato matrimonial, también redactado en hebreo, establece el matrimonio de Moshé del Gabay y la viuda Solbella, hija de Samuel Sarsalom, firmado en Tudela el viernes 14 de marheshván de 5247 (13 de octubre de 1486). La novia aportó una dote en vestidos, alhajas y ajuar valorada en 100 florines. Por su parte, el novio le donó a ella como toséfet 10 florines y como mohar una casa en Cascante libre de cargas y una viña también en Cascante, con un censo a la iglesia de Santa María del mismo lugar de 16 sueldos débiles anuales. Además del novio, firman la ketubádos testigos: el notario de la aljama, Jacob de la Rebiza y Jacob Gormezano.

La ketubá (Contrato matrimonial)

La ketubá es el contrato de matrimonio. Se trata de un documento que, en el caso de personas importantes y con muchos recursos, puede tener una gran complejidad en sus cláusulas.

Este tipo de contrato responde a una sociedad patriarcal, donde la mujer se educa en un ambiente de sumisión a los hombres. El documento refiere como el novio solicita a una joven que sea su esposa y como compensación se compromete "a servirla, honrarla, mantenerla y sustentarla". Además como mohar (pago en metálico) de su virginidad se compromete a la entrega de una cantidad. El compromiso también alcanza a la manutención, el vestido y demás necesidades incluida la vida marital.

La Torre de la Judía

La Torre de la Judía

Debió adquirir bastante importancia en época medieval, pues hay varios documentos que la referencian. Actualmente se sospecha que es la misma atalaya que la conocida como Torre del Campo de Navadebel.

Ha sido tradicionalmente considerada de época musulmana, tal vez construida en el siglo IX con la fortificación de Tudela de Amrús ben Yusuf. No obstante, últimamente se tiende a considerar que tiene un origen cristiano, probablemente del siglo XIII.

Entre los años 1998 y 1999, se procedió a la prospección sistemática de todo el término municipal de Tudela por parte del Gobierno Foral, dentro del programa del Inventario Arqueológico de Navarra.

El equipo de trabajo identificó en un pequeño monte situado cerca del cruce de la carretera de Murchante con la de Corella los restos de una construcción en su parte más alta. Su cronología altomedieval, muros de ladrillo y restos de un suelo empedrado, así como su situación, parecían indicar que se trataba de un pequeño puesto de vigilancia. En la memoria del trabajo se indicó que pudieron pertenecer a la llamada Torre de la Judía.

La «manta» de Tudela

La manta de Tudela, en la antigua sinagoga

En la sinagoga se expone una copia de la célebre manta que los cristianos viejos tuvieron expuesta entre 1610 y 1738 con los nombres de los conversos tudelanos,

Para que se conserve la limpieza de sangre y se sepa distinguir la calidad de los hombres nobles.

Es decir, para poder tirar de la manta en el caso necesario.

Esto no empaña, en cambio, una resistencia secular de la población ante el Santo Oficio: en 1481 la ciudad de Tudela se negó a facilitar información sobre el asesinato en Zaragoza del inquisidor Pedro de Arbúes.Desde Córdoba, el 4 de mayo de 1486, los Reyes Católicos escribieron una carta dirigida a Tudela ordenándoles que los herejes que llegaban de Aragón fueran entregados a los inquisidores. Los tudelanos contestaron que el oficial de la Inquisición que fuera lo suficientemente osado para entrar en la ciudad sería arrojado al río. Dos años después, aprovechando la estancia de los reyes en Daroca, dos comisionados de Tudela protestaron sobre la sumisión que hacían como católicos ante los inquisidores para que levantasen las censuras promulgadas contra Tudela. Solicitaron que los inquisidores no se entrometiesen en los bienes de los penitenciados, y que su tarea se limitara a la absolución y penitencia impuestas. Aunque los reyes admitieron la propuesta, los tudelanos no congeniaban con los inquisidores y su ayuntamiento encargó en 1510 a los procuradores en Cortes que nos quiten de aquí este fraile que se dice inquisidor.

Monumento al hermanamiento con Tiberiades

Monumento al hermanamiento con Tiberíades

De regreso a la plaza de San Miguel, tras recorrer una parte del paseo del Castillo, donde la humildad del barrio parece querer recordar los últimos momentos de los judíos en Tudela, con una aljama debilitada y empobrecida, el itinerario conduce hasta la plaza del Salvador, donde se encuentra el monumento al hermanamiento entre Tudela y Tiberiades, obra de Beatriz Lasry donado por la Comunidad Sefardí en España, que recoge las palabras de Benjamín de Tudela:

Adiós río Ebro. Regresaré aunque sólo sea para morir en tus orillas.

Desde aquí, la calle Granados, que deja ver restos de la antigua muralla medieval que defendía Tudela, conduce hasta la plaza del Mercadal, fuera ya de las juderías, donde se ubica el centro cultural Castel-Ruiz, antiguo convento de los jesuitas, con un bello claustro y unas espléndidas bodegas, y , a su lado, la iglesia barroca de San Jorge el Real. Antes de concluir el viaje, merece la pena caminar unos metros por la calle Pasaje, en una zona de la ciudad que vuelve a recordar la convivencia inicial de musulmanes y judíos antes de la conquista cristiana, y, finalmente, asomarse a la calle de las Herrerías, levantada sobre el mismo foso que en su día tuvieron las murallas de Tudela, al otro lado del cual el espectáculo multicolor de las casas de la morería cierra el ciclo de las tres culturas.

Palacio Decanal

El Palacio Decanal

El Palacio Decanal Decanal es un edificio originario del último cuarto del XV, que sirve de vivienda de los deanes de la colegiata de Santa María, ampliado y reformado después por el deán Pedro de Villalón. Sirvió también para servir como residencia de reyes y papas en sus estancias tudelanas; alberga piezas de arte sacro local y arqueología comarcal el sepulcro del infante Don Fernando, hijo de Sancho VII el Fuerte, y tiene acceso a la visita de los ricos capitales del claustro. son algunas de las piezas más importantes del conjunto.

Plaza de San Miguel

La plaza de San Miguel

La plaza de San Miguel toma su nombre de la iglesia que hubo dedicada al arcángel en este lugar, donde podría haber estado con anterioridad una de las sinagogas de la Judería Nueva. Además de ésta, quizás existieron en el barrio otras dos más, la Mayor y la Menor (o sinagoga Chica), a las que se han atribuido diferentes localizaciones. Alrededor de la plaza estuvo tradicionalmente el barrio de los tejedores. La calle Pelaires, en el flanco este de la plaza, comunica con el paseo del Castillo, que constituye el emplazamiento más antiguo de la Judería Nueva, con sus casas apoyadas en las mismas defensas de la fortaleza y al pie del cerro, presidido por el Corazón de Jesús, que se levantó sobre las ruinas del castillo medieval. A finales del siglo XV se censaban en la ciudad 160 hogares o fuegos, lo que hace pensar en una población en ese momento de unas setecientas almas.

Plaza de Yehuda Ha-Leví

Placa de baldosas de cerámica con palabras de Yehuda-Ha-Leví situada en la plaza

Yehudá ha-Leví

Yehuda Ha Leví (1070-1141) es el príncipe de los poetas hebraico-andaluces, según frase de Menéndez Pidal. Cultivó todos los géneros poéticos: panegíricos, poemas de amistad y amorosos, nupciales, moaxajas, elegías, etc. Su carácter afable le atraería la amistad de los hombres de letras más ilustres de la sociedad judaica-española, con los que intercambió cartas de poesías. Abraham ibn Ezrá pudo ser su consuegro.

En su poesía está presente sus esperanzas mesiánicas y la idea de que la redención del pueblo judío pasaba por su retorno a la tierra prometida:

Mi corazón está en Oriente mientras que yo resido
en el extremo Occidente.

Su obra tiende con los años hacia lafilosofía y la apología del judaísmo. El Kuzari se considera su obra cumbre. Escrita en forma de diálogo y en árabe, fue traducida al hebreo y en el siglo XVII al castellano. Desde los círculos cabalistas y antirracionalistas se convierte en el referente de la conciencia nacional del pueblo judío en el exilio.

En 1141, con casi setenta años y tras haber vivido en Córdoba durante algunos años, muere rumbo a Alejandría sin que sepamos si pudo llegar a Jerusalén.

Plaza de la Judería

Monumento a Benjamín de Tudela, en la plaza de la Judería

Junto a la Fuente del Obispo, encajada hoy bajo la plaza elevada, el monumento a Benjamín de Tudela es quizás la única referencia hebraica en la moderna plaza de la Judería, punto de encuentro y de expansión en el límite del ensanche de la ciudad nueva. Muy cerca de aquí, al final de la calle Verjas, estuvo en su tiempo la puerta de Zaragoza, junto a la cual está documentada la existencia de una tercera sinagoga. Por la calle de las Vueltas y la de la Parra se llega a la calle Magallón, donde se levanta el palacio del Marqués de San Adrián, espléndido ejemplo de la arquitectura civil renacentista de Navarra, que actualmente acoge las dependencias de la UNED.

Privilegio a los judíos en el Archivo Histórico Municipal

Confirmación de privilegios a los judíos de Tudela, por el rey Francisco Febo en 1482. En castellano

Sillar con huella de mezuzá

Sillar con huella de mezuzá

Se trata de un sillar de piedra de alabastro con talla en L que corresponde con la jamba de una puerta. Se localizó en 2003 en un solar de la calle Magallón, donde se localizaron importantes niveles arqueológicos de época islámica entre los siglos IX al XII, pudiendo ser la primera vez que se excavaba en las zonas de la Judería Vieja. El sillar se encontró en un relleno con material del siglo XVI, pero bien puso ser reutilizado en cualquier otra estructura como una piedra más.

A diferencia de los ejemplos conocidos en Besalú y Gerona, que son estrechos, alargados y profundos, el de Tudela es circular, amplio y poco profundo. Además, todos los conocidos se encuentran en el lateral de la puerta y el de Tudela estaría en el lado frontal, en la fachada. Este hecho se puede justificar por la escasa superficie que presentaría la jamba de la puerta entra la hija y la fachada, once centímetros, menor que las habituales en los muros de la época.

Sillar con roseta

El fragmento de sillar con estrella y roseta

Se trata de un fragmento de un sillar de piedra caliza que presenta una de sus caras decorada con una estrella de seis puntas inscrita en un círculo y con una roseta en el centro de la estrella. Esta roseta, hallada en la calle Padre Ubillos en 1986 cuando se derribaba la pared de un cobertizo adosado a uno de los lienzos de la muralla islámica, pudo estar colocada en la desaparecida Puerta de Calahorra, para proteger a la ciudad de los malos genios que vienen del noroeste, encarada hacia la zona de donde vienen los vientos dominantes (el cierzo). Ejemplos similares se encuentran en la Fortaleza de Gormaz (Soria).

Actualmente, el sillar se encuentra expuesto al público en la Sinagoga.

Sinagoga Vétula

Entrada a la sinagoga

Única en su género, por encontrarse ubicada en el mismo claustro de la catedral, la capilla mudéjar de Sant Dionís, también conocida como Escuela de Cristo, ha sido identificada como la sinagoga mayor o sinagoga Vétula de Tudela, con una morfología clásica de los templos judíos, con su sala de oración y su tribuna para las mujeres en el piso superior. Antes de entrar en ella, en el claustro se exponen de manera permanente una serie de paneles que explican el origen y los ritos principales de las tres grandes religiones que convivieron en Tudela durante siglos: la musulmana, la judía y la cristiana. En el interior, las celosías de la tribuna alta dan una nueva referencia sobre el rito hebreo, que obligaba a las mujeres a seguir la ceremonia religiosa en un segundo plano, y la decoración con agramilado de estuco, en policromía blanca, negra y roja, enlaza directamente con la tradición almohade del arte aragonés medieval; aquí destacan también el magnífico artesonado que cubre la nave y una menorá, que preside el espacio central del templo, en cuyas vitrinas se expone una rica serie de documentos facsímiles y libros y utensilios de la liturgia hebrea, junto a una reproducción de la célebre Biblia Kennicot o a ejemplares de El Kuzari, de Yehudá Ha-Leví, o el Libro de viajes (Séfer Masaot) de Benjamín de Tudela, representados ambos en la sala, junto a Abraham ibn Ezrá, con sus retratos y perfiles biográficos.

José Luis Lacave en 1992 y, más recientemente, Juan José Bienes ha presentado sus dudas sobre la adscripción de la sinagoga a este lugar, especialmente desde el punto de vista cronológico. Según el arqueólogo, toda la decoración está fechada en el siglo XIV, cuando la judería estaba asentada en las laderas del castillo desde 1170, y si ambas Juderías se hubieran mantenido simultáneamente, el poder religioso cristiano en la Edad Media nunca hubiera permitido la existencia de un elemento de culto judío dentro de las dependencias de la entonces Colegiata.

Abraham ibn Ezrá

Abraham Ibn Ezrá (c. 1089-1167), vive durante su juventud en al-Andalus (en Córdoba, Sevilla y Lucena) donde se forma en la cultura judía en árabe.

Hacia 1140 decide abandonar Sefarad para viajar por el Norte de África, probablemente en compañía de Yehudá ha-Leví, y Europa. Se convierte así en un sabio errante, bien acogido por un saber que va transmitiendo a las comunidades que visita: las de Beziers y Narbona en Francia, Roma, Inglaterra, etc.

No sabemos si regresó a Sefarad o muere en algún país europeo. Pero su figura polifacética deja una profunda huella en toda la vida intelectual de los judíos de Europa. Sus comentarios bíblicos se cuentan entre los más apreciados en el mundo judío; sus gramáticas son una síntesis vulgarizadora del saber filológico del siglo XI andalusí al que hasta entonces no se había podido acceder por desconocimiento del árabe e introdujo en Occidente losconceptos matemáticos de las fracciones y los decimales.

Murió hacia 1167, según algunos historiadores en Calahorra. Tal fue su fama, que uno de los cráteres de la luna, de 42 kilómetros de diámetro, lleva actualmente su nombre: Abenezrá.

Textos bíblicos en el Archivo Histórico Municipal

Sesión del bet din (Tribunal rabínico) de 27 de diciembre de 1468 en la la viuda de Selomón Malaf demanda que se le abone su ketubá y su dote

La religión judía imponía una difícil observancia. Las infracciones cometidas por los miembros de cada comunidad tenían su reflejo en las cuentas del baile, representante del rey ante la aljama. El agente ejecutivo es el albedín, miembro del tribunal judío y que percibía la novena parte del importe de las multas. Estas relaciones de multados son un fiel testimonio de la vida intramuros de la judería: universo cerrado, donde se libraban fuertes tensiones. Riñas, violaciones, delitos fiscales, etc. tienen su puntual reflejo en esta documentación.

La aljama aparecía como detentadora de funciones judiciales contenidas en el derecho talmúdico. La asamblea general se reunía en la sinagoga. En Tudela, la sinagoga elegida era la de los Tejedores, en el barrio del mismo nombre. Esta comunidad contaba con un Consejo de los Veinte, que actúa por delegación de la asamblea general, era, en realidad, el órgano ejecutivo. Para otras actuaciones se contaba con cuarenta y dos adelantados, éstos guardaban cierta similitud con los mayorales de los concejos cristianos. El gobierno de la judería recaía con frecuencia en manos de unas pocas familias, que constituían una especie de oligarquía urbana. En este sentido son conocidos los linajes de los Menir, Falaquera y Orabuena, en Tudela. A diferencia de otros reinos peninsulares, hasta 1390 no existió en Navarra la figura del Gran Rabino, concebida como representante máximo de los judíos del reino. Dicho nombramiento recayó sobre la familia Orabuena de Tudela. Esta familia conservó dicho cargo hasta mediados del siglo XV. En el último tercio de dicha centuria, otra familia tudelana, los Malach, la reemplaza.

Las Taqqanot

La vida interna de las comunidades aparece regulada por los acuerdos de cada asamblea, recogidos en las famosas taqqanot u ordenanzas de cada judería. Sólo se conocen las de Tudela y Puente la Reina, por ellas se sabe que todos los aspectos de la vida de la aljama estaban regulados con detalle y precisión. Observancia de las fiestas religiosas (Pésaj, Yom Kippur, fiesta de las Palmas y Sucot); matrimonios contraídos fuera del reino; administración de justicia; reglas para la práctica comercial, etc. Existían severas medidas contra los denunciadores o malsines.

Las ordenanzas de la aljama de Tudela, de 1287 y 1305 son una de las más importantes que han llegado a nosotros. A diferencia de las taqqanot de Valladolid de 1432, que son de carácter general para todas las juderías castellano-leonesas, éstas sólo afectan a la aljama de Tudela.

Para la elaboración de sus normas, se siguió la interpretación de Maimónides, salvo dos excepciones, que se advierten en la introducción:

No se emitirá veredicto en ningún juicio, trate de lo que trate, si no es siguiendo la opinión de nuestro maestro Maimónides, de bendita memoria, en todos aquellos asuntos en que pueda aducirse su opinión, excepto en estos dos, en los que la aljama acordó que nos e han de resolver jurisdiccionalmente según su opinión, y que son: la remisión de las deudas en el año sabático y la reducción de la deuda por empeño de las casas a cuenta del usufructo de tales casas cedido por el deudor al acreedor.

Tudela poseyó una gran judería que, desde el siglo XII, destacó no sólo por ser la más poblada de Navarra, sino también por su propio prestigio y organización.

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